Psicosis ordinaria: la externalidad corporal

SEGUNDA ACTIVIDAD PREPARATORIA HACIA EL XI CONGRESO DE LA AMP: LAS PSICOSIS ORDINARIAS Y LAS OTRAS, BAJO TRANSFERENCIAEOL Sección La Plata, 28 de febrero de 2018

 

 

 

Adriana Fanjul

 

La expresión “psicosis ordinaria” fue pronunciada por primera vez en la Convención de Antibes (1998).  Ésta constituye el último eslabón de una serie de Conversaciones clínicas que se inició dos años antes en Angers (1996) y continuó con la Conversación de Arcachon (1997). Diez años después, en el texto “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”(1), Miller vuelve sobre ella y resitúa las coordenadas que permitirían aprehender los alcances de esta expresión. Sirviéndose de los indicadores que darían cuenta de los modos singulares en que cada parlêtre siente el mundo, el cuerpo y las ideas como externalidad, abre paso a un programa de investigación a partir del cual una multiplicidad de fenómenos clínicos –que no entraban en ninguna clasificación– pueden ser aprehendidos en su especificidad (2). Indicadores discretos, “humildes” (3), “normalizados” que cobran relevancia y posibilitan reordenar aquello “inclasificable” ya no en la tensión de la clínica binaria neurosis-psicosis (4), sino en el interior mismo del campo de la psicosis (5), en tanto ellos remiten a un desorden central: la perturbación “en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en un sujeto” (6), sutiles indicios de la forclusión.

 

La externalidad corporal

Esta externalidad concierne al Otro corporal, al cuerpo como Otro para el sujeto. Miller parte del principio lacaniano de que el cuerpo no es un dato primero, “no se es un cuerpo, sino que se lo tiene”, y para “tenerlo” es necesaria una operación de apropiación. Más allá de las diferentes formulaciones de Lacan una constante se recorta: el organismo viviente es insuficiente para hacer un cuerpo. Una primera aproximación a la idea de cuerpo la tenemos a partir del estadio del espejo, la eficacia de la imagen aporta el sentimiento de unidad a un cuerpo concebido en oposición al organismo prematuro. No obstante, lo que hace cuerpo no es la imagen sino el significante que opera a dos niveles, por un lado, mortifica el cuerpo, lo cadaveriza (7), hace de él un “monumento” (8) de un goce ausente, pero por otro abre la vía del goce, en tanto él mismo es causa de goce. Desde esta perspectiva la problemática del cuerpo si bien no se reduce ni al estadio del espejo, ni al cuerpo simbólico, sí se sostiene en la dimensión narcisista que inscribe al cuerpo como forma y como sustancia gozante (9). Ahora bien, para tener un cuerpo, para que éste cumpla con la función de “consistencia mental” (10), es necesario que los tres registros se encuentren anudados sea por el Nombre del Padre o por un sinthome, si ello no acontece lo imaginario se separa y el goce rebasa el cuerpo perdiendo su “consistencia de continente” (11), revelando su faceta de extranjeridad.

Ahora bien, la manera en que esto se manifiesta abre un abanico clínico –de Schreber a Joyce (12)– sujeto a los distintos desenganches, desanudamientos, como así también a las diversas soluciones del psicótico con su cuerpo. “Estos fenómenos no afectan a todos los cuerpos por igual” (13), en algunos concierne al cuerpo en el eje imaginario (sea en cierto extrañamiento entre el yo y el cuerpo, o bien en la pregnancia imaginaria), otros fenómenos parecieran ser “más acontecimientos de lenguaje” (14) que inciden en un uso del cuerpo (15), mientras que en otros puede haber un ejercicio desenfrenado de la pulsión o bien una afectación de los órganos en su funcionamiento. Modos diversos que permiten dar cuenta de que “algo cojea en el anudamiento” (16) de los registros, revelando la autonomía de lo real y lo imaginario del cuerpo, ahí donde “el desorden en la juntura más íntima se perpetúa”. (17)

Como señala Miller, cuando el cuerpo se descompone, el psicótico se ve llevado a inventarse medios para ligarse a él. Desde marcas –como modo de localizar el goce–, pasando por los tatuajes o piercings, hasta un determinado síntoma corporal o prácticas que lo involucren, que pueden servir de anudamiento sinthomático en la relación que tiene el sujeto con su cuerpo. Modos diferenciados de acuñar un cuerpo, poniendo coto a “la deriva de un goce sin molde” (18). Ahora bien, no todo fenómeno de cuerpo, ni medio artificial que recaiga en él, cobra el estatuto de un verdadero anudamiento; una vez más la clínica del caso por caso nos interpela.

 

«Un caso no tan raro»(19)

Para finalizar, me serviré de una viñeta presentada por Jea-Pierre Deffieux en la Conversación de Arcachon.

B., de 36 años, se presenta con una queja repetida: “No tengo energía”–dirá–, carece de voluntad, se encuentra detenido en la vida sin poder tomar decisiones. Esta expresión, que podría ser tomada como una frase banal, a partir de la orientación del analista pronto se revelará como siendo otra cosa.

Desde los 17 años, que abandona los estudios, y hasta la actualidad de la consulta se suceden diferentes emprendimientos laborales que no se sostienen en el tiempo (20). Esta presentación contrasta con lo que el analista llama “una ostentación de los semblantes de cortesía” (21): simpatía en exceso, cordialidad y una facilidad para intimar con los otros que no redunda en lazos estables. Un fenómeno en el cuerpo –la extrema delgadez del paciente, producto de un brusco adelgazamiento no subjetivado por el sujeto– llama la atención del analista y lo pone sobre aviso de un “cuerpo que no obedece a nadie” (22).  Esta orientación –no sin cierto forzamiento– permite que el sujeto relate una escena infantil: a sus 8 años un hombre lo conduce a un bosque, lo golpea e intenta cortarle el pene. Él dirá: “De ningún modo sé si sentí dolor” (23). Ausencia de afecto, discordante con un cuerpo cubierto de hematomas. Este episodio aislado en su recuerdo –primero en el tiempo y segundo en el relato– dejará entrever el estatuto de “sostén” de otros fenómenos y prácticas que van desde la fotografía de su cuerpo desnudo en la adolescencia, pasando por la práctica exhibicionista con su partenaire sexual, hasta el “no tengo energía” que lo lleva a consulta. Esta queja –que tiene una incidencia en el cuerpo no sólo en lo que experimenta sino en el uso discreto del mismo– es puesta en serie con unos sueños recurrentes y permite vislumbrar “la singularidad de sus anudamientos sintomáticos” (24) localizando el goce en un cuerpo y así poder llevar “lo que se llama una vida normal”. (25)

 

 

 

Notas:

(1) Miller, J.-A.: “Efecto retomo sobre la psicosis ordinaria”, El Caldero de la Escuela #14, Buenos Aires, 2010.

(2) “Se habla precisamente de modos cuando se hizo desaparecer la discontinuidad de las clases (…) Ya no se distinguen clases sino modos, que son variaciones”. Miller, J.-A.: La psicosis ordinaria, Paidós, Buenos Aires, 2005, pág. 202.

(3) Palomera, V.: “La psicosis ordinaria: Entrevista a Vicente Palomera”, Red de formación continuada  en Clínica Psicoanalítica, Instituto del Campo Freudiano de España, http://www.redicf.net/psicosis-ordinarias-entrevista-vicente-palomera/, 2017.

(4) Tensión que dio lugar a categorías como borderline o trastornos límite.

(5) En tal sentido, el campo de la psicosis admite una división que no sólo contempla la diversidad clínica propia de las psicosis extraordinarias evidenciada en el desencadenamiento y sus coyunturas, también incluye aquellos casos donde no podemos situar con claridad una ruptura. No obstante, como señala Miller, no se tratará de reducirla a la categoría de psicosis no desencadenada, que sitúa en el horizonte un posible desencadenamiento, ya que algunas psicosis no llevan a eso, sino de advertir que “son psicosis, con un desorden en la juntura más íntima, que evolucionan sin hacer ruido, sin explosionar, pero con un agujero, una desviación o una desconexión que se perpetúa”. Óp. Cit. n° 1, pág. 27.

(6) Lacan, J. “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible en la psicosis”, en Escritos 2, Siglo XXI, Buenos Aires, 1998, pág. 540.

(7) En “Radiofonía” Lacan resalta la proximidad entre el cuerpo (corps) y el cadáver (corpse) en tanto el significante cadaveriza el cuerpo, no obstante, la separación del cuerpo y la carne no anula la recuperación del goce: “desde este cuerpo del que se separan, las nubes, aguas superiores, de su goce, cargadas de rayos que distribuyen cuerpo y carne”. Lacan, J. “Radiofonía”, en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 432.

(8) Tempranamente Lacan alude al cuerpo como monumento, “esto es mi cuerpo”, monumento, del viviente mortificado por el significante. Lacan, J. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 1998, pág. 251.

(9) Miller señala que es indispensable hacer jugar al cuerpo en los tres registros: el cuerpo como imaginario (estadio del espejo), el cadáver como simbólico (corpse) y la carne como real (cuerpo de goce). Óp. Cit.  n° 2, pág. 273.

(10) Lacan, J.: El Seminario, libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2009, pág. 64.

(11) Miller, J.-A.: “Nota paso a paso” en Seminario 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2009, pág. 209.

(12) Tal como plantean Esqué, X. “En Joyce solo hay algo que no pide más que irse…” https://psicoanalisisyciencia.wordpress.com/2012/03/26/en-joyce-solo-hay-algo-que-no-pide-mas-que-irse/   y Brodsky, G. : “Esos locos normales”, Lacan 21 Revista Fapol online, www.lacan21.com/sitio/2017/10/22/esos-locos-normales/

(13) Miller, J.-A.  y otros: Embrollos del cuerpo, Paidós, Buenos Aires, 2012, Pág. 15.

(14) Ibíd., pág.15.

(15) Tal el caso presentado por Jean-Pierre Deffieux en Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003, págs. 201-207.

(16) Ibíd., pág. 202.

(17) Óp. Cit. n° 1, pág. 27

(18) Domínguez, I.: “Algunas cuestiones sobre diagnóstico diferencial entre psicosis ordinaria y neurosis”, Novds XXII, Barcelona, http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=268&rev=36&pub=1, 2008.

(19) Deffieux, J.-P.: “Un caso no tan raro”, en Miller, J.-A. y otros:  Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003, págs. 201–207.

(20) Con anterioridad a la consulta el sujeto se sostenía en la “regla paterna” de mandato y sostén económico. A los 35 años abandona el sostén paterno y cambia su orientación sexual.

(21) Óp. Cit. n°19, pág. 203.

(22) Óp. Cit. n° 19, pág. 205.

(23) Óp. Cit. n° 19, pág. 205.

(24) Anudamiento que se apoya en esta queja y que con anterioridad se encontraba en otras prácticas que implicaban el cuerpo, arreglo de esa escena infantil que recorta el abandono del cuerpo.

Óp. Cit. n° 19, pág. 202.

(25) Óp. Cit. n° 19, pág. 207.