PRIMERA NOCHE DE DIRECTORIO: EL PROBLEMA DEL DIAGNÓSTICO EN LA PERSPECTIVA DEL CONTROL–EOL Sección La Plata, 14 de marzo de 2018
Diana Wolodarsky
El título ubica la cuestión que nos convoca a intervenir hoy: el acento no está puesto tanto en el diagnóstico o en el control, sino en el “problema” del diagnóstico en el espacio de práctica del control.
¿Por qué sería para los psicoanalistas un problema el diagnóstico?
Lo diré rápidamente a fin de orientar mi perspectiva: es un problema si el diagnóstico va un paso adelante del decir del paciente, en consecuencia, esa temporalidad lógica operaría obturando la escucha del decir del sujeto.
La urgencia de diagnosticar ante la incertidumbre del no saber.
Allí donde tomaría relieve la barra de la división, el analista la sutura con un saber apresurado.
Así, la urgencia de diagnóstico puede funcionar como un partenaire que atempera la soledad del analista respecto del acto. Freud lo decía: el león salta una vez…pero la decisión del salto es solitaria. (1)
Luego, en otro momento, en el espacio del control se verifica qué tanto se dio cercano al blanco. Si demasiado al centro, si tan lejos que la carta no llegó a destino… o tal vez, controla para dimensionar el cálculo de la interpretación, o su posición respecto al acto que lo convoca o lo demora.
El problema, entiendo, es si se pone por delante una inquietud diagnóstica o la urgencia por ubicar al sujeto en una estructura.
El curso de Miller Sutilezas analíticas (2) me ayudó a precisar algunas cuestiones, (ya que creo que lo más interesante estará en nuestro intercambio).
Trataré de ubicar algunos disparadores:
Miller examina en este curso lo que hace el psicoanálisis desde el punto de vista pragmático, lo que hace de sí mismo o puede y debe hacer de sí mismo. Y dice así: “pretendo examinarlo con la ayuda del agujero que hay entre la estructura y la contingencia”. (3)
Esta frase no rechaza la noción de estructura, a condición de considerarla agujereada.
En ese agujero/borde entre estructura y contingencia, se escucha la enunciación del sujeto y se orienta la interpretación. Podemos afirmar que la estructura se revela en la contingencia.
Un practicante en control planteaba: “yo no trabajo con psicóticos…”. Evidentemente es alguien que tiene fe en la estructura y desconoce la contingencia. Podría relatarles un recorte más adelante, si da el tiempo, acerca de esas sorpresas que suceden en nuestra práctica: la sospecha y la sorpresa.
El problema entonces no es la estructura, sí lo es taponar el agujero con un diagnóstico que acalle lo singular, que esté más en función del analista o practicante, que del sujeto que consulta.
Planteados de esta manera, “el caso particular es una sutileza analítica”. (4)
Que el analista ignore el hilo que atraviesa las contingencias de un sujeto que hilvanan su programa de goce, hace que un sujeto quede atrapado en el laberinto de las identificaciones.
Operar en la perspectiva del objeto o del sinthome, permite que el analista intervenga desde el “desapego”. Es un afecto fundamental, afín a la posición analítica de la orientación lacaniana. El no esperar nada del paciente salvo su presencia y sus palabras, refiere a lo que sí se espera del analista: que lo mueva el deseo de atrapar cada pizca de goce que se escape de boca de su paciente.
Lo dice Lacan en “La Tercera”: “se imaginan que el pensamiento está en los sesos…yo en cambio estoy seguro, que está en los pliegues de la frente… en ese «entre»”. (5) Oponiendo el sentido (común) al sinsentido.
Es en el “entre” estructura y contingencia, entre significante y cuerpo que el goce fundará su marca distintiva.
El impacto del significante en el cuerpo, y cómo ese goce-decir transita entre líneas el lenguaje.
¿Desapego respecto de qué?
Ya saben que las próximas Jornadas Anuales llevan por título: “El psicoanálisis y la discordia de las identificaciones. Vínculos, creencias, nominaciones”.
Podemos decir que el “desapego” es el modo en que el deseo del analista se encarna de la manera más conveniente. Desapego de sus propias identificaciones, de sus pasiones, de su fantasma. Es un afecto más conveniente que el entusiasmo, que conduce al furor curandis.
Entiendo que por la vía del entusiasmo quedaríamos pegados a los ideales de las normas del mercado y el discurso capitalista, guiados por el universal y no por la excepción que cada uno es, en términos de sinthoma.
Esa es la razón por la cual se espera que el analista renuncie a su pereza o cobardía a la hora de controlar y de analizarse, porque ambas son vías de tratamiento para formarse en el “desapego”.
Entiendo que estos son algunos aspectos del problema que nos plantea hoy esta mesa:
Podríamos hablar del DSM, de las clasificaciones, de otras terapéuticas que no desconocemos cómo operan. Pero entiendo que nos concierne el tema en términos lacanianos y de la orientación de Miller: qué analista para una Escuela.
En el libro de Javier Aramburu, El deseo del Analista (6), hay dos artículos: uno sobre control y otro sobre Garantía. En el último, plantea por qué para la Escuela el trípode enseñanza, análisis y control responden como Garantía de la formación del analista.
Formación que apunta a una diversidad analizada y a una multiplicidad de lazos entre esas singularidades.
Concluyendo:
¿El problema es el diagnóstico o su uso?
Cuando Lacan plantea en su última enseñanza que el inconsciente se anuda con el sinthome, ubica ahí la articulación y la separación.
Retomando el inicio, la estructura y su agujero, en términos de contingencia.
El problema del diagnóstico queda del lado de conformarse con tratar el inconsciente transferencial y Lacan apunta a esclarecer la naturaleza de defensa del inconsciente, a fin de alcanzar el inconsciente real.
Este movimiento conlleva pensar el inconsciente a partir del goce y no del sentido. Cifrar los dichos a fin de que precipite un decir. Hacer resonar por medio del lenguaje las marcas de lalengua.
Notas:
(1) Freud, S.: “Análisis terminable e interminable”, Obras Completas Tomo 23, Amorrortu, Buenos Aires, 1989, pág. 222.
(2) Miller, J.-A.: Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011.
(3) Ibíd., pág. 30.
(4) Op. Cit. n° 2, pág. 31.
(5) Lacan, J.: “La Tercera”, en Revista Lacaniana N° 18, Grama, Buenos Aires, 2015, pág.12.
(6) Aramburu, J.: El deseo del analista, Tres Haches, Buenos Aires, 2000.