Seminario de Mauricio Tarrab: “La experiencia analítica, entradas y salidas” – Primer Coloquio-Seminario de La Orientación Lacaniana en la ciudad de La Plata – Pasaje Dardo Rocha, 19 de Mayo de 2012

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Reseña por Josefina Altschuler

Con un estilo ameno, preciso, por momentos contundente, Mauricio Tarrab ubicó en la experiencia analítica algo de inapresable, pudiendo sólo ser captada, fragmentariamente. Delineó su Seminario engarzando diferentes fragmentos.

Parte de distinguir la experiencia analítica de la lógica, ésta nos permite extraer algo de la experiencia, construir un caso: lógica de la cura y de la práctica, lo que hace un analista en un análisis.

Rescata entonces, la exigencia de Lacan para establecer una lógica de la experiencia en su “entrada” la transferencia y para el lugar distinguido de “la salida” su invención, propuesta en Octubre de 1967, el pase. En el medio, el curso de cada análisis con sus impasses, detenciones, momentos culminantes. Así nos enseña, que en nuestra orientación, lógica y experiencia se combinan. Combinación que Tarrab retoma en relación a los testimonios del pase, demostración de lo que pasa en una experiencia y de la lógica que la ordena. En cada testimonio el esfuerzo de elaboración y presentación de manera fragmentaria, imperfecta, incompleta de eso que llamamos, nos dice, “la experiencia analítica”. Nos relata, el debate que actualmente tiene lugar en la AMP respecto de aquello que en la experiencia analítica no se modifica, no se reabsorbe, los restos; resultando ésta una experiencia abierta, inapresable del todo, incalculable. Posición en el psicoanálisis que no es dominada por completo como un saber–hacer, modo con el que resiste a la tentación dogmática o hermenéutica. Indica que, también en el curso de un análisis, hay momentos conclusivos subrayando la importancia de poder aislarlos como analizantes.

Al volver sobre la práctica analítica Tarrab nos recuerda que Lacan “ponía” a los analistas a exponer su práctica como modo de hacer con la infatuación. Indica que en la presentación de un caso no está la experiencia analítica; sí, los casos nos aportan cosas valiosas, necesarias para estudiar y comprender. Invita a que el practicante del psicoanálisis que presente un caso pueda sostener cierta incertidumbre, y que procure ubicar su momento de formación, articula así lógica y práctica con formación analítica.

Nos hace presente también la importancia de “lo que no se sabe”, subtítulo de la Jornadas de la  EOL 2012 dedicadas a “La praxis analítica”. A la entrada de un análisis el anhelo de saber al final, lo más genuino que se obtiene de la experiencia analítica, un saber que no existe. En la entrada un imprescindible cruce con el saber, al final saber y experiencia analítica divergen. En el horizonte hay un agujero. Sugiere tener presente “lo que no se sabe” y tomar la experiencia por el sesgo siempre inaugural.

Risueñamente Tarrab, toma la cuestión del standard, relata el modo en que un analista contemporáneo de Lacan, Donald Meltzer, procurando anular lo imprevisto hacía uso del standard, aún en su apariencia, valiéndose de la dogmática creía poder evitar los signos de lo inesperado, la verdad, el deseo, lo real. Señala como contrapartida a Lacan como un hombre de hallazgos, hallazgos en la clínica que supo elevar al rango de conceptos y supo aplicar a la praxis que iba construyendo al paso de su enseñanza.

Lo que opera en el dispositivo, nos dice Tarrab, es la acción de la estructura que asegura la repetición y también lo inesperado: tyché y automaton. Nos orienta a dar, en la experiencia, su justo lugar a los hallazgos, y advierte de los riesgos de rutinizar la sorpresa. Se vale de una frase de Oscar Wilde invitándonos a ser siempre un poco improbables para estar a la altura de la experiencia.

Tarrab aborda otro concepto propio de la experiencia analítica: la transferencia, en el inicio como articulación entre significante de la demanda y el significante cualquiera del analista, se desprende allí la estructura del inconsciente, la constitución del SsS, lógica significante. Sin embargo, Lacan aclara en su Proposición que no todo en la experiencia analítica es del orden del significante, desde el inicio mismo el analista encarna el objeto plus de gozar.

Si al inicio de la experiencia la demanda tiene dos niveles: el de saber, significación, y el de la satisfacción; se busca en el Otro –vía  alienación significante– que al fin lo represente. Señala Tarrab que a la salida, al fin del análisis se debe reconocer que no se está más representado, caída del SsS, experiencia de separación que revela el estatuto real de lo que ha sido el Otro, los artificios imaginarios, significantes y de goce con los que el sujeto construyó al Otro de la transferencia.

Considera que una definición que puede procurarse para la experiencia analítica es pensarla como las vueltas necesarias para recorrer y contrariar esos artificios con que se invistió al Otro y poder separarse.

En el último trayecto de su Seminario ironiza al interpretar lo que ubica como un rasgo común de la comunidad analítica: leer al “recontra último Miller”. A contramano de esta lógica Tarrab puntúa en la enseñanza de Lacan las diferentes concepciones de la experiencia analítica. Parte de “Subversión del sujeto” donde Lacan distingue la experiencia analítica de una revelación o una experiencia vívida del alucinógeno. Luego Lacan agrega Hegel a Freud, resultando el análisis una progresión dialéctica entre verdad y saber como nos lo enseña el abordaje del caso Dora en”Intervenciones sobre la transferencia”. En “Variantes de la cura tipo”, Lacan homologa la experiencia analítica con el itinerario del narcisismo, dialéctica que lleva al final del análisis, a esta altura de la enseñanza de Lacan, a la asunción de la propia muerte.

Por otra parte, señala que la versión clásica del análisis es la que introduce al “sujeto del inconsciente”. En “La dirección de la cura” Lacan ubica que: “en el corazón de la experiencia está la carencia de Ser”. Mauricio Tarrab instala el kern (hueso) del análisis en el esfuerzo del sujeto por justificar lo que Lacan nombró como su “vana y estúpida existencia”. Pasión de justificar, encontrar un sentido, delirar –si es necesario– para justificar el vacío de la existencia del sujeto. Pasión puesta en ello, que luego Lacan nombrará: goce. Nos señala Mauricio que en el grafo del deseo se integran narcisismo, carencia en Ser del sujeto, con el Otro en tanto tesoro del significante. A partir de la introducción del objeto a, se modifica la concepción de la experiencia para Lacan: ésta progresa de la institución a la destitución subjetiva, al final; de la localización de los S1 de las identificaciones a la caída de las identificaciones y la producción de los significantes Amo que comandan la vida del Sujeto.

¿Cómo varía la idea de experiencia cuando las referencias no son sólo al sujeto y su castración sino al Uno, al goce y al cuerpo? ¿Qué cambia cuando Lacan modifica su concepción del lenguaje ubicándolo como aparato de goce? Interrogantes con los que Tarrab nos convoca a dar un paso más, al establecer un punto de inflexión con múltiples incidencias. Viraje que localiza, en 1975, en el texto de Lacan “Introducción a la edición alemana de los Escritos”, el límite a la trayectoria freudiana, al campo freudiano como campo del sentido del cual se derivaba nuestra práctica y se configuraba nuestra experiencia. Enfatiza que Lacan constata el fracaso práctico del sentido para cernir un real en la experiencia, toma a este real como clave por donde un análisis puede avanzar. Si el sentido se fuga ¿qué produce el cierre, qué decide el sentido? El goce, todo lo que se dice, se dice para gozar.

Tarrab asevera que analizarse es hacer la experiencia de la fuga de sentido, subraya que con este viraje la posición del analista, su neutralidad respecto del sentido, es de lo que depende que esa otra dimensión se incluya en el análisis. Es esperable que el analista haya obtenido, de su propio análisis, cierta neutralización del mito edípico, que logre apreciar “el sentido del sentido” de su práctica para no esperar de aquello que la palabra cifra. Nos acerca la referencia de J.A.Miller “…O bien la sesión es una unidad semántica o bien es una unidad a-semántica que reconduce al sujeto a la opacidad de su goce”.

Tarrab se ocupa de suscribir el riesgo que Lacan calcula –en el Seminario 21, “Les non dupes errent” – orientando a no ser incautos del inconsciente y advierte que no amar al inconsciente es errar. Asevera entonces con una frase que nos puede resultar una brújula: “ni la sopa de sentido ni el desierto de lo real”. Considera que el balance entre semblante y real es una incidencia de la práctica que hay que conservar. Orientación a lo real sí, no sin amor al inconsciente, proclama.

Por último, sitúa lo que Lacan llama, en el Seminario 24, contrapsicoanálisis, al tomar la fórmula freudiana wo es war soll ich werden. Allí donde el sujeto freudiano estaba, el inconsciente debe advenir. Esta concepción a Lacan, sobre el final de su enseñanza, le resulta insuficiente y propone revertir esto, la salida del análisis implica que el ich se reconozca en eso. Tarrab lo hace resonar: Soy eso, eso es lo que hay, la experiencia conmociona.

(El Seminario dictado por Mauricio Tarrab: “La experiencia analítica, entradas y salidas”, está publicado completo en el libro del Primer Coloquio de la Orientación Lacaniana en la ciudad de La Plata, La experiencia analítica: entradas y salidas, La Plata, 2012, pags. 19-39).