Reseña de la Noche de Directorio: “El saber en el Pase”, con Beatriz Udenio

18-el-saber-en-el-pase-bu

 

NOCHE DE DIRECTORIO: El SABER EN EL PASE EOL Sección La Plata, 21 de septiembre de 2016

 

 

por María del Pedro

 

Paula Vallejo da la palabra a Beatriz Udenio, a quien siendo docente en el ICdeBA, el IOM y el CIEN, le interesa la transmisión y la investigación en psicoanálisis.

Beatriz inicia su exposición agradeciendo la invitación para hablar sobre “El saber en el pase”, sobre cómo fue la elaboración de saber al final de su análisis y el armado de su caso para “pasarlo”. Y se manifiesta “contenta” con estar en La Plata, una ciudad que la devuelve a sus años de estudiante universitaria, que le recuerda sus ideales de juventud (que aún sostiene, nos dice) y a cuyo arribo se le dibuja “una sonrisa más amplia”. El hecho de que el encuentro sea el día de la primavera y del estudiante, hace que nos recuerde que para el estudiante así como para el enseñante, o sea para aprender, la mejor posición es la del analizante.

Comenta cómo piensa realizar su armado, para el trabajo de esta noche, qué es aquello que le resulta “necesario”, aquellas referencias donde apoyarse respecto de su caso. Se maneja entonces yendo de las referencias al caso y del caso a las referencias. Sus referencias son: «Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI» (Otros Escritos), donde Lacan hace sus ultimísimas consideraciones sobre el pase y dos capítulos del curso de J.-A. Miller, Sutilezas analíticas, donde éste releva tales novedades. Miller dice allí que Lacan siempre sostuvo una relación complicada con el saber.

El análisis permite el armado de una ficción, de un relato ordenado del deseo del sujeto en relación al deseo del Otro. Esto en la vertiente del inconsciente transferencial, nos recuerda Beatriz. Y también que Lacan introduce allí (en el “Prefacio…”) el inconsciente real y que, paradójicamente, ubica al pase en relación a la verdad y su estructura de ficción, y no del lado del saber. Siempre creímos que se trataba de la transmisión de un saber, nos dice Beatriz. J.-A. Miller sostendrá que hay una decisión de Lacan de no hablar, a esa altura y respecto del pase, de transmisión de saber sino de un decir sobre la satisfacción. Esta orientación marca la lectura respecto de su testimonio.

La invitada nos comenta que se presenta a su tercer análisis con la frase “No soy la que Ud. cree que soy y mi vida es un desastre”. En el “no soy la que Ud. cree que soy” ubica su propia verdad mentirosa sobre su ser, puesta en el otro. A su vez, enfatiza que el estado de urgencia en que llegó a la consulta se prolongó largo tiempo. Ya que es preciso “quitar la atención de la urgencia” y, en ese entonces, todo era urgente para ella, esto implicó un arduo trabajo. Arduo y largo trabajo de pre entrada en análisis, como osa llamar a este tiempo de entrevistas preliminares. Es necesario, para que se produzca un análisis, transformar esa atención en pregunta.

La expositora da cuenta de cómo el desgarro, la caída, el desplome, la devastación ganaban la partida, la dejaban pegada al sufrimiento, gozando de esa posición sin saberlo. La transferencia no bastaba, entonces, para sacarla de ahí. La confianza en su analista no bastaba, señala. Aparecerán, a su vez, formas imaginarias (“amable, encantadora”) que refieren al narcisismo. En medio de la devastación, su analista no dejará de señalarle la mascarada y el autoerotismo en juego en relación al lugar que habría ocupado para su madre.

La entrada en análisis se produjo a partir de la lectura de un sueño que situaba su posición de estar “fuera de lugar” y de haber “llegado a destiempo”, sensaciones que la acompañaban desde siempre. La escena del sueño transcurría en la sala de espera de su analista, cuando éste salía a su encuentro, ella miraba para otro lado. Fue cuando se dio cuenta que era ella quien llegaba tarde y se escondía, que se pudo quitar la atención de la urgencia y hacer lugar a las formaciones del inconsciente. Pero esto, nos recuerda Beatriz, no se puede forzar, sucede. Todo el tiempo precedente, el analista estuvo allí como presencia y sostén. No había entonces, hasta ese sueño inaugural, un sujeto del inconsciente. Aquí sí se puede formalizar una entrada en análisis y la instalación del SsS.

Esto –que ha dicho hasta aquí– ¿no es saber?, nos interpela nuestra invitada.

Estos años como AE la han hecho reflexionar sobre el dispositivo mismo del pase. En su caso, hubo cuatro pasadores. Existe el riesgo –advierte– de parte del pasador –pero también puede serlo de parte del pasante–, de enchufar el caso a la doctrina. Al querer pasar de lo singular a lo particular, ¿no se produce un saber que aplasta o desvirtúa lo que el dispositivo intenta sostener? Esto sería: lo singular, lo que sorprende, lo que hace al caso único.

José Lachevsky –de acuerdo a lo propuesto por Beatriz: interrumpirla con inquietudes y comentarios– pregunta si la Escuela no hace un uso de los AE para que respondan por las cuestiones que, en cada momento, se plantean en el seno de la misma. Beatriz responde trayendo a la luz lo que los testimonios tienen de performance e indica que el pase es un dispositivo donde reina el no saber. Irene Kuperwajs señala que el acento debe estar puesto en dejarse enseñar. Intervengo para decir que la marca de lo singular, de lo que sorprende, en su caso –único– fue, para mí, el hecho de “cantar” al momento de brindar su segundo testimonio. Andrea Perazzo lleva la cuestión hacia la sorpresa, de lo que “pasa”, lo que resuena de un testimonio, el pasador debería dejarse sorprender. Beatriz aquí recurre a la noción de “escotoma”, de aquello insoportable para el otro, que no se puede calcular. Rosana Salvatori diferencia aquello que se puede demostrar de lo que resulta indemostrable en el dispositivo. De un lado ubica la logificación, del otro –del lado de la satisfacción indemostrable–: la resonancia. Pregunta, entonces, si puede homologarse esto último al goce femenino que se siente y no se puede decir.

No hay una terminación para el saber, dirá nuestra invitada. Con relación a lo más y lo menos lógico, pondrá como ejemplo un sueño: le mostraba a su analista el piso de abajo del grafo del deseo. En el lugar del síntoma estaba el ideal del yo. En el sueño, ella tachaba el I (A). Su analista interpreta: Usted amaba lo que otros amaban en usted.

Otro sueño, más adelante en el análisis: Llega tarde pero permanece. Espera, el tiempo pasa lento, ya no hay urgencia. El analista se hace presente y le entrega un papel, donde dice: “una vez develada una verdad sobre sí, hay que tomarse un trabajo para analizarla”. Entonces, ella se levanta y va a hablarle.

Para aportar a la cuestión del saber desde otra perspectiva, Beatriz hace referencia a un texto de Alain Merlet, miembro de la Comisión del pase de la ECF, donde se refiere a los pases de Débora Rabinovich y al suyo, resaltando la “enunciación inventiva” (“hablando lalengua del cuerpo con metáforas naif”). En relación con un sueño –al que Beatriz se referirá después– dice que se produce allí un pasaje del “aún” al “en-cuerpo”, “del encantamiento al dúo imposible con su analista”.

El análisis avanzó del “encanto” al “canto” y al borde,  del enloquecimiento del inicio (“loca”) a “dislocada”. ¿Cómo se vive la pulsión al final del análisis?, se pregunta y responde que no fue sin clases de canto, sin la satisfacción en el trayecto, sin aquello que “decantaba” en los sueños (“Terminal B 1”).

Lo que la decidió a presentarse al pase, seis meses después de concluido su análisis, fue otro sueño: está en la sala de espera vacía. El analista trae una hoja de papel en blanco. Firme, le dice. Ella firma con una B en el borde de la hoja. La B desaparece y queda como una marca de agua. “Ud. sabe –dice ella– yo siempre en los bordes”, “Ud. puede estar ahí y, allí, y más allá”, le dice él. Entonces, cantando en francés, ella pregunta “¿Et maintenant?” (¿Y ahora?), “Rien de rien” (nada de nada), responde él. Hay un gran portón de entrada. Ella ve pasar las versiones de los nombres que la representaron en diversos idiomas, mientras va entrando a un campo abierto. Mira alrededor y piensa que tiene que buscar su lugar (“locus”). Más lejos, el analista convoca gente para armar una lista (que la incluye). Allí surge: mi nombre es Lucía. Se despierta y hace la solicitud del pase.

El sueño es una condensación de todo su trayecto analítico, nos dice. Son mojones claves. Estoy ahí, formo parte de una lista con otros pero estoy sola. Lucía resultaba un significante nuevo, enigmático, que tuvo el valor de impulsar el pedido de pase. Puede decir ahora que refiere al objeto mirada, se enlaza con el mito de Santa Lucía, quien solo a partir de quedar ciega, sigue viendo, conectando esto con su relación al saber, su interés por “elucidar”, “dilucidar” algo para volverlo útil, instrumental. Para ello avanza por recorridos dislocados.

Paula le hace notar que es eso lo que hizo acá, hoy. Nuestra invitada, agrega –aún– que no cree en ningún tipo de pureza, que no hay sujeto nuevo al final del análisis, que el análisis no es antídoto para los males cotidianos de la vida (si bien ella ha pasado a sostenerse en sus restos sintomáticos y ya no necesita de la presencia de su analista), que se hace demasiado hincapié en el goce, en lo vital del goce, y ella quiere rescatar el valor del deseo, de la articulación entre el goce y el deseo propio.