Marcas de un encuentro

“A UNA RÉSON… Entre álgebra y estilo”. Presentación del libro de Mónica Boada. 1 de noviembre

Florencia Dassen

Buenas noches a todos, muchas gracias por su presencia, es una distinción para mí participar de este acontecimiento, y también una alegría particular, hay que decir, de que hoy nos reúna un libro de Mónica Boada. Un volumen que recoge gran parte de la trayectoria escrita y oral de ella, gracias a un trabajo de dedicación que devino otra prueba más de la amistad entrañable que supo sembrar Mónica. Mi enorme agradecimiento por tanto a Gabriela Rodríguez, Cecilia Valfiorani, Vero Escudero, Paula Vallejo, Rosana Salvatori, y a Magui. Y por supuesto a mi mano derecha, y querida amiga Viviana Mozzi, por su trabajo impecable de edición y corrección.
Gabriela en su excelente prólogo comienza diciendo, “¿Cómo escribir el prólogo de este libro?”. Y ahora me toca decir ¿cómo presentar este libro? Debo decir que conocía todos los trabajos, salvo algunas de las notas escogidas del final. Mi encuentro con Mónica estuvo marcado por el interés en su modo de leer a Lacan, ya sea en torno a las nociones que ella conocía muy bien, y las sabía explicar con la simplicidad de una enseñanza fecunda en psicoanálisis: la paradoja de Russell, el teorema de Gödel, la noción de infinito, el modelo óptico, etc., etc. Todas cuestiones que podrán encontrar en el libro. Este era un aspecto, el más árido quizá, pero imprescindible para leer a la letra a Lacan, una pasión a la que le dedicaba largos tiempos, siempre decía, que era mucho el tiempo que le hacía falta, hasta llegar a lo que ella nombró “un acontecimiento de lectura”. Paso a leerles el párrafo que fue extraído para la contratapa. Comienzo desde unas líneas antes: “No me impongo un orden de entrada. Incluso, a veces, me entero el tema que me trabaja luego de hacer una lectura de las referencias que fui transitando”. A eso llama hacerse incauta de su deriva. “Soy un poco incauta de mi deriva… lo importante para que esa dispersión sea productiva es detenerme en algo que hoy podría llamar ¨acontecimiento de lectura¨. Cuando la lectura de una referencia se traduce en un pequeño hallazgo, en la necesidad de levantarme de la silla y hacer una pausa. Allí es productivo para mí dar cuenta de ese hallazgo, de la novedad que introduce en la línea de trabajo en la que venía. Y ahí sí, las ideas se ordenan, el tema se arma y la escritura se produce”. El trabajo más riguroso con los conceptos, por un lado, y sus hallazgos, puntos de abrochamiento, captaciones, puntos de detención, por otro, permiten verificar un método de trabajo, y una vez que “ese algo” de su trayecto singular quedó atrapado, no se ahorraba en el esfuerzo de transmitirlo en su fina articulación, siempre con algo original, y muy entusiasta. Mónica nos causaba a muchos a seguirla de cerca, y a su vez, a partir de esto se desovillaban conversaciones que también podrán leer y releer en las clases que quedaron establecidas en este libro. Un puente quedó trazado entre Seminarios de la Sección La Plata y de EOL Buenos Aires, con valiosísimas transferencias de trabajo, que hoy están presentes aquí, y otros tantos que no pudieron venir, y del que gran parte de este libro es un testimonio.
Otra arista de Mónica que considero una marca de su estilo es cómo leía algunos autores literarios de la mano del psicoanálisis. El trabajo de Lacan con Beckett, es un ejemplo exquisito. El modo en el que lee el cuento “Mal visto, mal dicho”, y que nos dice: espero causarlos a su lectura, ya que es un escrito que se resiste al relato. Su articulación con el objeto a, y a lo que supo decir muy bien: El camino de Beckett, a diferencia del de Joyce, no era el de tratar con una palabra impuesta, sino con el sentido. Su camino, su saber-hacer, es el de desasirse de esa imposición de sentido. Y a su vez lo articula a la reducción del sentido en un análisis.
“La pista del Rinoceronte”, es otro texto que aprecio mucho, cómo articula las tres referencias en Lacan al rinoceronte, que aluden al practicante en control, al psicoanalista y su acto. Mónica se detiene en un punto sensible. ¿Qué es lo “aprobado” o “alentado” en el control? Tendemos a pensar más bien que el control tiene que ver con situar lo que no marcha en un análisis, lo que anda mal, los impasses en una cura, lo no sabido, lo no escuchado, etc. Aquí Lacan pone el acento en otro lugar… ¿qué se controla? Por un lado el rinoceronte es la imagen del practicante en sus inicios, como un analista todo orejas. Un afectado de la voz que embiste a ciegas guiado por lo que oye –costumbre del rinoceronte–. Pero a la vez, es el analista que se autoriza por sí mismo al que Lacan alienta a seguir su propio movimiento. Eso no se corrige, no se objeta, ¿no se controla? Propongo, nos dice Mónica, que el consentimiento, la aprobación por parte de quien controla al “estilo”, al “modo” del practicante, es una dimensión valiosa del mismo. Pienso que ese era parte del saber hacer de Mónica, en los controles, y más allá… de entrada se interesaba en el modo del otro, lo seguía en su pista, si verificaba que el otro estaba lidiando con algo propio, desembrollando, y dejándose desembrollar. No así cuando se encontraba con la repetición de fórmulas vanas, o posiciones de identificación, lugares trillados. Era exigente, pedía argumentación de lo que uno sostenía, y también tenía el gusto por la objeción.
Estas son algunas de las marcas de mi encuentro con ella, inolvidable, una autora que les recomiendo recorrer. Al libro se puede entrar por cualquier capítulo, sin un orden de entrada como diría ella, y estoy segura, que como a tantos nos ocurrió se encontrarán con algo imprevisto. Así fue lo que me ocurrió al conocerla, lo bueno e inesperado que también sucede.