Voces, un feliz encuentro entre la música y las palabras

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Ecos de la Conversación Arte y Psicoanálisis: Vos tenés el arte -La Plata, 11 de noviembre de 2015

 

por Estefanía Bonifacio

 

El pasado 11 de noviembre tuvo lugar en Ciudad Vieja, La Plata, un encuentro entre el Arte y el Psicoanálisis. De la mano de Manuel Moretti (Músico y compositor, Estelares) y María del Pedro (Asociada a la EOL Sección La Plata) y bajo el título “Vos tenés el arte”, se inauguró un ciclo de conversaciones entre estos dos discursos. Asimismo en un cartel de trabajo (María del Pedro, Brígida Griffin, Rosana Salvatori, Silvina Molina y Mariela Sánchez) se investigan estas intersecciones, cuyo producto fuera presentado como anzuelo en las últimas Jornadas Nacionales de Carteles de la EOL. En diálogo con la Secretaría de Biblioteca y de Carteles de la Sección platense de la Escuela se posibilitó la concreción de este encuentro.

 

VTA MorettiEn un bar situado en uno de los focos culturales más tradicionales de la ciudad, se reunieron un público heterogéneo, conformado por analistas, amigos y colegas de otras ramas del arte. Difícil calificar el intercambio que allí se produjo, entre el público y estos dos partenaires y entre ellos mismos. Conversación, entrevista, testimonio, asociación libre, música, todo esto tuvo lugar en el escenario. La escenografía: unos pocos objetos, los suficientes para crear un clima de intimidad del que el público fue partícipe, puesto que el discurso que allí le era dirigido, lo convocaba a algo más que como mero espectador. Este discurso que discurría metamorfoseante, era escandido por canciones y melodías que aparecían como secretadas por el discurso mismo, expulsadas por él, “de-cantadas”. Éstas, caídas de la anécdota, la rememoración de una época, de unas letras, terminaban por abrochar un sentido, o abriendo otra vía, o simplemente haciendo resonar otra cosa, en el lugar donde las palabras fallan. Sólo entonces, el aplauso irrumpía y el público pasaba de una posición de testigo silencioso a hacerse, en el sentido literal del término, de cuerpo presente. Así, al ritmo de los bucles del discurso, la cadena volvía a restituirse, conducida por la destreza de quien escuchaba ahí, en acto, y quien supo acompasar con preguntas o disparadores lo suficientemente dóciles respecto a la contingencia del decir, pero lo suficientemente rigurosos respecto de su orientación. Todo esto hizo del encuentro una experiencia sonora y de palabras.

¿Cómo transmitir lo que es del orden del encuentro? Pasado el momento de la experiencia, es necesario pasar por la lectura “lo que entra por la oreja” (1): escribir la resonancia. En principio, me parece importante partir de esto: que del encuentro va a haber algo imposible de ser transmitido, pero también algo que puja por ser escrito. Podríamos decir entonces que no hay «EL» encuentro como no hay «EL» despertar, pero sí hay “efectos de encuentro”, discretos, dispersos, fragmentarios.

Hay un pasaje de Lacan que siempre viene a mi memoria a propósito de los encuentros. Es el siguiente: “Jamás sabemos si una sorpresa es buena o mala: una sorpresa es una sorpresa, está fuera del campo de lo agradable o de lo desagradable, puesto que, después de todo, lo que se llama bueno o malo es agradable o desagradable; entonces, una sorpresa es feliz (heureuse: “feliz” ― heur: “suerte”), digamos, eso significa lo que se llama un encuentro, es decir, al fin de cuentas, algo que les llega de ustedes. Espero que les ocurra cada tanto”. Digamos que una sorpresa feliz hace a la buena fortuna. Te encuentra. O más bien, te reencuentra. Y escapa a todo intento de valoración. Es esperable–o al menos eso espera Lacan de nosotros–que ocurra cada tanto. ¿Cómo recoger del encuentro efectos de formación? Para ello es preciso dar un paso.

De los variados tópicos que se tocaron en la conversación, recorté algunas notas que considero pueden abrir vías de investigación en el campo psicoanalítico. Por un lado intentar transmitir lo más fielmente posible, más allá de las notas textuales, la enunciación singular del artista. Y por otro lado, situar aquellos puntos que considero pueden ser fructíferos para pensar la práctica analítica.

Moretti transmitió, con un espíritu de entrega particular, cómo se había servido del psicoanálisis para hacer con lo que denominó una “angustia suprema” que lo acompañó en diferentes momentos de su vida. De manera contundente afirmó: “El inconsciente me salvó”. Esta afirmación llamó mi atención, por cuanto uno suele escuchar, tanto de los analistas que han llevado hasta su final la experiencia del análisis, o de personajes de la cultura, del vecino o de uno mismo, decir “el psicoanálisis me salvó”. Pero nunca había escuchado la misma aseveración respecto del inconsciente. Lo que hace que una formulación en apariencia muy general sea en sí misma singularísima. El artista testimonió cómo la experiencia del inconsciente, en transferencia, constituyó la “otra escena” para hacer con el goce insoportable de su existencia. También testimonió de su arreglo: “No hay otra posibilidad que la necesidad de decir. Si está la necesidad de decir, la voz encuentra su cauce. (…) (La voz, las canciones) fue el acuerdo mío con mi propia neurosis”. Es de este saber hacer que extrae algo de otro orden, una satisfacción: “Lo que opera en mí es la dicha por el acontecimiento de la creatividad”.

En un momento María le realiza al músico una pregunta que me parece interesante destacar por las vías de exploración a las que invita. Se trata de la relación entre la música y las palabras, más precisamente de la musicalidad de las palabras. Moretti da dos respuestas. La primera en acto: toca rápidamente con su guitarra la melodía de una de sus canciones con la letra de una canción de los Beatles. Nos muestra en acto el divorcio entre el sonido y el sentido, de lo que puede resonar más allá del sentido. Por otro lado, nos habla de los sonidos que anidaron en su lengua materna, los tonos con los que compone su música. Ese espacio donde la voz encuentra su cauce, la vía, la solución. Y así se define: “Moretti es un melódico tanguero”.

Me pregunto entonces en qué medida el análisis pudo haber propiciado ese arreglo singular entre el sonido y el sentido. Es este punto el que creo merece la pena investigar: ¿Cuál es el estatuto de la voz en la experiencia de un análisis? Está claro que la voz es el vector más importante a través del cual transcurre el intercambio entre el analizante y el analista. La voz vehiculiza el lenguaje, la escuchamos, en sus inflexiones, titubeos, en sus temblores. También en sus escansiones, en el silencio. Ya sea por lo que se calla, ya sea por lo que no alcanza a decir, a articular. La voz tiene su ritmo, acompaña la prisa metonímica de los estados maníacos o puede lentificarse hasta alcanzar un mutismo catatónico. La voz es medio, es obstáculo, la voz hace síntoma, afonías… La voz puede presentarse en lo real y se la puede oír allí donde no está, alucinada.

Sin embargo, Lacan es taxativo, distingue  la voz del registro de las sonoridades. No se trata para él, de la voz que escuchamos, la que podemos grabar en un disco. La voz no es un instrumento que utilizamos, “ella vive en el lenguaje, lo habita” (2). La voz, “se sitúa, no respecto a la música, sino respecto a la palabra” (3). No resuena en “un vacío espacial”, nuestro oído, sino que resuena en la estructura de vacío del Otro, de su falta de garantía (4). Desde el inicio Lacan hace pie en el fenómeno de la alucinación verbal, para destacar que la producción de la cadena significante es independiente de los órganos de los sentidos. Lo constata en los movimientos articulatorios del alucinado en el momento en el cual  “percibe” las voces, incluso en pacientes sordomudos. La voz que habita el lenguaje es áfona. En principio, lo que hace a la relación del sujeto con su propia palabra, queda “enmascarada” por “el hecho puramente acústico de que no podría hablar sin oírse” y de que “no pueda oírse sin dividirse” (5). Es en el instante en que el sujeto se escucha, podemos decir, en tanto por intermedio del analista, su propio mensaje le retorna en forma invertida, que esa voz que permanecía velada, se hace escuchar en la enunciación.

De aquí Lacan desprende algunas paradojas. En primer lugar, que la cadena significante se impone en su dimensión de voz. (Más adelante dirá que es lo que cae de la cadena significante (6)). En segundo lugar, que es preciso realizar un acto de atribución subjetiva, para apropiarse de esa voz. Y en tercer lugar, que esa atribución es “distributiva”, es decir, a varias voces, por lo que el sujeto en cuestión permanece equívoco.

¿Cómo se articulan esas voces, con las otras, las voces del canto? Hay un camino por recorrer. Moretti nos transmitió su singular anudamiento. La dicha del encuentro creador entre la música y las palabras. Jacques Alain Miller nos abre una pista a investigar respecto de la esquizia entre sonido y el sentido: “Si hablamos tanto, si realizamos nuestros coloquios, charlamos, cantamos y escuchamos a los cantantes, hacemos música y la escuchamos, la tesis de Lacan implica que es para hacer callar lo que merece llamarse la voz como objeto pequeño a” (7). El 11 de noviembre el psicoanálisis en la ciudad salió a su encuentro.

 

Notas:

(1) Lacan, J.: El Seminario Libro10 La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 289

(2) Miller, J.-A. : “Jacques Lacan y la voz”, en La voz, Colección Orientación Lacaniana, Serie Testimonios y conferencias., Ciudad, Buenos Aires. pág. 20.

(3)Op. Cit. (1), pág. 298.

(4) Ibíd.

(5) Lacan, J.: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002,  pág. 515.

(6) “En efecto, si la voz es el producto, el objeto caído del órgano de la palabra, el Otro es el lugar donde eso habla” (subrayado en el original), en Lacan, J.: De los nombres del Padre, Paidós, Buenos Aires, pág. 84

(7) Op. Cit. (2), pág. 21

 

Bibliografía:

Lacan, J.: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002.

Lacan, J.: El Seminario Libro 10 La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006.

Lacan, J.: De los nombres del Padre, Paidós, Buenos Aires, 2005

Miller, J.-A.: “Jacques Lacan y la voz”, en La voz, Colección Orientación Lacaniana, Serie Testimonios y conferencias., Buenos Aires, 1998, 1998.