La práctica analítica, entre locura y debilidad mental. “Todos Locos”

Gabriela Camaly

Primera Noche de Directorio. EOL Sección La Plata, 22 de marzo 2023

Buenas noches, agradezco al Directorio de la EOL – Sección La Plata y en especial a Marisol Gutiérrez con quien hemos intercambiado previamente algunas ideas. Voy a seguir al pie de la letra lo que ella me propuso, que fue hacer una serie de aportes. Mi idea es desplegar un poco la cuestión de “todo el mundo es loco”, del delirio generalizado, y ubicar las coordenadas lógicas de este axioma que estamos diciendo y repitiendo en todos lados.

Me apoyo en la misma cita que Marisol acaba de leer “Esta es una locura genérica y general, o más bien universal, no es la psicosis. […] Es una locura que es delirio y el delirio, en el fondo, ya comienza con el saber. El delirio comienza cuando, a un significante que está solo, se le articula otro, por lo que solo se convierte en uno”. (1) -del texto de presentación para la noche-.

Lo que extraigo de esta cita es lo que Miller dice de una manera muy simple, la diferencia entre la locura general, genérica, y la psicosis. Allí articula el delirio no necesariamente a la psicosis, sino a la locura de todo el mundo a partir de la articulación de un S1 con un S2. Con el S1 solo nadie delira, es necesaria la articulación en la cadena simbólica con un S2 para que empecemos a delirar. Entonces, surge una primera cuestión: en esa relación entre un S1 y un S2 se produce saber. Como efecto de articulación entre los significantes hay producción de sentido, se produce saber.

En esa relación entre locura, delirio y saber, ¿de qué saber se trata? ¿Cuál es su función?  Debemos suponer que alguna función eso cumple para el ser que habla, en tanto que nos afecta a todos.

Entonces, planteo algunos aportes para la conversación y retomo también las referencias trabajadas durante el año 2022 en las Noches del Directorio de la Escuela con relación a la “clínica universal del delirio” (2), ya que son fundamentales para orientarnos en este tema.

1. El delirio como una producción de saber. Para el sujeto psicótico, el delirio tiene un estatuto de certeza. El mismo constituye una producción de sentido que le permite dar cuenta de una intrusión de goce. Es el modo en que el sujeto interpreta una afectación de goce. Es decir, le permite intentar subjetivar el encuentro con un real y en esa subjetivación produce un cierto saber. Entonces, una primera hipótesis: el delirio es en sí mismo un intento de tratar ese real por medio del saber, en un campo simbólico, haciendo uso del lenguaje, en el que se puede contar o no con el elemento ordenador fundamental del Nombre del Padre.

2. En el curso “Extimidad”, en los años 1985 y 1986, Miller produce una reescritura de la metáfora paterna a partir de la relectura del escrito “Subversión del sujeto” (1962) en el que Lacan introduce el “Goce”, escrito con mayúscula por única vez. Hay un significante que falta en el mar de los nombres propios para venir a nombrar el goce que afecta al sujeto que habla. Si el elemento fundamental es el goce sin nombre, entonces, hay una forclusión más general que aquella que concierne al Nombre del Padre debido a que existe, para todo ser hablante, una imposibilidad estructural de domesticar el goce por medio del sentido. Esta lectura le permite formalizar una “metáfora paterna revisitada”, tal como él mismo enuncia (3).

Lo cito: “Se trata de lo que llamé, en Lacan, la fórmula de la segunda metáfora paterna que corresponde punto por punto a la fórmula del Nombre del Padre. Aunque resulta fundamental no olvidar esta primera fórmula, en la clínica misma hay que referirse a la segunda fórmula que plantea la significación del falo como menos (- φ) y que obliga a operar con la inexistencia y la inconsistencia del Otro y no con la función de su consistencia. Me parece que esto tiene consecuencias importantes para la práctica analítica” (4).

Miller nota que cuando Lacan introduce el “Goce”, eso trae como consecuencia la escritura de la barradura del campo del Otro. Esto implica una reescritura de la metáfora paterna, ya no remitiéndose a la consistencia del gran Otro, sino a su inconsistencia. Se trata de una brújula fundamental para la clínica porque una cosa es orientarse en la práctica del psicoanálisis creyendo que el sujeto se va aliviar de su padecimiento sintomático porque va encontrar en el campo del Otro el significante último que nombre su goce, y otra cosa es orientarse por la imposibilidad de nombrar el goce en tanto tal.

En el curso sobre “Los signos del goce(1987), Miller opone a la forclusión restringida propia de la psicosis, otro modo de la forclusión que generaliza, ya que concierne a la condición misma de lo humano por la relación fundante entre el cuerpo y el lenguaje. Ese punto forclusivo es estructural.

Miller afirma: «La consecuencia de esto sobre el modo generalizado de la forclusión, lo que implica la función Φx cuando no se trata solo de la psicosis, es que exista para el sujeto un sin nombre, un indecible. […] Dado que el rechazo del goce se produce en todos los casos, la cuestión es saber qué lo domestica. Pues bien, el síntoma lleva a cabo esa contención. Por eso, la función del padre es la función del síntoma” (5). El punto en cuestión es entonces cómo tratar el goce imposible de nombrar.

Entonces, si hay forclusión generalizada, hay síntoma.

Entonces, el síntoma es respuesta. El síntoma es un modo de tratamiento del punto forclusivo.

3. Si retomamos la función del delirio como modo de tratamiento de lo real por medio del sentido, podemos plantear una segunda hipótesis: para todo ser hablante la elaboración de sentido es el lugar de su propio delirio, en el intento de tratar un goce que no tiene nombre. Esto va en contra de hacer delirar al analizante. Ya no se trata solamente de no hacer delirar al sujeto psicótico, sino que tampoco hay que hacer delirar al neurótico.

En este sentido, a lo largo de un análisis, delirio y producción de saber se conjugan para tratar lo real frente a un troumatisme inaugural, un imposible saber radical, un agujero en el campo de Otro, que da cuenta del encuentro entre el cuerpo y el lenguaje.

Concluimos que, en sentido amplio, “generalizado”, toda elaboración de saber -ya sea el delirio psicótico propiamente dicho como el derrotero de la construcción del fantasma- constituye siempre una “producción delirante”. En la psicosis, como consecuencia de la forclusión del significante del Nombre del Padre. En la neurosis, como consecuencia del rechazo estructural de la inexistencia del Otro. Para delirar un poco menos, o sea para sufrir un poco menos, habría que inscribir de alguna manera la inexistencia del Otro, es decir, dejar de creer en el Otro.

4. La “clínica universal del delirio”. La referencia es la conferencia “Ironía” dada por Miller en Buenos Aires, en ocasión del V Encuentro Internacional del Campo Freudiano, año 1988.

Miller afirmó: «Me he planteado, en toda su generalidad, el problema de la clínica diferencial de la psicosis y he creído clarificante para comenzar oponerle una clínica universal del delirio. […] Llamo clínica universal del delirio a aquella que toma su punto de partida de lo siguiente: que todos nuestros discursos sólo son defensas contra lo real». Entonces, está en relación con la indicación de ser incautos, no tenerle tanto miedo a lo real. Algunos párrafos más adelante agrega: “Todo el mundo está loco -es decir, delirante- es una verdad que pertenece a la clínica diferencial de la humanidad y de la animalidad” (6).

Para decirlo de manera simple: todo aquel que habla, delira. Pero si todo el mundo está loco, no lo está de la misma manera. Lejos de desvanecerse, la clínica diferencial toma un nuevo relieve en la perspectiva del delirio generalizado. El “uno por uno” y la singularidad de la relación entre el goce y las palabras se vuelve el elemento clínico fundamental en la dirección de la cura. Porque la clínica estructural permite leer algo muy importante que es cuál es la relación del sujeto con el deseo, pero también está la relación de cada uno con el goce opaco. Cómo cada uno se las arregla con la condición deseante y cuál es la defensa que pone en juego frente al goce. Eso orienta respecto de las posibilidades de tratamiento del goce para cada quien.

5. La “lógica materialista de la enseñanza de Lacan” (7). Este punto lo tomo de la Conversación de Montpellier realizada en julio de 2011 e incluida en la publicación del último curso de Miller que fue publicado únicamente en italiano con el título L’Uno-tutto-solo. Christiane Alberti tomó en parte esta referencia en la conferencia de apertura de las 31 Jornadas de la EOL del año pasado “El cuerpo que habito”, y que saldrá publicada en la próxima Lacaniana. En dicha conversación, los colegas de la ECF (Escuela de la Causa Freudiana) trabajaron distintos párrafos de “El Seminario 23, El sinthome”, en un esfuerzo de elucidar lo que implica la última enseñanza de Lacan.

Uno de los puntos salientes en Montpellier fue la elucidación del “nuevo imaginario” que plantea Lacan. Se trata de un imaginario otro, distinto al imaginario especular de la primera enseñanza. Se trata de un imaginario que concierne al cuerpo, pero en su dimensión de opacidad; no concierne a lo que se refleja como la imagen en el espejo, sino más bien a lo que en ese movimiento especular no se refleja y que implica ese goce opaco que habita al cuerpo.

Extraigo de allí el acento puesto en una “lógica materialista de la enseñanza de Lacan”, es decir, a la elaboración clásica del Nombre del Padre y el idealismo de la verdad, se opone un «materialismo del goce», tal como se lee en “El Seminario 23” y la elaboración en torno al Joyce y su invención sinthomática. Miller lo dice así: “tenemos la lógica materialista de la enseñanza de Lacan, que pasó de un idealismo de lo simbólico a un materialismo del significante para buscar finalmente una base material, encontrada al final en una suerte de sustancia gozante” (9).

En este movimiento, la materia de trabajo en un análisis pasa del idealismo de lo simbólico a reducir el campo simbólico a la letra, para ubicar la condición de la sustancia gozante como la materia misma. Hay un antecedente fundamental que es el “Goce” escrito con mayúscula en el año 1960 y podemos leer ahora retrospectivamente. Lacan trabaja todo el tiempo con lo que no se puede escribir por medio de lo simbólico.

Es necesario rastrear en los seminarios 16 y 19 los pasajes en los que Lacan hace referencia al goce no negativizable porque creo permiten leer el punto de apoyo de la forclusión generalizada planteada por J-A Miller. Tomo dos citas.

En “El Seminario 16” Lacan señala allí la “centralidad del campo del goce” que define como “todo lo que proviene de la distribución del placer en el cuerpo” y más adelante agrega que “habría que inventar la palabra éxtimo para designar eso que está en juego” (10).

En “El Seminario 19” indica que el goce sexual le abre para el ser hablante las puertas

del goce, se trata del “goce a secas”, aquel que no adquiere significación sexual y que

constituye el hueso del síntoma (11). Es decir que el goce sexual ya es una significación, y

que lo que importa a nivel del síntoma es el goce a secas que no se puede capturar en las

redes de la significación sexual.

6. “Todo el mundo delira”. Tres consecuencias:

1º. La clínica universal del deliro, siempre y cuando la podamos mantener articulada a la clínica diferencial. Eso marca una orientación fundamental para nuestra orientación clínica.

2º. Una “declaración de igualdad clínica fundamental entre los parlêtres”.

En la conferencia “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Miller señala que la clínica ya no está dominada por la oposición entre lo normal y lo patológico, la neurosis -el sujeto normalizado y normativizado por el Nombre del Padre como ordenador de la realidad y dador de sentido- y la psicosis -el sujeto que no cuenta con el elemento ordenador del mundo-.

Esta igualdad clínica hay que diferenciarla muy bien del empuje del discurso de la época a que la “reivindicación igualitaria se traduzca por la desaparición programada de la clínica”, a la que Miller hace referencia en la conferencia para el próximo congreso de 2024, al denunciar que el discurso actual produce una sustitución del principio clínico por el principio jurídico.

Eric Laurent desarrolla este punto, con diversas modulaciones, en “El reverso de la biopolítica”.

3º. La “desidealización de la clínica” es la idea promovida por Lacan en “El Seminario 23”, tal como se sostiene en Montpellier. Una clínica desidealizada con la que se puede operar si nos liberamos de nuestros propios ideales, para poder hacer uso de ella en la práctica analítica.

Notas bibliográficas

(1). Miller J-A.: Todo el mundo es loco, Paidos, CABA, 2015, pág. 340

(2). Dossier sobre la “Clínica universal del delirio” que reúne los trabajos de las Noches del Directorio de la EOL del año 2022, en Revista digital de la EOL, Virtualia N° 42, https://www.revistavirtualia.com/

(3) Miller, J.-A.: Extimidad, Paidós, Buenos Aires, 2010, pág. 202.

(4). Ibid, pág. 227.

(5) Miller, J.-A.: Los signos de goce, Paidós, Buenos Aires, 1998, pág. 380 – 381.

(6) Miller, J.-A.: “Ironía», en Uno por uno N° 34, http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/007/template.php?file=arts/alcances/Ironia.htm,1993 pág. 6-12.

(7). Miller, J.-A. y Di Ciaccia, A.: L’Uno-tutto-solo., Astrolabio, Roma, 2018. Inédito en español.

(8). Ibid, pág. 232.

(9). Ibid, pág. 233.

(10) Lacan J.: El Seminario Libro 16, De un Otro al otro, Paidos, Buenos Aires, 2008, pág. 206.

(11) Lacan J.: El Seminario, Libro 19, …o peor, Paidos, Buenos Aires, 2012, pág. 31.

(12) Miller J-A.: “El inconsciente y el cuerpo hablante”, en Revista Lacaniana de psicoanálisis N°17, Publicación de la EOL, 2014, pág. 19.

(13) Miller J-A.: Op.cit (7), pág. 245.