VIII ENAPOL: ASUNTOS DE FAMILIA. SUS ENREDOS EN LA PRÁCTICA –Buenos Aires, 15 de septiembre de 2017
María Adela Pérez Duhalde
El presente trabajo, fue presentado en el VIII Enapol: “Asuntos de familia y sus enredos en la práctica”, e inscripto dentro del eje “Síntomas familiares. Familias sintomáticas”. Viviana Mozzi refiere que, las palabras asuntos y enredos, remiten etimológicamente a tramas engañosas y vinculadas al amor y que “…tanto en las familias como en la práctica encontramos los nudos del amor, del odio y de los secretos, con los que cada sujeto se construye su novela (…) el psicoanálisis busca extraer la “verdad” singular que ocultan”. (1)
Son los enredos en la práctica los que me conducen a pensar el tema de la parentalidad.
En ocasiones llegan a la consulta sujetos atravesados por la urgencia, en busca de instrucciones para manejarse con sus hijos. El niño, aparece encarnando el lugar de quien dicta el orden en la familia, signado paradójicamente por el caos. Es una lógica especular la que comanda, en donde la tensión agresiva está en danza permanentemente. Hablar de los hijos y sus “calamidades” copa la escena del análisis. De esta manera, resulta difícil ubicar el asunto de quien consulta, que se escabulle tras la “dictadura del niño”. (2)
Marie-Hélène Brousse refiere que, en la modernidad, para alcanzar el significante “familia”, es necesario el objeto niño, que como objeto a, ubicado en el lugar del agente, comanda el discurso: “…con Lacan podemos decir que se trata ahora de la dictadura del plus de gozar, y este término dictadura, conviene bastante para caracterizar la relación que cada vez más los padres mantiene con sus hijos” (3). Ubica a la “dictadura del niño” como un estilo de vida en el que el niño “es un objeto astro”. En este sentido es muy interesante el análisis que hace sobre la expansión de la industria de cosas infantiles, la infancia orientando el consumo; los niños, antes reducidos al silencio, actualmente animando las conversaciones. Asimismo subraya los reparos que muchos sujetos ponen para comprometerse en la parentalidad porque “temen el dominio del niño sobre otros modos de gozar”. (4)
Brousse señala que la parentalidad, se puede pensar como un efecto en el orden familiar de las mutaciones de la civilización, en donde se ha pasado de la autoridad paternal a la autoridad parental. El padre, sustituido por los pares, ya no predomina: “La parentalidad (…) se impuso como nombre que viene a desplazar los significantes anteriores de la autoridad, tal como se desprendían de un sistema de parentesco fundado en la diferencia de los sexos y del intercambio de las mujeres. En ese sentido, es un síntoma que surge de la modificación de ese sistema” (5). Si padre y madre son pensados por Lacan como funciones diferenciadas –función de nominación y función de cuidados respectivamente–, con esta noción, se borra la diferencia funcional así como también la diferencia hombre/mujer. Con el borramiento de la diferencia aparece el correlativo ascenso de la segregación: los mismos con los mismos, nos dice Marie-Hélène Brousse.
Graciela Brodsky (6) trabaja también sobre la parentalidad y el lugar que encarna el hijo allí. Con el avance de esta noción por sobre la noción de patria potestad, la pareja parental deviene pareja fraterna y es el hijo quien encarna la función de intrusión que tiene siempre el hermano, tal como Lacan lo trabaja en “Los complejos familiares”. Es el niño quien introduce la disparidad en la parentalidad, encarnando así lo ominoso. En el seno de la familia aparece la dimensión de lo intruso con una brutalidad mayor que tiempo atrás, refiere Brodsky.
Para finalizar, sirviéndome de los mojones como aquello que permite delimitar un terreno, marcar una diferencia o dar cuenta de la distancia, vuelvo a los enredos en la práctica. Un caso me permite vislumbrar que es justamente ese punto, el del niño encarnando lo ominoso, el que se puede ubicar en lo que motiva la consulta. Punto en el que el hijo vira de “su majestad el bebé” al pequeño amo que parece ordenarlo todo, desarticulando el armado que sostiene a una pareja. En el recorrido del trabajo, la “dictadura del niño” va perdiendo consistencia, en tanto –cada vez que resulta posible– se interviene desacoplando los asuntos entre el niño y el padre. La diferencia que se introduce permite salir de la lógica especular. Quien consulta empieza de esa manera a hablar del niño que fue y de su angustia, más allá de lo que encarna el hijo, como la emergencia de un objeto malo que se le viene encima.
Notas:
(1) Mozzi, V.: “Enredos de familia… Asuntos en la práctica”, en Lacan XXI Revista Fapol online http://www.lacan21.com/sitio/2016/10/25/enredos-de-familia-sus-asuntos-en-la-practica, 2016.
(2) Brousse, M. H.: Un neologismo de actualidad: la parentalidad, artículo publicado en la revista La cause freudienne 60 “Les nouvelles utopies de la famille”, publicación de l´École de la Cause Freudienne, Paris, junio 2005. http://ccbcn.info/xv-conversacion/docs/biblio/M-HBrousse.pdf
(3) Ibíd., pág. 67.
(4) Óp. Cit. n°2, pág. 67.
(5) Óp. Cit. n°2, pág. 67.
(6) Brodsky, G.: Texto presentado en la Segunda Noche Preparatoria hacia el VIII ENAPOL: “Locuras Familiares”, en la EOL, 5 de abril de 2017, inédito.