Nuestras ficciones necesarias (1)

IV JORNADAS ANUALES DE LA EOL SECCIÓN LA PLATA: EL ANALISTA Y SUS FICCIONES –La Plata, 28 de octubre de 2017

zocalo entre notas

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Gerardo Arenas

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Hacia 1890, Freud observaba que, cuando el hipnotizado ve lo que le ordenan ver, está convencido de verlo debido a una credulidad que sólo hallamos en lazos amorosos con entrega plena (2).También hacía notar que, si bien suele atribuirse a la histeria la facultad de simular afecciones nerviosas orgánicas, en sus síntomas ella se comporta como si la anatomía no existiera, pues toma los órganos en el sentido del nombre que llevan: la pierna es la pierna, hasta la inserción de la cadera (3).Y agregaba que lo inconsciente no distingue entre la verdad y la ficción investida con afecto. (4)

Estas viejas afirmaciones vuelven a ser actuales –ya diré por qué–, e indican que en el amor la palabra toca el cuerpo –de ahí la eficacia de la interpretación en transferencia– y que en el síntoma no hay simulación (imaginaria), sino ficción (simbólica) (5). Las ficciones con que opera el analista son esas funciones simbólicas que conmueven el cuerpo en transferencia y que llamamos interpretaciones. Ellas alteran la economía de los goces. Es lo que Lacan explora entre el Mayo francés y “La tercera”. (6)

Cabe distinguir tres niveles en su indagación: (1º) caracteriza diversos goces y sus relaciones recíprocas, (2º) elucida la estructura de las formas de interpretar, y (3º) estudia cómo incide cada una de ellas en los modos de gozar. Pasaré revista a los pasos que Lacan da en los dos primeros niveles, y me detendré en el último.

En el campo del goce, tras aislar el plus-de-gozar, Lacan examina sus relaciones con otros goces y concluye que es condición de todos y que éstos, además de ser combinaciones de tres goces básicos (el del sentido, el fálico y el de la vida), mantienen entre sí una relación económica: reducir dos incrementa el otro.

De la estructura de las formas de interpretar, sabemos que una da sentido –no hay que descartarla, aunque la usemos con cuentagotas–, (7) y otra se le opone mediante el corte de la cadena significante. Si la primera es semántica, la segunda es antisemántica, y hay una tercera, asemántica, que ni da sentido ni se opone a éste, sino que lo suspende mediante el equívoco que resuena en lalengua. Freud la empleaba con frecuencia, pero aislarla del corte es mérito de Lacan.

El tercer nivel de su indagación es el más relevante en términos clínicos: cómo incide cada tipo de interpretación en los modos de gozar. Si la interpretación semántica aumenta el goce del sentido, la antisemántica lo reduce, mientras que la asemántica disminuye el goce fálico. En consecuencia, el equívoco y el corte disminuyen el goce fálico y el del sentido, de modo que el tercer goce, ligado a éstos por una relación económica, debe aumentar en proporción. Como este goce es el de la vida, su incremento lleva a sentirse mejor. Y así definía Lacan el psicoanálisis al final de su enseñanza (8). ¿Acaso es posible operar directamente sobre este goce? No, porque está fuera-de-simbólico y todas las interpretaciones, nuestras ficciones necesarias, se apoyan en lo simbólico. El corte reduce el goce simbólico-imaginario del sentido, el equívoco acota el goce simbólico-real del falo, pero el goce de la vida es imaginario-real y, por ello, no puede alcanzarlo la interpretación. Esto hace que recurrir a las otras dos resulte imprescindible.

Dije que el Freud de 1890 volvió a ser actual porque para muchos analistas el uso de la interpretación cambió en las últimas décadas. Antes, los novatos pecábamos por exceso: no diré que interpretábamos sin dar respiro, como los kleinianos, pero era raro que una sesión no contuviera al menos una interpretación, sobre todo como cierre. Nuestros controladores nos sugerían controlar…nos, no interpretar tanto, calcular y medir más nuestras intervenciones. (9)

Con el tiempo, fui llamado a ocupar el otro lado del mostrador para controlar curas que otros practicantes dirigen, y noté que el uso de la interpretación ha sufrido una merma tan general que hoy escasea y hasta brilla por su ausencia. ¡De la imprudencia hemos pasado a la inhibición del acto!

Por eso quiero, para finalizar, hacer un llamado a revitalizar ese uso en nuestra práctica. Suelen llegarme quejas de que los pacientes no se implican en el dispositivo. ¿Qué tal si los analistas nos implicáramos más en él como nos compete, es decir, a título de interpretantes? Con frecuencia escucho decir que transferencias eran las de antes y que hoy asistimos a una caída generalizada del sujeto supuesto saber. Pero Lacan demostró muy bien que sin interpretación no hay transferencia (10). ¿No será acaso que, con este racionamiento, nosotros mismos estamos incentivando o provocando ese percance que lamentamos?

Las interpretaciones, nuestras ficciones, son necesarias porque constituyen la condición de la transferencia, sin la cual el análisis es imposible, y además porque sólo a ellas podemos recurrir para alterar, tal como se espera, la economía de los goces en el analizante. Entonces, hay que volver a empuñar con destreza y decisión ésa, nuestra única arma.

  

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Notas:

(1) Trabajo presentado en la mesa plenaria “El analista y sus ficciones” de las IV Jornadas Anuales de la EOL Sección La Plata: El cuerpo: goces & ficciones, el 28 de octubre de 2017.

(2) Freud S.: “Tratamiento psíquico (tratamiento del alma)”, en Obras completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1992, pág. 127.

(3) Freud S.: “Algunas consideraciones con miras a un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas”, ibíd., págs. 199-206.

(4) Freud S.: “Carta 69 (21 de setiembre de 1897)”, ibíd., pág. 302.

(5) Lacan J.: El seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1990, pág. 22.

(6) Para todo lo que sigue, véase Gerardo Arenas, Pasos hacia una economía de los goces, Buenos Aires, Grama, 2017, caps. 2-3.

(7) Cf. Jacques Lacan, “Intervención sobre la transferencia”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2009, pág. 219, y El seminario, libro 7, La ética del psicoanálisis, óp. cit., pág. 17. Véase también Gerardo Arenas, Estructura lógica de la interpretación, Atuel, Buenos Aires, 1998, cap. 12.

(8) Lacan, J.: “Le Séminaire, livre xxiv, L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre”, en Ornicar? (1977-1979), págs. 12-18.

(9) De hecho, mi primer libro tenía ese objetivo.

(10) Cf., por ejemplo, Jacques Lacan, “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, págs. 265-268.