Aníbal Leserre
El Cartel y el Pase
Buenas noches a todos, gracias por la invitación a trabajar este tema tan importante. No voy a ser como los colegas que me precedieron que han trabajado muy minuciosamente y presentaron un escrito, sino que me permito, y ustedes sabrán disculpar, presentar algunas ideas, algunas consideraciones y compartirlas en la perspectiva de una conversación.
Como señalábamos y habíamos trabajado un poco, no es mi interés buscar similitudes ni tampoco diferencias o extremarlas, sino ubicar ambas cuestiones, es decir, el cartel y el pase, en su marco común y en el devenir mismo del psicoanálisis. ¿Cuál es ese marco común? Lo podemos llamar de varias maneras. Hoy elijo decir que es la gran obra analítica, que es una expresión de Lacan cuando ponía punto final a su retorno a Freud. Con esto quiero señalar que ambos procedimientos obviamente son parte de la enseñanza de Lacan, no son estrictamente freudianos, obviamente tienen una inspiración freudiana, por ejemplo, podemos pensar las famosas reuniones de los miércoles de Freud como un cierto trabajo de cartel. Es decir, ahí Freud estaba como Más Uno y hacía con sus discípulos una puesta los miércoles de sus inquietudes, de los problemas y a su vez pedía que cada uno trabaje y pedía la renovación del compromiso todos los años, una especie de cartel ampliado. Eso podría ser una inspiración.
Pero bien, ambos tienen en común su pertenencia y a su vez el desarrollo mismo de la obra analítica, porque no es que son exteriores y se relacionan con la obra analítica, son parte del movimiento y generan la obra analítica. ¿En qué punto? Yo creo que principalmente en el anclaje en su razón de ser en relación al concepto de Escuela. Tanto el cartel como el pase tienen su razón de ser en un sentido fuerte, para mí, en relación al concepto de Escuela y la formación permanente.
Ahora bien, ¿qué entre otras cosas significa ese anclaje? Creo que una noche tomaron esto cuando hacía Gabriel el resumen de las actividades anteriores. Es decir, la imposibilidad de definir lo que es un analista por criterios exteriores a la práctica. Esta ausencia, que en realidad es la presencia de una ausencia, se ubica en el nudo central, en el vacío que implica la idea de sujeto para el psicoanálisis. Entonces, tanto el cartel como el pase, cada uno a su manera, son los instrumentos para abordar esa paradoja. ¿Por qué paradoja? Porque se trata de una presencia (la de analista), sin saber “lo que es un analista”, y pongo las comillas porque no se trata de un no saber, sino de no poder definirlo con criterios estándares o con criterios que valgan más allá de la experiencia particular. Entonces creo que este tema y esta paradoja, es el corazón mismo de su enseñanza referida a la práctica del psicoanálisis. Y esa enseñanza referida a la práctica del psicoanálisis lo lleva a formalizar y proponer tanto la experiencia del cartel, como fue señalada en trabajos anteriores, y la experiencia del pase.
Volvamos de nuevo a Freud: Freud inventó algo que no existía, inventó la figura del analista y podemos decir hoy que el analista es una condición para la existencia del psicoanálisis. Pero más allá de las personas que encarnamos esa práctica, está el semblante que está en el corazón, si vale la expresión de la práctica analítica, es el semblante del saber que recurre a las personas. Un saber que lo orienta de una manera particular, que nos orienta de una manera particular en los desplazamientos de la transferencia. Entonces en estas líneas podríamos decir que ambos dispositivos (el cartel y el pase) nos interrogan sobre el semblante del saber, pero nos interrogan sobre el semblante del saber apuntando a poner en juego el deseo de saber. Esa es una primera consideración.
Paso ahora a presentarles una segunda consideración, que a ambos creo que los podemos pensar, si estuviéramos de forma presencial y hubiera un pizarrón es el momento donde uno se para y escribe en el pizarrón. Imaginemos el pizarrón, pongamos “…cartel…” y “…pase…”. A mí me gustan mucho los tres puntos, se utiliza mucho en la literatura, por ejemplo Céline la utilizaba mucho. ¿Y de qué sirven los 3 puntos? Uno viene desarrollando algo y lo deja con los puntos suspensivos y se va para otro lado y eso lo puede volver a hacer, etc. Esos tres puntos, en un sentido, dan lugar a la contingencia que hace variar el desarrollo de la narración. A su vez, podemos decir, esos tres puntos iniciales implican el camino, el trayecto de la formación. Y no es que se detenga, sino que por así decir, especifican el recorrido particular, es decir la posibilidad de inventar, como decía recién Mariela. Pero, ¿inventar desde dónde? El dispositivo es el cartel, pero ¿desde dónde uno inventa? Lo inventa cuando ya hay un invento en la elección del rasgo particular. El rasgo es la puerta de entrada al invento en el cartel, podríamos decir; y en el pase es un recorrido propio, singular. Hasta podríamos pensar la ficción del testimonio, cuando decía también es la última historia que uno se cuenta. No hay una última ficción, hay una detención en la ficción bordeando lo imposible de decir, bordeando los efectos de verdad y su acumulación como saber. También los tres puntos al inicio (“… cartel”, “…pase”) los sitúo ya no como un recurso literario, sino como un instrumento de Lacan. Por ejemplo, Lacan lo utiliza para nombrar su Seminario …o peor. Es decir, que ubica los tres puntos justamente para no quedarse en la opacidad del sentido, y con ellos señala un lugar vacío y toda la importancia a este lugar vacío, porque es en un sentido el único modo de tratar de decir algo con la ayuda del lenguaje, de atrapar el lenguaje. Los “…” que nos llevan al trabajo del cartel y el recorrido nos va a ubicar después, nuevamente, en lo que puse como los tres puntos finales. Pero claro, hay una diferencia fundamental, hay un antes y un después, no son esos tres puntos equivalentes a los tres puntos iniciales. Hay un recorrido tanto en el cartel como hay un recorrido en el pase.
Entonces siguiendo esta secuencia, que uno podría decir que se está apostando a ciertas similitudes, pero no en lo parecido, sino a la similitud en el sentido de a dónde apuntan, en un sentido de que apuntan desde ese núcleo de vacío que se ubica en el corazón de la Escuela, apuntan a ser la puerta de entrada de la escuela. ¿Conocen el acertijo de Lacan donde dice: “¿Cuál es la única puerta que no se puede abrir?”. Es simple. Lógicamente la única puerta que no se puede abrir es la puerta que ya está abierta. Entonces, en esta línea es que les propongo conversar que ambos dispositivos, cartel y pase, son dispositivos de puertas abiertas.
Es bastante obvio decir que el cartel implica la posibilidad de conexión y de trabajo, como señaló también el primer trabajo de Camilo. Y de trabajo que, si bien se da en un conjunto reducido, por lo menos en la versión primera, tradicional, este conjunto reducido entre 3 o 4, su número, como citaba Camilo de Lacan cuando lo anuncia, esto reducido se escribe en un conjunto más amplio que es la Escuela como comunidad. Es simple pero también es fundamental recordar siempre que es un dispositivo donde no es necesario, no es condición que los que integran el cartel sean miembros del conjunto Escuela. Pero al trabajar bajo la idea de transferencia de trabajo, uno entre los otros o uno con los otros (como también señalaba el trabajo anterior), lo ubicamos de esa manera en el devenir de la obra analítica. Además, el mismo cartel implica la dinámica ya que se conforma con un tema en común pero está el rasgo particular, eso que llamamos la puerta dentro de la puerta de entrada a la invención, el rasgo de interés.
Y cuando hablamos de interés, ahí hay que ver algo de una cierta implicancia subjetiva. Ninguno de estos dispositivos es obligatorio, nadie tiene que hacer para entrar a la Escuela dieciocho carteles. Ni dieciocho, ni tres, ni uno, ni veinte, lo que sea. Quizá hay cierta “presión” en la comunidad (“presión” para que los más jóvenes y no tan jóvenes hagan la experiencia). Está la Secretaría de Carteles que insiste en que se inscriban en los carteles. Todo eso está muy bien, también podemos ubicar cierta “presión” con respecto al pase. Presión no porque sea empujar al pase, sino porque la clínica del pase y la experiencia que tenemos como analistas y como analizantes es tratar de llegar no solo a terminar un análisis, sino a concluir y además qué hacer con ese problema que uno se encuentra al final del análisis. Qué hace con el saber adquirido o qué hace con su invención, quizá esto sea un tema de conversación.
Volvamos un poco a la puerta abierta: el pase también lo es. Porque Lacan lo pensó para que sea también que pueda presentarse alguien que no es miembro de la Escuela, no necesariamente para hacer el pase se tiene que ser miembro y es una entrada a la Escuela. Lacan subrayó este carácter y esta posibilidad y apostaba a esta posibilidad. Recuerdo que hace unos años pusimos en marcha en la E.O.L. un dispositivo que propuso Miller que se llamó “El pase a la entrada”, que no era el pase final, sino que se verificaba la posibilidad de alguien que pedía la entrada a la Escuela a partir de un cierto pase que se llamaba “pase a la entrada”, donde testimoniaba de su análisis y el momento en el que estaba, etc. Es decir que era poder entrar por otra vía que no sea la admisión, pedir la entrada a partir del recorrido analítico sin que este haya llegado al final todavía. Esto se dejó de lado después. A mi juicio, yo pienso que lamentablemente se dejó de lado porque creo que era una propuesta enriquecedora y que traía a la vida de la Escuela una propuesta, un nutriente del discurso analítico que quizá con la vía de la admisión queda un poco velada, pero esto son opiniones que me atrevo a decir porque estamos entre nosotros.
Para finalizar, ambos comparten el carácter de elaboración provocada. Si bien causa y motivo serían un poquito diferentes, tienen a mi entender un punto en común que antes lo llamé y ubiqué como el interés particular. Pero para ser más precisos, se trata de ese motor de lo singular que provoca la búsqueda de saber. Entonces diré, en el ánimo de concluir, que tanto el cartel como el pase nos nutren de sus consecuencias políticas, clínicas y epistémicas. A estas consecuencias políticas, clínicas, y epistémicas las podemos llamar “incidencias”.
Entonces, recurro de nuevo al pizarrón imaginario y escribo “x + 1”. “x” nombra las incidencias, las consecuencias y los principios que se sostienen en el cartel y en el pase. Y “+ 1” indica que siempre podemos extraer una en “+”. Así como no se llega en el análisis a la “ficción verdadera”. La experiencia (tanto del cartel como del pase) no es que llega al punto final, sino a sacar una incidencia, una consecuencia, principios en tanto la experiencia no cese. Esta conversación, por ejemplo, la podemos inscribir en esa experiencia para que no cesen la incorporación de las incidencias, consecuencias y principios que podemos traer al cartel y al pase.
Desgrabación. Autorizada, no corregida por el autor.