Deseo de cartel: una cuestión de ética. Por Rosana Salvatori

Deseo de cartel: una cuestión de ética.

Rosana Salvatori

El título de la convocatoria renueva una pregunta que sostuve durante muchos años: ¿Cómo desear, por qué desear recurrir, hacer uso del cartel como dispositivo para estudiar un tema, elegir ese y no otro, por qué no investigar sola cuando no conozco a otros que se interesen en mi tema, etc. Sin esclarecer la respuesta que la pregunta formulaba, sostenerla era, sin embargo, el fuego que mantenía vivo el empuje a cartelizarme. Más de media vida cartelizada!!

Dos referencias acerca del deseo me orientan para pensar el tema articulado al camino de la formación del analista: la primera es el trabajo que presentó Silvia Salman en la 1º Jornada Zadig, donde ella decidió llamar “deseo de no” a la expresión de JAM en “Política lacaniana” (1), en la que afirma que para Lacan…” se trataba de hacer salir el deseo agazapado… el deseo más difícil de hacer salir…ese no querer, un rechazo”. “Como no ver allí, dice Silvia, la dimensión de un real para la política lacaniana… un deseo que siempre comporta algo de irregular, de fuera de norma, y que la más de las veces permanece ignorado para el sujeto mismo”.

La segunda referencia la tomo de la conferencia que J. C. Indart brindó como apertura del SCF, en la que destacó que no se puede no desear porque es otra forma de desear, “es lo metonímico, siempre en fuga, inagotable del deseo”. Si se utiliza el no, hay que suponer algún objeto del lado de la demanda, y en la demanda uno puede decir no, no te doy lo que me pedís, pero no puedo decir no al deseo.

Dos ejes entonces: deseo de no y no puedo no desear.

Los tiempos del Movimiento hacia la Escuela fueron tiempos de Gems y de carteles. Participé de un inolvidable Gem, un grupo ampliado de estudio, con G. García como más Uno en La Plata. Germán transmitía la pasión por el psicoanálisis. No era un universitario y esa posición singular, la de su enunciación, le confería una autoridad analítica. Fue la primera marca, un anzuelo del que ya no me desprendí. El 3 de enero de 1992 se funda la EOL, aunque en 1991 se hace un coloquio o jornada de carteles. En mayo de 1994 se votan los carteles del pase y comienzan a funcionar de pleno alrededor de 1995. El cartel se respiraba en el movimiento que aspiraba a la Escuela y por el que éramos aspirados.

Hoy puedo decir que ese Gem y el primer cartel que inscribimos, siendo “adherente” de la Escuela, fueron sostenidos por la transferencia a la Escuela y al psicoanálisis de la

orientación lacaniana, del lado del trabajo decidido. Sin la experiencia de Escuela que se centra en el amor al no saber que es un analista, el trabajo de cartel se convertía a veces en experiencia tripalium, ese elemento de tortura del que Lacan deriva la etimología de trabajo, experiencia tortuosa de querer saber todo, inhibición para la escritura del producto, identificación al atributo “soy cartelizante”. La formación del analista requiere ser afectada por el tiempo de un trabajo del inconsciente que es lo que hace, dice Lacan, a “las relaciones con ese saber por el que somos atormentados” (2). La pregunta en esos tiempos universitarios era porqué en la trabajadora decidida no vibraba, se cortocircuitaba un deseo decidido. El deseo se confundía con la demanda que inventaba: la Escuela quiere cartelizantes, es lo que Lacan propuso en su acto de fundación: no hay Escuela sin cartel. El deseo agazapado, ignorado, solo podía ubicarlo en el análisis, y eso recién comenzaba. Era también ignorado el hecho de que para desear el cartel había que hacer la experiencia de Escuela. ¿Pero cómo?, la EOL recién se fundaba. La transferencia era a un cierto ideal de Escuela extraña y extranjera, la de Lacan.

Errando por los carteles, recuerdo la intervención de un más Uno que en cada encuentro, cada vez que presentaba mis investigaciones titánicas, me decía: “no entiendo nada”, o “qué difícil lo que decís”!!. Ese cartel introdujo un efecto de división desconocido. No era la división como efecto del discurso universitario que manda a saber siempre más, mandato que se infinitiza. Ese más Uno había cumplido con la función de poner a su cargo el objeto a como causa.

Puedo pensar ahora que así como los vectores, las flechas de los discursos que los hacen girar con sus cuartos de vuelta permitiendo la emergencia del discurso analítico, hay una función homóloga del más Uno, el provocador que soporta la transferencia de trabajo. Cuando Lacan afina la formalización del cartel en 1980 dice, en el quinto de esos principios: “El sorteo asegurará la renovación regular de los hitos creados a fin de vectorializar el conjunto” (3). Relevo el “sorteo”, no porque los carteles se formen de ese modo, aunque podemos pensarlo como una práctica posible que alguna vez se hizo en la Sección. El sorteo es del orden de lo azaroso, de la apuesta a consentir a lo que arroje el bolillero , es la sorpresa sin la cual no hay formación sino aburrimiento y “vectorializar el conjunto”: si el más Uno vectorializa al campo del cartel hacia la lógica del no todo, no todo puede decirse, no hay la última palabra, hay chance entonces de investigar en torno al agujero en el saber, habrá un efecto de descompletamiento, en el mejor de los casos, para todo el conjunto. En este punto puede articularse el deseo de Lacan cuando dice: “Lo que yo deseo, ¿es qué? La identificación al grupo… pero no digo a qué punto del grupo tienen que identificarse” (4). Entiendo que al punto de real en tanto ese grupo no deja de formarse, como la formación misma, o como dice Mauricio Tarrab, “al punto donde, con los otros me es descompletado por lo real. Al punto donde, como los otros, no estoy sino en el esfuerzo por subjetivar ese

real… Cuando en el borde del agujero en el saber, se advierte que no es sin los otros que tengo una chance, lógica” (5).

El saber y el goce tienen una relación en tanto “…la fundación de un saber es que el goce de su ejercicio es el mismo que el de su adquisición” (6), no se “comarxia, una información que vale más por el valor de uso que por el de cambio.

Si el cartel es un lazo libidinal que pone el trabajo en el centro, se trata de ceder goce a favor de la elaboración de un saber con otros. Si “solo el amor hace condescender el goce al deseo”, podemos decir, como señaló Kuki Mildiner (7), que tanto el amor como el deseo se refieren al Otro: el deseo es el deseo del Otro y el amor como demanda, en su presencia o en su ausencia, también se refieren al Otro. La transferencia de trabajo en un cartel se juega en la elección del más Uno, en la transferencia a la Escuela y a veces, con los demás miembros del grupo.

El texto de presentación de la Secretaría de carteles dice:” aspiramos a que el Cartel no sea solo para «novatos». O por qué no, volvernos novatos cada vez a través de él” y “El cartel como experiencia libidinal donde el vacío se preserva”. Son frases que comportan una ética en contra de la infatuación. Lacan decía que tenía siempre 5 años, era exigente cuando pedía, quería lo que deseaba. 5 años es la edad del gran investigador Juanito. Investigar como niños, sorprendernos, abrir y cerrar la puerta del cartel gozne, la puerta de la Escuela siempre éxtima.

Mi deseo de cartel es el que ubico entre el trabajo de transferencia y la transferencia de trabajo.

Si hay deseo de no, no siempre deseamos el cartel, deseamos otra cosa: analizarnos, controlar, dictar un seminario, pero de cada cartel finalizado, interrumpido, como en el análisis, habrá una cicatriz, la de la separación. Servirnos de ella, no desconocerla, sobre todo en el fracaso, implica la ética que incluye lo imposible de la escritura de la relación sexual y lo que permite, a mi modo de ver, no retroceder frente al deseo anómalo y soportar las consecuencias que eso tenga para cada uno.

Si el amor hace condescender el goce al deseo, ¿hay en el cartel la posibilidad de pensar que de allí surja “Algo nuevo en el amor?”, en tanto la última enseñanza de Lacan marca el viraje de la ética del deseo al amor, un amor que incluye el deseo y la inexistencia de la relación sexual.(8)

Notas.

1 Política Lacaniana. Seminario dictado por J-A Miller.1997-98. Pág. 101.

2 J. Lacan, El Seminario 21:” Les non- dupeserrent”Clase del 6 de noviembre de 1973.

3 J. Lacan.Decolaje o despegue de la Escuela. AMP.

4 J. Lacan, El seminario 22 RSI. Clase del 15 de abril de 1974.

5 M. Tarrab. “En el cartel se puede obtener un camello”. Cuatro+Uno.

6 J. Lacan. El seminario Libro 20 “Aún”. P.117.

7 K. Mildiner, El amor en los tiempos del goce.Colección Orientación Lacaniana. P. 95.

8 El Caldero de la Escuela Número 15. Año 2011. “¿Qué ética en la última enseñanza de Lacan?”. Reseña de la invitada: M,H.Brousse a la Noche de la Escuela del 9 de mayo de 2011.