Una prudente osadía

FLASHES DEL BLOG # 7: CONVERSACIÓN SOBRE LA TRANS-FORMACIÓN DEL ANALISTA. PERSPECTIVAS

Por Paula Vallejo

Antes de que pudiéramos siquiera imaginar que un acontecimiento de alcance global vendría a conmover la vida de cada uno, y por supuesto también, la de la Escuela, en el Directorio habíamos escogido como tema del año “La formación del analista”. El eje que entonces habíamos elegido fue extraído de una intervención de Jacques Alain Miller, en dirección al III Congreso de la AMP realizado en Bruselas, en 2002, cuyo título fue, precisamente “Efectos-de-formación”. La trans-formación -decía allí Miller- supone un más allá de la formación epistémica porque comporta, sobre todo, una “mutación psíquica”, esto es, una transformación a nivel del ser. La formación analítica entendida de este modo no consiste sólo en la adquisición de saberes epistémicos sino que, fundamentalmente, tiene que ver con la aparición de ciertas condiciones subjetivas, necesarias para encarnar el lugar de causa de deseo. Por ello mismo, Lacan decía que no hay formación del psicoanalista; lo que hay son formaciones del inconsciente, aludiendo así al hecho de que el corazón de la formación  reside en el propio análisis. 

No se trata, si nos situamos en el discurso analítico, de intentar suturar el agujero que la pandemia introdujo en nuestras vidas sino de hacer entrar una temporalidad lógica que nos permita, al cabo de un recorrido subjetivo, poder extraer las consecuencias de dicha irrupción, preservando el lugar de la causa como un punto imposible de llenar, pero por eso mismo, operativo. 

Hacer eso no es fácil. De hecho, sabemos que ante lo real cada uno responde como puede, pero que más allá de la solución que nos provee el discurso, vale la pena servirse de lo que el síntoma, el de cada cual, introduce del lado del saber hacer. Se trata, entonces, de intentar leerlo para que devenga en algo más que una pura repetición, es decir, para que se convierta en una solución singular y permita calibrar en qué medida la respuesta de cada uno solo, viene a formar parte de la vida colectiva de la Escuela.

Cuando irrumpió la pandemia, fue necesario, entre otras cosas, volver a pensar donde estábamos y cómo seguir. Nos pareció que podíamos conversar sobre algunas perspectivas que nos permitieran intentar interpretar esta discontinuidad como una oportunidad de conmover la rutina y despejar qué es lo que cambia, lo que tal vez sea deseable que cambie, y qué no.

Como dijo Vicente Palomera en una conferencia organizada por la NEL sobre “La Escuela y la formación analítica”, que tuve oportunidad de escuchar en el mes de mayo a través de zoom, es importante situar el contexto en el que se despliega la formación en nuestras Escuelas. Vicente subrayó que “si el psicoanálisis está concernido por la cuestión política hoy es porque su experiencia y su práctica no podrían considerarse sin ubicar los estragos de la actualidad”. Y esto ya supone que como analistas nos situemos en relación a la tyche, que abre una dimensión de la experiencia sin standards, aunque no sin principios.

Reservar un lugar a lo no sabido, a la sorpresa, y a la posibilidad de reinvención del psicoanálisis es precisamente lo que nos hace más responsables de la formación, con la prudencia necesaria y a la vez, con la osadía que esperamos de una Escuela no-toda, capaz de servirse de la excepción femenina y su apertura sobre lo real. Una prudente osadía, me permito decir, sirviéndome de los recursos de la lengua.

Fecha de recepción 8/6/2020