Ecos del IX Congreso de la AMP: “Un real para el siglo XXI”
por Betina Ganim
Comparto con ustedes mis apuntes sobre la Conferencia de Jacques-Alain Miller, el pasado jueves 17 de abril en París. Se trata de lo que pude recoger sobre el tema del próximo Congreso, notas que pueden aportar un primer “pantallazo” del tema que nos ocupará estos dos años venideros.
¿Por qué nos comprometimos a seguir el camino de la última enseñanza de Lacan? Porque como analistas, nos sometemos al desciframiento, y hay un relámpago en esa oscuridad que tiñe este último tramo de su enseñanza, que nos lleva a seguirlo.
Lo que está claro es que el psicoanálisis cambia. Y no es un deseo, es un hecho. En el siglo XXI, el psicoanálisis ya no es el mismo.
Se percibe entonces la urgencia, la prisa, la necesidad de actualizarse. ¿Qué tenemos?
En principio, a la vista de todos, está el tema de la sexualidad por todas partes. La sexualidad convertida en pornografía, en show, pensada para la satisfacción de apetitos perversos, y accesible para todos en un solo click.
En el siglo XXI se trata de la clínica de la pornografía. Y es algo que merece ser detallado, porque no cesa; persiste y es algo que está cada vez más presente en los análisis.
Esta práctica contemporánea nos lleva a evocar los efectos del cristianismo y el barroco. En las iglesias tenemos toda una exhibición de cuerpos que evocan el goce, pero dejan por fuera el campo de la cópula misma. Una segunda diferencia es que en el barroco tenemos una regulación. En la pornografía no existe tal regulación, hay una provocación de goce, en el modo de “más de goce”.
La difusión de la pornografía por los medios electrónicos tiene efectos de los que el analista escucha testimonios.
La pornografía existe porque la relación sexual no existe. Esto es lo que dice ese espectáculo siempre disponible: ¡La relación sexual no existe! Un oráculo que anuncia que los oráculos han desaparecido. Nosotros solemos ser sensibles a ese destino de los oráculos… Durante un tiempo la interpretación funcionó como un oráculo, pero nuestro propio oráculo es que la relación sexual no existe.
Es un síntoma, lo que no quiere decir que tengamos que rendirnos, sino que esto exige una interpretación.
Tenemos también el tema del cuerpo. El cuerpo se arma con la imagen especular. Hay un juego de imágenes con el cual Lacan articula Ideal del yo y Yo ideal, pero lo formaliza en algo inédito. La enseñanza borromea acentúa que es a través de su imagen que el cuerpo participa en la economía del goce. Es en el cuerpo imaginario que las palabras de lalengua se introducen en el modelo de la unidad corporal.
Todo esto nos lleva al tema del próximo Congreso: el cuerpo y sus variaciones en su condición imaginaria. Pero el cuerpo cambia de registro cuando se trata del cuerpo hablante: un misterio –dijo Lacan. Lo opuesto a un matema.
Miller se refiere a la duda hiperbólica de la sexta meditación de Descartes, que habla también del cogito y nos da la certeza como un resto, que resiste a la duda más amplia que pueda existir. Après-coup sabemos que la duda también iba con el yo pienso-cuerpo. Lo que se distingue es el cuerpo del yo-pienso. La distinción del cuerpo físico de los otros, y mi cuerpo, mi carne.
La carne no es un simple cuerpo. La carne es el único cuerpo de la capa extensa. La palabra valiosa es “carne”: es lo que para Descartes es la unión del alma con el cuerpo. Lacan dirá que esa carne es la que lleva el rasgo del signo, la desvitaliza, y el cuerpo se separa de ella.
La diferencia entre “cuerpo” y “carne”, es que el cuerpo se muestra apto a aparecer como superficie de inscripción del Otro del significado. El misterio es lo que resulta de la marca de lo simbólico en el cuerpo. El misterio de la unión entre palabra y cuerpo: el registro de lo Real.
En la última enseñanza de Lacan tenemos un nombre nuevo para el inconsciente. En el texto Televisión, Miller se refiere al uso que Lacan le da a la palabra inconsciente, y tenemos allí que Miller le dice: “El inconsciente, qué palabra más rara! Es un término que no se adecua bien”. Y Lacan no le responde nada. Lacan dice allí que el término “inconsciente” es una palabra que Freud encontró y que no había por qué cambiarla.
Pero dos años después cambió de idea, y en el seminario Joyce, el sinthoma, lo reemplaza por el parlêtre.
Esa es la palabra brújula para el próximo Congreso: el parlêtre. Se produce una sustitución del inconsciente freudiano por el parlêtre lacaniano. Esta sustitución es índice de lo que cambia el siglo XXI, donde tenemos otro orden simbólico, y otro real.
Analizar el parlêtre no es lo mismo que analizar al inconsciente como lenguaje. Analizar el parlêtre es lo que hacemos; solo que nos queda saber decirlo. Por ejemplo cuando hablamos de síntoma como un sinthome, esto viene del parlêtre. El sinthome del parlêtre es un acontecimiento del cuerpo, del goce.
Ahora bien, el sinthome del parlêtre debe quedar aclarado en cada tipo clínico. Y no vamos a lograrlo si olvidamos al primer Lacan. Lacan no viene a borrar a Freud, sino a prolongarlo, a garantizar la continuidad. De Freud a Lacan, el mecanismo de represión nos es explicitado por la metáfora. La represión explicitada por la metáfora es un desciframiento, y esa operación afecta el goce del cuerpo.
Otro vocablo al que apuntaremos, al lado del parlêtre: Escabeau (escabel, taburete). Podríamos decir que le faltan algunos peldaños… Un taburete, un pedestal que permite elevarse a la dignidad de la cosa. Se trata de la sublimación en tanto se funda en el “no pienso” primero del parlêtre.
El sinthome depende del cuerpo del parlêtre, sale de la marca de la palabra cuando hace goce. Es la escalera pensada del lado del goce que excluye al sentido. Joyce hace una escalera de su arte; se trata de un goce tan opaco como la escalera. Joyce como un fabricante de escalera, decidido a hacer arte con el goce opaco del síntoma.
¿Qué pasa con eso en la clínica? Hacer del síntoma una escalera ¿no se trata de eso en el pase? Donde uno juega con ese goce. Jugar con el síntoma para crear esa escalera, es un hecho de sublimación. Esas escaleras están ahí para hacer la belleza, como defensa última contra lo real. Pero después el parlêtre tiene que saber hacer con eso. Su saber decir, que invita a dar la palabra. No es hacer acontecimiento. No se trata de la conciencia, sino de la palabra.
En cuanto al parlêtre, la palabra es lo que determina a ese animal, por lo que el cuerpo se separa de “ser el cuerpo” a “tener un cuerpo”. El parlêtre se las tiene que ver con lo imaginario, lo simbólico y lo real. En él hay a la vez, goce del cuerpo y lo que sale del cuerpo. El parlêtre se goza. El cuerpo hablante habla en términos de pulsión.
Freud consideraba que la teoría de las pulsiones era una mitología. Y lo que no es mito, es goce. Lacan lo llamó ficción. Lo que no es una ficción es el cuerpo gozante.
El inconsciente es una elucubración de saber en el parlêtre; elucidación de semblantes que sale de lo real y a la vez lo ciñe.
El psicoanálisis, con Lacan, ha restituido el real: un real, que en los lazos sociales reza “no hay relación sexual”. Y lo real del inconsciente es el cuerpo hablante, el parlêtre.
Cuando lo simbólico regulaba lo real, la clínica se dividía en Neurosis y Psicosis. En el siglo XX teníamos una articulación de semblantes, en tanto categorías que organizaban la existencia, y que hoy pasan a ser construcciones sociales que están destinadas a la destrucción.
Para el parlêtre, la única vía es entonces armar un discurso cuyos semblantes atrapen un real, un real fuera de sentido. Hacerse incauto de un real es lo que orientará al parlêtre.
Antes teníamos ciertos indicadores del análisis: si era tal estructura era analizable, etc. En la época del parlêtre, se analiza a cualquiera, ya que el orden simbólico está subordinado a lo real y esto implica igualdad entre los parlêtres.
Analizar al parlêtre implica jugar una partida con una trilogía que repercute en el nudo RSI: delirio, debilidad y embaucamiento, lo que exige dirigir un delirio de modo tal que su debilidad ceda al embaucamiento de lo real.
La propuesta para el próximo Congreso es entonces hablar del inconsciente y el cuerpo hablante o cuerpo que habla (ya se precisará su traducción en los diferentes idiomas).