
Eduardo Suárez, Instancia Diagonal EOL-Sección La Plata.
Agradezco en nombre de mis compañeros de dupla, Agustín Barandiarán, Silvia Ávila, Camilo Casalla, Sonia Insaurralde y Antonela Garbet, al Directorio, mis compañeros de la I.D., y a la Comisión Científica, la invitación, a esta última por el habernos dado un tema que realmente es difícil pero crucial. Tuvimos nuestro intercambio hasta que quedó “la práctica analítica en las diversidades, clasificación, nominación”.
Ya en la presentación del primer argumento vimos que el término que se llevaba la libido y los debates era el de diversidad pero el sujeto, el tema, le sujet, como dicen los franceses, el asunto en cuestión, es la práctica.
Más que relatar el recorrido que vamos haciendo con mis compañeros de dupla voy a intentar recrearlo del modo más coloquial posible para que podamos conversar y tratar de provocar interés en la jornada que es el objetivo de una noche preparatoria.
El binomio que nos dio la comisión científica entonces nos da la ocasión de presentar ante ustedes un debate que es en cierto sentido “El debate” acerca de la práctica que hoy sostenemos.
Lo presento de entrada. Simplemente adviene cuando pensamos cómo los términos clasificación y nominación inciden en la práctica. Qué práctica se deduce de la clasificación, qué práctica de la nominación. Cuál es la orientación que le imprime a la práctica la clasificación y cuál es la orientación que le imprime la nominación. Y una pregunta fundamental en este eje para las jornadas es en qué estamos efectivamente en la práctica hoy.
Haré un comentario en términos generales de las cuestiones implicadas.
Clasificación.
Heredamos de Freud una práctica hecha a partir de la clasificación, casi toda la práctica era configurada por lo que clasificábamos como histeria, obsesión, perversión, fobia, psicosis, elevada a la más profunda exquisitez por Lacan enriquecida por todo el otro saber psiquiátrico que agregó de su propia formación, además de aquel en que se había basado Freud.
Esa práctica, derivada de las clasificaciones con el paradigma de las neurosis fue una práctica formalizada exhaustivamente, logificada hasta el matema.
Una práctica con una lógica de la cura que comenzaba en las entrevistas preliminares, la rectificación del sujeto y la puesta en forma del síntoma bajo transferencia, con el sujeto supuesto saber para un largo desciframiento que culminaba en la construcción del fantasma y su atravesamiento. Llegados ahí se veían emerger los restos sintomáticos que había que trabajar hasta alcanzar el estatuto del sínthoma, recién ahí, en el tránsito por un resto singular podíamos llegar a lo incomparable de cada sujeto.
Una práctica que procede por analizar a un sujeto en tanto es miembro de una clase tenía un llamativo alcance, porque el análisis iba casi hasta el final enteramente orientado por la clasificación.
Los inclasificables.
Luego vinieron los inclasificables, los casos raros, de los que se comprobó que eran los más frecuentes, esas obsesiones extrañas, locuras histéricas, rígidas, perversos angustiados, fobias sin objeto definido, psicóticos que no deliran ni escuchan voces, melancolías sin duelo localizable. Una crisis de las clasificaciones que se traducía en una crisis de la práctica que deriva de lo clasificado, porque implica una crisis del sujeto supuesto saber, de sintomatología que no llama al inconsciente, etc.
Hasta que luego de 10 años de trabajo luego de tanto paralelismo y reduplicación conceptual Miller decidió la fundación del campo de las psicosis ordinarias y empezó el tema de si abandonar las viejas brújulas de la clasificación, o solo dejarla como marco para algunos pocos sujetos de neurosis sistemática, pero de seguro empezó un movimiento decidido a sentar las bases de una práctica del psicoanálisis en la diversidad, basada en el uno por uno del síntoma y con un cambio en la orientación. De buscar la causa a del síntoma a pensarlo como recurso del sujeto y hacer que el síntoma alcance el estatuto del nombre propio del sujeto.
El nombre sinthome.
Dice J-A. M. en El lugar y el lazo “el nombre sinthome fue promovido por Lacan – esa es mi lectura mi hipótesis- como la respuesta estrictamente psicoanalítica a la indiferenciación de la clínica, a la época de la decadencia de la clínica.” (1) Y dice que los lacanianos no le dieron el uso radical que le daba Lacan por mantenerse apegados a la diferenciación estructural que Lacan había hecho tanto por erigir.
La pregunta es para nosotros, ¿no hacemos aún un uso no tan radical del sinthome por mantenernos apegados a la clínica estructural?.
La práctica de la clasificación.
Si se deriva una práctica de la clasificación es clasificar para resolver lo clasificado mediante el análisis. Ello hacia que fuera una práctica que en cierto modo mantenía las ilusiones de resolver la clasificación, hacer de la histeria y la obsesión analizada cero histeria y cero obsesión, dada de alta y curada.
Ello dio lugar a los llamados restos sintomáticos en los tiempos mismos de Freud que mostraban el punto de fracaso de la práctica de la clasificación. Digamos, para hablar de las neurosis más conocidas y sistemáticas, ningún obsesivo por ser analizado en tanto obsesivo se curó jamás de la obsesión, ninguna histérica tampoco.
Más cerca de nuestro tiempo siguieron las esperanzas con el atravesamiento del fantasma, hasta que se apagaron al ver que ningún atravesamiento dejó al obsesivo menos obsesivo ni a la histérica menos histérica.
Eso evidenciaba el cimbronazo de lo que daba la práctica de la clasificación.
Dado el atravesamiento quedaban restos sintomáticos con los que el sujeto debía arreglárselas.
Y la cuestión que se plantea ya allí es si seguir esa vía consiguiendo mejores interpretaciones, o partir de ese fracaso y orientar los análisis por el síntoma, y discutir cómo reducir su goce para que se pueda saber hacer con él.
También la cuestión es si esa práctica es posible de entrada y para cualquier analizante. No solo en la psicosis extraordinaria u ordinaria sino para las neurosis también.
La clínica actual.
Este corte se hace sentir. Se ha producido en cada uno de nosotros. Hemos sido formados en la clasificación y ahora nos es difícil encontrarle aplicación.
Porque por un lado en las consultas que nos llegan es difícil situarse a ese nivel, son pocos los casos y escasa la nosografía digamos.
A eso hay que sumarle el hecho de que las clasificaciones siempre son en el fondo normativas y hoy, en la época de la despatologización, se van volviendo insostenibles.
La práctica de Lacan.
Encontramos a propósito del tema y de este debate, el libro de Esthela Solano-Suárez Tres segundos con Lacan donde ella, lo dice en la presentación que pueden encontrar en youtube, justifica la existencia del libro en que muestra la práctica de Lacan, en un testimonio confiable, práctica que no solo realiza, sino que Lacan teoriza y fundamenta a partir de los años 70.
Leo dos líneas para extraer el dato que nos interesa: “Me encontré con Lacan en el momento en que extraía la práctica del psicoanálisis del Otro hacia el Uno, apuntando a lo real del sinthome”
“De entrada, desplazó la demanda explícita poniendo el acento sobre el síntoma, demostrándome en acto que este es el verdadero eje de una demanda de análisis”. “Le digo, soñé con una mujer que venía a París…” “A lo que él enseguida responde: Eso es, mientras levantándose de su sillón de analista, y con un gesto decidido, abre la puerta y yo salgo de su consulta”. (2)
En efecto, no le descifró un sueño ni una formación del inconsciente en todo el análisis, en cambio insistió desde el principio en la pregunta acerca de cuál era su síntoma, qué es lo que la hace sufrir, y se orientó hasta el final por el qué hacer con eso.
La nominación.
Tomamos entonces la perspectiva del síntoma como aquello que hace sufrir. Así estamos, de entrada, en la diversidad más radical por definición, porque no hay un síntoma igual a otro y el síntoma siempre es el de cada uno.
Estamos en la antítesis de la clasificación. Porque la clasificación, como decía, toma al caso en tanto miembro de una clase.
Más allá de las complejidades lógicas nominación es un término para pensar un cierre, un anclaje, una respuesta. Es una noción para intentar ver como se constituye, se cierra una singularidad.
Recordemos que el anclaje provisto por el padre se llamó nombre del padre. Nunca el nombre llega del todo a una singularidad real pero es lo que tiende a ello. Solo que en el caso de esta solución el nivel de generalidad que alcanzó hizo que más allá del caso por caso freudiano la única diversidad fue la diversidad de las clases.
Y el síntoma también fue entendido en ese sentido porque hay una vertiente del síntoma que funciona como un nombre que hace de respuesta, de anudamiento singular.
Seguir la vía de la nominación es partir del síntoma en dirección al sinthome, donde no se trata de buscar su causa sino de saber hacer con eso hasta hacer de eso el nombre mismo del sujeto.
Termino con una viñeta que trabajamos en la dupla.
Un joven consulta con claros signos de descompensación psicótica, su familia no sabía qué hacer con los desbordes cada vez más peligrosos, y el analista participaba de esa vacilación primera porque para el sujeto el problema era que fumaba demasiado cuando para todo el mundo eso era el menor de los problemas. A ello se sumaba su rotunda negativa a una consulta psiquiátrica pues eso lo dejaba del lado del loco, clasificación a la que respondía con graves amenazas a quien se lo sugiriera. Este estado se mantuvo hasta un momento en que el analista se dejó orientar por lo que el sujeto nombraba como su propio exceso, soy un adicto. El analista consiente con ese primer nombre del síntoma, se lo escribe en un papel y a ese título o, con ese título en el bolsillo acepta muy agradecido los tratamientos y se dirige también a un tratamiento psiquiátrico.
Notas:
(1)Jacques-Alain Miller, El lugar y el lazo, Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Paidós, 2020. Pág.: 272-273
(2) Esthela Solasno-Suárez, Tres segundos con Lacan, GREDOS 2021. Capítulo 1 “Tres segundos con Lacan”.