En cuerpo, presencia

V JORNADAS ANUALES DE LA EOL SECCIÓN LA PLATA: CUERPOS Y DISCURSOS —La Plata, 10 de noviembre de 2018

 

 

 

 

Stella M. López

 

El análisis es una experiencia de palabra, pero no sin la presencia de dos cuerpos, verificándose en los testimonios de pase que no todo es absorbible por el significante, existe un goce imposible de negativizar. ¿Qué significa que el analista ponga el cuerpo para representar la parte no simbolizable del goce?

En El Seminario 11 “la propia presencia del analista es una manifestación del inconsciente” (1), modo de aludir a la emergencia de lo que no acepta una interpretación del lado del saber. Cuando uno se dirige al Otro en la búsqueda del lugar de la verdad para descifrar su deseo, se encuentra en el camino que hay una causa más allá de esto, de lo que el sujeto dice, su objetivo es encontrar “la pareja del fantasma” (2). El lazo ya no es con el Otro del significante, sino con la presencia del Otro para hacerse chupar, ver, oír, como objeto para completarse y ser a la vez objeto del analista. Si el analista convoca el objeto a en juego, deviene a su vez tapón. La disciplina del analista en tal sentido es aprender a ser sin sabor propio de manera que sea el analizante el que se percate de los sabores de la vida paladeándolo. Un analista advertido tanto de su propio goce como de la demanda pulsional silenciosa del analizante.

La elaboración que el analizante hace de esa presencia, en el recorrido, si está ubicada de la buena manera, permite realizar el trabajo.

No hay sujeto sin aquello que lo causa como sujeto dividido, sin ese objeto a. El gozne del goce del sujeto está en el agalma que él es desde el principio, solo que no lo sabe. Resulta preciso que el analista esté dispuesto a perder su propio agalma. Es por el propio ser de goce que se puede distinguir el lado Uno y el Otro, que son Uno pues el Otro no existe, es un efecto inducido por el gozne. Franqueamiento del fantasma para no quedarse en el Otro que ya no existe sino para volver al Uno del goce de otra manera. (3)

¿De qué se trata en el análisis? se pregunta Lacan en El Seminario 19, “si existe algo denominado discurso analítico, se debe a que el analista en cuerpo, con toda la ambigüedad motivada por ese término, instala el objeto a en el sitio del semblante” (4). Dos conceptos relacionados en el tema de la transferencia, semblante y presencia del analista. ¿Es la presencia del analista en tanto cuerpo lo que permite que exista el discurso analítico? Los cuatro lugares del discurso analítico se precisan a partir de la manifestación del goce en tanto es inaprensible y por esto el discurso es del semblante. Es en derredor de este lugar de semblante que el analizante va tejiendo un saber que puede ocupar el lugar de la verdad. Esta “solo puede semi decirse” (5), mientras que el “goce existe”. “El discurso es siempre discurso del semblante… allí podemos atrapar: el plus de gozar” (6). El discurso con sus elementos y lugares es el resultado de una captura donde participa el cuerpo y el lenguaje. El analista apunta, por algún sesgo a que resuene en el cuerpo, el goce.

En el testimonio de Oscar Ventura (7) su pathos de goce mortificante, “estoy solo, nada tiene sentido”, se desbarata al equivocarse “me tienen, nazco” por “me tienen asco”. Momento de captación radical de la inexistencia del Otro.

Enumerando luego una lista de artistas suicidados, en un intento de atrapar al analista junto a él, en una suerte de fascinación por un goce de las desgracias creyendo conmoverlo, la interpretación: Qué vidas de mierda relata usted de toda esa gente”, corta de un golpe el idilio con el goce y el espejismo con el analista, para dejar al sujeto en soledad con su goce.

Posibilitándose el comienzo de una pérdida de consistencia de esa presencia del analista. Éste, se va ausentando de la buena manera. Tiempo después en una sesión en la que se encontraba nervioso y apurado por ir a controlar, el analista se va, prepara café, habla con la secretaria, va y viene, en el diván piensa: “éste me deja solo otra vez”. Al entrar el analista rompe papeles, hace ruido y al manifestarle que está apurado que no se le ocurre nada finaliza la sesión. Tras esto y una vez afuera, en vez de ir al consultorio del analista con el que controlaba va a la dirección de Lacan, se da cuenta al instante y le sobreviene la risa. Un recuerdo de la infancia acude “solo en el umbral de la puerta… huyendo del ruido, esperando que el Otro viniera a rescatarlo”. En esta secuencia, la importancia de la presencia en cuerpo del analista, permite el desprenderse de la adherencia al objeto que el analizante resiste soltar.

Presencia habitada por un vacío, para alojar la palabra, empujarla al desciframiento y al encuentro de lo que ella velaba, de tal forma que una invención propia pueda surgir. La paradoja de la presencia es la de estar en un lugar vacío.

El uso de la posición de semblante del objeto a, para producir un toque a lo real, invita a pensar cómo operar con el cuerpo acercarse cuando corresponde, saber alejarse, agarrar,  mirar fijamente o hablar enfáticamente.

 

 

  

Notas:

(1) Lacan, J.: El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1989, pág. 131.

(2) Laurent, E.: “Principios rectores del acto analítico”, en AMP Blog, http://ampblog2006.blogspot.com/2006/09/principios-rectores-del-acto-analtico.html

(3) Bassols, M.: “La imposible identificación del analista”, en Textos de orientación hacia las XXVII Jornadas Anuales de la EOL, http://www.xxviijornadasanuales.com/template.php?file=textos-de-orientacion/la-imposible-identificacion-del-analista.html

(4) Lacan, J.: El Seminario, Libro 19, … o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 226.

(5) Ibíd., pág. 222.

(6) Óp. Cit. n° 3, pág. 222.

(7) Ventura, O.: “Silencio, memoria, ruido… y olvido”, en Revista Lacaniana nº 23, Grama, Buenos Aires, 2017.