NOCHE DE DIRECTORIO: EL SABER EN LA ESCUELA, ENTRE FORMACIÓN Y TRANSMISIÓN ‑ EOL Sección La Plata, 23 de Marzo 2016
Fabián Naparstek
Para esta ocasión voy a tomar especialmente un solo texto de Lacan, para pensar algo de la formación; me refiero al “Breve discurso a los psiquiatras” (1), texto que espero logremos publicar en breve porque es verdaderamente una perla. Ayer, trabajando en esta cuestión, se me ocurrió un título: “El coraje de la formación”. Porque para hacer una formación analítica hay que tener coraje. Comienzo siguiendo lo que propone Lacan en esta conferencia contemporánea a la “Proposición…”, del año 67. Les habla, como dice el título, a los psiquiatras, pero Lacan solía hablarles a los psicoanalistas un poco de costado, es decir intentando hacer resonar en otro lugar lo que él quería que escuchen los psicoanalistas.
Primer punto, dice lo siguiente: “entramos ahora en el décimo séptimo año de mi enseñanza”, avanza un poco más, “… hay cosas que no penetran, simplemente así, por ser enseñadas ex cátedra”. Y agrega: “A lo mejor hay gente que sospecha de la validez de lo que acabo de decir. Pienso que éste no es el caso, en general, de la gente que he analizado yo mismo, y también por otra parte de todos aquéllos que hayan pasado por un verdadero psicoanálisis”. Solo penetra para aquellos que se analizaron con él. Lo que es claro en ese punto es que para que eso penetre hay que tener un buen análisis. La cuestión es el eje imaginario, cómo la comprensión nos deja entrampados en lo imaginario. Sigue: “…no se pueden imaginar hasta que punto soy didáctico en mi enseñanza, quiero decir con esto que parto de la idea de que en todo caso es seguro, que no entienden nada de lo que digo. No hay que extrañarse por cierto que durante un cierto tiempo no hagan nada mejor que repetirme vagamente”.
Y van a ver que, en esta conferencia bastante extensa, hacia el final vuelve sobre el mismo tema: que él no es entendido, que lo que él dice no penetra, salvo que haya un análisis. Y no es solamente lo que enseña un análisis, sino lo que un análisis permite captar de lo que uno aprende. Es decir, no es que el análisis en sí mismo da un saber, sino que ilumina respecto del saber que le deja sentido a uno. Esto va a parar a un punto que siempre me ha sorprendido, porque cada vez que Lacan habla del pase, habla de la segregación. Es un binomio que va junto; en la “Proposición…” habla de la segregación, y en este momento –en que habla del pase– también habla sobre la segregación, especialmente sobre la segregación al loco.
De hecho, en un momento, toma a Foucault y tiene una interpretación de por qué lo psiquiatras han encerrado a los locos, planteando nuevamente que el loco es el hombre libre, formulación que todos conocemos. Habría que ver, yo no hice ese trabajo, pero las veces que Lacan menciona que el loco es el hombre libre ¿bajo qué argumentación lo hace?, no siempre es la misma argumentación. En este caso la argumentación es muy precisa: prescinde del gran Otro porque tiene el objeto a en el bolsillo. Lo que agrega acá es que frente a este hombre libre, la posición del psiquiatra –dice– es la de angustiarse. Es totalmente lógico, de acuerdo a su concepción de la angustia, la angustia presentifica el objeto a; y la idea de Lacan es que el loco presentifica el objeto a; que se han encerrado a los locos por la angustia que provocan, más allá de que tiene la idea de que gracias a que el loco ha sido aislado es que se pudo pensar en el síntoma. Cuestión que hay que retomar a partir de la última enseñanza de Lacan. Es decir, y es el punto que me interesa aquí, que lo que él llama la posición del psiquiatra, equivalente a la del “psicoanalista veterano”, es la posición de aquel que por angustia segrega el síntoma singular de cada quien. Por cierto, es una lectura que estoy haciendo, hay que seguir bien el texto. Todos esos locos han sido tratados –dice Lacan– de la manera que llaman humanitaria, a saber, encerrándolos. Es decir que la posición del psiquiatra o del psicoanalista veterano segrega desde un saber, encerrando el síntoma singular. Vean cómo lo dice: “lo que hace obstáculo es, a saber, que el psiquiatra está integrado como tal a una cierta relación jerárquica, está en posición de autoridad, de dignidad, de defensa de una cierta posición que, en principio y ante nada, es la suya. Se trata, precisamente, que sea por otra cosa que por la angustia, que responda a esta existencia del loco”.
Justo me tocó trabajar hace poco para la Revista Lacaniana las “Notas sobre el Padre”, una nota muy pequeña de Lacan, también contemporánea a ésta cuestión, del mismo año. Allí Lacan vuelve sobre la segregación; y es muy interesante porque ahí habla de una segregación más allá del padre, no me quiero detener demasiado en esto pero, uno podría distinguir una segregación propia del Edipo, lo que se segrega por excelencia es lo femenino, y una segregación más allá del padre, que está ligada a este aspecto de la presencia del objeto a. Después en todo caso podemos volver sobre el asunto, pero no deja de sorprender aquí que también lo diga, que se refiriera a los nazis, a los cuales llama precursores, ¿precursores en qué?, en concentrar a la gente, como una solución. Es decir, la referencia de la solución, es cierto que la solución nazi era la solución final, pero finalmente una solución.
Es muy interesante cómo describe la posición del psiquiatra y del psicoanalista veterano, y finalmente lo diferencia de aquel –dice acá– que tiene esa experiencia precaria, la experiencia del fin de análisis. Habla del novato que tiene esa experiencia precaria, distinguiendo la posición del psiquiatra respecto de aquel; y voy a agregar una posición más –que a mi gusto no es exactamente igual a la del psiquiatra– que es la posición del psicoanalista inteligente. Dice así: “no alcanza evidentemente servirse de mi vocabulario para remarcar –avanza un poco más–, para que esto tenga el menor efecto sobre lo que es efectivamente la práctica psicoanalítica”. Sí, no alcanza repetir una forma, y no simplemente de vocabulario, no alcanza con repetir inteligentemente; dice: “puede hablar más inteligentemente de lo que cuento y aún transcribirlo de una manera mucho más interesante”. Es decir, no alcanza con hablar en lacanés, hace falta algo más.
¿Cuál es la posición de Lacan aquí? Que hace falta, efectivamente, un análisis, esa experiencia precaria, para avanzar respecto de que la enseñanza de Lacan penetre.
Miller comenta esta conferencia, aunque no lo dice explícitamente, en un texto que se llama “Sobre la elección de la Psicosis”; efectivamente, habla allí del hombre libre, retoma algunas de estas cuestiones hablando del coraje de la psicosis. ¿Cuál es el coraje de la psicosis? Por la posibilidad que tiene el psicótico de desembarazarse de las identificaciones, es el coraje de inventar; y lo deja allí flotando. Leonardo Gorostiza retoma esto en un texto que se llama “El coraje de la psicosis”, está en una Colofón. Miller lo dijo un poco flotando, no es explícito en esto, y Leonardo Gorostiza avanza un poco en ese sentido porque compara el coraje de la psicosis con aquel que tiene la experiencia precaria del fin de análisis. Es aquel que puede prescindir de las identificaciones y abrirse a la posibilidad de inventar algo nuevo.
Para concluir, son simplemente ideas las que estoy pensando, las repito en voz alta: la formación analítica supone algo de ese coraje, supone la posibilidad, no de repetir en un buen lacanés lo que enseña Lacan, sino a partir del propio análisis y de ir más allá de las identificaciones, poder inventar algo nuevo, una forma singular en cada quien de hacer algo nuevo con el psicoanálisis. Hasta acá.
Texto establecido por el comité de redacción a partir de la transcripción del audio realizada por Belén Rodríguez, revisado y autorizado por Fabián Naparstek.
Nota bibliográfica:
(1)Lacan, J.: “Petit discours aux psychiatres” (“Breve discurso a los psiquiatras”), en el Cercle Psychiatrique H. Ey, Sainte Anne, el 10 de Noviembre de 1967, Inédito.