Leer un texto. Por Sebastián Llaneza

Sebastián Llaneza

Leer un texto*

Introducción

Quisiera comenzar mi exposición agradeciendo la invitación a mis queridos colegas de la secretaría de Biblioteca, especialmente a Verónica Escudero quién, con la amabilidad que ya todos le conocemos, se encargó personalmente de transmitírmelo.

Voy a escandir mi intervención en tres breves puntos. Cada uno de estos tiene un título, toman en consideración el último número de la Revista “El escabel de La Plata: Progresos, Fracasos, Reinvenciones”, y se articulan con lo que, en psicoanálisis, a mi entender, denominamos “operación de lectura”.

Empiezo, entonces, por el primer punto. Lo titulé…

1. El trabajo de leer, la formación del analizante

Si por texto entendemos lo que se dice en un análisis, leerlo forma parte de nuestro oficio. Podemos decir que en eso consiste nuestro quehacer como practicantes del psicoanálisis.

Jacques-Alain Miller, a su modo, lo señaló. En el año 2011, en el marco de una conferencia (1) impartida en la ciudad de Londres, afirmó que en psicoanálisis no se trata solamente de una cuestión de escucha sino, también, y fundamentalmente, de «lectura».

Aprender dicho oficio, adquirir ese «saber leer», compromete directamente el corazón de la formación de un psicoanalista. Si dedicamos tanto tiempo de nuestras vidas a recorrer los vectores del conocido trípode freudiano -en donde incluimos el análisis personal, el análisis de control, y el estudio de nuestra doctrina a partir de una pregunta singular devenida rasgo- es justamente para aprender a leer un texto. Se trata de una formación que se pretende permanente porque ese «saber leer» no se alcanza de una vez y para siempre. Nunca se nos ofrece en bandeja y sabemos reconocer lo mucho que nos cuesta, lo que tenemos que poner de nuestra parte. De hecho, solemos pensar que lo pagamos poniéndole el cuerpo (2) o, para decirlo en los términos de un Lacan shakesperiano, con nuestra «libra de carne» (3).

Ahora bien, cada vez que abonamos por ello lo hacemos desde una posición analizante. Así entiendo la afirmación de Lacan cuando, en el año 1973, en su texto intitulado “Sobre la experiencia del pase”, nos dice: “(…) nunca hablé de formación analítica, hablé de formaciones del inconsciente. No hay formación analítica”. (4)

Esta frase es impactante. Y lo es no solo porque dice que nunca habló de formación analítica sino porque asevera que esta misma no existe. Lo que existen son las formaciones del inconsciente, los sueños, los chistes, los lapsus -Lacan incluyó también en la serie al síntoma-, los deslices de la palabra sobre los que un sujeto comprometido con la regla fundamental trabaja en posición analizante: Primero, leyendo la textualidad de lo que se presenta en la insistencia simbólica del significante y, luego, en un segundo momento, leyendo lo que ese trabajo deja como resto, como letra, como marca perdurable de lo imposible de decir en el cuerpo.

Entonces, si la formación exige un trabajo entiendo que la misma no puede adjudicársele al analista. Si definimos a este último estrictamente por su acto, y no por convención, sabemos que no se caracteriza por hacer un trabajo sino, más precisamente, por asumir la posición de causarlo. Por lo tanto, en el análisis, en el control, en el cartel, y aún en la enseñanza, elaboramos un «saber leer» desde la posición analizante.

¿Quiero decir con esto que debemos dejar de hablar de la formación del analista? No, en lo absoluto. Lo que quiero decir es que un analista debe seguir siendo un «analizante». (5)

Paso al segundo punto.

2. Lectura por partida doble

En «RSI», más precisamente en la primera clase de su vigésimo segundo seminario, Lacan desdobla al psicoanalista en dos tiempos. Nos dice: “(…) es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos es el analista que, a esos efectos, los teoriza” (6)

Distingamos, entonces, al analista número 1 del analista número 2. Mientras el primero participa de la experiencia soportando el acto analítico, interviniendo y produciendo efectos en las curas que dirige, leyendo el texto de su analizante tomando como «referencia los sonidos emitidos» para que los mismos puedan escribirse de un modo distinto a su voluntad de decir, el segundo se dedica -en un tiempo posterior- a formalizar clínicamente lo acontecido en dicha experiencia. Es el analista que, abandonando la posición de semblante de objeto, se vale de conceptos, matemas, grafos, y nudos, para elucubrar un saber sobre lo que se dice en un análisis.

Como podrán apreciarlo, ambos analistas se articulan. Pues la lectura que elabora el segundo incide radicalmente en la dirección de la cura que conduce el primero. La lectura se da, entonces, por partida doble: de la experiencia a la clínica y de la clínica a la experiencia.

En ese trabajo de redoblamiento conceptual el analista hace un uso de los distintos aparatos clínicos para simbolizar, hasta donde ello sea posible, lo real de la experiencia. Me refiero al esquema Lambda, al grafo del deseo, a los cuatro discursos, a las tablas de la sexuación, y a las cadenas de nudos. «Aparatos de formalización» (7) que no deben concebirse en un sentido evolutivo. Las cadenas de nudos no superan en modo alguno al grafo del deseo. Lacan dijo “No hay progreso” y esto mismo alcanza a su enseñanza. Cada uno de estas construcciones paramatemáticas tienen sus «ventajas y desventajas» (8) sus alcances y limitaciones, y precisamente todas, absolutamente todas, fracasan ante la emergencia de lo real que, en el decir de Lacan, «no puede inscribirse sino como lo que introduce un impase en la formalización» (9). Punto en que lo real escapa a nuestras elucubraciones, en el que la formalización misma se vuelve no-toda, y en donde el encuentro con el “no hay progreso” nos empuja a la invención -ya no de la mano de la topología sino del esfuerzo de poesía-. Así entiendo lo que Camilo Cazalla, en su bello texto, denomina el “buen modo de fracasar (10)” ante el “no hay saber en lo real” o lo que Alma Pérez Abella denomina el «fracaso no-todo» (11), la posible dosis de éxito en el fracaso mismo.

3. De una lectura lineal a una lectura circular

Ahora bien, que en la enseñanza de Lacan no haya progreso no quiere decir que no existan avances.

Como es sabido, la aventura nodal, los diversos usos de la teoría algebraica de nudos, le permiten introducir numerosas novedades. Hoy quisiera destacar aquella que compromete a la temporalidad de un análisis, rigurosamente trabajado por Mónica Boada en su texto intitulado “Una enseñanza: eso marcha, eso falla, eso abre camino “. (12)

Sumergida en el último Lacan, ella se pregunta: «¿Del principio al final de un análisis hay progreso? ¿Le conviene el nombre de progreso?»

Me parece fundamental su interrogación. Pues es importante tener en cuenta que, antes de la introducción de la cadena borromea, en la época en que en la enseñanza de Lacan predominaba lo simbólico, muchos de los esquemas elaborados (recordemos, por ejemplo, la relectura del esquema óptico en “Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache” o el algoritmo de la transferencia en la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”) empujan a leer la experiencia analítica desde una perspectiva lineal situando, como no podría ser de otra manera, un punto de partida y un punto de terminación, un comienzo y un final. Se trata de una perspectiva idealista y teológica que, inspirada en la metáfora freudiana del juego de ajedrez, y habitada por una idea de superación, supone siempre una meta a alcanzar: la de pasar, por medio de un franqueamiento, o de un atravesamiento, de una posición a otra. Jacques-Alain Miller mismo lo destacó cuando, en su curso de orientación Lacaniana intitulado “El lugar y el lazo”, nos advirtió que dichos esquemas, bajo la forma de flechas, de trayectorias y vectores que tienen sus puntos de partidas y de llegadas, imponen «secretamente« (13) el imaginario de la progresión prometiendo desenlaces.

Ahora bien, esta lógica comienza a triturarse cuando, a partir de “Los no incautos yerran”, los tres registros se vuelven equivalentes y el acento deja de estar puesto únicamente en el fantasma para desplazarse hacia el síntoma. Dice Mónica: “(…) Lacan insiste en no leer el progreso de su enseñanza en una línea que va de lo peor a lo mejor, del desprestigiado imaginario, pasando por la devaluación de lo simbólico para arribar finalmente al preciado real. A ese progreso lineal le opone el nudo borromeo (…) donde cada uno de los registros le funciona de limite al otro”

Se trata, entonces, de una nueva topologia que, a mi entender, habilita el pasaje de una lectura lineal a una lectura circular con circulaciones limitadas. Pues si tomamos en consideración el modo en que Lacan escribe la cadena borromea podemos ver que ninguno de los tres registros puede subsumirse en los otros. Lo real no puede pasar integralmente a lo simbólico o a lo imaginario, así como lo simbólico tampoco puede pasar integralmente a lo real o a lo imaginario. En cada uno de los tres registros hay una parte en la que no se puede incidir, en la que no se puede pasar, marcando un límite a la lógica de pasaje, de franqueamiento. Podemos decirlo así: No hay pasajes, hay cabalgamientos.

Entonces, en esta nueva perspectiva, como el franqueamiento no lo es todo, la temporalidad del análisis ya no será concebida bajo los términos de un inicio y un final sino bajo los términos de un comienzo y un recomenzar. Se trata de una topología del «dar vueltas» sobre la piedra del síntoma que nos hace tropezar, la misma topología que llevó a Lacan a decir, en el año 1973, que se la pasaba pasando el pase. Mónica lo dice de un modo muy bonito: “No se trata de pasar de un mal lugar a otro mejor, (…) se trata de captar el lugar en el que se está sin saberlo y desde ese lugar partir otra vez”.

Es decir, no se trata de extraer la piedra para poder transitar un camino. Se trata de identificar que es con la piedra misma que se hace camino para, desde allí, cada vez, saber recomenzar.

Notas

* Intervención en la noche de Biblioteca “Leer un texto: Nuestra revista El Escabel” en la sección La Plata de la Escuela de la Orientación Lacaniana el 17 de noviembre del 2021.

(1) Miller, J-A.: “Leer un síntoma”, en Revista Lacaniana de Psicoanálisis, Numero 12, Editorial Grama, Buenos Aires, 2012, pág. 12.

(2) “(…) el precio que hay que pagar para esto, en aras de algo, es una extracción corporal que permite dar eficacia a este saber”, Laurent, E.: “Lo imposible de enseñar”, en ¿Cómo se enseña la clínica?, Cuaderno del Instituto Clínico de Buenos Aires, Número 13, 2007, pág. 25.

(3) Lacan, J.: El seminario, libro 10, La angustia, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 138.

(4) Lacan, J.: “Sobre la experiencia del pase”, en Ornicar?, Número 1, Petrel, Barcelona, 1981, pág. 37.

(5) Miller, J-A.: “Ser analista no es analizar a los demás sino, en primer lugar, seguir analizándose, seguir siendo analizante. Como ven, es una lección de humildad. La otra vía sería la infatuación, es decir, si el analista creyera estar en regla con su inconsciente”, en Sutilezas analíticas, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2011, Pág. 33.

(6)Lacan, J.: Seminario 22 “R.S.I”, Clase 1: 10/12/1974. Inédito.

(7) Schejtman, F.: “Bucles, Rulos, Espirales y más Giros”, en Revista Ancla (Revista de la cátedra II de Psicopatología, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires), Número 4/5, septiembre 2012.

(8)Schejtman, F.: “Principios de clínica psicoanalítica nodal”, en Philip Dick con Jacques Lacan. Clínica Psicoanalítica como ciencia-ficción, Editorial Grama, Buenos Aires, 2018, pág. 63.

(9) Lacan, J.: El seminario, libro 20, Aun, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2010, pág. 112.

(10) Cazalla, C.: “Un buen modo de fracasar”, en El escabel de La Plata “Progresos, Fracasos, Reinvenciones”, Número 3, Editorial Grama, Buenos Aires, 2021, pág. 55.

(11) Pérez Abella, A.: “La nobleza de lo insensato”, en Revista El Escabel de La Plata “Progresos, Fracasos, Reinvenciones, Número 3, Editorial Grama, Buenos Aires, 2021, pág. 41.

(12) Boada, M.: “Una enseñanza: eso marcha, eso falla, eso abre camino”, en Revista El Escabel de La Plata “Progresos, Fracasos, Reinvenciones”, Número 3, Editorial Grama, Buenos Aires, 2021, pág. 25.

(13) Miller, J-A. El lugar y el lazo, Curso de la Orientación Lacaniana 2000/01, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2013, pág. 158