Más allá de un sintagma

20-carteles-pi-mtXXV JORNADAS NACIONALES DE CARTELES, MESA PLENARIA: POLÍTICA LACANIANALa Plata, 10 de Agosto de 2016

 

Mauricio Tarrab

 

 

1. Lógica colectiva y libido

Me alegra estar nuevamente en una Jornada de Carteles, ya que no pude participar de las que se hicieron los últimos años. Le agradezco a Charly Rossi y a su equipo de la Secretaría de Carteles, y a María Laura, el haberme invitado a esta mesa con un tema tan sencillo, tan cómodo y tan fácil de abarcar como lo es «la Política lacaniana»… comodidad que seguramente comparto con mis compañeros de mesa.

Que esta vez la Jornada sea en La Plata es un agregado especial para mí; ya que aquí, hace tres años y en el movimiento que con mucho de esa lógica colectiva nos implicaba   con  mucho de libido y entusiasmo  en un acto de audacia y con una Jornada de Carteles, dimos un paso que luego llevó a la creación de la Sección La Plata. Lo señalo para entrar en tema y señalar que primero fue una Jornada de Carteles de la EOL en La Plata y luego fue la Sección. Es decir que el cartel estuvo aquí antes que la Escuela, y sin embargo la Sección de la Escuela estaba aquí aún antes de ser creada…entonces…podría resumir con esto mi exposición sobre política lacaniana.

Lo digo de este modo porque la política, y la política lacaniana en particular está hecha de esa argamasa extraña entre exterior e interior, entre pasado y futuro, entre acto y consecuencia, entre uno y los otros, entre lógica colectiva y libido.

De lógica y libido está hecha también la transferencia, la de trabajo, esa que mencionamos en la relación de cada uno con la Escuela y en el cartel, y la otra, la transferencia en el análisis. Dije que fue aquí, pero en realidad no fue aquí sino en el Pasaje Dardo Rocha, aunque este Colegio Nacional en el que estamos, tan bien conservado, es un ejemplo de cómo se hacían las cosas cuando se consideraba que el saber merecía ser albergado en grandes espacios luminosos, contenido por paredes firmes y fundamentos sólidos y no en la nube como ahora. Otra época.

 

2. Más allá de un sintagma

Política lacaniana… hoy todos entendemos, supuestamente, lo que eso quiere decir. El peligro es que “política lacaniana” así como “acción lacaniana” se vuelvan un sintagma que nos hace entendernos fácilmente. Eso, como pueden intuir, no me parece ventajoso. Un significante vacío tiene una función eminentemente política cuando no se sabe bien que quiere decir y eso permite alojar múltiples significaciones. Pero cuando eso se transforma en un sintagma que todos entendemos, es problemático.

Nunca había escuchado ni leído esa expresión “política lacaniana” hasta 1998 en que J.-A. Miller dictó un seminario del que pude escuchar una de sus clases, en un salón del Bv du Montparnasse, en París, que luego, cuando fue publicado por la colección Diva se llamó Política Lacaniana y que es un pequeño libro imprescindible. Eso fue un acontecimiento porque estábamos en medio de la crisis que llevó unos meses después a la ruptura de la AMP en Barcelona. En 2018 volveremos a Barcelona después de 20 años de política lacaniana.

En esas clases se pueden encontrar varios “principios de política lacaniana” que J.-A. Miller intentó allí cernir, deduciéndolos de la trayectoria y de la acción política de J. Lacan.

Pero además de los que él va enunciando, se puede extraer un principio de política lacaniana de su propio esfuerzo en ese momento, y luego en muchas otras ocasiones, que consiste a mi juicio en avanzar entre los conceptos y los acontecimientos. ¿Y por qué ese sería un principio de política lacaniana? Porque lo que verificamos en nuestra experiencia de Escuela, en nuestra experiencia institucional, es que los conceptos, aún los más firmes de la enseñanza de Lacan están atravesados por los acontecimientos, por lo que llamamos la época, por los avatares de nuestra comunidad, por las relecturas permanentes, por las novedades. Y eso es así porque, aunque hoy lo tenemos naturalizado y lo consideramos evidente pero que es una enormidad anti dogmática, pensamos que los conceptos no son formulados de una vez y para siempre y que la práctica institucional, la vida institucional, se enreda en ellos. Los conceptos y los acontecimientos tropiezan, y se ponen a prueba mutuamente. ¿No se verifica esto de manera evidente en las variaciones, crisis, reformulaciones, que ha tenido por ejemplo el Pase mismo?

No hay verdades reveladas, ni dispositivos de una vez y para siempre, esa es una marca de nuestra vida institucional, de sus sobresaltos y de una política que se quiera llamar lacaniana. No es un principio formulado allí explícitamente, lo extraigo por mi cuenta para plantear hoy algo sobre la política lacaniana que vaya más allá del sintagma.

 

3. Política y Campos

Un principio de política lacaniana que Miller formula en aquel Seminario es el siguiente: «plantear los principios, aún los más radicales, pero tener en cuenta las realidades en la aplicación […] la política lacaniana no es irrealista. La política lacaniana es radical y al mismo tiempo realista”. (1)

¿Es ese un programa de acción política posible? Al menos es un norte indudable para nosotros. Una política irrealista en relación a los contextos de nuestra acción sería una ingenuidad histórica.

Salvando las distancias, en nuestra política –que queda pequeña comparada con otras Historias– ¿no es acaso ese principio el fundamento de la política que la AMP lleva adelante al tratar de mantener ese balance entre radicalismo ‑en cuanto a los principios‑ y realismo en cuanto a las condiciones de aplicación?

¿No ha sido ese acaso el esfuerzo que hemos hecho por mantener el balance, entre Escuela e Institución; entre la regulación minuciosa del dispositivo y el acontecimiento del Pase, para dar ejemplos contundentes? O para ser más simple, ¿entre el tedio de la gestión que nos satura y las sorpresas que el Psicoanálisis nos depara todavía?

Entonces, el análisis de los contextos se vuelve esencial para situar la política lacaniana y, por ejemplo, que estemos dedicados al tema para la próxima Jornada de la EOL, lo muestra.

Los contextos no escaparon a la acción política de Lacan y no solo los contextos analíticos con los que debatió.

A mediados de los años ’60, la construcción de “campos culturales” era la forma de circunscribir el ámbito de un discurso. Y así como Lacan trazaba la amplitud del “campo freudiano”, simultáneamente, por ejemplo Ricoeur trataba de constituir “el campo hermenéutico”. Pierre Bourdieu construye una teoría de los campos culturales para analizar la estructura social. Es en ese marco que se instala el llamado de J. Lacan a la “reconquista del campo freudiano”. Se ve que el llamado a la reconquista del campo freudiano no es solo una consigna que muestra el interés de Lacan por la agricultura, sino que Lacan sabía muy bien que la política para el psicoanálisis debía situarse en relación a los contextos de su acción. Hacia afuera de nuestro campo, las diferentes iniciativas que las Escuelas y la AMP han respaldado y encauzado actualmente en los distintos países  ‑como la discusión de la regulación del psicoanálisis, legislación sobre autismo y tantas otras‑, muestran la aplicación de aquella orientación política. En especial intentando poner al psicoanálisis como interlocutor del “discurso universal” y de los poderes públicos.

Traigo estos dos momentos que marcan una cierta épica que también es parte de lo que llamamos la política lacaniana y cuando algo de esa épica se diluye…personalmente me preocupo. Pero quizás es en mí un resto sintomático y no tienen por qué tomarlo en cuenta.

 

3. Virus

Dije al pasar “mantener un balance entre Escuela e Institución” porque es un punto sensible para pensar lo que llamamos la política lacaniana. Pero para interesarse en ese aspecto de la cuestión política hay que darse cuenta de que ese es un balance que no está asegurado. Una política que trate de preservar lo analítico en lo institucional… a pesar de nuestros esfuerzos es siempre necesario preguntarse en qué punto estamos hoy, en nuestra Escuela, en cuanto a este balance teniendo en cuenta el peso que implica sostener el aparato institucional enorme que tenemos. A pesar de la importancia que ese aparato institucional tiene, creo que se mantiene vigente entre nosotros, en algunos lugares de la Escuela, un cierto espíritu de «recién llegados» como el que se nota por el vigor de esta Jornada de Carteles. Y ese espíritu evita la osificación institucional. Y se verifica que, aunque no sea ni el virus del Zica ni la Chicunguya, hay en el Campo Freudiano un virus, que nos hace por ejemplo estar aquí en La Plata a las 9 de la mañana de un sábado radiante. Muchos de ustedes están también infectados por ese virus del Campo Freudiano y esa infección, les aclaro a los que no lo sepan, es incurable.

 

4. Formación

Esto me lleva hacia otro equilibrio también inestable. Siempre inestable –lo que podría ser otra particularidad de la política lacaniana– un equilibrio entre semblante y real. Es a propósito de eso que, en el seminario que les mencioné, Miller formulaba un principio que todos conocen y que no deja de tener su actualidad y su relieve: “no ceder frente a lo real en juego en la formación del psicoanalista” (2). Podríamos declinar las formas de ese “no ceder” y de ese “real en juego para tener una serie con las variaciones sobre los problemas actuales de la formación de los psicoanalistas. Una serie que implica el cruce, tanto de la enseñanza y la trasmisión, de la intensión y la extensión, como del psicoanálisis puro. Y fundamentalmente permite diferenciar entre lo que es un psicoanálisis y lo que es una psicoterapia con conceptos lacanianos. Ya ven que tomar estos principios en serio nos lleva a tratar problemas serios.

 

5. La política lacaniana es una política de la enunciación

Solemos oponer las “lógicas colectivas”, que reservamos para nuestras acciones, a la “psicología de las masas” que dedicamos a la debilidad mental de los otros. Pero ¿cómo sabemos que no conformamos una masa, sometidos a la identificación colectiva, más allá de nuestras buenas intenciones?

El cartel da una pista para orientarse en este sentido en la medida en que sostenga la idea de Lacan respecto de que no hay enunciación colectiva. Hace algunos años J.-A. Miller planteó una política de la enunciación cuando vio necesario hacer lugar a lo que se llamó “los recién llegados” y que era entre otras cosas reconocer lo que cada uno de los que se acercaban a la Escuela tenían para decir.

La política de la enunciación es una enorme y eficaz aplanadora de las jerarquías, en especial si estas se encuentran un poco rígidas en sus lugares institucionales y en especial si esa enunciación se autoriza en la relación que cada uno tiene con el inconsciente, con el de cada uno, claro. Frente a eso que nos determina, nadie puede erigirse en un “maestro”. Pero sí puede hacer valer el “saber-verdad” que ha obtenido hasta allí de su experiencia del análisis y hacer ver adonde se está respecto de su formación analítica. Eso es algo de lo que la Escuela debería tomar nota, poner a prueba y sancionar oportunamente. La fórmula “todos analizantes” puede leerse: todos iguales frente a la experiencia del inconsciente y de lo real. Desde allí hablamos, los practicantes, los AME, los AE, y todos los que se acercan a nuestra Escuela de las más variadas maneras.

 

6. Extimidad

Pero, para poner en acto una política de la enunciación hay que tener una teoría de la extimidad que pueda aplicarse al grupo analítico, para que el grupo analítico no se haga consistente. Y la política lacaniana toma en cuenta la tesis de la extimidad. Desde la función del Más Uno en un cartel, o del éxtimo en el cartel del pase, hasta la Escuela Una descompletando la AMP, todos nuestros dispositivos contemplan la tesis de la extimidad; es decir la tesis que hay que reconocer y soportar: que lo más exterior es también lo más íntimo. Y que sin eso la política se deriva inevitablemente hacia la consistencia burocrática, en el mejor de los casos.

 

7. Lo imposible de soportar

Hace unas semanas en la presentación del número 20 de la Revista Lacaniana en la EOL, uno de los invitados, que no es de nuestro medio, se preguntaba por qué los analistas escribían tanto. Se me ocurrió decirle que era porque había algo insoportable en la práctica del psicoanálisis que nos hacía escribir. La política lacaniana también toma eso en cuenta.

 

Notas:

(1) Miller, J.-A.: Política Lacaniana, Colección Diva, Buenos Aires, 2002, pág. 48.

(2) Ibíd., pág. 28.