Segunda Noche de Biblioteca: Consecuencias del Seminario 19,…o peor, de Jacques Lacan – EOL Sección La Plata, 6 de agosto de 2014
Cristina Coronel
El título del Seminario: “…o peor” (1) escribe, con tres puntos suspensivos, el lugar del vacío que el lenguaje cava en el ser hablante, y cuya importancia Lacan destaca como “único modo de atrapar algo con la ayuda del lenguaje…”.
Lacan plantea el esbozo de una nueva lógica, cuyo punto de partida es lo que revela la experiencia particular que instaura el discurso analítico: todo discurso esta determinado por un real, un indecible. Se trata de una lógica “a partir de lo que no es”; propone como axioma un decir: “no hay relación sexual”, siendo este lo que viene como argumento en el sitio vacío de su título: “No hay relación sexual se propone entonces como verdad (…) que solo puede semidecirse (…) que la otra mitad diga peor”.
Investiga las consecuencias del “no hay relación sexual” a partir de lo que verifica el discurso del analista, intentando a la vez dar otro alcance a la práctica y experiencia del psicoanálisis. Esto lo conduce al campo que designa de lo “Uniano” (2). Ya que se trata del desbroce del discurso analítico –dice– esto justifica pasar por el Uno, buscar su fundamento. Plantea el positivo: “hay Uno” del goce, como correlato del negativo “no hay” la relación sexual en el ser hablante.
Del Ser y la Existencia
Del Pármenides de Platón, Lacan subraya la distinción entre el Uno y el Ser. “El Ser es Uno siempre…pero el Uno no sabe como ser”. Encuentra aquí un antecedente de la función lógica de la existencia: “Aún si no es, el Uno no deja de plantear la cuestión… (Cada vez) que deba tratarse de la existencia, la cuestión girará en torno del Uno” (3).
Luego de señalar el paso que dio históricamente la lógica matemática diferenciando el sentido lógico de la existencia y la existencia natural, Lacan retoma el Parménides y plantea: “Lo que manda es el Uno… El Uno hace el Ser como la histérica hace el hombre…El uno no es el Ser, hace el Ser”. Porque no hay relación sexual en el ser hablante –lo cual quiere decir que “el goce sexual se inyecta lejos” en sus relaciones–, éste toma ser de la palabra. “El goce existe”; y el Haiuno del goce, que denota “lo que hay”, se inscribe como existencia anterior al Ser. (4)
Estamos ante un nuevo paradigma acerca del ser hablante: un Uno que no es y el Otro que no existe. Lacan se orienta por una “óntica del goce”, como señala Miller. (5)
Del Goce
En este momento de la enseñanza, Lacan afirma que el punto de surgimiento del ser hablante es la relación perturbada con su propio cuerpo que se denomina goce. Afirma que esto tiene por centro una relación privilegiada con el goce sexual, respecto al cual el lenguaje funciona como suplencia ordenando “la intrusión del goce en la repetición corporal” (6). Acentúa que el goce “a secas” no es el goce sexual: el “fracaso fundador” del goce sexual, condiciona las vías del goce constitutivo del ser hablante que se separa y se aparta de aquel. (7)
Si bien el goce del cuerpo tiene como referencia el cuerpo vivo, conserva la acción del significante como marca de goce. Y no todo queda sometido a la significación sexual, sino que hay un goce que permanece en la opacidad:
“Entre los vivientes hay uno…que no escapa a un goce particularmente insensato, y al que yo llamaría local, en el sentido de accidental. Esta es la forma orgánica que toma para él el goce sexual…colorea de goce todas sus necesidades elementales, que en los otros seres vivos no son mas que obturaciones respecto al goce (… ) el animal embucha (…) por no conocer el goce del hambre”. (8)
Hasta ese momento, el lenguaje era lo propiamente humano: “se habla”. Encontramos aquí un viraje, Lacan destaca como propiamente humano: “se goza”. “Lo que habla es lo que goza de sí como cuerpo”. (9)
Haiuno
Lacan aborda el campo de lo Uniano (10) a partir de que encuentra “cosas diversas que interesan en el Uno”; retiene la primera hipótesis del Parménides de Platón: “Es Uno”, que él traduce “Hay Uno”. Dice: Yad’lun (Haiuno) resaltando, en su lengua, el “y en a”, “lo hay”. Ubica así el “hay” sobre un fondo de indeterminación, “hay algo”.
Cuando se interroga al Uno parece “una cosa que se deshace” –nos dice–, sólo se la puede relacionar con la serie de números enteros, ella misma es ese Uno: el 0, el 1 y el Aleph suponen el mismo uno, el Uno que no se deduce.
Entusiasmado con los impasses y los hallazgos nos enreda en los laberintos de la lógica y la matemática. Aunque, para nuestra tranquilidad nos dice que a todo esto, para que no quede en erudición, hay que encarnarlo. Que el Uno existe –afirma– se sostiene a partir de algo no tan evidente, y da un ejemplo: podemos tomar un débil mental agregarle una gripe, un cajón, un pito catalán,… una civilización, hasta una jarretera desparejada, etc.; para finalmente señalar que estos “dispersos” suponen el mismo Uno.
Tomaré a continuación dos referencias, entre las que Lacan extrae de la lógica matemática, para captar el fundamento del Uno: el Uno del conjunto vacío y la noción de la mismidad de la diferencia.
-El Uno del conjunto vacío (11): Frege demuestra la insuficiencia de la deducción lógica del 1 ya que debe pasar por el cero, el 1 se engendra a partir del 1 que falta a nivel del 0 y a partir de allí procede toda la sucesión aritmética hasta el Aleph cero.
En la base de la definición de conjunto, encontramos el conjunto vacío cuyo elemento es dicho conjunto, lo que da por resultado un conjunto de un elemento. Así la fundamentación del Uno demuestra estar constituida por una falta (conjunto vacío). También en la correspondencia biunívoca –con la cual se engendra la noción de número cardinal–, el Uno surge cuando hay uno que falta en las series comparadas.
Lacan destaca que el conjunto vacío es la puerta de cuyo franqueamiento nace el Uno (143). Lo ilustra con el triángulo de Pascal: “Lo que está en juego en ese Uno repetido de la primera línea es nada…”. Y presenta para aprehenderlo intuitivamente, la figura del Uno bajo el aspecto de bolsa agujereada: “Solo es Uno lo que sale de la Bolsa, o lo que ingresa a la bolsa”.
-La mismidad de la diferencia (12): en la teoría de conjuntos todo elemento es equivalente, esto le da la unidad. “Distinto… quiere decir diferencia radical, nada puede parecerse. No hay especie. Todo lo que se distingue del mismo modo es el mismo elemento”. Entonces, tomar el elemento solo como pura diferencia permite verlo como la mismidad de esa diferencia. Así como todo elemento es equivalente al conjunto vacío, Lacan propone aislar la “mismidad de la diferencia”, para contarla como tal.
Del Uno solo
Aborda el Uno en dos niveles de la experiencia analítica (13):
1) Es el Uno situado en el principio de la repetición en el discurso analítico: “…se trata del tipo de Uno que resulta marcado por nunca ser más que el Uno de un conjunto vacío”. Es el Uno que está en la base de lo que el analizante en su hablar “denuncia por cierta repetición teniendo en cuenta una estructura significante”.
2) El Uno del S1: Es el que produce el sujeto en su goce de hablar, producción significante (S1) en el lugar del plus de gozar.
Pero lo que está en juego en el S1 que produce el sujeto –como punto ideal del análisis–, es el Uno solo: “Es el uno en la medida en que, cualquiera sea la diferencia que exista –todas las diferencias que existen y que equivalen–, no hay más que una, que es la diferencia”.
Uno solo, como letra que escribe lo que un análisis permite cernir al final a partir de la producción de los significantes S1, designados con letras diversas pero que encierran lo mismo; y lo mismo “significa único”. Un Uno solo separado del sentido, que nombra el cercamiento de algo que no estaba antes como significante –entre los significantes que se recortan en el recorrido de un análisis–, algo que nunca había sido nombrado porque nunca tuvo antes entidad de significante. Este Uno solo carente de significación, remite a la marca de lalengua en el cuerpo que se manifiesta en lo que repite el síntoma, constituyendo también el principio de la asociación libre en el trabajo en análisis: “no habla alguien sino el Uno”. (14)
Usos del Uno
Afirmamos que el Haiuno marca, en la enseñanza de Lacan, el pasaje de la primacía dada al Otro en el orden de la verdad y del deseo, de la determinación simbólica de los síntomas y las formaciones del inconsciente, a la primacía del goce y el Uno en la dimensión de lo real.
Ahora bien ¿cuál es el alcance operatorio de esta nueva lectura a partir del goce? Lacan mismo nos señala, en este seminario, la necesidad de dar otro alcance a lo que sucede en la práctica y experiencia del psicoanálisis.
Se trata entonces de una orientación en la práctica, como así también del horizonte en la experiencia, el del final de un análisis.
Hacer uso del Haiuno para orientarse en la práctica implica considerar la dimensión del Uno solo de un goce autoerótico y su manifestación a-semántica, captar el goce singular, de cada uno, no universalizable para incidir en eso. J. – A. Miller (15) lo plantea con su formula: un psicoanálisis apunta a un forzamiento del autismo, un forzamiento del Uno del goce debido a lalengua. Lo que está en juego no es el tratamiento del parlêtre, es el tratamiento del goce que es siempre el goce del Uno.
Luego de la lectura de los tres trabajos sobre el Seminario 19, tuvo lugar la conversación; algunas preguntas que quedaron planteadas y otras que esa noche abrió para mí, me llevaron a agregar, en este texto, la siguiente reflexión:
¿Qué uso hacer del Uno al final de un análisis? Los testimonios de los AE nos muestran que hay diversas respuestas posibles a esta pregunta, uno por uno y cada vez. Y en algunos casos nos enseñan como ese uso opera, podría decirse, como corrección de lo que, para cada uno, hace obstáculo a su acto como analista.
Desde este punto de vista, cuando hablamos de la reconfiguración de la práctica a la luz de la última enseñanza de Lacan, el riesgo es caer en cierto abuso de esta expresión deslizando la cuestión hacia la técnica. No se trata de técnica sino más bien de definir y sostener una orientación, a partir de lo singular de cada caso, para incidir en eso.
Lacan nos dice: “El goce exige en efecto el privilegio, no hay dos maneras de proceder con cada uno”, y compara la posición del psicoanalista al padre traumático, en tanto reproductor de la neurosis. La operación analítica como repetición simplificada, al introducir un modelo de la neurosis, acabaría “con la repetición vana” (16). Y aquí acentúo que se trata de “un modelo”, en singular, para cada caso.
Entonces, la práctica que considera la primacía del goce y del Uno implica que la orientación y la respuesta operatoria, encarnada por el analista, miren para el mismo lado, a “contrapelo de lo natural” (17) –como dice Miller–; donde “lo natural” se refiere a lo que instaura un psicoanálisis, la marcha del sujeto supuesto saber: hablar al Otro para aclarar la posición en el inconsciente de las reglas. Y la operación del análisis a “contrapelo de lo natural” toma también el sentido de un “forzamiento” del goce del Uno para finalmente alcanzar un nuevo arreglo con él.
Notas
(1) Lacan, J.: El Seminario 19…o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, págs. 11-20.
(2) Ibíd. (1), págs. 124,125.
(3) Ibíd. (1), pág. 132.
(4) Ibíd. (1), págs. 218-237.
(5) Miller, J.-A.: Curso de la Orientación Lacaniana, “El ser y el Uno”, inédito, Clase VIII, del 9 de marzo del 2011.
(6) Ibíd. (1), pág. 41.
(7) Ibíd. (1), pág. 171.
(8) Ibíd. (1), págs. 31, 52.
(9) Ibíd. (1), pág. 149.
(10) Ibíd. (1), págs. 123-131.
(11) Ibíd. (1), págs. 130, 156, 144.
(12) Ibíd. (1), págs. 162.
(13) Ibíd. (1), págs. 160, 163.
(14) Ibíd. (1), pág. 128.
(14) Miller, J.-A.: El lugar y el lazo, Paidós, Buenos Aires, 2013, págs. 388.
(16) Ibíd. (1), pág. 150.
(17) Ibíd. (14)