Pequeño desajuste

¡QUÉ HISTORIA IDIOTA! Segunda Noche de Biblioteca. 11 de septiembre

Christian Rios

En primer lugar, quiero agradecer la invitación, a esta noche, al Directorio de la Sección EOL La Plata, y especialmente a Cecilia Fasano, como así a los integrantes de la Secretaria de Biblioteca. 

En esta ocasión, nos convoca una cita particular, referida a la comedia antigua, del Seminario 14. Se trata de una referencia, que Lacan introduce sobre Terencio Africano.

Allí Lacan nos dice, que este autor no es un primitivo, sino más bien todo lo contrario, incluso nos advierte que Terencio lleva las cosas tan lejos, que superan en simplicidad todo lo que podamos cogitar.

Terencio escribió seis comedias durante la época del Imperio Romano, las cuales fueron conservadas, es decir que trascendieron su tiempo e incluso influenciaron a otros dramaturgos.

Por otra parte, los datos de su vida nos llegan con cierta imprecisión. Se estima que provenía de Cartago, África, que nació alrededor del año 185 a. C. y que murió -por razones no muy claras- cerca del 159, también antes de Cristo, a la edad de treinta y cinco años.  

Algunos, atribuyen su muerte a un naufragio durante un viaje a Grecia, otros por causas de alguna enfermedad. Lo cierto es que sus obras se estrenaron entre los años 170 y 160 a. C.

Hay un dato llamativo, y es el que corresponde al hecho de que Terencio fue un esclavo que sirvió en la casa del senador Terencio Lucano, del cual obtuvo su nombre, y también su libertad producto de la admiración que despertó.  

La obra a la que se refiere Lacan, en la clase 19 del Seminario 14, es La Andriana. Es una pieza de trama e indumentaria griega. Según algunas fuentes, se deriva principalmente de la homónima de Menandro, pero con la inserción de elementos provenientes de otra obra, La Perintia, también de Menandro, ya que Terencio se vale del recurso de la “contaminación”, es decir de la refundición de piezas teatrales.

Lacan destaca, que esta historia -idiota- contiene sus enredos, desplegados a partir de la pretensión de un padre de casar a su hijo con la hija -respetada mujer ateniense- de un amigo, desarrollándose el conflicto a partir del hecho de que el hijo se encuentra enamorado- y esperando un hijo- de otra mujer, una forastera, proveniente de Andros.  

Debemos decir, que entre el deseo del padre (Simón) y el del hijo (Pánfilo), sumado a la participación de otros personajes, Lacan destaca a un esclavo, de nombre Davo, e indica que es el único inteligente, ya que el padre desempeña el papel paterno hasta el embrutecimiento, el hijo es una criatura extraviada, y que las hijas en cuestión no le interesan a nadie. Efectivamente, esto se verifica, ya que tanto el padre como el hijo recurren al esclavo para que los oriente en relación a sus deseos, y es por ello que Davo, al servicio de Simón y Pánfilo, es quien, con sus mentiras y engaños, mueve los hilos de la trama.

Recordemos, que en esta clase, pero fundamentalmente en la anterior, Lacan desarrolla la dialéctica del amo y el esclavo hegeliana. Sobre este punto, me interesa detenerme en algunas consideraciones, ya que Lacan nos dice varias cuestiones al respecto.

Uno de los puntos centrales de la lectura que lleva adelante Lacan, respecto al trabajo de Hegel, es el hecho de que en la dialéctica del amo y el esclavo, se puede situar la instauración de una ley primordial que delimitará dichas posiciones -amo y esclavo- y una particular lógica entre el sujeto, el goce y el cuerpo.

El amo será quien, en la lucha a muerte por puro prestigio, se encuentra dispuesto a perder su vida, en tanto la posición de esclavo decantará de aquel que no quiso correr el riego de muerte. Una vez, definida las posiciones, es donde entra para Hegel la cuestión del goce, en tanto el mismo será un privilegio del amo, mientras al esclavo le quedará el camino del trabajo.

Resulta interesante remarcar, que a partir de las posiciones delimitadas por dicha dialéctica, el amo no llegará a gozar en forma absoluta, ya que se encontrará separado de los objetos del goce. El esclavo será el encargado de aportarle estos objetos y por ende mantendrá cierto goce de la cosa, incluso por el simple hecho de que deberá transformarlos para hacerlos aceptables a criterio del amo.

Otro punto a destacar, de la lectura de Lacan, y en la perspectiva de lo que acabo de decir, es que el esclavo al rehusarse a morir, lo que hace es aferrarse al goce, ya que morir es la vía más segura para perderlo. Entonces, el esclavo se aferra al goce tanto como para sostener y alienar su propio cuerpo.

También, Lacan considerará, que la lucha por puro prestigio constituye un señuelo, ya que de lo que se trata no es de la muerte del vencido, sino del derecho -que obtiene el vencedor- de darle muerte al vencido, pero también de las consecuencias que se producen sino no lo hace. Es decir, sino lo mata.   

Llevando, esta lectura al campo del psicoanálisis, diríamos que examinar la posición del amo nos permite determinar las consecuencias de la introducción del sujeto en lo real, como así de medir lo que ocurre con sus efectos sobre el goce. Entonces, cuando Lacan ubica cierta ley primordial en la dialéctica del amo y el esclavo, nos referimos a la entrada en el registro de la significación.

A mi entender, hay una analogía entre la dialéctica del amo y del esclavo, con determinadas reformulaciones que Lacan incorpora, y la introducción del significante con su efecto sujeto, efecto de significancia, y la consecuente relación de desajuste y alienación entre el cuerpo y el goce. Hay goce del cuerpo, pero a esta altura el cuerpo es el lugar del Otro, en la medida en que allí se inscribe, de nacimiento, la marca como significante.

Por ello, el amo será un sujeto, y como tal en algún punto renunciará al goce, incluso si nos remitimos al discurso del amo, formulado por Lacan años después, podríamos preguntarnos ¿no es acaso el sujeto dividido la verdad del amo?

En este punto, hay una consideración que me llamo la atención. Lacan nos dice que Hegel se engañó al suponer que el amo gozaba, ya que considera que no es el goce lo que lo caracteriza. Recuerda que aquel, que está en la ciudad, marcado con la función de amo, tiene que hacer algo muy distinto que abandonarse al goce, ya que el dominio de su cuerpo se adquiere, y se mantiene, a través de la más dura disciplina. Incluso agrega, que en todas las épocas de la civilización -agreguemos la nuestra-, quien es amo no tiene tiempo para dejarse llevar, ni siquiera en sus aficiones.

Por el lado del esclavo, en su calidad de objeto desechado, de objeto de desprecio, será quien, aferrándose al goce, como ya dijimos, se mantenga en el nivel de lo real del mismo. El goce del esclavo no pasará por el cuerpo, ya que esta privado del mismo por estar a disposición del amo, sino por aquellos objetos que escapan a toda dominancia. Lacan dirá: “El hecho de que al antojo del amo su cuerpo -el del esclavo- vaya y venga, sin embargo, preserva esos objetos que son su meollo pero también su invento, esos objetos tomados en las fronteras, esos objetos que funcionan en el nivel de los bordes del cuerpo”. (1)

El lugar del goce se delimitará, entonces, al margen del cuerpo, en aquellos objetos que Lacan nombró con la letra a minúscula.

Por otro lado, en este seminario, y en esta clase particularmente, estará presente la formulación No hay acto sexual, correspondiente a la relación que acabamos de delimitar entre el sujeto, el cuerpo y el goce. Lacan, ubicará esta fórmula, en el orden de la verdad con la que tratamos en la experiencia analítica, en tanto el sujeto no encuentra -debido a la prevalencia del significante en su constitución- ningún fundamento en el acto sexual que permita afirmarse como soy hombre o soy mujer.  

Una de las maneras, en que Lacan desarrolla este punto, es retomando la estructura del mensaje bajo formula invertida: tú eres mi mujer, donde no se puede dar cuenta de un lazo entre los términos hombre y mujer, en el sentido en que uno constituya el inverso del otro. El inconsciente, entonces, está constituido por la dificultad del acto sexual. En palabras de Lacan: “[…] sin saber en absoluto lo que digo, me anuncio como siendo hombre donde no pienso, y lo hago bajo la forma invertida del tu eres mu mujer donde no soy. No obstante, eso tiene la ventaja de dar a la mujer la posibilidad de anunciarse también. En lo que exige que ella esté ahí como sujeto, ya que ella, al igual que yo, deviene sujeto en cuanto se anuncia. Este encuentro que se produce bajo la forma pura del mensaje -tanto más pura, insisto, cuanto que no sabemos en absoluto lo que decimos- poner en primer plano la función del sujeto en el acto sexual. Incluso nos percibimos como puros sujetos en el nivel del fundamento de ese acto. Este puro sujeto se sitúa en la unión, o mejor dicho, en la desunión entre el cuerpo y el goce. Es un sujeto en la medida de esa desunión”. (2)

En la misma perspectiva, se ubicarán los análisis que Lacan realiza de la institución del matrimonio, acto simbólico que como lo recuerda Miller, se consagra a el soy tu mujer. Los desarrollos de Lacan, en este punto, al interrogar la resistencia y persistencia del matrimonio a lo largo de la historia de la humanidad, como así los distintos rituales entorno al primer coito enmarcado en dicho acto -desde la verificación de la sábana manchada con sangre hasta la nombrada noche de bodas- no dejan de poner en tela de juicio la existencia de un acto simbólico del coito, ya que el sujeto, luego de dicho acto no podría afirmar con plena seguridad: soy un hombre o soy una mujer (Miller). (3)

La interrogación de Lacan al matrimonio, apuntará a sostener la idea de que quizás esta institución, se haya impuesto a lo largo de la historia, con sus variantes, debido a esta falta de fundamento.

Agreguemos, que la tesis de “La significación del falo” implica que el sujeto no asume el sexo por la relación sexual, sino por la castración, es decir por los desfiladeros del significante, lo que implica que no es la relación sexual con el hombre lo que constituye a la mujer, o viceversa, sino su relación con el significante de la castración.

Volviendo a La Andriana, Lacan dirá que para nosotros esta comedia tiene un solo interés, el mostrarnos que al introducirse la función del sujeto, entre el goce y el cuerpo, se produce un movimiento de desajuste entre ambos.

Dicho desajuste es el que apreciamos en la trama de esta obra. Terencio, quien había sido esclavo, nos muestra, en esos actos escénicos, como sobrellevan los distintos personajes el divorcio entre el cuerpo y el goce.

El amo con su torpeza, acude al esclavo para resolver sus problemas, el esclavo responde al amo -ya sea padre o hijo con intereses contrapuestos-, va y viene con su cuerpo, pero no se priva de provocar sus equívocos, sus enredos.     

Terencio hace de la no relación una comedia, nos muestra no solo que una forastera puede ser una honesta ciudadana de Atenas, hija de un hombre respetable, justo de aquel al que Simón le demanda una de sus hijas para concretar el matrimonio de su hijo, ¡qué casualidad!, sino también nos enseña, que frente a ese pequeño desajuste -donde el falo es un símbolo del goce sustraído- también podemos reír.

Notas  

(1) Lacan, J.: “Solo hay goce del cuerpo”, en El Seminario, Libro 14, La Lógica del fantasma, Paidós, Buenos Aires, 2023, pág. 304.

(2) Lacan, J.: “La cuestión del goce”, en El Seminario, Libro 14, La Lógica del fantasma, Paidós, Buenos Aires, 2023, pág. 313.

(3) Miller, J.-A.: “El falo como significante”, en La naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires, 2008, págs. 290- 294.