El Cuerpo y sus fanatismos

Oscar Sack_nII Jornadas Anuales: El cuerpo y sus fanatismos ‑ Primera Noche Preparatoria, EOL Sección La Plata, 15 de julio de 2015

 

Oscar Zack

 

Quiero comenzar agradeciendo a Eduardo Suárez, Director de la Sección La Plata de la EOL y, por su intermedio, a los integrantes del Directorio por la gentil invitación a participar en la Comisión Científica de estas segundas jornadas de la Sección. También quiero destacar el gusto de compartir esta noche con mis colegas de la Comisión científica (Ana Piovano y José Damiano), con quienes es un placer trabajar. Para la noche de hoy me propongo realizar un pequeño comentario de los ejes de trabajo, que  ustedes han escuchado: La clínica en nuestra época, El malestar en la civilización, El concepto y sus perspectivas. Trataré de decir algo de esto de una manera alusiva.

El cuerpo y sus fanatismos, es el título de nuestras próximas jornadas de la Sección, título que comienza a constituirse como un sintagma que orienta nuestro trabajo, y que, a partir de la conjunción copulativa, instituye un lazo de dos términos que, a los ojos de un observador no advertido, podrían aparecer como disyuntos.

El efecto de la conjunción a la que hago referencia encuentra un fundamento en nuestra concepción del cuerpo, cuerpo que se constituye en la medida en que un organismo es afectado por el lenguaje. Esta particularidad determina su ajenidad, ajenidad que encuentra otra causa a partir de la proposición lacaniana que dice: “las pulsiones son el  eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir”.

Cabe señalar que a lo largo de toda su enseñanza Lacan puso de manifiesto la relevancia que el cuerpo posee en nuestra practica, así se va vectorizando un trayecto que parte del estadio del espejo al Seminario 23 en el cual se enfatiza que un cuerpo “se goza”, permitiéndole así introducir el concepto de sinthome.

Este sesgo, el de su última enseñanza, se constituye en el fundamento clínico-epistémico, en el que sostenerse para enfrentar, como analistas, los desafíos de la época moderna.

¿Cuáles son estos desafíos? En principio podemos partir por ubicar cómo el sujeto contemporáneo, tomado por el discurso dominante, se caracteriza, entre otras cosas, por ser un sujeto que manifiesta un marcado rechazo al inconsciente, un rechazo a su división subjetiva, un rechazo al síntoma. Son formas del rechazo a la emergencia de preguntas articuladas al malestar (inhibición-síntoma-angustia), formas de rechazo a la búsqueda de respuestas singulares que por cierto lo alejarían de toda masificación a la que puede empujar el fanatismo del goce, el fanatismo pulsional.

Esta descripción es solidaria con las coordenadas de un tiempo histórico signado por una pragmática utilitarista donde los significantes amos se van desdibujando y en esta dialéctica se nos va imponiendo la así llamada  era de Google, que se define, a sí mismo,  como un inocente “motor de búsqueda” que se jacta de tener, de manera inmediata, todas las respuestas a todas las preguntas, constituyéndose así en un Otro que idealizando la memoria se limita a retener palabras en su tonta materialidad, palabras que adormecen, es si se quiere, aun sin saberlo, un homenaje a ese personaje borgiano conocido como “Funes el memorioso”. Google es un Otro que responde siempre y de manera casi inmediata, a cada pregunta, una profusión de respuestas, no una sino muchas, es un Otro totalitario que suele producir una cierta anorexia de saber.

Muchas respuestas para pocas preguntas.

Frente a esta proliferación de un saber universalizante, frente a proliferación de objetos que apuntan a suturar la división subjetiva: ¿Qué le ofrece el psicoanálisis al sujeto pretendidamente asintomático? Le ofrece un canje: dame tu gadget con el que fanáticamente gozas (objeto tecnológico, sustancia prohibida o permitida, etc.), es decir, dame tu solución, y yo te daré un problema: el síntoma, la división subjetiva.

Nuestra propuesta, ¿será buen negocio? A todas luces: ¡Sí! Cambiar goce por deseo siempre abre mejores perspectivas en la medida que no nos olvidemos que el goce se recupera en la escala de la ley del deseo.

Bajo estas breves reflexiones es posible inscribir, en parte, algunos aspectos del malestar en la civilización actual, que se caracteriza, entre otras cosas, por un derecho al goce, derecho al que el psicoanálisis hizo su aporte, hasta devenir en un empuje al exceso de goce. Del derecho al exceso es uno de los síntomas del malestar contemporáneo.

Bajo el imperio de este universo simbólico se constatan las marcas en la subjetividad que se manifiestan a partir de la entronizacion del discurso capitalista, único discurso que carece de envés, y que produce un fenómeno que se caracteriza por tratar de anular los otros discursos que instituyen distintos lazos sociales.

El discurso capitalista al legalizar nuevas formas de consumo y satisfacción instituye un lazo lábil, no solo entre los sujetos, sino entre este y su palabra.

El sujeto prototípico del mundo actual es el autista socialmente aceptado, su cogito seria: “ gozo en forma autista, luego existo”. Expresión paradigmática de la sentencia lacaniana: “El sujeto siempre es feliz”. Expresión paradigmática, entonces, del fanatismo del goce.

Otro aspecto para abordar, ya en la perspectiva del concepto, consiste en captar cómo se ha transformado la vida de los sujetos –que consienten a ello– en un espectáculo con un sesgo voyeurista, por el cual todo se muestra, todo se da a ver. Nos hemos vuelto los fanáticos del ojo y la mirada. De esta forma los velos se van cayendo, el pudor se va diluyendo y las obscenidades se hacen presentes. En este mundo omnivoyeur va tomando una consistencia inédita la mirada del Otro, mirada que posee, a partir de las manifestaciones de las nuevas maneras de gozar, una vigencia que se hace presente en casi todas las actividades de la vida. De esta forma, nos encontramos bajo una suerte de panóptico universal, subsumidos en el reino del campo escópico: “El mundo es omnivoyeur, pero no es exhibicionista, no provoca nuestra mirada. Cuando empieza a provocarla, entonces también empieza la sensación de extrañeza”. (1)

Hoy podemos dar un paso más y sostener que hay un mundo omnivoyeur habitado por sujetos exhibicionistas. Hay un fanatismo en la exposición de la intimidad que circula por las redes sociales, que son como expresiones modernas de los antiguos cuadernos de bitácora con que los capitanes de los barcos dejaban registro de las vicisitudes de sus recorridos marítimos. Hoy esos cuadernos son reemplazados por fotografías, textos –propios o ajenos–, videos, para informar al congénere casi de manera confesional o testimonial de las particularidades de cierto recorrido del goce del expositor.

Si aceptamos la definición de J.-A. Miller que el escabel expresa la sublimación freudiana fundada en el “yo no pienso” en su entrecruzamiento con el narcisismo, podemos consentir que estamos en la época del parlêtre, razón por la cual este “yo no pienso” implica “la negación del inconsciente mediante la cual el parlêtre se cree amo de su ser […] Y a esto, con su escabel, le añade que se cree un amo bello. Lo que se llama la cultura no es sino la reserva de los escabeles, a donde uno va a buscar con qué darse importancia y vanagloriarse”. (2)

“¡Viva Facebook! ¡La autobiografía permanente!”, un cuasi-escabel al alcance de todo el mundo. Es la genealogía de un estilo que pivotea entre el exhibicionismo y el voyeurismo. Es un “diario éxtimo” que consiste en exponer la propia intimidad en las vitrinas globales de la red.

En otro sesgo es evidente que la intimidad se encuentra amenazada por un Otro que goza intensamente ejerciendo un monitoreo de nuestras vidas, de nuestros deseos, de nuestra manera de gozar. Esto va produciendo una suerte de forclusión o de rechazo generalizado de la esquizia del ojo y la mirada. A pesar de ese  rechazo, en un mundo en el que todo puede verse, sobrepasando los velos de la vergüenza, del pudor, de la barrera de la angustia, algo retorna cuando el ser hablante se confronta de manera contingente con la función de esa mirada del Otro que lo divide. Ese encuentro, fuera de todo cálculo y bajo la forma de la sorpresa, produce un efecto de inhibición, síntoma o angustia. Estos acontecimientos estructurales en el ser hablante posibilitan una recuperación de la singularidad, una recuperación con el cuerpo como sede de un goce no fanatizado.

Concluyo: Nuestra divisa debe recordar que el discurso analítico, que es nuestro principio, es la salida del discurso capitalista, siempre y cuando no sea solo para algunos.

 

 

Notas:

(1) Lacan, J.:  Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2003,  pág. 83.

(2)Miller, J.-A.:  “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Presentación del tema del X Congreso de la AMP en Rio de Janeiro 2016, Revista Lacaniana, , Año IX, Número 17, Publicación de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Grama ediciones, Buenos Aires, 2014, pág. 28.