Un esfuerzo de poesía

NOCHE DE BIBLIOTECA: PRESENTACIÓN DE “UN ESFUERZO DE POESÍA” –EOL Sección La Plata, 27 de septiembre de 2017

 

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Laura Aranciaga

 

Por horror a la revelación, a saber: que hay una grieta en el goce, que en el parlêtre no hay acuerdo con el goce, los cristianos se pusieron a hacer filosofía.

De igual modo los psicoanalistas se horrorizaron ante lo que la experiencia analítica reflejaba de esa revelación: que el parlêtre desprograma la relación sexual. Y por eso se refugiaron junto al propio Freud, en el seno del padre.

Frente a la modernidad, Freud prefirió volverse antropólogo; Lacan –en su esfuerzo lógico– hará de la no relación sexual, una fórmula de invención al modo de las matemáticas y sus efectos de formación, que exige a los analistas ir más allá del significante, soportar lo nuevo, sus impasses, para extraer sus consecuencias. La invención acerca el psicoanálisis al decir poético.

En el capítulo titulado “Ciencia, poder y poesía”, en la página 142, Miller deja leer su posición enunciativa: “solo que a decir verdad me cuesta expresarme sobre todo esto, tal vez porque yo mismo no lo tengo totalmente en claro” (1). Este es el espíritu que atraviesa este curso: la desorientación metódica, cultivada, que forma parte necesaria de la Orientación Lacaniana en tanto nos devuelve a nuestra posición de sujeto dividido.

La dirección a la que empuja la última enseñanza, Miller la llama “vitalista” e instala un nuevo régimen de la palabra, un nuevo régimen de la relación con el goce (sabemos con Lacan que no hay goce sin cuerpo).

Nuestra práctica se transforma de este modo en epidemia por no responder a los ideales del bien que proponen tanto la religión como la ciencia. Pasa de Dios padre a Dios hijo, del significante vacío, al cuerpo.

Miller plantea la inquietud por la desaparición del psicoanálisis en tiempos donde todos los psi se hacen llamar psicoanalistas y parece de este modo que están en proliferación. Sin embargo… el psicoanálisis ¿está en todos lados o no está en ninguno?

Es asunto de política aclarar el malentendido entre psicoanálisis aplicado y psicoanálisis puro. El primero empuja a los márgenes al psicoanálisis puro: esto no es sin consecuencias. Sobre ellas Miller hace una aclaración que podría escribirse: decir que el psicoanálisis aplicado es psicoanálisis, no es lo mismo que decir que el psicoanálisis es aplicado.

Propone asumir ser enclave en el malestar en la civilización, así como supo ser el refugio contra el discurso de la ciencia, el residuo no cientifizable de la medicina; o sea lo que en ella operaba por medio de la palabra, por medio de la transferencia.

Retoma desde allí el valor de la palabra oracular en la era de la ciencia, por ser el opuesto al ideal de las luces que solo empuja a encontrar razones.

La palabra que se explica está destinada a la chatura. Que se diga queda olvidado en lo que se dice. Destaca el decir que se eclipsa tras del dicho, renovando de este modo el halo de armonía que se desprendía del apareamiento entre enunciado y enunciación. El decir solo se acopla al dicho por exsitirle, su lugar es análogo de lo real. Al igual que el decir, en efecto, lo real exsiste al dicho.

“En este aspecto no puede reabsorberse en los dichos. Esto es lo que implica que lo real pueda situarse como imposible. En función de la lógica de los dichos, lo real es en efecto imposible. Pero, sin duda, a esto hay que agregarle la estructura… Como ex-sistente, tiene el estatus de lo imposible, y cuando     –al igual que el decir– pasa al estatus de dicho, tiene el de lo necesario. Éste es el sentido en el cual lo real es el otro nombre de la estructura, en la medida en que –cito a Lacan– “la estructura es lo real que sale a relucir en el lenguaje”. Y aquí de alguna manera, se produce la inversión que transforma lo real como imposible en la estructura como necesaria, que transforma lo que no cesa de no escribirse en lo que no cesa de escribirse”. (2)

¿Qué lugar para la interpretación? Miller reserva como lugar para el analista una posición que se mantenga como tercera, eludiendo el modo de decir común. En esta línea la interpretación aspira precisamente a ser un significante que no podemos interpretar. Una palabra sin más allá para lo cual hay que estar en el sitio fantasmal del decir como equivalente a lo real como imposible. Nos alienta a reconducir el lenguaje a los juegos posibles de la lengua, para apostar a un goce que en su definición está lejos del imperio de lo útil. Miller nos recuerda que Lacan va a fondo con su proposición-provocación cuando formula: “el goce es lo que no sirve para nada”, y en todo caso es algo que no hace bien, que no entra en el último grito de la moda, el cual brega por el renacimiento del discurso de la homeóstasis y su imperativo de transparencia.

Baudelaire lee a Poe y condena la herejía de la modernidad: llevar la poesía hacia el imperio de lo útil. La utilidad vendrá por añadidura, al igual que la cura para el psicoanálisis.

El culto de la utilidad directa es la causa del movimiento prosaico del mundo… esto explica la desaparición de los oráculos, la extinción de la lengua poética y justifica la preocupación inicial de Miller sobre la desaparición de nuestra lengua, de nuestro discurso.

Concebirlo aplicado a la terapéutica es perder nuestra orientación política, es concebirlo en el plano de los ideales del progreso. Dejaría pues de ser lacaniano para dejarse seducir, conquistar, por la sociedad que autoriza todas las traiciones del deseo del analista. Lacan lo supo, la Escuela es nuestro horizonte. Estamos aquí por y para eso.

 

 

Notas:

(1) Miller, J.A.: “Ciencia, poder y poesía”, en Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016, pág. 142.

(2) Ibíd., “Sobre el discurso de la ciencia”, pág. 68.

 

Bibliografía:

Miller, J.-A.: Un esfuerzo de poesía, Paidós, Buenos Aires, 2016.