Hacia el VII ENAPOL: El imperio de las imágenes
Rômulo Ferreira da Silva (Director Ejecutivo del VII ENAPOL)
–Blog de la Sección: Ante el imperio de las imágenes y sus consecuencias en la subjetividad actual: ¿es necesario modificar la práctica analítica, más allá de la perspectiva lacaniana del sinthome? Si no, ¿qué cambiaría, sin desviarnos de dicha orientación?
–Rômulo Ferreira da Silva:
La práctica analítica sobre el imperio de las imágenes (*)
Se trata de una cuestión bastante importante para el psicoanálisis de nuestra época. Tanto que habrá dos mesas en el VII ENAPOL para tratarla en la clínica.
Para cada una de ellas fue formulada una pregunta: “¿El lugar de las imágenes en la clínica de las psicosis en el siglo XXI?” y “¿El lugar de las imágenes en la clínica de los síntomas contemporáneos?”.
Tomando como punto de partida que el imperio de las imágenes incide para todo ser hablante, nos pareció importante mantener la referencia a la clínica estructural.
Desde que la perspectiva de la caída de lo simbólico se hizo clara para los psicoanalistas de la orientación lacaniana, pudimos darnos cuenta de que el imaginario recuperó su importancia frente a los otros dos registros, dejando de ser dominado por lo simbólico.
Cuando Lacan afirmó, a finales de su enseñanza, que lo simbólico es inadecuado a lo real, lo imaginario surgió como la única manera de abordarlo. O sea, en la imposibilidad de abordar lo real por lo simbólico, solo nos queda imaginarlo.
Ese “imaginario” tiene un estatuto diferente del que fue el primer abordaje de Lacan en el sentido de dar al yo una Gestalt.
Seguimos la idea de que el Estadio del Espejo, añadido del complejo de Edipo, no se trata de una fase y sí, de un campo en el cual se desenvuelve la constitución y el funcionamiento del sujeto, si así podemos decir.
Del orden simbólico al Imperio de las Imágenes, la clínica cambia. Tal cambio tiene efectos en la clínica de las neurosis y de las psicosis.
Si antes, la diferenciación entre las dos estructuras podía darse de manera más clara, hoy vivimos una nebulosa. Existen los casos que, seguramente, podemos definir en qué campo estamos. Lo que ocurre es que esa diferencia pasó a ser tenue.
Los casos raros se mostraron así, no tan raros, y enseguida pudimos observar que los inclasificables de la clínica se delinearon cada vez más como casos de psicosis. De ahí la expresión acuñada por Jacques-Alain Miller en 1997, psicosis ordinaria.
Por otra parte pudimos observar el surgimiento de los llamados síntomas contemporáneos.
Hay algo en común en esas manifestaciones clínicas. En ambas lo que se destaca es que la significación fálica se presenta comprometida. De ahí la gran dificultad en hacer el diagnóstico entre psicosis ordinaria y síntoma contemporáneo.
Si en la psicosis ordinaria hubo mayor posibilidad de recursos derivados de la proliferación de las imágenes, fuera del sentido pre-establecido, para que esos sujetos se insertarán en el mundo; por otro lado, las tentativas de sujetos neuróticos de dimitirse del falo, también tuvieron un campo más propicio para participar en formas de inscripción del goce no establecidas por el Otro.
Si lo evaluáramos desde el punto de vista sociométrico, la caída de lo simbólico y el consecuente avance de lo imaginario, fue beneficioso para las psicosis por permitir una mejor inserción en el lazo social. Este fenómeno resultado de la globalización, en la conjunción del avance de la ciencia y del capitalismo, acarreó un cierto desvarío de sujetos neuróticos.
El saudosismo no nos ayuda en nada. Es necesario reflexionar acerca de lo que ocurre en nuestro mundo si queremos mantener vivo el psicoanálisis.
La práctica analítica se modifica en consonancia con la época en que ella se ubica. Si seguimos las orientaciones de Lacan desde el texto “La Dirección de la Cura”, nosotros podemos tranquilamente, modificar la táctica y la estrategia. Lo que tal vez se mantenga intacta es la política de la psicoanálisis en conducir el tratamiento a la radical diferencia.
Aquí, cabe también la prudencia. La indicación de Lacan en el Seminario 7 de que el analista no debe ceder en su deseo y que debe llevar el sujeto al campo central del deseo, puede ser colocada en cuestión.
En primer lugar, el propio Lacan nos enseñó que el psicótico está en situación de radical diferencia. Cabe al psicoanalista posibilitar que esos sujetos utilicen bien la proliferación de las imágenes para que puedan establecer algún lazo. Como dijo Eric Laurent en el libro Casos Raros y los Inclasificables de la clínica Psicoanalítica, cabe al secretario del alienado, siguiendo a Hegel cuando propone al filósofo como el secretario de la Historia, elegir algunos significantes y no otros, para que el sujeto invente su manera de estar en el mundo.
En relación a las neurosis, ¡atención! Hay sujetos que saben muy bien como burlar los bordes del campo central del deseo, rompiendo con la lógica del atravesamiento de las barreras del Bien y de lo Bello, para evitar la soledad absoluta. Para aquellos que, siguiendo el síntoma de Lacan, no desisten del encuentro con lo real, un paso más es puesto en perspectiva.
Es lo que vienen enseñándonos los últimos pases en la AMP.
La lección de Freud sobre lo que es expulsado en la constitución del sujeto retorna. La Austossung de la cosa que funda lo real, permanece operante. Es esa cosa que, por imposible de adquirir un sentido, debe ser imaginada.
Es así que avanzamos en la práctica del psicoanálisis puro. Es decir, en el Imperio de las Imágenes hay que inventarse una tesitura radicalmente diferente para el real de cada uno.
Es ese el desafío que las mesas de los AE tienen para transmitirnos en el VII ENAPOL.
(*) Traducción del portugués al español por Christian Ríos, revisado por el autor.