Ponencia

IV JORNADAS ANUALES EOL SECCIÓN LA PLATA: EL CUERPO, GOCES Y FICCIONESLa Plata, 28 de octubre de 2017

 

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Juan Carlos Indart

 

 

Buenos días a todos ustedes. Mi agradecimiento –a través de Sonia Beldarrain– por la invitación que la EOL Sección La Plata me ha hecho en esta ocasión. Es un honor para mí, y ha sido una prueba de confianza, porque acepté en la medida en que se me dejase libertad para hablar de lo que quisiera. A esta altura de mi vida ya me es un poco difícil forzarme a pensar los temas que se dan las distintas Escuelas, y con tantas actividades. De manera que estoy aquí para ver si puedo contribuir en algo, tangencialmente, pero sobre la base de lo que me interesa hoy, lo que estoy indagando, investigando.

Desde ese punto de vista, del tema que se han dado, “El cuerpo, goces y ficciones”, lo que extraigo y que hace a mi interés es el término ‘cuerpo’. ¡No es uno de los conceptos fundamentales del psicoanálisis! No figura en el Seminario 11, ¡no figura nunca en la doctrina psicoanalítica! Pero hay como una inquietud actual al respecto porque Lacan lo va poniendo sobre el tapete en su última enseñanza. Evidentemente esa inquietud está en ustedes también. Pueden hablar lo que quieran de goces y ficciones…pero ¿por qué cuerpo? Efectivamente ¿por qué? Sobre todo, siendo la mayoría de ustedes casi seguro psicólogos –es decir, estudiosos del alma– y psicoanalistas –es decir, analistas del alma–, ¿qué hacen entonces acá con la cuestión del cuerpo? Plantearlo así es para tensar al máximo el problema. En un extremo Freud inventando el psicoanálisis, el análisis de la psiquis, y en el otro el último Lacan, donde al final no hay otra cuestión que no sea cómo se puede o no tener un cuerpo. No estamos a nivel de pulsión, deseo, fantasma, más allá del fantasma, síntoma, ideal del yo, todos los términos del grafo, todas las grandes nociones del psicoanálisis. Justamente, cuando se ha entendido bien el efecto de lo simbólico y la pulsión, queda esta cuestión final, sorprendente: ¿cómo es posible que se tenga un cuerpo? De manera que lo promisorio, para seguir trabajando a partir de estas jornadas, me parece que está esencialmente en ese término: cuerpo.

Hay una lección un poco insólita de Jaques Lacan donde uno podría decir que entreteje los tres términos que ustedes se dieron como consigna de trabajo. Es un poco insólita porque es la última del Seminario 19. Toda la indagación sobre la cuestión del Uno que domina ese seminario ha llegado a su impasse, podríamos decir, a su callejón sin salida, y Lacan se aferra –en esa última lección– a lo más sólido que tiene después de años de construcción y que es –en ese momento y definitivamente para ese momento– la noción de discurso; su teoría de los cuatro discursos.  Y al retomar estos cuatro discursos, por primera vez, les agrega, podríamos decir, una especie de quinto término: “cuerpos”, en plural. Miller, como siempre, detectó inmediatamente esta novedad en esa lección de Lacan, y la elevó a título de la misma: “Los cuerpos atrapados por los discursos”.

Voy a hacerles recordar solamente los lugares en los discursos. Ustedes los conocen muy bien, y esto que desarrolla Lacan da lo mismo para cualquiera de ellos: el analítico, el histérico, el universitario, y –el fundamental– el del amo.

Semblante (Agente )                       Otro

Verdad                           //                Producción

 

Los lugares, recuerdan, semblante (agente), verdad, un Otro –que es goce– y una producción que en el discurso del amo es plus de gozar. Lo que aparece ahora es,ya no colocar en esos lugares los matemas de Lacan, y desplegar los discursos, sino que esos lugares suponen un soporte, así lo llama Lacan, un ground, porque venía de evocar a Ch. S. Peirce. A ese suelo o soporte llama ‘cuerpo’. Si uno reflexiona esos lugares es fácil constatar que el atrapamiento de los cuerpos es muy complejo. Lo atrapa por el semblante, lo atrapa por la enunciación, lo atrapa por el Otro goce, lo atrapa para ponerlo a trabajar. Todo empieza por esa novedad increíble de Freud, esa novedad más allá de la terminología que él mismo usó, esa novedad de que la palabra tiene que ver con el cuerpo en términos de goce ‘sexual’. Eso sólo empieza con Freud, porque siempre se creyó que los discursos tenían que ver con el alma. A partir de Freud la única manera de pensar cómo la palabra puede tener algo que ver con el cuerpo es, por cierto, la cuestión del goce, y ninguna otra. Que hablar, en vez de servir para desarrollar el pensamiento humano, para orientarlo en sus epopeyas maravillosas, es solamente cosa importante para articular unas zonas erógenas en el cuerpo, por ejemplo, eso es Freud. El problema es que Freud también se dio cuenta de que ese atrapamiento del cuerpo es mortífero, y por eso hay que pensar más maneras de atraparlo.Creo que pensar eso domina el pensamiento de la última enseñanza de Lacan.

Ahora, en una primera reflexión –nada más que a este nivel– yo quisiera destacar dos cosas: 1) que si la novedad, a partir de Freud, es efectivamente que la dimensión simbólica no es real sino en el punto en que atrapa cuerpo por vía del goce, admitamos que es una articulación, para Lacan, muy compleja. En esos cuatro lugares no se reflexiona mucho, porque en general usamos siempre los discursos con sus matemas ubicados, pero si eso atrapa un cuerpo tienen: una dimensión de goce, que es la más conocida, generalmente nos quedamos en esa descripción, y que es la del objeto a como plus de gozar, esa que Freud ubicó al nivel de las zonas erógenas. Pero en Lacan, el discurso también atrapa al cuerpo a nivel de Otro goce, sobre el que meditó mucho, a nivel, por ejemplo, de la posición del esclavo. El hecho es que llama al lugar de arriba –a la derecha– Goce, a distinguir del goce vinculado al plus de gozar. Y hay un lugar que él llama ‘semblante’, sí, pero, como aclara pronto, ningún semblante se autoriza sino por un goce. También podemos decir que el discurso atrapa cuerpos, en la medida en que hace surgir, a partir de cierto goce, algo que llamamos ‘semblante’. Y tenemos el lugar de la verdad, pero la verdad seguramente pone en juego no sólo el alma sino el cuerpo, si seguimos el Lacan que enseñó que es una dimensión hermana del goce. Con esto he tratado de darles una vuelta para decir que si el discurso atrapa el cuerpo por la vía del goce –según la doctrina de Lacan del discurso–es a nivel de semblante, a nivel del goce Otro, a nivel producción, a nivel de la verdad. Es diverso, no parece sencillo, no se reduce al goce pulsional; 2) la otra idea que aparece acá –en esta lección suelta al final del Seminario 19– es que, si –siguiendo a Freud– es por el discurso, por ficciones, que tenemos que pensar cómo eso atrapa el cuerpo, y sólo por vía del goce, entonces hay que decir “los cuerpos”. Es que si lo enfocamos así, una de las cosas más difíciles será empezar a sacarse uno de la cabeza la intuición del cuerpo como objeto físico dado en el espacio, el individuo, los cuerpos indivisos de los individuos. Si el cuerpo que buscamos está vinculado al goce, Lacan señala que el discurso sí tiene que ver con el cuerpo, pero no con un cuerpo, tiene que ver con cuerpos, incluso con una serie de cuerpos. Pongamos un ejemplo: el discurso universitario. El discurso universitario tiene una escena llena de goce en que reparte, administra y organiza su manera de atrapar cuerpos. Es cuando el estudiante, en su lugar de objeto, que se va valorizando, llega al momento en que le es entregado un título; se hace hasta una fiesta de eso, se supone que es una gran alegría, una situación gozosa. Así que es evidente que –el discurso universitario– atrapa cuerpo, pero…¿es el del estudiante qué va a recibir el título?…¿o el de la madre qué está diciendo “mi hijo el doctor”, llena de dicha?… ¿o el cuerpo qué está en juego es el de la novia de ese muchacho que está diciendo –con mucha dicha también–“ya no me va a decir que no a casarnos”? ¿O es el del profesor, que ve cómo entregan el título a los alumnos, y siente el éxtasis del sentido logrado para siempre de su oficio, de su  práctica, de su transmisión de saber, y se le caen las lágrimas? ¿Dónde está el cuerpo que ese discurso atrapa? Y es solo un ejemplo, pueden pensarlo en el discurso analítico también. En el discurso analítico seguramente hay también cuerpos atrapados. Puede ser una serie de cuerpos. Saben uds.las cosas que ocurren a familiares y gente implicada con alguien que entra en análisis. Es nuevo, es muy sorpresivo, pero es muy lógico que cuando Lacan empieza a explicitar la noción de cuerpo para el psicoanálisis, de entrada se complejiza, al separarse de la idea de lo individual. Es una cuestión que prosigue hasta el final de su enseñanza, es decir, cuando salta más allá del discurso, de eso que él mismo había escrito, para apoyarse tan sólo en el nudo.

Ese salto es explícito en Lacan. No es una interpretación mía ni de nadie. Al “Seminario 21” él lo abre diciendo: “Recomienzo”. Empieza todo de vuelta. No es “prosigo, vamos ahora a ver un tema más”, como lo había hecho desde el Seminario 1. Aquí dice que “recomienza”, y que lo hace en una experiencia que es la misma que trata de trasmitir a nivel del pase. Hace un pase cuando cierra su enseñanza:

{Seminario 1, 2,3…20}

La cierra porque él  ya no está ahí. Dentro de esas llaves ha localizado suficientes imposibles, y persistir sería impotencia. Da un salto, entonces, se va, pero para dar un salto así –que es al abismo– hay que tener de qué agarrarse. Como no hay un Otro del cual agarrarse hay que inventarse algo, y él se inventa sostenerse en el nudo borromeo

{Seminario 1,2,3…20} nudo borromeo

Desde ahí se inicia el ‘recomienzo’ en la discusión de los fundamentos del psicoanálisis, más allá de los discursos, y esto tiene inmediatas consecuencias. Conocen la presentación simple de un nudo borromeo de 3, con las primeras consecuencias.

 

texto juanqui

Quedamos muy despojados. Tenemos solamente tres registros, y la conjetura de que pueden anudarse de ciertas maneras. Pero el tema va a seguir siendo cómo eso atrapa cuerpo.

Entre las consecuencias inmediatas saben que en el nudo, la dimensión llamada Simbólico no es en absoluto lo que entendemos como Simbólico en tanto orden simbólico. Todo lo contrario, es lalangue y sus efectos mortificantes de fonación. Lalangue es lo simbólico en el sentido freudiano de más allá del principio del placer, único lugar donde ese simbólico sin sentido toca un real, a discutir, del cuerpo. Veremos las consecuencias en lo Real, porque  en el nudo se establece una distinción muy precisa, preparada antes, pero nueva en la manera de escribirla, y que es una distinción entre dos goces. Pero lo más importante, de entrada, son las consecuencias a nivel de la dimensión Imaginario, que Lacan en el “Seminario 21”, inmediatamente luego de su “Recomienzo”,comienza a señalar. Lo primero que tiene que decir es que sería un error creer que lo imaginario es poca cosa. Es una dimensión de tanta importancia como las otras, lo que el nudo borromeo escribe. Ese es un aspecto. Pero no dice solo eso. Da una redefinición de lo imaginario, cuando lo imaginario está ahora en lo real del nudo. “Lo imaginario–nos dice– es una dimensión tan importante como las otras, eso se ve muy bien en la ciencia matemática” (1) Es muy divertido, después de todas las referencias de Lacan a la importancia de la lógica matemática, para contar con puras letras que nos lleven a circunscribir lo real sin imaginario, decir que si hay un lugar donde se ve la importancia de la dimensión imaginaria es en las matemáticas. No las que se envasan en una máquina, las de la técnica, sino las que inventa el matemático. El papel de lo imaginario es esencial. ¿Por qué? Porque lo imaginario “es una intuición, una intuición de lo que hay para simbolizar”. Es como una intuición, nos dice,  de lo que se puede masticar, digerir, de lo simbólico.

Esta definición es una nueva perspectiva. Si el único real que les interesa es al que se accede desde lo simbólico, lo imaginario es desconocimiento, velo, pantalla, narcisismo, negación de lo real, idealización, amor que se transforma en odio, y hacemos el prontuario de lo imaginario, el que difundió su mala prensa. Sí, pero la pulsión que encarna la búsqueda de lo real con lo simbólico conduce a la muerte. Ahora el enfoque es otro,  y Lacan abre el tema de cómo lo imaginario pone llaves, pone corchetes, pone paréntesis a la continua invasión simbólico real. Y debe hacerlo rápido. Saben de la cortedad y de la importancia de la frase en cualquier lengua. Hay que imaginar lo simbólico para pensar. Si no se consigue intuir cuánto se puede manejar de lo que hay para simbolizar, las cosas son insoportables de una manera inmediata, y esto puede fundar una orientación clínica. Entonces, podría convenir sopesar que se de esta ubicación, por un momento, si me lo permiten, a lo que decimos y decimos de mil maneras, todas muy bien y hasta el cansancio, desde el psicoanálisis, sobrelo real y lo simbólico: aquí (señala en el pizarrón intersección del nudo simbólico-real), donde Lacan sitúa un goce que llama ‘fálico’. Pero es claro que no es el todo del nudo, ni su secreto último y definitivo. Ese simbólico es metralla de fonaciones, con efectos de goce fuera del cuerpo. Eso es insoportable, y es fundamental que pase algo que no se debe a ningún Nombre del Padre, sino a lo imaginario en tanto se anuda, porque entonces pasan dos cosas maravillosas. Una, lo que llamamos comprender, es decir, conseguir que tenga algo de sentido lo simbólico. Lo simbólico como tal, sin sentido, es completamente insoportable. Me lo aceptarán, basta mi propia conferencia para ejemplificarlo. Pero no es solo el sentido, sino que además lo imaginario articula un real para sí mismo, bajo la forma de un goce Otro (lo escribe en el pizarrón en el nudo en la intersección imaginario-real) ajeno a los efectos de lalangue. Con esto voy a retomar la consecuencia inmediata que tiene el nudo sobre la cuestión de los goces.

Hay una discusión ardua, que hemos seguido por años y años, con Freud y Lacan, sobre las pulsiones parciales y la etapa fálica y la castración. Como no hay etapa genital, y el goce del falo queda en pareja con el goce pulsional, se fue decantando el término ‘goce fálico’ para todo eso que pueden llamar goce pulsional, goce fálico pulsional, goce fálico. Con el nudo, el goce en la intersección simbólico-real dice Lacan que corresponde al “llamado” goce fálico. Pero su nueva definición es goce fuera-de-cuerpo. No es algo descriptivo, es la definición nueva, importante, de este goce a partir del nudo. Corresponde a todo lo que hemos llamado goce fálico, goce pulsional y/o  fálico. Pueden ir a la contratapa de los Otros Escritos (3) –que hizo Jaques Alain Miller– y van a ver muy bien puntuado ese orden, cuando habla de los teoremas inéditos, inauditos para el psicoanálisis, que hay en el Lacan de los Otros Escritos. Y uno es, afirma Miller, plantear que el goce fálico –eso era conocido– es ‘fuera-de-cuerpo’, expresión fuerte, con guiones, completamente nueva. El nudo, por lo menos, permite situarlo muy bien, porque van a ver que está siempre fuera de lo imaginario, y no tenemos otro cuerpo que el que sentimos en lo imaginario. Eso queda trazado, sin duda posible, con ese goce que queda aquí entre simbólico y real, y que por lo tanto es mortificante, o sea, sí, de muerte respecto del imaginario corporal. He enfatizado un poco para indicar que todas las funciones que hemos buscado desde Freud con el Edipo a nivel de un orden simbólico, con el Nombre del Padre en Lacan, son, por decir así, reemplazadas, reubicadas por Lacan en un punto mucho más real, a nivel del nudo, que esas ficciones mencionadas. Lo que no es una ficción es que lo imaginario puede, o no,  anudarse, pero si se anuda cumple con las funciones de ordenamiento y de límite que se atribuían al Nombre del Padre, como estoy tratando de mostrarles en esa intuición de parar la metralla simbólico-real sosteniendo una imagen corporal, y sentido. Por esa razón también, de a poco, van a ir apareciendo –inevitablemente, en Lacan– modificaciones o ampliaciones o novedades en sus ideas sobre la  escritura, porque si uno señala esta dimensión de lo que logra lo imaginario respecto de lo simbólico y su real, vemos una proximidad muy grande entre el imaginario corporal y una forma de escritura. Supongan un equívoco gramatical cualquiera muy bobo, creo que me inventé uno pensando en el padre,que como todo el mundo sabe es un hombre bueno, bueno para nada. Si dicen “esehombrebuenoparanadaquisodecirteso”, esas son fonaciones, y ya es sorprendente que las agrupen de modo que aparezca el sentido de la frase y las palabras:”un-hombre-bueno-para-nada-quiso-decirte-eso”. Pero queda un equívoco, y no le podemos pedir a lalangue  que lo resuelva, por definición. No logro saber si me dicen: “ese hombre bueno, para nada quiso decirte eso”, o si me dicen “ese hombre, bueno para nada, quiso decirte eso”. ¡Por favor, lalangue, ya que eres generosa, podrías ser buena y traerme una solución, porque es insoportable esta equivocidad! Pero lalangue sólo puede engendrar más equivocidades todavía. Es muy fácil la solución, me dirán ustedes, una solución silenciosa, que se escribe como ‘coma’, o como escansión. Bastaría poder poner “ese hombre bueno (coma) para nada quiso decirte eso”. Ya tengo cuerpo y sentido. O si no hacemos la otra; “ese hombre (coma)  bueno para nada (coma) quiso decirte eso”. De dónde vienen esas ‘comas’ que se escriben después pero que funcionan constantemente en el habla común. Pensábamos que de un S1, del Nombre del Padre, del Amo, pero en el nudo estamos más allá, no contamos con esa explicación, que es ficticia. Observen que en el ejemplo sólo se trata de intuir agrupamientos, conjuntos. Tienen que ir pensando que eso es una cosa profundamente vinculada a la consistencia del imaginario corporal, que Lacan teorizó como conjunto vacío, y que es fuente, por lo tanto, de toda una posibilidad de escritura que hay que distinguir de la letra en el extremo de la articulación simbólico-real.

El paso siguiente sería poder pensar qué puede asegurar que lo imaginario se anude, y esa es la pregunta que Lacan va a responder con una nueva noción de síntoma. Por un lado, esa nueva noción supone un alejamiento grande de Freud. En Freud, el síntoma está referido al Nombre del Padre. Ustedes recuerdan: hay un simbólico-real pulsional con su exigencia, y, por las razones que quieran, porque era incestuoso, o por las que ustedes se quieran inventar, no interesa, hay una función paterna que dice “no”, e induce la represión. Freud pensaba que el inconsciente se iba haciendo así, profundamente ligado a la función represora del padre. Y el síntoma era pensado como una transacción, de manera genial por Freud. Es decir:“te hago caso papá, y reprimo, pero voy a sustituir este goce que reprimo poniéndolo en otro significante, para poder permitírmelo igual”. Conocen eso:“si te la seguís tocando, te la corto”. El niño no se la toca más, pero le surge un rascado compulsivo de la nariz, sintomático. De ahí se entiende que Lacan haya podido precisar el mecanismo del síntoma como correspondiente a una metáfora Pero ya no tenemos eso, y si no tenemos eso ¿cómo se atreve Lacan a hablar de síntoma, cuando ya no es metáfora, ya no es una formación del inconsciente, ya no está ligado a la represión? Pues bien, saben que es consecuencia también inmediata del nudo, ya en “La tercera”, la nueva perspectiva sobre el síntoma: “el síntoma es algo que viene de lo real” (4).  Primera aproximación: si dice eso, quiere decir que ya no es el síntoma visto desde el Nombre del Padre. Segunda aproximación: también decir que viene de lo real quiere decir que no sabremos su causa. Al síntoma hay que soportarlo ahora en su contingencia, y ver qué se puede hacer con su empleo y sus consecuencias. Es inútil imaginar cuál habrá sido la causa. En la otra dirección, como metáfora, desde el Nombre del Padre, hallar la causa era lo esencial, lo que daba sentido al síntoma y lo que lo disipaba. Tiene sentido averiguar las coordenadas de emergencia del síntoma, pero no tiene más sentido preguntarse la causa del mismo. Ahora bien, tercera aproximación, muchas cosas vienen de lo real, pero lo enigmático y característico del síntoma – para Lacan– es que es algo que viene de lo real pero se incrusta en lo simbólico. Él no viene de lalangue, pero se incrusta en el territorio de lalangue. Él es él, el síntoma, es como un cuerpo extraño que irrumpe en lo simbólico. Digo ‘cuerpo extraño’, porque llama a todos los significantes a que le den sentido. Lacan reconoce que es intrínseca al síntoma su voracidad de sentido. Por eso, ese algo que viene de lo real estará aún mejor definido luego–por Lacan– como “acontecimiento”, porque acontecimiento es eso, siempre lo fue en su discusión histórico-filosófica, algo que no tiene causa. No sabemos por qué ocurrió, es una contingencia, pero se inscribe como un mojón en lo simbólico, un “de qué agarrarse”, y vale para marcar, por ejemplo, un antes y un después. Espero me sigan en esto. Del síntoma de Cristo, y su efecto en la creación de un Nombre del Padre, se puede decir que fue un acontecimiento; no estaba previsto, de golpe ocurrió, ninguna dialéctica histórica lo explica, pero por mucho tiempo, para millones y millones de personas en una amplia zona del planeta, fue un antes y un después, así escrito como ‘antes de Cristo’ y ‘después de Cristo’. Entonces uno se ubica. Si me acosan las voces, si me sacuden  con sus exigencias de goce fuera de cuerpo, si estoy perdiendo mi imagen corporal, si estoy enloqueciendo, puedo decirle a las voces: “¿son de antes de Cristo o son de después de Cristo, son AC o son DC?” Y ya por lo menos armo algo. Es lo que hacemos con el síntoma.

La otra idea es que si el síntoma viene de lo real, es contingente, y no podemos saber qué lo causa, no por eso Lacan deja de reconocer que el contexto en el que suele aparecer es cuando ha habido, efectivamente, un aumento del efecto de lalangue sobre el cuerpo con su exigencia pulsional, un exceso de goce fálico, que no se sabe cómo resolver. Ahí es donde puede, o no, surgir el síntoma. Por eso, en esa vertiente, sin duda que el síntoma anuda ese goce fálico, pero en la otra vertiente, lo esencial es que amarra la imagen corporal en peligro, con su Otro goce, y sostiene el sentido. Es nuevo, entonces, que Lacan diga que el síntoma no es solo goce fálico. Va a nacer –por decir así– articulando una problemática de goce fálico, pero su valor es –por mínimo que al principio lo sea– articular un Otro goce, en la medida en que articula lo imaginario. Es de ese lado, del lado en que el síntoma puede sostener la imagen corporal, y que la imagen corporal puede empezar a valer como escritura para tramitar lo que no tiene arreglo, los efectos de lalangue-pulsionales de por vida, es en esa medida que podemos empezar a pensar al síntoma con el mismo valor que le dábamos al Nombre del Padre, con su valor ordenador, y con muy especial referencia a la imagen corporal sostenida por los Ideales del yo.

A mí me ayudó, y a algunos de ustedes los puede ayudar, saber hasta qué punto tenemos un antecedente de esta idea de síntoma en el último Lacan, en su manera de entender la fobia en el Seminario 4 (5). Ya saben que, acá, lo increíble es que Lacan diga que es un síntoma, que ese miedo no es un problema de defensas del yo, que vale como síntoma Sí, pero no es un síntoma que provenga de la represión, por alguna intervención del padre. Al revés, está en el lugar de un padre, que no ha funcionado. La fobia no es metáfora, pero es claro que es acontecimiento de cuerpo, hasta con descripciones típicas, ‘pelos de gallina’, pelos que se erizan, palidez, etc. Así que hay un acontecimiento de cuerpo, pero un acontecimiento de cuerpo que hace surgir en el universo simbólico de Juanito un elemento con un valor absolutamente nuevo, que no tenía antes. Lo quieren llamar significante, muy bien, pero no viene de la lalangue. Es al revés, es el miedo –ese acontecimiento del cuerpo– el que ha incrustado, en ese simbolismo de Juanito, el valor del caballo y toda la constelación de sentidos que devora ese objeto fobígeno. Es totalmente inútil ponerlo en relación al inconsciente, y la fobia no tiene relación con un fantasma –y de eso Lacan se dio cuenta inmediatamente–. ¿Le quieren dar sentido? Es como un comodín, dice Lacan, le pueden dar tantos sentidos que no tiene ninguno. ¿Juanito, te parece que el miedo al caballo es porque es tu papá castrador…? Y sí, debe ser. ¿Es tu mamá devoradora? Y sí, debe ser.¿Es tu hermanita que te despojó de tu lugar? Y sí, debe ser.¿Es por la mancha negra en la boca del caballo, porque piafa, porque se cae? Y sí, debe ser. “Debe ser lo que ustedes quieran”, dice el fóbico, “pero yo por ahí no paso”  Así que ya tienen algo que sostiene a un sujeto, más allá del Otro y de sus sentidos. ¿Y qué es lo que va a enfatizar Lacan en las fobias? El inmediato valor que tienen para reconstituir lo imaginario, y un espacio donde se pueda sentir el cuerpo asegurado, amarrado. El fóbico emplea su síntoma para trazar rápidamente la consistencia de un espacio imaginario. Por lo demás es evidente que el síntoma surgió en un incremento de sensaciones mortificantes en la “cosita de hacer pipí”. Frente a un goce que enloquece a Juanito, le viene un acontecimiento, el miedo a los caballos. Pongámoslo acá ya, en el nudo, como cuarto toro que sostiene al resto. Con la fobia logra rearmarse. ¡Pero hay que hacerlo! ¡Es un trabajo decidido el que hace con ese síntoma! Tiene que hacer el trabajo de precisar los bordes de su espacio imaginario, y tiene que averiguar y preguntar e inventar sobre su “tontería”. Trabaja tanto que consigue, él solito, rearmar su mundo y prescindir de esa fobia. No fue por ninguna interpretación de Freud ni de su padre. Lo único bueno de Freud y de su padre es que lo dejaron hablar, lo animaron a que hablara,señala Lacan, y no sin errores. Lo notable acá es que se hable de síntoma. Creo que es innegable que la fobia no saca especial partido del goce fálico, pero en cambio sostiene absolutamente el imaginario corporal.

Saben que cuando coagula todo esto, en el Seminario 23 (6), Lacan prueba de ponerle un nombre nuevo al síntoma, para terminar las confusiones con el síntoma en medicina, en psiquiatría, en psicoanálisis. Es una política posible. Veremos cuánto da. Lo importante es qué entendemos. En ese seminario Lacan nos da un ejemplo, con una persona en muchas peores condiciones que Juanito, porque es alguien a quien el goce fálico se le presenta bajo el modo de alucinaciones. Este síntoma ya reconocido en psiquiatría no es lo que interesa a Lacan para su noción de sinthome. Lo que le interesa es la verificación de que el problema en Joyce  es que no sentía el cuerpo. De pronto se le podía caer, como una cáscara. Son hechos clínicos que he discutido en Buenos Aires a partir de casos provistos por colegas de aquí –de la Sección de La Plata– muy interesantes. Tenemos otros allá, en Buenos Aires, también, y  vemos en la clínica de gente joven aumentar los casos donde uno puede verificar  que el problema no es tanto el exceso pulsional, sino que no logran  sostener el cuerpo, por no sentirlo. Entonces, para esa clínica, estos debates que hacemos resultarán fundamentales, porque, efectivamente, no es necesario abrir el análisis del inconsciente. No lo hacen, por lo demás, pero no importa, porque no están desabonados del síntoma. El síntoma, él es él, y él acontece o no acontece. Saben que ese fue el interés de Lacan en el caso del síntoma en Joyce, y lo llamó “Ego”. El síntoma no es escribir y escribir, eso es empleo de su síntoma, y su síntoma es el goce que le entró en la imagen corporal en tanto ‘el artista’. Eso le dio un cuerpo y una certeza de tener cuerpo que lo acompaño toda la vida. Les recomiendo mucho –en el Seminario 23– que no se salteen la exposición de Jacques Aubert (7), porque Jacques Aubert–un erudito en Joyce– hace esa exposición guiado de la mano por Lacan. Lacan le ha dicho que le averigüe si hay o no cosas muy precisas en la obra de Joyce. Y entre las perlas que van a encontrar acerca de cómo reflexionar el trabajo de Joyce, en su anudamiento, van a obtener las escenas del Ulises y de El retrato del joven artista en las que se puede ver el instante en que, en el lugar de la forclusión, donde no hay para Joyce ley mosaica ni Moisés del Vaticano católico, donde todo es increencia, arma para sí –digamos– el Moisés de Miguel Ángel, es decir el síntoma de ser artista, y lo describe sonrojándose, le pasa algo en el cuerpo, se le llena el cuerpo de color. Como dice Jacques Aubert, es un cuerpo que está sin vida y que de golpe toma vida, si es que uno lo puede decir así. Eso es el acontecimiento en el cuerpo, que liga en Joyce el momento en que tiene la certeza sintomática plena de su lugar en el mundo como artista, con aquello a que se va a dedicar, su obra. Es en él como artista, y con su obra (a la que va a tratar de hacer vivir y que perdure) que funda su gusto por vivir. La expresión “merece vivir” es de Joyce, en ese instante. Son datos fuertes, que vamos juntando, sobre la importancia de desplazar el síntoma, de su relación a la pulsión, al síntoma en su valor vinculado al imaginario corporal. Si les dije que todo el debate sobre el goce pulsional, el goce fálico, castrado/no castrado, a esta altura es “goce fuera de cuerpo”, ya que no puede entrar en lo imaginario, de ahí que lo destruya, que destruya cualquier equilibrio de la vida, como diría Freud, de este Otro goce, el de este real que arma un goce solamente con lo imaginario, del que jamás podremos decir algo porque está fuera de lenguaje, como lo verán perfectamente en el nudo, de este goce lo fundamental es decir que es “goce en el cuerpo”. Ese goce se ha llamado narcisista, femenino, místico, del amor, del odio, del ideal y todo lo que quieran.No importa,  ya veremos, lo importante ahora es que tiene un concepto muy preciso, es un goce “en” el cuerpo. Con eso, con un síntoma que sostenga suficientemente ese Otro goce en la imagen corporal, el problema de los excesos pulsionales (que no son de uno u otro, ni de una moral u otra, es la naturaleza como tal de ese goce, la del exceso-vacío), puede encontrar distintas soluciones. La idea de Lacan es que esa solución, por supuesto, se podía situar como acontecimiento en cada sujeto, y a distinguir de la solución por identificación al Otro y al Nombre del Padre. Con estos elementos, y si los trabajáramos mucho, podríamos llegar a un paso más en Lacan, que es la idea de que en el armado de la imagen corporal, a nivel sintomático, hay de entrada una diferencia (eso sí que es una grieta) entre el caso masculino –que Lacan teoriza como L.O.M–y el de las mujeres, ya que no hay toda. Al fin de cuentas es una manera de recuperar todo lo que la histeria y las mujeres dieron a conocer al psicoanálisis, no solo a la cultura en general, sobre la fragilidad, la precariedad, las dificultades constantes con el imaginario corporal, contra una especie de consistencia dura, bien cerrada, muy firme, del lado del hombre. Para elucubrar eso, vean las cosas sorprendentes y divertidas a las que uno puede llegar con Lacan. Para LOM, del lado del hombre, algo que hace síntoma, acontecimiento del cuerpo, es un goce del pene. ¿Tiene valor fálico? Ninguno.  Lo que le da es “pinta”, una consistencia corporal, que se hace en el propio cuerpo sin necesidad de ninguna identificación. Lacan introduce el goce del pene como diferente al goce fálico, y lo ubica donde estaba el narcisismo, el goce del doble, ahí, ahí tienen este goce del pene, en la intersección entre imaginario y real, como goce en el cuerpo. Tal vez hoy cueste precisar esto, porque todos nosotros ya somos hembras, me refiero a los muchachos. Pero dicen  que en otras épocas había LOM, la bestia masculina, el hombre con todo el machismo, con toda la prepotencia, la bravata de tener un cuerpo, más el desprecio por esas mujeres todas enclenques, llenas de dolorcitos y fragilidades, y que hay que estar llevando de la mano. Hoy en día es políticamente muy poco correcto evocar esto, pero se lo van a encontrar en Lacan, en su escrito “Joyce el síntoma” (8) y en excelentes comentarios de algunas de sus partes por Eric Laurent, en su texto último sobre El reverso de la biopolítica (9). Sin todos estos recorridos me parece difícil hacerse una idea de por qué una mujer puede anudarse a partir de un síntoma tomado de otro cuerpo.

Aquí quedamos. Espero haber trazado un panorama, con bastantes argumentaciones, sobre la importancia de desplegar la cuestión del síntoma y la imagen corporal, y la urgencia de hacerlo para orientar nuestra práctica hoy.

 

 

 

Texto establecido por el Comité de Redacción a partir de la transcripción del audio realizada por Ignacio Funes. Revisado y autorizado por Juan Carlos Indart.

 

Notas:

(1) Lacan, J.: “Seminario 21: Les non dupes errent”, clase 1 (13/11/1973), inédito.

(2) Ibíd.

(3) Lacan, J.: Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.

(4) Lacan, J.: “La tercera”, Revista Lacaniana Psicoanálisis N°18, Grama, Buenos Aires, 2015.

(5) Lacan, J.: El Seminario, Libro 4, La relación de objeto, Paidós, Buenos Aires, 2008.

(6) Lacan, J.: El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006.

(7) Aubert, J.: “Ponencia en el Seminario de Jacques Lacan”, ibíd.

(8) Lacan, J.: “Joyce el síntoma”, óp. cit. n° 6.

(9) Laurent, E.: El reverso de la biopolítica, Grama, Buenos Aires, 2016.