Preguntas del blog. Responde Claudio Godoy (de la Comisión Científica)

ecos_jornadas_anuales_eol_pregunta_claudio godoy_9319XXIII Jornadas Anuales de la EOL: “Bordes de lo femenino”

 

-Blog de la Sección: Si bien Lacan indicó que lo femenino y la madre no se recubren, hoy, ser madre ya no es el ideal que fue para las mujeres; en el siglo XXI parece ser una faceta de la vida de una mujer: No-toda madre. ¿Madres eran las de antes? ¿Cambió la función de la maternidad en las feminidades actuales? ¿Qué consecuencias se pueden vislumbrar en la clínica en relación al lugar al que adviene un hijo para una mujer-madre del siglo XXI?

 

-Claudio Godoy: El siglo XXI presenta una vertiginosa aceleración de las transformaciones que se vienen dando, desde mediados del siglo XX, en las configuraciones familiares. El cambio está dado por la crisis de la familia patriarcal tradicional, aquella en la que el hombre proveedor sostenía la autoridad sobre las mujeres y sus hijos, manteniendo la unidad familiar. Modelo que dominó la organización social, el derecho, la producción y la cultura durante siglos, afirmado a su vez en la pareja heterosexual.

La crisis es producida por el capitalismo y la incorporación de las mujeres en el mercado del trabajo, pero también por la ciencia, desde la creación de la pastilla anticonceptiva (que acentúa la separación entre sexualidad y reproducción) pasando por las técnicas de fertilización, hasta las más recientes manipulaciones genéticas. Hace pocos días se difundió que grandes empresas tecnológicas como Facebook y Apple proponen a sus empleadas congelar óvulos y postergar la maternidad en lo que se dio en llamar una “maternidad diferida”. Es un buen ejemplo de la conjunción de la lógica capitalista y la tecno-ciencia para incidir entre las mujeres y la maternidad. La ciencia ha emprendido una deconstrucción de la maternidad al fragmentarla entre los óvulos, el útero, etc. los cuales a su vez pueden tornarse mercancías que se compran, se alquilan o se prestan, pudiendo combinarse de diversas maneras.

Creo que conviene hablar de “crisis” porque aún quedan restos de la familia patriarcal, a la vez que surgen una multiplicidad creciente de nuevos modos de montajes familiares que son paralelos de la crisis del matrimonio como institución, en los que se constata la dificultad de enlazar la vida amorosa y sexual con el trabajo y la familia. El retraso en la formación de familias, sus fragilidades, sus rupturas y reconfiguraciones sucesivas, la multiplicación de hogares unipersonales o de un solo progenitor, indican una diversificación creciente y acelerada. La manera en que se anudan o no maternidad y feminidad, en cada mujer, se torna cada vez más singular y menos orientada por los discursos establecidos.

En los años setenta se trataba de liberarse de la opresión denunciando la familia burguesa como patógena y represiva, desde D. Cooper y su Muerte de la familia hasta las proclamas “antiedípicas” de Deleuze y Guattari. Hoy, por el contrario, se reivindica el derecho de todos a tener hijos prescindiendo del modelo patriarcal-heterosexual. Esto separa mucho más radicalmente reproducción y sexualidad, pero también maternidad y feminidad: no hace falta ser mujer para ser, de algún modo, “madre” o cumplir sus funciones. A su vez –y es algo que se encuentra en la clínica cotidiana– empieza a ser algo mucho más corriente que, por ejemplo, parejas de mujeres homosexuales quieran concebir un hijo con la ayuda de las técnicas de fertilización. En esos casos sería un error creer que se dividirán necesariamente las funciones madre-padre entre ellas como también creer que serán forzosamente dos “madres”. Estas nuevas formas de ensamblado familiar  ponen en cuestión las categorías clásicas y nos interrogan sobre los modos en que se anudan. Nunca como ahora se ha hablado tanto de “armar” una familia, lo que pone de relieve su carácter no solo de montaje sino también de puzzle que debe resolverse de manera singular, sin contar con los ideales tradicionales.

Z. Bauman señala la posibilidad de que, en nuestra época, el hijo se torne un objeto de consumo, lo que llama un “objeto de consumo emocional”. El capitalismo, en tanto forcluye las cosas del amor, ¿hará del niño un gadget sofisticado? El amor maternal y la castración son reformulados por Lacan en Hablo a las paredes cuando afirma que: “entre la madre y el hijo, cuenta, y mucho, la relación que la madre tiene con la castración”. Es una perspectiva de la castración que acentúa no tanto la dimensión del falo en la vía edípica sino la del objeto a en el amor maternal, para lo cual acuña el equívoco de (a)mur, “(a)muro”, en donde la notación explicita la puesta entre paréntesis del objeto a. Se trata entonces de un amor que no se satura con el niño como plus de goce sino que deja un lugar vacío y separador posible. Habrá que pensar cómo se pondrán en juego esos paréntesis más allá del nombre del padre. En ese sentido tendremos que debatir también cómo incide la declinación del padre en el no-todo que, en las fórmulas de la sexuación, indicaba un más allá del padre y no su extinción. Se trata entonces de ubicar en la clínica –como lo propone el título de las próximas jornadas de la EOL– los “bordes” del no-todo cuando el padre desfallece, así como sus “desbordes” y extravíos.

No se puede ser nostálgico del padre o la madre de “antes”, ni apocalípticos con respecto al futuro. Pero tampoco creyentes del progreso. Como Lacan nos advierte: no hay progreso para el ser hablante, damos vueltas en redondo, bordeando un agujero. Es el agujero de la ausencia de relación sexual en torno al cual se construyen las ficciones, los lazos y los ordenes familiares, siempre sintomáticos. Como psicoanalistas nos tocará estar a la altura de los síntomas por venir.