La lalengua en el autismo

SEGUNDA NOCHE DE CARTELES: AUTISMOEOL Sección La Plata, 5 de julio de 2018

 

 

 

Cecilia Collazo

 

 

Estado de Trabajo

Esta investigación se pone en marcha ante la pregunta por la lalengua en el niño autista.

La misma se amplía en los siguientes enigmas:

¿Cómo se las arregla con los ruidos de la lengua, cuál es el estatuto del silencio en él? ¿Por qué habla ciertas veces, y calla otras? O ¿Desde dónde emana su palabra cuando ésta aparece? A partir de allí, tomo la frase de Lacan que nos dice que los autistas son sujetos verbosos, y que están atiborrados de palabra. (1)

 

Insistencia de un S1

Si bien en la neurosis, encontramos un S1 que hace lazo o cadena con otros significantes, S2, S3, etc., donde el S2 toca al S1 con la posibilidad de que advenga allí un sujeto; en la psicosis, hay trastorno de eso que haría cadena entre dos significantes, se rompe la articulación entre el S1 y el S2, entre lo Uno y lo Otro, así hay descomposición de lo que estructura al lenguaje, es decir un S1 y un S2 que podría estar ocupado por ejemplo por fenómenos del cuerpo, el delirio, por nombrar alguno.

En el autismo, hay una reiteración del S1, del goce Uno.

No hay ruptura del mensaje sino repetición de un mismo significante que está radicalmente separado de otro.

Jacques Alain Miller llama a este proceso “pura iteración” donde no hay borramiento del S1, es un Uno del Goce que no se borra. Diferencia fundamental con la repetición que queda dentro de la égida del fantasma en la neurosis, y donde el niño autista se muestra en su singularidad más propia. (2)

Eric Laurent en “La Batalla del Autismo”, nos dice lo siguiente: “Hablar corresponde a un acontecimiento de cuerpo (…) Hablar, no es un acto cognitivo, es un arrancamiento real”. (3)

La marca dejada por ese S1 hace acontecimiento de cuerpo, por ello la palabra es capaz de provocar terror.

 

Pensando en imágenes y signos

A ello sumamos los conceptos de J.C. Maleval quien “organiza la clínica del autismo en base al objeto voz como portador de la marca de singularidad que el sujeto autista no soporta”. (4)

Éste, rechaza la interlocución con el Otro, donde la marca de goce está en íntima relación con la palabra, es por ello que la emisión de la misma es sentida por el niño como una flagelación.

Según Maleval, hablar es vaciarse, ó bien es vaciar su cerebro. Y nos agrega que la disociación entre la voz y el lenguaje está en el origen del autismo.

El uso del lenguaje supone consentir a la existencia de un lugar, el del Otro, limpiado de goce. El sujeto autista sufre un terror de esa alteridad en virtud de ese traumatismo y no puede consentir a “incorporar la voz como alteridad de lo que se dice”. (5)

No puede incorporar el órgano del lenguaje o la voz para que forme un borde al cuerpo.

Maleval nos dice que hablar no es un goce del sentido, un goce en la interlocución de él con Otro o de ese Otro hacia él; sino que el hablar para este sujeto es una pura mutilación. (6)

Así tomada la lengua en él, entendemos que el cuerpo del niño autista está suprimido de órganos posibles de intercambio; quedando el mismo “sin ellos”.

Esa fragmentación del cuerpo, se supera a costa de un encierro, un caparazón, donde el sujeto se goza a sí mismo; sin la articulación o mediación de su cuerpo con el del Otro.

Entonces, ni mediación del lenguaje, ni del cuerpo del Otro.

Si bien en un niño un grito puede ser considerado el primer esbozo de la lengua que funcionará luego como llamado al Otro, en el autismo ese grito nos acerca más a un acallar la lengua y a su horror, que a un llamado.

Hay que diferenciar aquí, el ruido fundamental de la lengua en la que se encuentra inmerso el niño autista, del grito para llamar o comunicarse, que se convertirá en lenguaje.

En otro momento, Maleval dirá que el sujeto autista, se maneja por signos, puede pensar en imágenes, más que por significantes, y no por medio de palabras. (7)

 

Conclusión

El trabajo del analista con el niño autista apunta a buscar no sólo su consentimiento sino el subrayado del cálculo que ya éste realiza, para acallar los ruidos perturbadores de la lengua y/o para protegerse de la intrusión del Otro en ese punto.

Dice Eric Laurent, que el analista puede situar y colaborar para que el niño efectúe de aquello un cálculo discreto que en su uso o en su invención le permita desempeñarse con lo real. (8)

La investigación sigue en curso, situando por el momento, el lugar ético del analista en relación a su deseo, así como la pragmática de su acto, propiciatoria de una invención del niño a su medida como de elementos puntuales que hacen de intervención del psicoanálisis en la sociedad.

Recordemos, además, que el punto de blanco de las teorías biologicistas con alta pregnancia social está dado en un centro y ese centro es el autismo y la dirección de la cura analítica sobre él.

La intervención política y estratégica de éste, gracias a la estética de su acto, conllevan a apuntar al uso que hace ese niño con ese cálculo discreto que lo lleve a propiciar un lazo con otros, a manejarse con lo que lo perturba y por ende al habla.

Esta investigación en ciernes se sostiene en el trabajo de este cartel.

 

 

 

 

Notas:

(1) Lacan, J.: “Conferencia de Géneve Sur, El Simthome”, Bloc-notes del psicoanálisis 5, París, 1975, pág. 14.

(2) Miller, J.-A.: “La imagen del cuerpo en psicoanálisis”, ¿Contexto? Cuadernos andaluces de psicoanálisis N°16, Granada, 1995.

(3) Laurent, E.: La Batalla del Autismo. De la Clínica a la Política, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2013, págs. 105-119.

(4) Maleval, J.-C.: El autista y su voz, Gredos, Barcelona, 2011, pág. 221

(5) Lacan, J.: El Seminario, Libro 10, La Angustia, Paidós, Buenos Aires, 2007, págs. 289-300

(6) Maleval, J-C.: Escuchen a los autistas, Grama, Buenos Aires, 2012.

(7) Ibíd.

(8) Laurent, E.: “Lo que nos enseñan los autistas”, Revista Lacaniana n°13, Grama, Buenos Aires, 2012.