El diagnóstico bajo control

PRIMERA NOCHE DE DIRECTORIO: EL PROBLEMA DEL DIAGNÓSTICO EN LA PERSPECTIVA DEL CONTROL –EOL Sección La Plata, 14 de marzo de 2018

 

 

 

Gabriel Tanevitch

 

Buenas noches a todos, muchas gracias al Directorio por la invitación.

Me interesa indagar el problema del diagnóstico en la práctica analítica contemporánea, sus dificultades y, a su vez, orientar la misma en la perspectiva del control, sus efectos y su función.

Desde hace años recibo consultas de niños y adolescentes que se presentan con diagnósticos de TGD, TEA, ADDH, TOC (incluso algunos llegan con certificados de discapacidad). Siglas que ni siquiera se sabe bien que significan, pero que están enmarcadas en diagnósticos conforme al manual de psiquiatría DSM4 y al actual controvertido DSM5. Otra observación es la posición aliviadora de algunos padres y de ciertas instituciones educativas en relación a los diagnósticos. Agregado a esto, muchas veces nos vemos nosotros mismos en la obligación de establecer diagnósticos DSM, por ejemplo, para pedir una integración de un niño a una escuela especial o para que se acceda a la cobertura del acompañante terapéutico por la obra social.

Por otra parte, desde mi posición de controlador he observado a practicantes del psicoanálisis presentar sus casos desde la misma perspectiva del DSM: dicen: “Tengo un caso de TGD, un TGD no específico, tengo un TEA”, sin poder implicarse quienes demandan un control en un diagnóstico bajo transferencia.

En otras ocasiones, son los padres quienes llegan a la consulta con un diagnóstico previo de su hijo –por ej. “déficit de atención con hiperactividad” – tras la evaluación de algún profesional de la escuela que deriva, obstaculizando el despliegue de la palabra y del padecimiento del niño. Intervenir sobre estas demandas, apuntando a cierta implicación de docentes y padres, vehiculiza la posibilidad de que ciertos fenómenos cedan en pos de que emerja lo más propio del padecimiento.

Este tipo de consulta, bastante frecuente, me hizo recordar la película: “La infancia bajo control”, film que hemos visto y discutido ampliamente, donde se concluye que es posible predecir que un niño travieso o desobediente pudiera llegar a convertirse en delincuente en la edad adulta. En consecuencia, recomendaba detectar alteraciones en su comportamiento desde la temprana infancia y que, en caso de no ajustarse a los criterios de normalidad, sería modificado con fármacos.

Frente a estas dificultades planteadas, haciendo un esfuerzo de reducción, tenemos dos posiciones para pensar esta problemática del diagnóstico: una, es el empuje al consumo de las clasificaciones y diagnósticos psiquiátricos válidos para todos, que buscan partir de hechos observables y sus conclusiones para enunciar si tiene o no algún trastorno. Por esta vía, se clasifica el compromiso genético o bioquímico de estructuras neuronales que quedan preparadas a la acción del fármaco. Excluye el acto analítico y no considera el pivote de la transferencia. La otra posición es la que sustrayéndose del discurso universal pretende rescatar aquello que llamamos el acto y por ende involucra al analista y su formación. En esta orientación, se da al síntoma un lugar central; no como un trastorno o disfunción, sino como un modo de gozar que lo hace único.

La creencia en el síntoma, en tanto éste puede hablar y decir algo del padecimiento del sujeto, nos orienta en esta perspectiva. El diagnóstico propio del psicoanálisis que apunta a la singularidad, conforma una epistemología clasificatoria compleja en la cual no se prescinde de la clase, pero se llega a ella desde la diferencia bajo transferencia.

Siguiendo esta línea de los diagnósticos y apuntando al tema del próximo Congreso en Barcelona, ¿qué nos dice Miller respecto a la psicosis ordinaria?: “Una vez que dijeron que es una psicosis ordinaria, traten de clasificarla de un modo psiquiátrico. No deben decir simplemente que es una psicosis ordinaria, deben ir más lejos y encontrar la clínica psiquiátrica y psicoanalítica clásica. Si no hacen eso –y ese es el peligro del concepto de psicosis ordinaria– (…) eso se transforma en un refugio para no saber. Si hablamos de psicosis ordinaria ¿de qué psicosis hablamos?”. (1)

¿Después de lo dicho hasta ahora en este trabajo, cómo entender la indicación según la cual las psicosis ordinarias deben reconducirse a diagnósticos psiquiátricos tal como lo propuso Miller en “Efecto retorno…”? Entiendo que habría una tercera posición. Elena Levy Yeyati, en un texto llamado “Usos y sentidos del concepto de psicosis ordinaria” (2), hace un comentario sobre esta indicación de Miller en los textos de orientación al Congreso. Allí plantea que nuestra posición ética es evitar adosar como psicosis ordinaria a cualquier paciente que se considere raro o inclasificable. Es necesario considerar la clínica psiquiátrica a la hora de remitirse a un caso, no para subsumir la clínica psiquiátrica en la clínica psicoanalítica (o a la inversa) sino para conversar teórica y prácticamente con analistas, colegas psiquiatras, familiares, pacientes, etc., y esbozar puntos de posible intersección. Esta búsqueda e identificación de signos discretos no se refiere al número sino a esas referencias sutiles –aunque rigurosas– desde el punto de vista epistémico. Se trata de orientarse por el modo en que quedan anudados los registros RSI.

Ante esta observación, ¿cómo articular y pensar el control en relación al diagnóstico? El significante “control” es también parte del título del film “La infancia bajo control”, se podría decir jugando un poco con el significante: diagnósticos bajo control, psicoanálisis bajo control, analista bajo control, etc.

La Real Academia, da de “control” las siguientes acepciones: comprobación, inspección, fiscalización, intervención, lugar donde se controla (oficina, despacho, dependencia, etc.).

La palabra “control” puede evocar una práctica conforme a un discurso del Amo donde resuena algo así como “vigilar y castigar”. Pero si pensamos en la práctica del control como “control del acto analítico”, control de lo que pasa en el encuentro del analista con su analizante de acuerdo a los principios de la ética del psicoanálisis, quizás ahí este término pierda la dimensión de vigilancia y de “ejercicio de poder” que evoca.

El analista dirige al control el discurso del analizante para determinar los efectos de verdad que este discurso produce. Pero más allá de esto, lo que se controla es también la construcción del caso que hace el analista, y que le permite además determinar no sólo un diagnóstico estructural en términos de neurosis o psicosis, sino también a qué real el analizante se encuentra confrontado.

El analista, no está solo con su paciente, su analizante. Existe una relación con un tercero: el psicoanálisis. Es en esa relación con el psicoanálisis que ubico el deseo del analista. De este modo, el analista en “control” habla a partir del punto en que se encuentra en su análisis y en su relación al psicoanálisis; el control tiene así también un efecto de relanzamiento respecto del análisis, ya que permite reconocer las ligaduras de goce que hacen resistencia en el analista a lo que llamamos el “deseo del analista”. Recordemos que es en el análisis mismo que algo de este deseo del analista puede ser alcanzado.

Para ir finalizando. Entiendo al control como una extensión del análisis, con un efecto de vuelta permanente al análisis del analista y lo que en éste resiste a estar a la altura del acto analítico. Entonces, no es cuestión de vigilancia sino de verificación del acto. En un control realizado, a partir de un caso en donde en un principio no pude avanzar demasiado, surgió del controlador: “precisar esos fenómenos”. Podría decir que esa indicación es algo que resonó para todos los casos siguientes y en mi propio análisis.

Si bien en las Escuelas de la AMP no hay obligación de hacer un control, la responsabilidad de la práctica del análisis, de su elaboración y del control del acto, cae enteramente sobre el practicante. Es la experiencia del análisis misma la que garantiza que haya deseo del analista. El analista no está solo para autorizarse, lo hace inscribiendo la autorización que permite fundar su acto en una institución como lo es la Escuela.

 

 

 

Notas:

(1) Miller, J.-A.: “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”. El caldero de la Escuela #14, Grama, Buenos Aires, 2010.

(2) Levy Yeyati E y otros: “Usos y sentidos del concepto de psicosis ordinaria”, E-mariposa N°10 Revista del Departamento de Psiquiatría y Psicoanálisis del Icdeba, Buenos Aires, 2017.