¿Cómo hacerse incauto de un real?

LA PRÁCTICA ANALÍTICA, ENTRE LOCURA Y DEBILIDAD MENTAL. INCAUTOS DE LO REAL. Tercera noche de directorio. 8 de noviembre

Rosana Salvatori

Parto, en mi pequeño delirio, de la pregunta por el “hacerse” como conector entre los términos que propone esta noche: locura-debilidad-incauto de lo real con la práctica analítica.
La invitación a hablar hoy fue a poner la lupa sobre el término: “incauto”, que forma parte de la “trilogía de hierro” propuesta por Miller en su conferencia “El inconsciente y el cuerpo hablante” de 2014. Miller los presenta como un nudo y dice: “Ser incauto de un real-lo que yo alabo-es la única lucidez al alcance del cuerpo hablante para orientarse” (1). La trilogía es una orientación para la práctica y el cuerpo hablante tiene a su alcance esta única lucidez.
Hacerse incauto supone la dimensión del tiempo que requiera el tejido de un análisis. No se es incauto de un real de entrada. ¿Cómo pensar esta orientación en los análisis que comienzan, que duran y que terminan? ¿Esa “única lucidez”, es homóloga al “despertar” del sueño del sentido, del todos locos o todos débiles?
Para Lacan no hay despertar. La sustitución del principio de realidad al principio de placer no se produce de manera exhaustiva, de modo que el placer es irreductible. “La idea de un despertar propiamente dicho es impensable” afirma Lacan. (2)
Por otro lado, en “Joyce el síntoma” Lacan articula el despertar y ser incauto: “No hay despertar sino por ese goce desvalorizado por el hecho de que el análisis, al recurrir al sentido para resolverlo, no tenga ninguna otra posibilidad para lograrlo más que haciéndose incauto…del padre”. Joyce lo consigue sin hacer la experiencia del análisis “lo que tal vez lo hubiera embaucado con algún fin chato”. (3)
Ubica así la posibilidad de un despertar “haciéndose” incauto del padre aunque sin el recurso al análisis, sino a la escritura y a la publicación. Joyce ES el síntoma.

La vía del análisis
Nuestra práctica cambió, nos interroga más que nunca acerca de cómo se analiza en los casos de los cada vez más desabonados del inconsciente, los que llegan con sus síntomas sin creer que eso les concierne, donde no hay formaciones clásicas del inconsciente estructurado como un lenguaje, esos que creen que yo es igual a yo y deliran con sus narcisismos.
“Antes (afirma Miller) se evaluaba si determinada estructura se prestaba al análisis…En la época del parlétre, digamos la verdad, se analiza a cualquiera” (4). Ese “cualquiera” supone una reformulación de la ética del psicoanálisis que exige “jugar una partida entre delirio, debilidad y embaucamiento” en tanto del lado del analista Miller pone a su cargo “dirigir un delirio (una cura) de tal modo que su debilidad ceda al embaucamiento de lo real”. Como ceder no es consentir, se requiere el consentimiento del sujeto a dejarse embaucar, engañar y entrar así en la zona de hacerse enamorado del inconsciente. Un engaño que supone, a partir del estatuto particular que Lacan le otorga al término en el Seminario 21, “Los no incautos yerran”, todo lo que haga olvidar que no hay relación sexual… (porque) “¿Qué sería un inconsciente que no olvidara la no relación, que escapara al régimen del Nombre del Padre?” (5). El problema es que el inconsciente transferencial es la verdad mentirosa. Lacan afirma: “Lo que el analizante dice, esperando verificarse, no es la verdad, es la varidad del síntoma”, la verdad variable. (6) Ese inconsciente, señaló Marisol Gutiérrez en la primera Noche de Directorio citando a Lacan en el Seminario 23, “no supone en absoluto obligatoriamente lo real del que me sirvo”, lo que responde a la pregunta que Miller se formula en “El ser y el uno” acerca de si el saber puede tocar lo real. Atravesar el fantasma tiene efectos de saber, epistémicos, pero el goce es rebelde al saber. El final de un análisis es el saber hacer con el Uno fuera de sentido que itera en el síntoma “a diestra y siniestra”. La revelación de la verdad no toca lo real del goce.
Mariana Isassi, en la segunda Noche, señaló una dimensión ética en su trabajo sobre debilidad cuando dijo:” la posición que se tome respecto de lo real, marca determinada ética… no salimos de la debilidad mental, se la elija o no. Asumir cuál es nuestro margen, marca una orientación”. Me pregunto si ese asumir nuestro margen es en la debilidad mental o también en la locura. ¿Qué sería “asumir” prescindiendo del síntoma como lo único que nos singulariza para no flotar entre discursos?
Mariella Lorenzi, en una presentación muy original, en la que leyó la debilidad que está en juego en la posición del analista cuando queda pegado a los dichos del paciente sin poder leer entre líneas, iluminó para mí un fenómeno reciente que fue el de la angustia que desencadenó el tal Milei. Recordé su trabajo. ¿Quién no tuvo ese momentito de comprender, de debilidad mental, aunque rápidamente escucháramos, de nuevo, entre líneas, cómo percutía eso en cada analizante? En la soledad del acto del analista se constatan varias cosas…sobre todo en el espacio del control, un espacio, señala Ram Mandil, que puede ser visto como un “tratamiento al engaño que es estructural en la experiencia analítica, otorgando a los tropiezos…una dignidad de real”. (7)
Ubicar el efecto del nudo, de lo real del nudo, es ubicar lo que de real hay en delirio, debilidad y embaucamiento, ubicar cómo se juega la partida advertidos de lo imposible. Si no se es incauto de un real de entrada, tal vez haya que asumir que tampoco se lo es todo el tiempo, ya que sería tomar partido por lo posible.

Testimonio
Elegí tomar para compartir un testimonio de Ram Mandil, el único que encontré vertebrado en torno a la trilogía de hierro. Esta orientación milleriana no fue tomada por los AE para formalizar sus casos propios.
El testimonio es del año 2015 y lo llamó “La triple D de un análisis: debilidad, delirio y duperie” y lo encuentran en su libro “La bolsa, (el vacío) y la vida”. Duperie es tomado en la traducción como engaño, tontería y se sirve también de dupe como incauto (el que actúa sin cautela, ingenuo, sin malicia). Ram apunta a demostrar cómo en el análisis del parlétre la debilidad podrá ceder al embaucamiento de lo real, teniendo en cuenta el modo en que el parlétre tiene de arreglárselas con su cuerpo a partir de la incidencia del significante. Se lee que las diferentes “desaramonías” de la relación con el cuerpo, cuando éste intenta levantar campamento, “un cuerpo en vías de salir afuera”, dice, lo llevó a interesarse por el tema de la consistencia mental del cuerpo hablante. Para Lacan esta consistencia se desprende de la creencia en tener un cuerpo y la adoración del cuerpo.
“Debilidad, delirio y duperié pueden ser entendidas como formas de responder a lo real del cuerpo, cada una de ellas asociada a una modalidad de satisfacción”, afirma.
Debilidad y delirio son para él otros nombres del fantasma que en su caso armaron un cuerpo, una consistencia pesada, marcada por la mortificación, sin orificios ni agujeros, cuerpo dispuesto a responder a las demandas del Otro. El fantasma es formulado: “si hay un vacío en mi cuerpo, este debe ser llenado y, si debe ser llenado, es porque de cierta manera consideraba posible llenarlo”. Un delirio con fuerza de realidad en el plano de lo posible como modalidad lógica.
El cuerpo tomado por el fantasma es el de la experiencia subjetiva del esclavo, del masoquismo, del clandestino que se esconde en un cuerpo burbuja. Lo interesante es cómo el transcurso del análisis va revelando la dimensión topológica de un cuerpo con orificios. Cerrar los orificios era un modo de defensa.
Las dos escenas traumáticas que ubica en la infancia son la del rechazo a tragar el medicamento que el padre pediatra le daba y eso se acompañaba de horror y un sufrimiento para él incomprensible y la segunda es la cirugía en la que deben insertar un testículo en la bolsa escrotal. La interpretación es que esa cirugía debía ser repetida hasta llevarlo la muerte, ubicando al cuerpo en una dimensión de tragedia. La interpretación del analista fue señalar la mochila con la que siempre llegaba al consultorio: “Es la mochila del clandestino, siempre pesada”. Esta intervención se condensó en la frase: “hay un vacío en su cuerpo”, como modo de percutir sobre el trauma. Fue la manera, dice, en la que se manifestó “Hay Uno” como “repetición de una misma nota” (8)
El final del análisis “se concibe como un arreglo, un nuevo enlace entre semblantes y real que no se apoya sobre el todo de la forma como en la debilidad y que no tiene en su horizonte el universal del sentido como en el delirio (…) En la duperie propiamente dicha un embaucamiento referido a un imposible, se abre una vía por la cual un cuerpo hablante podrá confrontarse con la experiencia de arrinconar un real en el que creer sin comulgar con él” (9).
Al final, fue tomado por una canción: Gracias a la vida, cantada por mujeres. La solución singular le permitió dar lugar a la vida (vie) a partir del vacío (vide) experimentado en el cuerpo.
Solo un psicoanálisis orientado por lo real hace a los parlétres menos chorlitos.

Notas
(1) Miller, J.-A.: “El inconsciente y el cuerpo hablante”, Revista Lacaniana de psicoanálisis N°17, Grama ediciones, Bs As., p. 32.
(2) Lacan, J.: Seminario 25, “Momento de concluir”, clase 15-11-1977, inédito
(3) Lacan, J.: “Joyce el síntoma”, en Otros escritos, Paidós, Bs. As., 2012, p. 596-97.
(4) Miller, J.-A.: El inconsciente y el cuerpo hablante”, Revista Lacaniana N°17, Grama ediciones, Bs. As., p.32.
(5) Laurent, Dominique: “Engaño (duperie)-necesario”, Scilicet El cuerpo hablante, Grama ediciones, Bs. As, pág.110.
(6) Lacan, J.: Seminario 24 “L insu que Sait de l une- Bevue S Aille a Mourre”, Clase del 19-04-1977, inédito.
(7) Mandil, R: La bolsa, (el vacío) y la vida, Tres Haches, Bs. As.,2015, pág 54.
(8) Mandil, R: Ibid, pág 33
(9) Mandil, R. Ibid, pág 60