FLASHES DEL BLOG # 8: CONVERSACIÓN SOBRE LA TRANS-FORMACIÓN DEL ANALISTA. PERSPECTIVAS
Por Germán Aníbal Schwindt
Que la amenaza a la vida, versión freudiana de la angustia, flote de modo más patente y que haya una miríada de manifestaciones en derredor, da noción de las respuestas ante lo incierto. Respuesta tales como las microliteraturas del yo, que de a pocos o muchos caracteres inundan las redes; en ellas pareciera haber cierto empuje a intentar afirmarse por medio de afirmaciones -¿en una imagen? ¿en la vida?- más o menos “apocalípticas”, más o menos “integradas”, ante la posibilidad de esfumarse en el océano de los tiempos.
Hay la fortaleza del anhelo de ignorar. Como información, cualquiera sabe que “todes somos mortales”, así y todo vivimos –el plural abisma el caso-, vivimos sin que ello importe en lo más mínimo, hasta ciertos momentos, donde ese pasaje no subjetivado se transforma en temporarios clamores elocuentes, susurros temblorosos, pavores, chistes de velorios e inclusive rotundas pavadas. Podría apelar a la suspicacia borgeana, la que decía que no se puede afirmar la no existencia de la inmortalidad, por el mero hecho que aún no hubiera nacido el primer inmortal, no todo es literatura.
A comienzos de los 2000, en la Biblioteca Freudiana de La Plata, el filósofo dedicado a historia de la ciencia Guillermo Ranea –mi maestro en filosofía, desde cuando estuve en esa facultad- comentaba, ante un auditorio de colegas e interesados, a propósito de la ciencia y la técnica, señalando que a medida que esta última ha tomado un lugar preponderante, crea, entre otros, unos particulares objetos, que no son solo los remanidos objetos técnicos. Objetos técnicos destacados por Martin Heidegger, revisados por tantos como Gilbert Simondon, utilizados y desplazados para el discurso del cual nos sostenemos por Jacques Lacan; sino que también la técnica crea un subgrupo de objetos, una rama de aquellos, los objetos que portan una carga moral. Los objetos con carga moral, los que supuestamente protegerían de otros objetos, también surgidos de la técnica.
Así la invención de autos, que pueden desarrollar velocidades descomunales, en un momento de su desarrollo tecnológico, su construcción comienza a incluir otros objetos, a la vez que son incluidos los autos, en una matriz ficcional, legislaciones, aparecen las reglas de uso del “cinturón de seguridad”. ¿Seguridad para qué? Atención, no se trata aquí de la ofuscación opositora, los clamores-balbuceos anti-reglas/ más reglas; está muy bien que existan legislaciones que intenten preservar vidas ¿quién en su juicio querría negarlo?. El foco –si se pretende analítico, por ende subversivo- hay que desplazarlo, “en desvío” Masotta dixit. Objeto y objeto de prevención, ¿qué se puede objetar?
El mismo agente de discurso crea el objeto riesgo y su lábil protección, crea regulaciones jurídicas, penas por su mal uso, y no está de más decir, que así y todo es poco habitual que alguien se prohíba de salir de paseo en auto, porque puede perder la vida si un tornillo se desprende, aunque las estadísticas informen día a día de lo efectivo de los autos para producir decesos, en su conteo morboso de livideces y hierros retorcidos.
Los objetos con carga moral son pues un epifenómeno elocuente del valor que se le asigna cotidianamente a la vida y su fin… reemplace el lector sin taparse los ojos, los oídos ni la boca, automóvil y cinturón de seguridad por otras amenazas y protecciones, encontrará ligeras diferencias y detalladas similitudes, las que “no se alinean”, aunque haya una apelación a un orden benefactor o maleficente.
Basta prender la radio, la tele, la compu, el celu, leer el diario, las redes, suena un coro de sirenas, de alarma, también de carancheos y otros cálculos, de cuentas que abundan, a la vez menguan vidas por doquier … Mientras ¡hay otros viajes! Sigmund Freud gustaba de esa metáfora para los tratamientos analíticos, no son todos hoy esa ¡Odisea! … es que algo del “silencio de las sirenas” –Franz Kafka dixit– ¿puede filtrarse?
Nuestras sesiones virtuales, respuestas de coyuntura, no son, ni sería conveniente, se las encolumne, como un dispositivo de “prevención de la salud mental”. ¿Qué hacer para no tender a eso? Ya que importa lo que “se dice” y lo que “se cree” en la máquina cotidiana de sentido común, lo que Freud llamaba la transferencia previa, más allá inclusive de las más formales argumentaciones, pues hasta estas son leídas con antelación, desde las creencias de quienes vienen a consultar.
La asimilación del psicoanálisis al discurso común, otra manera de llamar al psicologismo ambiente en nuestro “continente mestizo” –Táboas dixit-, por medio de algún significante coyuntural –prevención, contención, efectividad, resolución de problemas, etc-, invita a declinaciones e inercias, de las que pareciera tampoco se sale contestando con la formación de otro metalenguaje, por demás imposible. Los modos de existencia e inexistencia del psicoanálisis, en distintos puntos del planeta, ya hoy, lo demuestran, y para eso no ha sido necesario un virus.
Sin ceder ahí con ¿cuál es el detalle de nuestra experiencia, nuestra sesión psicoanalítica, que la mantendría no homogeneizable a las demás prácticas?.
Fecha de recepción 9/7/2020