ANALISTAS ESENCIALES EN LA CIUDAD- EOL, Sección La Plata, 4 de diciembre 2020
Por María del Pedro
Agradezco a Laura Arroyo la invitación a pensar y a escribir sobre nuestra práctica en Instituciones, en el contexto de pandemia que atravesamos. En mi caso, hace más de veinte años que trabajo en el Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil (Organismo de Niñez y adolescencia de la Provincia de Bs. As.) y hace muchos años ya que presenté un proyecto de supervisión y control de la práctica ofreciendo, en principio, a lxs psicólogxs que llevan adelante la atención clínica de los jóvenes, la posibilidad de contar con el espacio en función de la complejidad de la problemática y de las dificultades particulares que se presentan para el sostenimiento de tratamientos en las instituciones en que dichos jóvenes suelen estar detenidos; tratamientos, por otro lado, tan necesarios en la búsqueda de las causales subjetivas del delito: “se trata de lograr el alojamiento subjetivo a partir del cual se procurará inscribir el hecho delictivo en cada caso en particular”. Se decía allí “de no haber quien escuche, aloje e interprete, es difícil confiar en que la condena cumpla alguna función más allá del castigo. Si no se apunta a la implicación de un sujeto respecto de su falta, se corre el riesgo de que sanción y acto permanezcan desanudados. En tal caso, aquellas determinaciones en las que hubiésemos podido intervenir, conservarán toda su fuerza eficaz, dejando al sujeto condenado a la repetición”.(1)
La propuesta de supervisión de casos se implementa a demanda de los interesadxs, de modo individual, en duplas o grupal, ya sea para el control de un caso clínico en particular, de una situación de trabajo por la que se requiera otra opinión profesional o a los fines de pensar la problemática de modo más abarcativo. En tal caso, concurren al espacio todxs los profesionales, pertenecientes al E.T. de la institución que se encuentren interesadxs.
Una vez que el –hoy– programa se puso en funcionamiento, en los espacios grupales comenzó a surgir la necesidad de ciertos lineamientos teóricos. Voy a recordar algo de ese recorrido, tal como lo formulé en un trabajo presentado en una Noche de Cárteles(2): “Se parte desde una primera indicación que encontramos en Lacan, Escritos 1, la de desrealizar el acto por medio de la palabra: fórmula que nos permite pensar, en particular, el pasaje al acto homicida. El Seminario 10 nos da un marco preciso para diferenciar pasaje al acto de acting out, modelo con el cual podemos acercarnos al modo en que se presenta la entrada en otro tipo de delitos, robos acompañados generalmente de consumo de sustancias. La compulsión, las impulsiones, las adicciones se presentan en una deriva donde el concepto de goce y sus modos –indirectos– de abordaje deben ser pensados. Ubicamos “Las excepciones” y “Los que delinquen por conciencia de culpa” (de Freud), como contrapuntos. El modelo de las psicosis ordinarias nos orienta. Recalamos en el Seminario 21: el “nombrar para” allí vertido por Lacan es una indicación que resulta tan enigmática como esclarecedora cuando es iluminada a la luz de casos que la hacen patente. Los delitos sexuales nos llevan más bien a plantearnos la delimitación entre verdaderas perversiones y suplencias de tipo perverso, así como cuestiones más ligadas a cierta irresolución de cuestiones endogámicas”.
Supervisión en cuarentena
Ya en cuarentena, conociendo los estragos que causó tal situación sobre instituciones ya afectadas por diversas situaciones y desde siempre complejas en su funcionamiento, insistí en que puedan tomar el espacio, bajo las condiciones de tele trabajo,todxs aquellxs que lo necesiten o consideren oportuno, para sostener, para discutir y también para investigar las particularidades de nuestra práctica en el escenario actual. Quienes ya venían concurriendo al espacio, lo continuaron o retomaron la participación, cuando algún caso o situación lo ameritaba. Lo que se hizo, entonces, fue extender la oferta, a toda la Provincia, ya que la modalidad virtual así lo permite.
El hecho de sostener el espacio de modo remoto (zoom, video llamada y telefónico) permite amplias posibilidades horarias, facilita la reiteradas y frecuentes entrevistas a la vez que cumple con un requisito que desde siempre hemos sostenido como necesario, de hacerlo por fuera de las instituciones, a favor de la privacidad y para lograr otro ambiente, otro tiempo –diferente del que proponen las instituciones–para la elaboración clínica de las prácticas que allí sostenemos.
Por último, en ciertos casos, donde ha habido motines e, incluso, un suicidio, la supervisión fue demandada con urgencia. De esa experiencia en particular, tengo para resaltar que lo institucional, nuevamente, le ha restado lugar a lo clínico. Y digo nuevamente ya que ocurre con cierta regularidad en las instituciones llamadas“totales”. Y que lo fundamental, respecto a los colegas tratantes, ha sido el “estar” o sea la “presencia”, que aunque virtual me ha sido agradecida ya que sirve (así lo leo) para el sostenimiento de aquellxs colegas y Trabajadores Sociales más implicados, en tanto han trabajado durante toda la pandemia de modo presencial. Vale preguntarse, una vez más, ¿qué hace efecto de presencia?
Una vuelta a Freud
En estos días, me topé con el Prólogo a August Aichhorn, Juventud descarriada (1925) (3) y quisiera compartir una lectura: allí Freud, en menos de tres carillas, plasma ideas fundamentales (al menos para quienes trabajamos con estas problemáticas). Habla de la “aplicación del psicoanálisis”, desde la pedagogía en particular pero remarcando como lo singular del autor del libro prologado el ocuparse “del influjo pedagógico sobre los jóvenes desamparados”. Recuerda que “había hecho mío el chiste sobre los tres oficios imposibles –que son: educar, curar y gobernar”. Quisiera, al paso, resaltar que hasta ahora nunca había notado tres cosas: que la sentencia no es suya, que se trata de un chiste (lo que no le resta relación a la verdad) y que habla de “curar” y no de “analizar”, o sea hace mención a la idea –hoy remanida–de que la cura, cuando se da y en el grado en que suceda, se da por añadidura. En cualquier caso, recomienda que los pedagogos, y entiendo que puede hacerse extensivo a representantes de otros saberes, reciban formación analítica pero, fundamentalmente, que se sometan a un análisis personal. Por último, ahora sí, sentencia que: “La posibilidad del influjo analítico descansa en premisas muy determinadas, que pueden resumirse como ‘situación analítica’; exige el desarrollo de ciertas estructuras psíquicas y una actitud particular frente al analista. Donde ellas faltan, como en el niño, el joven desamparado y, por regla general, también en el delincuente impulsivo, es preciso hacer otra cosa que un análisis, si bien coincidiendo con éste en un mismo propósito”. Y cierra así éste prólogo con una definición sumaria de lo que llamamos psicoanálisis aplicado.
Hago esta vuelta por este texto tan interesante, en tanto es la apuesta a la que invito a colegas y demás integrantes de los Equipos Técnicos que supervisan conmigo: a leer, investigar, formalizar y seguir elaborando en relación a la problemática que nos ocupa como un modo de sostenernos en la institución, a contrapelo del discurso del amo, no en contra, no en posición de denuncia porque denunciar un síntoma no es tratarlo, y puede corresponder con su fijación, también cuando se trata de un síntoma grupal o institucional (lo que no implica no llevar acabo una denuncia en caso de que corresponda). Y finalmente porque la investigación y elaboración respecto de la prácticaes un modo, el que elegí y que propongo, de contrarrestar el empuje institucional muchas veces mortífero.
Notas:
(1)-Proyecto de Supervisión y control de la clínica.
(2)-“La clínica en el ámbito penal juvenil”, trabajo presentado en TERCERA NOCHE DE CARTELES: EL PSICOANÁLISIS Y LA PRÁCTICA EN LAS INSTITUCIONES –EOL Sección La Plata, 11 de Octubre de 2017.
(3-Freud, S.: “Prólogo a August Aichhorn, Juventud descarriada” (1925), Obras Completas, Tomo XIX, Amorrortu editores, Bs. As., Argentina, 1990, pág 296/298.