NOCHE DE DIRECTORIO: TRANS-FORMACIÓN DEL ANALISTA. PERSPECTIVAS – EOL Sección La Plata, 3 de junio 2020
José Lachevsky
Es un hecho que está aceptado por los especialistas de todas las disciplinas que el mundo no será el mismo después de la pandemia. Los economistas, sociólogos, epidemiólogos, filósofos, ambientalistas, consideran que por el impacto que está teniendo, las relaciones humanas de todo tipo, desde familiares hasta económicas, sufrirán consecuencias que producirán cambios en relación a lo que se daba en la época anterior A. P. (antes de la pandemia). Hasta le han puesto un nombre, “nueva normalidad”. No voy a explayarme en estas elucubraciones porque son conocidas más o menos por todos y excederían los objetivos de este trabajo. Pero no puedo abstraer de este clima de época la consideración del Psicoanálisis y en particular, la formación de los analistas.
Jacques-Alain Miller en ¿Cómo se forman los analistas? aporta varias cuestiones de interés para este debate. Dice que la formación es función de la civilización, si la encuesta histórica es vasta. Después de casi treinta años de existencia de la EOL y de la AMP tenemos una idea, siempre en tensión y sujeta a revisiones, sobre lo que es la formación de los analistas. Pero el agregado de que dicha formación es función de la civilización introduce un elemento que vale la pena destacar. ¿Cuál fue la característica principal de la civilización en estos últimos treinta años? Sin dudas la expansión del capitalismo en su versión neoliberal a escala planetaria. Ese fue el Otro de nuestra formación, con el que nos la tuvimos que ver en estos años. De qué manera este Otro tuvo influencias en nuestra formación, es un tema a debatir pero que no quiero dejar pasar. También el psicoanálisis tuvo una respuesta hacia ese Otro, inédita, que consistió en proponer una solución sinthomática para cada sujeto que implicaba responder al imperativo de época del plus de gozar que conduce a la muerte, con otro goce que concierne a los cuerpos.
Miller continúa en el mismo texto diciendo: “La cuestión de la formación es siempre más sutil cuando su fin no es solamente la adquisición de saberes, sino también la aparición de ciertas condiciones subjetivas, una transformación del ser del sujeto.”(1) Acá introduce una cuestión crucial al plantear que en la formación hay un punto de fuga y no sólo se trata de aprender sobre una materia sino que conlleva una transformación más radical, que párrafos más adelante, llamará mutación “psíquica”. Sigue Miller:” La obtención de una mutación psíquica por formación supone siempre poner a distancia contenidos epistémicos.”(2). Bueno, entramos al meollo de la cuestión. Podemos acordar rápidamente que el lugar para llevar adelante la formación de los analistas es la Escuela. En ella aprendemos y por añadidura sufrimos una transformación como sujetos. ¿En qué consiste esta transformación? Cada uno podría testimoniar de eso, pero la pertenencia a la Escuela, como miembros o asociados, nos cambia la vida. Hay una expectativa, una preocupación, un deseo de saber y de producir nuevos saberes, una transferencia a la comunidad de trabajo, que estando afuera nos mantendría en una indiferencia absoluta. Estando afuera cada psicoanalista sostendría su psicoanálisis, inerte, mientras en la Escuela podemos hablar del nuestro. Aún con los matices necesarios por la forma en que cada cual sintomatice su relación a la Escuela, pero sin negociar la Orientación. Nos transformamos cuando presentamos un trabajo en una noche, un texto para publicar, o formamos parte de un cartel, y cuando controlamos. También cuando desempeñamos una tarea de dirección en la que tratamos de hacer prevalecer el discurso psicoanalítico por sobre el discurso del amo burocrático, muchas veces con grandes dificultades. Cuando escuchamos el testimonio de un AE que nos hace vibrar y reorienta nuestros análisis con un renovado deseo de llevarlos hasta el final. En las Jornadas, Encuentros o Congresos, cuando percibimos la vitalidad de la Escuela Una y nos permite seguir e intercambiar con colegas de todo el mundo. Cada cual puede hacer su lista de transformaciones que experimentó a lo largo de su formación, pero les aseguro, ahora que me tocó hacer la mía, aún inconclusa, que es inconmensurable. La Escuela se va convirtiendo en un partenaire para cada uno y pasa a formar parte de nuestra vida, de nuestras charlas de café, de nuestros asados, aún en momentos de desaliento. Quiero resaltar que transformándonos como analistas a lo largo de nuestra formación vamos transformando al psicoanálisis y lo mantenemos vivo. Como muestra de esto, basta con leer los testimonios de los AE de hace 20 o 10 años y compararlos con los de los últimos tiempos.
Hasta ahora. Como decía al principio, la pandemia colocó a nuestra civilización en un impasse y como no podía ser de otra manera, nuestra Escuela se está viendo afectada por ese impasse. En la primera noche del Consejo, antes de las presentaciones, se vio la alegría de los reencuentros con colegas ¡por ZOOM! Expresiones jubilosas que traen otro aspecto fundamental en nuestra formación que es el affectio societatis. Por efecto de la discontinuidad toman relieve cuestiones que en épocas normales pasaban inadvertidas, como las charlas de pasillo, el encontrarse y sentarse cerca de alguien en alguna actividad o salir a fumar al patio de la Sección. Comentar los trabajos a la salida, ir a cenar para darles una vuelta más, tener invitados para que nos ayuden para avanzar con algún tema. También acá dejo abierta la lista para que cada cual sume lo suyo. Pero pensando sobre esto en particular considero que el affectio societatis no se sostiene sin la presencia de los cuerpos. Tampoco la manito del Zoom podría refrendar el aplauso tras un testimonio de un AE. ¿Cuánto de lo que hace la Escuela es fecundo por la interacción real y efectiva entre los cuerpos? En el Banquete de los analistas, capítulo El grupo analítico, apartado llamado Encuentros, Miller recoge uno de los últimos dichos de Lacan, en el año 1981, donde designaba a la Escuela de la Causa Freudiana, como “la Escuela de mis alumnos, aquellos que aún me aman”(3). Comenta la indignación de muchos de sus discípulos por la cita al amor, algo de lo que los analistas debían pasar por alto. Sin embargo, recuerda otros dichos de Lacan en relación al amor, en el Discurso a la EFP , en el que calificaba a sus alumnos de este modo: “Que el amor no sea más que encuentro, es decir puro azar(…) es lo que no puedo ignorar en aquellos que estuvieron conmigo”(4). Comenta Miller: “Trata exactamente el círculo de sus alumnos, formado por un encuentro azaroso cuyo principio era el amor…Luego, tanto en 1967 como en 1981 sólo tiene el descaro de llamar a la transferencia por su nombre de amor.(5)”Acá podría estar el argumento decisivo para entender por qué la presencia de los cuerpos es indispensable para la existencia de la Escuela. Ese amor que da nombre a la transferencia, en la última enseñanza de Lacan es algo indecible que se siente en el cuerpo. Lo sitúa en el nudo en la intersección entre lo real y lo imaginario, por eso no hay simbólico que lo pueda describir y tiene la propiedad de hacer sentir un goce en el cuerpo. Es la cara Real de la transferencia que permite sostener los análisis, más allá del Sujeto supuesto Saber y, según estas citas de Lacan, también a los agrupamientos de psicoanalistas, más allá de los contenidos epistémicos transmitidos en las Escuelas.
El impasse puede ser productivo para evaluar dónde estábamos parados. Esta detención abrupta de las actividades presenciales de la Escuela modificó las agendas previstas y postergó nada más y nada menos que un Congreso de la AMP. La NLS, por ejemplo, se llamó a un digno silencio. Nosotros nos atrevemos a romperlo tratando de dar dignidad a nuestras palabras. Tal vez esta detención obligada nos permite ver en la vorágine de actividades en las que estábamos sumergidos y podamos tomar un poco de aire para encarar lo que viene. Decía al principio que va a ser imposible volver a lo mismo en el corto plazo, o nunca. Pasará un largo tiempo para dejar de pensar que el otro es una potencial bomba biológica que pueda portar el virus que nos cause la muerte. ¿Se imaginan una sala llena de nuestra Sección o de Ancón antes de tener la certeza de que todos están inmunizados? ¿Un Hotel Panamericano atiborrado de gente en sus salas y pasillos?
Por eso, para finalizar, destaco aquello de que la formación es función de la civilización. En la que ya estamos y en la que vendrá habrá discursos como el universitario, que no se ha detenido a pesar de la Pandemia y el de la tecnociencia, que permite estas nuevas formas de lazos virtuales que, aprovechando la nueva coyuntura intentarán apropiarse, con las mejores intenciones, del devenir del psicoanálisis.
Sin dudas la solución virtual nos permite empezar a tantear el camino que viene. Nos sirve, como dijo Gil Caroz, “para recordar la presencia, sin querer hacer equivaler ese recordatorio a la cosa misma. Se trata de asegurar que el Psicoanálisis no sea olvidado”(6). Por su parte, Miquel Bassols decía el otro día en Valencia que no se ve la luz al final del túnel, y que quizás lo que quede por delante, sea vivir y aprender a vivir dentro de este túnel y que de eso se trate la “nueva normalidad”. No sabemos si será así, ni los psicoanalistas ni los científicos. Espero que la solución virtual no sea la solución final para el Psicoanálisis, sino más bien un bote salvavidas que nos permita llegar, tal vez, a una nueva tierra. Y aquí estamos, remándola.
Notas
- Miller, J-A.:”Para introducir el efecto-de-formación”, en ¿Cómo se forman los analistas?NEL-Delegación México DF, Grama Ediciones, Buenos Aires,2012, pág 14.
- Ibid, pág 15.
- Miller, J-A. ”El banquete de los analistas. Paidós, Buenos Aires, 2000, pág 284.
- Lacan, J: “Otros Escritos”, Paidós, Buenos Aires, 2016, pág 298.
- Miller, J-A.:”El banquete de los analistas”. Paidós, Buenos Aires, 2000, pág 285
- Caroz, Gil.: “Recordar el psicoanálisis”. Texto publicado en el HebdoblogNº 198, ECF, 5 de abril 2020. Traducido del francés por Margarita Álvarez.