Tercera Noche de Biblioteca: Presentación del Seminario 6, El deseo y su interpretación, de Jacques Lacan – EOL Sección La Plata, 12 de Noviembre de 2014
Brígida Griffin
Es ésta una ocasión para celebrar.
Establecer y editar un seminario, es un acontecimiento epistémico y político.
Es evidente que en los tiempos de difícil lectura del ultimísimo Lacan, Miller pone a rodar El Seminario 6, y sacude un poco así, la inercia ansiosa del último grito de la teoría. Trae abrupto un corte temporal, instaurando claves olvidadas, para leer lo que pasa hoy. En estos tiempos de aceleración que vivimos, ¿qué nos puede decir en El Seminario 6, que no haya sido superado por las enseñanzas ulteriores?
Lean, piensen, parece decir una vez más. Es que a Lacan, se lo mira del derecho y del revés y de atrás para adelante, los textos lacanianos pueden abordarse como los “clásicos”, de cuya temporalidad se prescinde.
Se podría hacer una lectura progresiva y otra, que es una lectura lacaniana, que enseña a buscar los fundamentos lógicos por los cuales fue produciéndose la construcción teórica.
Creo que en sí, es interesante destacar el efecto fuerte de volver a leer un seminario viejo, con aquellos tonos y apreciar el encuentro con esa letra; ese conjunto de hipótesis y sus modos, tan cuidados, meditados, buscando en cada momento acentuar lo sostenido, variando apenas un ángulo, nos va acompañando hacia sus conclusiones, siempre contundentes. Así es Lacan y así me gusta conocerlo.
Está acá otra vez, entre nosotros, para esclarecer la experiencia analítica, esa oscura actividad a la que nos dedicamos.
Entonces, nosotros, los ajetreados lectores del 2014, apurados en los avatares de lo real sin ley ni “son”, chocamos con el texto, y la sensación primera es que todo ha cambiado.
Reencontramos al Lacan del significante y el deseo, ese del orden simbólico dominante. Nos sumerge en una disquisición sobre Hamlet, paso a paso para conducirnos al encuentro con el cumplimiento de un designio fatal. Y no me refiero a la muerte que sorprende al atormentado personaje en su rodeo por cumplir con el mensaje paterno. Me refiero al Lacan que revela el misterio del psicoanálisis, “no hay Otro del Otro”, allí entre líneas, funda el tiempo del más allá.
Es como una interpretación para el psicoanálisis actual cuestionado en sus cimientos, con lo real a punto de derribar la puerta e irrumpir, violento y disparatado, en la nunca apacible atmósfera de los consultorios. El Lacan del final, parece sorprendido y desesperanzado, cuando el otro, él mismo, (se) lo había anticipado, e incluso, fue hasta allí, deliberadamente, podríamos decir. Es que, en éste seminario, sus conclusiones lo llevan a comprobar el carácter intolerable del padre, y del deseo que no puede reglarse, y si tiene una norma es su carácter ineducable.
Reconocer el camino, sin salida de la solución analítica por lo simbólico, momento decisivo de la teoría, es una consecuencia de la elección que se presenta a partir de aquí. Ese desarrollo parece ser un pivote interesante, con el que Miller nos propone, afrontar la época, pero esencialmente los temblores que la propia enseñanza trae con sus últimos desarrollos.
Una suerte de “lean a Lacan del final, en clave con el Lacan del apogeo significante y del deseo”. Una suerte de acompañamiento, que lejos de señalar lo perimido, subraya los mojones para orientarse y no sucumbir en la desesperanza.
Desde la perspectiva actual, permite dar alcance a aquel esfuerzo conceptual y clínico. Retomar esas vías es darle el valor de construcción orientada a los conceptos que más tarde inventó. Pasos previos que instituyen un sentido a la última enseñanza, como cimientos ineludibles.
El Otro ya no tiene dónde asegurarse, entonces, el apogeo simbólico se desmorona y con él el padre deja ver su carácter problemático. Es la herida y el cuchillo, dice bellamente Miller.
Pero, ¿podemos eludir al padre? No es tan evidente que así sea. Hoy se muestra al desnudo que el patriarcado no es una solución satisfactoria .Pero, considerando que Hamlet data del 1600, parece que la novedad, es un viejo secreto a voces, que el psicoanálisis constata.
Los funerales de la figura pacificadora que en su encarnadura transmitiría la ley y el orden, en el Hamlet de Shakespeare, muestran su innegable hedor espectral. En su apuro teñido por el crimen, develan la necesariedad de una acción perentoria que entierre las nefastas consecuencias. A falta de ritos funerarios y de venganza justa, queda plasmada la tragedia.
En nombre del padre, lo peor, es la moraleja de Hamlet.
Entonces, la vía del deseo descripto en el fantasma, alumbra más allá, donde el objeto anormal hace señas y guía. Pista inaugural del Otro sin Otro, proferida en el desierto simbólico y elegida por Lacan.
No fue escuchado. Los analistas estamos a tiempo de escuchar hoy, lo que la época vocifera ahora sí, para los sordos.
Ni pesimistas, ni complacientes, la indicación de Lacan, desde las páginas de este viejo texto del siglo XX, es estar como siempre atentos a lo nuevo, tan sólo para preservar la irreductible condición del hombre según el psicoanálisis.
Así lo dice respecto del deseo de Hamlet “… ese nivel, restablecido de repente, es lo que por un breve instante hará de él un hombre, es decir, hará de él alguien capaz, por un breve instante, sin ninguna duda, pero un instante que basta para que la pieza finalice, capaz de batirse y capaz de matar”(1).
Nota
(1) Lacan, J.: El Seminario 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014.