por Gisèle Ringuelet
De un grupo de párrafos que la comisión organizadora nos envió a modo de orientación, elegí para esta situación, uno extraído de la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela”, que lo encontramos en el libro Otros Escritos de reciente publicación: “Al comienzo del psicoanálisis esta la transferencia. Lo está por la gracia de aquel al que llamaremos, en la linde de esta declaración, el psicoanalizante. No tenemos que dar cuenta de lo que lo condiciona. Al menos aquí. Está en el inicio. Pero, ¿que es?
Estoy asombrado de que nadie nunca haya pensado en oponerme, dados ciertos términos de mí doctrina, que la transferencia por si sola constituye una objeción a la intersubjetividad. Incluso lo lamento, ya que nada es más cierto: la refuta es su escollo…”(1)
Uno de los motivos que precipitó la elección de este párrafo es el contexto crucial en que Lacan lo escribió, y que marcó de manera decisiva el rumbo del movimiento psicoanalítico.
En 1964 nos encontramos con el acta de fundación de la Escuela, año en el que dicta El Seminario, Libro 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Para, tres años después, con la “Proposición…” de octubre de 1967, formalizar el fin de análisis con su invención del pase.
En esta época, en la que Lacan finaliza el dictado del seminario “Lógica del fantasma” e inicia su seminario “El acto analítico” –ambos no editados–, considerando que la teoría del pase es solidaria a la teoría de la transferencia, a partir del sujeto supuesto saber.
Lacan indica en este escrito, que ningún sujeto puede ser supuesto por otro sujeto e interroga, si no es el sujeto del inconsciente el que ofrece la solución, a quien sabe darle forma.
Retomando el inicio del párrafo citado “Al comienzo está la transferencia…”. Podemos afirmar que ésta no solo nos remite al inicio de un análisis, sino que también está íntimamente ligada a los orígenes del psicoanálisis.
En abril de 1909, en una carta dirigida a Jung, Freud refuta la explicación que éste otorga a los hechos que desconoce. (2)
Para desestimar la hipótesis de causalidad eficiente, que su discípulo establece entre ocultismo y psicoanálisis, Freud se posiciona como analizante y describe el trabajo de interpretación de su propio inconsciente.
En un viaje que Freud realiza a Grecia, el repetido encuentro del numero 60 o 61, en unión con el 1 y el 2, en especial en los medios de transporte, le resulta inquietante. Pero a diferencia de Jung que busca una respuesta en un saber constituido como el espiritismo o lo que denomina “psicosíntesis”, Freud bucea en su propio inconsciente y elabora en el discurrir de las asociaciones que atañen a su historia, un delirio singular.
Desde una lectura lacaniana podemos decir que Freud supone un saber al inconsciente; condición que Lacan ubica como necesaria para el inicio de un análisis.
Lacan señala –en el párrafo citado– que no se trata de intersubjetividad porque la creencia en ella provoca un escollo a la transferencia analítica, crea un obstáculo para aprehender la enunciación del sujeto.
Crítico consigo mismo y con su audiencia, a quien solicita intervenciones agudas de los conceptos psicoanalíticos que atañen a una manera de entender la clínica analítica, se esfuerza en cernir los términos utilizados con mayor precisión.
Los obstáculos encontrados en la clínica analítica, conducen a Lacan a cuestionar los clichés incorporados.
El sujeto supuesto saber es la noción que reemplaza a intersubjetividad, convirtiéndose en el “…pivote desde donde se articula todo lo que tiene que ver con la transferencia…” (3)
Es en la “Proposición…”, donde Lacan ubica como “órganos de garantía” el inicio y final de un análisis, y retoma la comparación con una partida de ajedrez.
En el inicio de un análisis aquello que estaba desperdigado se configura, cede lugar a la articulación y distinción de elementos.
Entre el analizante y el psicoanalista, el precio que en la experiencia analítica se impone para Lacan, es una formación desprendida del psicoanalizante, es un significante ternario que es introducido en el discurso que él mismo instaura. Formación que –como dije– Lacan denomina: el sujeto supuesto saber.
Pero, recordemos que Lacan destaca que “…Un sujeto no supone nada, es supuesto. Supuesto (…) por el significante que lo representa para otro significante” (4).
Entonces, lo que Lacan llama sujeto supuesto saber, implica una transformación al designar una función subordinada a la cadena significante que se ubica en el lugar de la verdad, y en donde el saber toma consistencia.
Diez años después (1977), este concepto va a sufrir variaciones. Es cuando Lacan destaca que el efecto de significación –que se desprende de la relación de un significante con otro– obtura el deseo del analista; al tiempo que deja de designar el saber como formación consistente, para subrayar la verdad mentirosa. (5)
Pero ya en la “Proposición…”, cuando Lacan opone el saber textual al saber referencial que lo enmascara, y aproxima el uso que tienen del lenguaje “…el sofista y el talmudista, el propalador de cuentos y el aedo…” con la función del analista, indica un rumbo en la experiencia analítica en donde el analista tiene la función de desbaratar el efecto de significación que se desprende del discurso del analizante.
El analista opera con una lógica diferente a la del psicoanalizante siendo su función la de cifrar, incluso con un silencio o con un corte, pero no comprender, como le dice Freud a Jung en la correspondencia: “le advierto (…) que prefiera renunciar a entender algo, no hacer grandes sacrificios al entendimiento”.
Es por intentar volver tranquilizador lo unheimlich del inconsciente que los analistas nos podemos extraviar.
Por último me interesa mencionar, como plantea G. García en su libro D´Escolar (6), que el sujeto supuesto saber no se agota en lo epistémico sino que su contracara es el amor que modaliza la relación con el saber.
Si bien esta vertiente excede al presente comentario, considero necesario recordar que Lacan en la introducción del seminario La transferencia, 1960-61, no solo hace explicita una critica a al intersubjetividad (cuando indica que es lo más ajeno al encuentro analítico) sino que afirma, “Al comienzo de la experiencia analítica, recordémoslo, fue el amor” (7). Principio que se diferencia de un uso religioso, al ubicar a la transferencia como el núcleo “más opaco” de la experiencia analítica.
(Texto publicado en La experiencia analítica: entradas y salidas.-Libro del Primer Coloquio-Seminario de la Orientación Lacaniana en la ciudad de La Plata-, La Plata, 2012, pags. 69-72 )
Notas:
(1) Lacan, J.: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la escuela”, en Otros Escritos, Paidós. Buenos Aires, 2012, pág. 265.
(2) Freud, S., Jung, C. G.: Correspondencia, Taurus, Madrid, 1978. Versión de Alfredo Guéra Miralles. (3) bíd. (1), pág. 266.
(4) Ibíd. (3), pág. 266.
(5) Lacan, J.: “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”, en Otros Escritos. Ed. Paidós. Buenos Aires., 2012, pág. 601.
(6) García, G.: “Las enfermedades del sujeto supuesto saber” en D´Escolar. Serie impar, Atuel-Anáfora, Buenos Aires., 2000, pág. 148.
(7) Lacan, J.: El Seminario, libro 8. La transferencia, Paidós, Buenos Aires., 2003, pág. 12.