Segunda Noche del Directorio: “La formación analítica y la Escuela” – EOL Sección La Plata, 21 de mayo de 2014

noche_la_lormación_analítica_y_la_escuela_2014José Lachevsky

 

Esta Noche del Directorio será la ocasión de comenzar a abrir preguntas sobre el tema en el ámbito de la EOL Sección La Plata. No será nuestra intención encontrar respuestas rápidas, sino más bien invitarlos a dar el primer paso necesario para recorrer este largo camino. Nos encontramos ante una tensión paradojal; ya que, si bien le damos a este recorrido un carácter inaugural, estamos ante un tema que ha tenido un extenso desarrollo en la historia del Psicoanálisis. Incluso ha sido tema de un Congreso en el año 2002. Sin embargo, la creación de un nuevo lazo como es la fundación de esta Sección nos pone frente a una discontinuidad en el tratamiento de la cuestión de la Formación del analista y la Escuela, de la que intentaremos sacar algunas consecuencias.

En primer lugar, considero que estos momentos constituyen una especie de laboratorio en lo que toca a la relación entre la formación del analista y la Escuela. Nuestra ciudad ha sido un lugar de una larga experiencia en lo que a producción psicoanalítica se refiere. Gran cantidad de libros, jornadas, múltiples intercambios con miembros de la EOL, infinidad de análisis en curso, controles, se han producido y se producen en nuestro medio. Sin dudas todo esto generó un empuje irresistible para la creación de la Sección. Cantidad de analistas practicantes estudiando y enseñando, analizándose y analizando, ¿podríamos decir en formación?

Acá nos encontramos con una cuestión crucial para nuestro camino ya que si consideramos que nuestra experiencia previa al ingreso a la Escuela fue parte de nuestra formación, ¿cuál es la especificidad de la Escuela como lugar privilegiado para la formación de los analistas?
Para Lacan es la Escuela la que puede dar una garantía para la formación de sus miembros, pero estos no están garantizados por ella, sino que deben dejarse formar en y por la Escuela. Para esto debe haber un forzamiento de la transferencia –más allá de la existente con el propio analista– para que esa transferencia se dirija al psicoanálisis del que la Escuela es su representante.

¿Se trata de un plus en la formación cuando se produce la inmersión del analista en la Escuela? Miller, en “El desbroce de la formación analítica”, decía que Lacan pensaba más bien en una formación por inmersión, es decir una formación en la que se sumergiera al sujeto en un ámbito de saber, que le invitara a nadar, a inventar su propio camino en el ámbito epistémico. Esto hace pensar que más que un aditamento a la formación lo que se produce es un cambio de lógica. Para esto, ayuda pensar a la Escuela como un nudo en el que lo imaginario sería el grupo como efecto irremediable; lo simbólico, todo el aspecto institucionalo; y lo real, no tener una definición de qué es un analista. Cada uno hace en la Escuela su experiencia de lo real, por lo tanto esta experiencia es traumática en tanto toca al goce pulsional de cada uno. A tal punto la Escuela confronta a sus miembros con esta experiencia inédita que Miquel Bassols la incluye como quinto concepto fundamental y Mauricio Tarrab agrega la inmersión en la Escuela como cuarta pata del trípode freudiano (análisis, control, enseñanza). Se advierten así los intentos de dar toda su potencia a la especificidad de desarrollar la formación dentro de la Escuela. Y como el punto de partida es un vacío de definición, no hay manera de armar cursos o programas cuyo producto sea un analista formado. Como dice Tarrab en “Sobre la formación analítica y la Escuela”: “El verdadero problema de la formación es el psicoanálisis mismo, es un saber que no puede dominarse del todo, ni transmitirse como un saber hacer”. Por esto la formación analítica es un problema que no cesa de interrogarnos, arrojando fuera de toda respuesta posible a las mejores intenciones pedagógicas que implicarían un dominio del goce a partir de un saber. Es más bien del orden de la contingencia lo que producirá los efectos de formación para cada cual, según su relación libidinal con la Escuela y sobre todo con el Psicoanálisis.

Por eso, como dice la AE Anna Aromi el riesgo es instalarse en la comodidad, en la seguridad del funcionamiento institucional; ya que esto implica rechazo del saber, deseo de dormir y la Escuela, cuando cumple su función, está en conexión con lo real del sueño. Debe ser lo suficientemente inestable para resultar incómoda para los propios analistas. Por eso el objetivo de la Escuela es recordarles ese real a los propios analistas para impedir que duerman.

Para terminar esta introducción, voy a contarles una experiencia que me tocó vivir el año pasado cuando, aprovechando un fin de semana largo, me fui a la costa a descansar. Era sábado a la noche y me aprestaba a cenar y ver una película cuando recibí un mail –relacionado con los últimos momentos del MOL y la inminente creación de esta Sección– que me hizo zambullir sin pausa en un acalorado intercambio que duró prácticamente hasta la medianoche. Mi última respuesta fue “pensar que me vine a la costa para desconectarme” y lo que recibí fue un lacónico “desconectarse es una palabra que no existe en el Campo Freudiano”. Esta interpretación que apuntó a mi deseo de dormir, desmentido por los hechos, fue el primer efecto de formación del que puedo dar cuenta como miembro de la Escuela.