Ecos del IX Congreso de la AMP: “Un real para el siglo XXI”
por José Ioskyn
Durante el Congreso de París, pensaba que en nuestros últimos encuentros nacionales e internacionales, los testimonios de pase se han convertido en el espectáculo que anima la función, y que ya debería ser tiempo de pensar en una narrativa propia del testimonio, un modo de contar que reúna varias técnicas a la vez: la crónica con el relato, el caso clínico con la novela, el haiku con la historia, y de ese modo otorgarle a la transmisión una dinámica propia, destinada a un público de analistas, especializado y exigente.
Por suerte o por desgracia, un testimonio, como cualquier texto que circula y es leído, no puede tener una fórmula predeterminada: el lugar de lo imprevisto, de aquello que resta aún de la subjetividad en un texto, eso estará siempre presente. La raspadura de un texto, las tachaduras y desvíos que hacen al estilo hacen que la sorpresa sea primordial a la hora de ser tocado por un escrito. Por algo algunos testimonios nos resuenan, nos emocionan, nos entusiasman, nos prometen algo con respecto al análisis, otros en cambio nos dejan con el sabor amargo del escepticismo o la indiferencia.
Sobre el final del Congreso, me encontré con una sorpresa: la referencia que hizo Jacques-Alain Miller en su conferencia de cierre, el jueves a la tarde, en la cual presentó el tema del próximo encuentro, en Río de Janeiro en 2016. En un acto de malabarismo que le es propio, Miller, con su habilidad para rescatar conceptos que descansaban en el margen, y ponerlos en un primer plano, modificando unos grados la perspectiva general, nos trajo de nuevo al escabel, colocándolo junto al sinthome. Con esto, y a partir de ese momento, se convierte en un desafío para muchos de nosotros dilucidar el lugar y la importancia de aquella palabra –que al principio parecía graciosa– escrita en la Uno por Uno que publicó por primera vez en castellano la conferencia “Joyce el síntoma”: S.K.Bello.
Este, puesto en serie con la sublimación, el sinthome, y el pase, se agrega a la paralela que Jacques-Alain Miller sostiene hace mucho tiempo, y que es la del arte y el análisis, o cómo hacer del fin de análisis, o del relato del mismo, algo que “semeje” al arte en tanto producto que circula en el mundo. Pero cuya producción no es en serie, ni siquiera artesanal. Es única.
J-A Miller aclaró cuestiones primordiales, aunque nada fáciles, en esa conferencia: el sinthome es la intersección entre la palabra y el cuerpo, la palabra no en su dirección mortificante, sino la que vivifica el cuerpo, con cuyo goce se construye (el sinthome). El acento en el caso del sinthome reside en el acontecimiento de cuerpo. En el escabel, en cambio, se trata del cuerpo en tanto goza de la palabra, y se satisface de manera narcisista a través de ella.
J-A Miller, en su conferencia, hace un remolino conceptual con los tres registros, despejando que en la escritura se trata de representaciones (simbólicas) que se escriben en el cuerpo “imaginario”, y que esta unión es real. Fue una sorpresa para mí la idea de que se escribe con elementos simbólicos en el registro imaginario. Ahora, habrá que seguir con detalle las consecuencias de todo lo que dijo esa tarde. Todavía no llego a una conclusión de lo que significa escribir en lo imaginario. Me interesa, ya que es el tema al cual estoy abocado desde hace un tiempo.
¿Cuál la función del análisis? Leer lo cifrado, lo reprimido, hasta encontrar lo que ya no puede descifrarse, lo ilegible, la letra. Hay por lo menos dos clases distintas de lo que es la lectura en psicoanálisis: la de lo reprimido y la de lo que está fuera de sentido. Esta última apunta a un elemento por fuera del inconsciente, y en una relación compleja con el lenguaje, ya que entraña lo real. Y por lo tanto, la localización de un elemento simbólico funcionando en el registro real, es decir, un significante que ya no es móvil ni circula en una cadena, sino que es fijo, fuera de encadenamiento y remisión a otro significante que funcione como S2. La letra no tiene función de representación, ya que se articula a la inexistencia del Otro.
Luego de repasar, la comunidad lacaniana toda, durante los últimos años, el goce opaco del síntoma, los restos sintomáticos, el sinthome, Miller nos propone algo de lo bello y articulado al narcisismo al final del recorrido analítico. Entiendo que no se trata de plantear al análisis como sublimación, o a la vida como una obra de arte, sino de saber presentar el producto de un psicoanálisis, y de la mostración de un saber hacer con el resto.
Ahora, el guante lo tenemos todos nosotros para medir los alcances de lo que fue planteado en París. Hacernos eco, es nuestra oportunidad, una vez más, de acompañar el movimiento de la orientación lacaniana, que no es de uno solo, sino de todos aquellos que quieran sumarse, con sus lecturas, elucidaciones, pensamientos, interpretaciones y, por que no, con su deseo.