LA PRÁCTICA ANALÍTICA, ENTRE LOCURA Y DEBILIDAD MENTAL. INCAUTOS DE LO REAL. Tercera noche de directorio. 8 de noviembre
Eduardo Suárez
La trilogía de hierro planteada por Jacques Alain Miller es la manera de formular sino la renovación de la práctica analítica, al menos el decirla mejor, de acuerdo a lo que ya estamos haciendo, es decir, lo que hacemos en el siglo XXI.
Es el tema que se propuso el directorio para el año. Difícil, muy repetido en sus términos, pero a pesar del trabajo, no resultan tan claras las consecuencias en la práctica y, en general, más bien se ha constituido en nuevo lenguaje para decir lo mismo de siempre.
Nos toca “Incautos de lo real”.
A decir verdad, todos somos incautos de lo real en cierto modo. Porque ¿quién puede estar a la altura de un saber sobre lo real de modo tal que pueda anticipar su emergencia? ¿A quién lo real, como se dice vulgarmente, no se lo lleva puesto?
Según Lacan, quien no se deja embaucar yerra, para el caso del inconsciente, rechazar creer y no dejarse llevar termina en el peor de los engaños: concebir la vida como viaje, creer en el progreso, la evolución, la historia, mientras se desconoce la iteración y reiteración de lo mismo.
Freud fue un incauto de lo real para Lacan. “los que tienen orejas supieron localizar como la única interesante, es justamente que Freud y esto merece ser mirado dos veces era incauto (dupe) de lo real. Era incauto (dupe) de lo Real aunque no creyera en ello. Y de esto se trata. Para el buen incauto, el que no yerra, es preciso que haya en alguna parte un Real del que él sea incauto” (1). Y lo muestra con la relación que tenía Freud con la cuestión del ocultismo.
A propósito, hay un libro de Christian Moreau (2) que explora esta cuestión. Aquí se ve muy bien la posición de incauto de Freud, ir contra viento y marea, en contra de Jones (quien quitó de la biografía esta relación o la edulcoró diciendo que Freud dudaba, como así también evitó publicar en la reedición de 1925 de la interpretación de los sueños los textos sobre los límites de la interpretabilidad, sueño y ocultismo y la responsabilidad moral por el contenido de los sueños).
Y cuando, en 1926, Jones le reprocha su toma de posición favorable a la telepatía, Freud le responderá: “Una vez más me hacía falta encarar la repetición a escala reducida, de la gran experiencia de mi vida, es decir, la proclamación de una convicción sin deber tener en cuenta cualquier eco proveniente del mundo exterior, esa posición devenía inevitable”. (3)
Lacan trae en El Seminario 21 un caso que luego conoceríamos como El caso Madame C. Una señora de 43 años a quien un tirador de cartas le dice que se casará y tendrá dos hijos al cabo de sus 32 años. La paciente testimonia a Freud de una inexplicable satisfacción por la profecía, equivocada desde el punto de vista de la realidad. Freud, incauto, somete el hecho a la prueba del inconsciente y descubre que la madre de la paciente era la que había tenido 2 hijos al cabo de los 32 años. Aquí se puede entender la frase, el sentido es el goce. El goce por haber tocado una cifra que era una marca para la sujeto, el real que itera en ella y al que solo se accede dejándose embaucar. Es también porque toca al goce que la interpretación tiene efectos incalculables, porque la cifra está en el lugar de la cifra inexistente de la relación sexual.
La expresión incautos de lo real nos lleva a preguntarnos de qué real habría que hacerse incauto.
A la altura de El Seminario 21 ese real es el nudo, es decir una cosa anudada, a la que Lacan la caracteriza por sus 3 dimensiones, dice “es también lo que hay que decir a propósito de las tres dimensiones de nuestro Real”. (4)
Miller presenta la trilogía y define la práctica del psicoanálisis como llevar el delirio hasta hacer ceder la debilidad al embaucamiento de lo real.
El matemático avanza imaginando para resolver lo real de lo simbólico. El nudo nos confronta con la debilidad mental de nuestro imaginario, lo vemos simplemente en el hecho de que nos cuesta dibujarlo, ¿cómo hacer entonces ceder la debilidad a lo real?
Como decía Mariana Isassi en una noche anterior, la mosca tiene salud mental, el ser parlante no, la mosca tiene un instinto y lo imaginario le sirve para orientarse. En el ser hablante lo imaginario lo lleva a errar sobre lo real en el mejor de los casos, en el peor, lo imaginario lleva a la locura, las locuras del yo, los delirios megalómanos, mesiánicos, que tanto vemos resurgir en pleno siglo 21.
Si admitimos que lo real es irreductible, y que todo el mundo es loco, es decir delirante, quiere decir que no hay despertar definitivo, hacerlo ceder es entender que aún queda notodizar lo imaginario para emparejarlo con lo real.
Notas
(1) Lacan, J.: El Seminario, Libro 21, Los no incautos yerran, clase del 20/11/1973, inédito.
(2) Moreau, C.: Freud y el ocultismo, Gedisa, Buenos Aires, 1983.
(3) Óp. Cit. (1), clase del 20/11/1973, inédito.
(4) Óp. Cit. (1), clase del 20/11/1973, inédito.