Buenas noches, agradezco la invitación a la Sección La Plata, a José Lachevsky y Gisèle Ringuelet, con los que vamos a llevar adelante este trabajo de Noche de Escuela. No es la primera, porque ya hubo una que fue la inaugural, pero diría que es la primera Noche de Escuela en cuanto al trabajo que implica “un trabajo de Escuela”, distinto de cualquier trabajo de seminario, enseñanza, etc. Esto quiere decir que se espera que a partir de nuestras intervenciones podamos producir una conversación –entre todos, o no todos, pero unos cuantos– y obtener un producto: un producto de Escuela. En cada Noche de Escuela, se espera que algo se produzca. Entonces, les agradezco la posibilidad de participar y de acompañarlos en esta primera Noche de trabajo de Escuela con que se inaugura un largo recorrido, o al menos un horizonte…
Si yo tuviera que poner un título a un trabajo que podría haber escrito para hoy –cosa que no hice–, le hubiera puesto “La experiencia inaugural en La Plata” o “La Plata: una experiencia inaugural”. Un poco tomando lo que José plantea, de la paradoja del carácter inaugural, cuando muchos de ustedes vienen trabajando y formándose en el Psicoanálisis desde hace mucho tiempo.
Sin embargo, la Escuela, como concepto y como existencia, es una experiencia inaugural. Así la define Lacan cuando funda la Escuela ¿Y por qué es una experiencia inaugural? Porque justamente no se apoya en ninguna institución previa, todo lo contrario: rompe con ellas. Cuando Lacan funda la Escuela, la funda sin ningún tipo de historia en relación a lo que es la idea misma de una Escuela. Por eso la Escuela tiene un carácter inaugural .Y que nuestra Escuela –la EOL– tenga ya 22 años, no le resta a La Plata la experiencia inaugural de la Escuela; es una experiencia inaugural para cada uno de ustedes que forman parte de este dispositivo –llamémoslo así– inventado por Lacan.
Entonces, efectivamente esta experiencia en La Plata tiene un carácter inaugural, lo cual no resta toda la formación que ustedes traen, realizada en otros espacios, sea en las instituciones de las que surge la Sección La Plata, sea en los hospitales, en la Universidad, etc. La formación que cada uno de nosotros tiene y trae es muy amplia. Pero como destacaba Gisèle, el título de la Noche: “La formación analítica y la Escuela”, dice que formarse en la Escuela, que el acontecimiento de la formación en la Escuela, tiene una singularidad. Entonces, yo le hubiera puesto de título, a ese trabajo para hoy, “La Plata: una experiencia inaugural”; y le hubiese puesto un subtítulo, que es más bien algo que está por venir, aunque ya esté: “La vida en la Escuela”. O sea, hay que vivir la Escuela. La van a vivir. Hay que habitarla, la van a habitar. Y en esa vida ocurren muchas cosas… Esto, solamente para entrar en calor, sentir lo que de alguna manera implica hacer la experiencia de la Escuela.
No escribí nada para hoy. Sin embargo traje algo que quiero leerles. Es un texto que escribí justamente para La Plata, hace exactamente un año: mayo del 2013. Me parece de una absoluta vigencia porque es de cuando estaba en pleno funcionamiento el MOL, en pleno movimiento hacia la Sección. Era para una revista de la comunidad platense a la que se me invitó a decir algo sobre un tema: “Puntos de encuentro y desencuentro entre la política de Escuela y la política Institucional”. En realidad, es difícil, por lo menos para mí, volver a leer lo que escribí, una vez que pasó un tiempo; en general pienso: “hubiera dicho otra cosa”. Pero para la ocasión, creo que está bien volver a decir algo de eso. A ese tema, le puse otro título que organizó lo que quería decir en ese momento, se llamó “Topologías de Escuela”.
Les leo lo que escribí entonces, para –a partir de ahí– empezar a conversar con lo que cada uno de ustedes planteó y con algunas preguntas que Gisèle Ringuelet y José Lachevsky me enviaron para conversar hoy:
«Hay numerosas referencias en Lacan que nos permiten, aún hoy, trazar una política de la Escuela que queremos. Que ella necesite de un aparato institucional que le haga de soporte, no nos desvía de la política que nos trazamos, y que es la de Escuela, la única que cuenta a la hora de garantizar la permanencia del discurso analítico en el mundo…».
Y con esto subrayo uno de los primeros elementos que me parece importante marcar en este “y” la Escuela. La formación en el hospital, en la Universidad, en las instituciones es necesaria ‑muchos de nosotros nos hemos formado de esa manera y de otras maneras también–, pero el discurso analítico, como tal, sólo existe en la Escuela. No hay discurso analítico en la Universidad, aunque muchos de nosotros damos clases en la Universidad, Pero ahí no hacemos existir el discurso analítico. En todo caso, en el mejor de los casos, cuando lo logramos, podemos hacer una transmisión de lo que eso implica para cada uno de nosotros. Pero lo que garantiza la existencia del discurso analítico, es la Escuela. Y cuando Lacan funda la Escuela, la funda para eso, para garantizar la existencia, y más que la existencia, la supervivencia del discurso analítico; y para garantizar un lugar donde los analistas se puedan formar. Esos son los dos elementos fundamentales de la Escuela: mantener vivo el discurso analítico, hacerlo existir; y que los analistas que se quieran formar, según el discurso analítico, tengan un lugar donde poder hacerlo.
Entonces, ya que el título que se me había propuesto era “Política institucional y política de Escuela”, decía en aquel texto:
«Prefiero hablar de lógica institucional y lógica de Escuela, de sus puntos de encuentro y de desencuentro, y reservar la política para la Escuela. Muchos de ustedes recordarán la mención de Lacan en Televisión a la S.A.M.C.D.A, la Sociedad de Asistencia Mutua Contra el Discurso Analítico. Esta, es tal vez la fórmula más impactante que diera Lacan del destino Institucional de una Escuela. A lo que una Institución psicoanalítica puede quedar reducida si desconoce el discurso que la condiciona. Y seguramente por ello, Lacan no dudó a la hora de disolver su propia Escuela. Basta leer la “Carta de Disolución”, para entender las concesiones que de ninguna manera él estaba dispuesto a hacer; demostrando en acto que no es por su responsabilidad –y cito textual a Lacan– “por lo que mi Escuela sería Institución”(1). Lacan decide disolver la Escuela en ese punto donde no iba a aceptar que se convierta en una Institución que él llevara adelante. Cuando Lacan se refiere a la SAMCDA –a la Sociedad de Asistencia Mutua Contra el Discurso Analítico–, en su respuesta a la pregunta ¿por qué el psicoanálisis no es una psicoterapia?, tampoco duda en hacer referencia al Pase para distinguir a la Escuela de una Sociedad analítica. Y dice lo siguiente: “Esto ayuda a los analistas, faltos de pase en las ‘sociedades’, las que por no querer saber nada de ello, digo: del pase, lo suplen con formalidades de grado, muy elegantes por establecer establemente a quienes despliegan en ella más astucia en sus relaciones que en su práctica” (2). Esta es la cita textual de Lacan en Televisión. Como ven, esta parte donde dice aquellos que “despliegan en ella más astucia en sus relaciones que en su práctica”, también nos introduce en una dimensión de la política que no es exactamente la política que nos interesa, la política del Psicoanálisis, la del síntoma –podríamos llamarla–, la del Inconsciente. Es otro nivel de la política, que también se juega.
Si hay algo que introduce el dispositivo del Pase en el seno de una Escuela, es que mantiene abierta la pregunta acerca de qué es un analista. Cada vez que la Escuela produce un AE, no produce una respuesta universal a esa pregunta. Por eso una Escuela se define por mantener en su centro esta pregunta incontestada, y a la vez por realizar una búsqueda permanente de una respuesta que siempre será singular y de la que cada AE testimonia a su manera, sin llegar a decir qué es un analista para todos. Ese –pienso– es el punto de inconsistencia que necesita la Escuela para existir. No hay una respuesta y no la va a haber, salvo esas respuestas singulares donde cada uno puede decir, de algún modo, cómo ha surgido en él el deseo del analista; y aun así eso no responde qué es un analista. Es decir, se trata de mantener ese punto de inconsistencia, no de suturarlo.
Ahora bien, si la Institución implica siempre una amenaza para el Escuela, es porque ella siempre intenta restablecer un Otro y los lugares que ese Otro puede conceder…». Recuerden que estoy hablando de los encuentros y desencuentros entre la Escuela y la Institución:
«…desde ser miembro –muchos de ustedes acaban de entrar– que es el primer lugar que la Escuela como Institución tiene para ofrecer, hasta los diferentes lugares en el Directorio, el Consejo y otras instancias necesarias para que la Escuela mantenga su funcionamiento. Por ello, la Institución es una formación en cierto modo antinómica al discurso analítico. Porque ella ofrece variados y diferentes lugares, mientras que el único lugar que le espera al analista en el discurso analítico, es el lugar del desecho. El lugar de resto de la operación analítica, que él obtiene en su experiencia de análisis y el que está dispuesto a ocupar para que otros hagan su propia experiencia». Podemos decir que uno de los nombres de la política de la Escuela, es, efectivamente, la política del resto: el analista es el resto, aunque no se identifique a él.
Entonces, lógica institucional y lógica de Escuela: ¿cómo se anudan? Decía en este texto: «ambos niveles dibujan una topología que atraviesa la Escuela de punta a punta, y que sólo la posición del analista podrá empalmar de la buena manera. El Pase que, además de los AE, es una doctrina del final de análisis, y una política del Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana…».
Es la idea que tengo: el Pase no es sólo los AE, quiero decir, la Escuela en su conjunto forma parte del Pase en tanto cada uno de sus miembros participa en la elaboración y en la producción de una doctrina del final del análisis.
«… el Pase descompleta la Institución y le da forma a la Escuela, una forma abierta tal que puede dar lugar a que cada uno se inscriba en ella como más le convenga: sinthomáticamente, en el mejor de los casos, fantasmáticamente, a veces. En fin, si prevalece la Escuela y las sombras de la S.A.M.C.D.A. no se nos vienen encima, entonces habrá la oportunidad de que los intereses de cada uno encuentren un lugar en ella».
Para concluir, lo último que decía es: «Si la Escuela es fundamentalmente una experiencia inaugural –como decíamos antes– que es en tanto tal la experiencia del discurso analítico, pregunto: ¿cómo inventar una institución que contraríe lo menos posible a ese discurso? Es el desafío permanente al que nos invita uno de los principios de la política lacaniana, el de “no ceder ante lo real en juego en la formación” (del texto de Miller sobre Política lacaniana). Esto quiere decir, no ceder ante los efectos transferenciales, que son efectos de grupo; pero también quiere decir, poner en acto el discurso analítico en tanto revés del amo y no como su partenaire».
Esto es lo que envié en aquel momento cuando me invitaron a escribir algo sobre “Encuentros y desencuentros entre la Institución y la Escuela”, hace exactamente un año. Creo que es todavía vigente para el momento actual, inaugural, de la experiencia de la Escuela aquí en La Plata, donde seguramente todavía se hace sentir eso que quedó atrás, lo institucional. Digo, todavía se hace sentir, pensemos en la Escuela que existe desde hace 22 años y también, todavía, se hace sentir…
En principio quería transmitir esto para tomar posición respecto de la formación y la Escuela, y lo que pienso que es propio y singular de la formación en la Escuela. Y en ese sentido, aquellos que ahora acaban de entrar en la Sección La Plata –hay gente que ya estaba, entonces ya vienen haciendo esa experiencia–, pero para los que recién entran es una experiencia inaugural. Podemos discutir de qué modo y qué pasa con la formación que uno traía, y qué es lo nuevo. Y en ese sentido hay algo que vos traías, Giselle, que me parece interesante, hablabas de las causas: “hay un hiato entre la causa y la formación”, y pusiste el acento en las causas. Me quedé pensando que formarse, que la formación implica por supuesto las causas, pero también implica el producto, lo que se produce, que tiene que ver más bien con el efecto de formación. Y el producto siempre es algo del orden de una transformación: la transformación que se experimenta en uno mismo como analista a partir de los efectos de formación. José en los mails me decía de transmitir algo del pase en relación a esto y, efectivamente, el pase es el lugar privilegiado donde se puede percibir qué se ha trasformado en la formación analítica, a partir del análisis –que es una de las patas de la formación– e implica una transformación en el lazo con la Escuela.
Cuando uno entra a la Escuela, entra de un modo y hay algo del trabajo en la Escuela que a uno lo va amasando, lo va transformando, que no es que la Escuela por si misma hace algo –más allá de la Escuela sujeto–, eso tiene que ver con el propio trabajo analítico y con las patas de la formación que también José señalaba: el control, la enseñanza y el análisis. Pero me parece fundamental situar este punto de transformación. Y que quienes estamos hace más tiempo en la Escuela podamos decir qué se transformó para cada uno, y también saber que aquellos que deciden entrar en la Escuela de alguna manera se van a confrontar con esto.
(Texto establecido por Cristina Coronel a partir de la desgrabación realizada por Mariana Isasi Boffa. Revisado por Silvia Salman).
Notas Bibliográficas:
(1) Lacan J.: “Carta de Disolución” en Otros Escritos, Paidós, Bs As, 2012, Pág. 338.
(2) Lacan J.: “Televisión” en Otros Escritos, Paidós, Bs As, 2012, Pág. 539.