Ofelia, el barómetro

XXVI JORNADAS NACIONALES DE CARTELES –Carlos Paz, 11 de noviembre 2017

 

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María Manso

 

El barómetro mide la presión atmosférica mediante las variaciones que se producen en una cajita metálica en cuyo interior se produce un vacío. Ofelia es un elemento articulador del recorrido que hace Hamlet hasta encontrarse con su acto, en ese derrotero en el que se pierde en la vía de su deseo. Laertes antes de marcharse a París, le dice: “Témele querida hermana, y consérvate a la retaguardia de sus afectos, fuera de los disparos y peligros del deseo. La muchacha más reservada ya es bastante pródiga si desenmascara su belleza a la luna; ni la misma virtud escapa a los golpes calumniosos”. (1)

Tanto Laertes como Polonio le aconsejaron a Ofelia que se mostrara casta y discreta frente a las demandas románticas de Hamlet, la desilusionaron en relación a sus verdaderas intenciones. Algo de esa conversación nos indica acerca del lugar de Ofelia en el deseo de Hamlet.

Desde las primeras palabras que escuchamos de boca de Hamlet, sabemos que hay algo fallido en Dinamarca. Antes de la aparición del ghost, lo escuchamos quejarse de la falta de duelo y alabar las muchas características que tenía su padre, como padre, como rey, como marido. Es un padre idealizado. Y también denosta a Claudio: “Antes de que la sal de sus lágrimas inicuas hubiesen dejado el enrojecimiento de sus ojos irritados ¡se casó!”. (2)

El padre de Hamlet viene del más allá, se le aparece y le cuenta cómofue su muerte y le pide que lo vengue. Sabemos que la diferencia fundamental entre el sueño de Freud en los primeros capítulos del seminario y el Edipo con Hamlet, es que el padre de Hamlet sabe. Y si hay algo que sucede cuando nos entendemos con la castración es saber que el otro no sabe. Este es un padre que sabe lo que su hijo tiene que hacer, lo conmina a interceder ante el deseo voraz de la madre, lo deja a su merced. Hamlet no puede actuar de acuerdo a lo que el otro sabe. Queda en el lugar de la identificación primitiva con el falo, siendo el falo de la madre. En realidad queda pivoteado entre ser y no ser, dudando entre cumplir con el pedido del padre y ceder ante el deseo de la madre. En este punto Hamlet enloquece, el fantasma se desarma, ya no funciona como sostén imaginario de su deseo.

Ofelia se desmorona como objeto de deseo de Hamlet. Este no puede cumplir con el pedido de su padre, comienza un periplo en el cual aunque se le presenten distintas oportunidades de cumplir con lo que el padre le pide, no puede hacerlo. La madre obtura la posibilidad de que Hamlet lleve a cabo su acto. En este punto de la obra, Ofelia cae como objeto causa y es un objeto degradado. Hamlet planifica una obra de teatro en la que representa el crimen que el fantasma dice que se cometió y como se llevó a cabo. Pero también esa obra representa el crimen que él podría haber cometido para ocupar el lugar del padre muerto, intenta ubicarse en esa ficción para poder extraer algo de su propia verdad. Hamlet se niega a saber acerca de la falta de Gertrudis por lo tanto no puede constituir el objeto de su deseo.

Durante la playscene Hamlet maltrata a Ofelia, es agresivo y hasta grosero. Ofelia, objeto preciado, se vuelve objeto degradado. Sólo posible como dadora de niños, de progenie, no se puede constituir como sexualmente atractiva, se escucha la repugnancia que le provoca a Hamlet esa posibilidad.

En la escena en el dormitorio de Gertrudis, Hamlet le pide, le exige a la madre que no se rinda a su deseo voraz, a su lujuria. En realidad lo que sucede es que la reenvía a los brazos de Claudio, cayendo él mismo en la imposibilidad de llevar a cabo su propósito ya que está unido al deseo de la madre.

“Madre, por el amor de la gracia divina, no pongas un ungüento lisonjero en tu alma, pensando que no habla tu culpa sino mi locura (…) Confiésate al cielo, arrepiéntete de lo pasado, evita el porvenir y no esparzas estiércol en las malas hierbas para hacerlas más pútridas”. (3)

Hamlet vuelve de su viaje y se encuentra con la muerte de Ofelia de la que nada sabía y se produce la escena en el cementerio. Ante la pérdida real del objeto, vuelve a reconstituirse el fantasma. Ofelia se constituye como objeto de deseo. Lo cual vuelve a lanzar a Hamlet a la vía de su deseo y, en ese espacio casi inexistente antes de su muerte, lleva a cabo su acto. Mata a Claudio, no ya a pedido de su padre sino por él, como danés, como hombre que recupera su lugar como heredero de la corona.

 

 

 

Notas:

(1) Shakespeare, W.: “Hamlet”, en Tragedias, RBA Editores, Barcelona, 1994, pág. 15.

(2) Ibíd., pág. 12.

(3) Óp. Cit. n° 1, pág. 61.

 

 

Bibliografía

Lacan, J.: El seminario, libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014.

Shakespeare, W.: “Hamlet”, en Tragedias, RBA Editores, Barcelona, 1994.

Laurent, E.: ¿Qué es un psicoanálisis orientado hacia lo real?, en Revista Freudiana N° 71, Barcelona, mayo/agosto 2014.