La juntura más íntima…y la psicosis ordinaria

 

PRIMERA NOCHE DE DIRECTORIO, MÁS ALLÁ DEL EDIPO. RECONFIGURACIONES DE LA PRÁCTICA –EOL Sección La Plata, 29 de marzo de 2017

 

Primera Noche de direct (3)

 

Gustavo Stiglitz

 

El título de la noche ubica un hecho ineludible: “el psicoanálisis cambia”. Es una afirmación de J.-A. Miller en su conferencia del congreso AMP 2014. Hubo otra atribuida a Freud en una entrevista en 1926, muy similar y muy impactante: “la vida cambia, el psicoanálisis también cambia”, que señala que éste no cambia porque sí, sino que su destino está íntimamente ligado a la vida, es decir a lo real, y también a las formas de vida.

También podemos ubicarla en relación con el título de las Jornadas 2017 de la EOL –que incluye el término “mutaciones”– “Fantasmas, ficciones, mutaciones. El psicoanálisis en sus relaciones con la realidad”.

Hay mutaciones, alteraciones, cambios en la vida, en el uso de la lengua, del cuerpo y, por lo tanto, consecuencias que tocan a la relación del cuerpo con el inconsciente, tocan al psicoanálisis.

Un breve recorrido por la historia y las definiciones de la mutación, nos hará resonar las afirmaciones de J.-A. Miller y de Freud.

En 1901 Hugo de Vries escribe su Teoría de la mutación. Parecía que superaría a la “Teoría de la Evolución”, de Darwin. No fue así, sino que se combinan.

En Biología, mutación es la alteración en la secuencia de ADN en los organismos, que luego se transmite por herencia. La mutación puede afectar al nivel de los genes, de los cromosomas o de todo el genoma. Es por la mutación en un gen, es decir, una mutación en un elemento discreto que se combina con otros, que los efectos se pueden hacer sentir en el genoma todo.

No es forzado transpolar esta idea a la secuencia significante; un cambio en un elemento discreto –como define Lacan en sus comienzos al significante o a la cadena significante (1)– altera toda la secuencia.

Pero además, esa mutación puede recaer sobre uno muy especial, con una función muy especial. Si es el elemento que determina la producción de la hormona X, tendremos déficit de dicha hormona. Si es el elemento que regula el orden simbólico, tendremos la desregulación del mismo.

Las mutaciones, por supuesto tienen consecuencias, la mayoría de las veces indeseables, hasta el punto de ser letales o deletéreas (disminución de la capacidad para sobrevivir y reproducirse).

“Mutación” en otros campos:

Lengua: cambio fonético que se produce por un salto, sin etapas intermedias.

Teatro: cambio de escena.

Alteración de una secuencia, salto en la lengua y cambio de escena. Pareciera que las definiciones del concepto “mutación” tocaran los tres registros –RSI– que constituyen al cuerpo hablante que es afectado por estas mutaciones que, debemos decir, comenzaron a hacerse sentir en la época de Freud y que Lacan supo leer.

En biología se llama “mutágeno” al agente provocador de la mutación. ¿Cuál sería el equivalente en el campo de las relaciones del sujeto del inconsciente y el Otro? ¿Lacan se ha referido a esto alguna vez?

Si hubiera uno, porque hay muchos, lo ubicaría en el Seminario 6, El deseo y su interpretación (1958), cuando nos libra “el gran secreto del psicoanálisis”: “no hay Otro del Otro”. (2)

Lacan retoma esto en el Seminario 10 bajo la forma de la garantía que falta. Señala la paradoja de que el sujeto se sostiene en el Otro, que a su vez se sostiene en una garantía que falta. “El sujeto tachado, único sujeto al que accede nuestra experiencia –discutible hoy– se constituye en el lugar del Otro como marca del significante. Inversamente, toda la existencia del Otro queda suspendida de una garantía que falta, de ahí el Otro tachado. Pero de esta operación hay un resto, es el a”. (3)

Una garantía que falta es lo que le hace decir que “No hay Otro del Otro”. ¿Qué quiere decir esto? Que se ha hecho evidente a la civilización –y por ello no cesa en su esfuerzo por taparlo, negarlo, desconocerlo– que el Nombre del Padre, que era la garantía de ese Otro, no es más que semblante. Ni más ni menos, porque el semblante es necesario para responder a lo real.

Teníamos, en la época del Otro que sí existía, al Otro y al significante de su propia ley, el Nombre del Padre, el Otro del Otro. Ese Nombre del Padre era el nombre del significante que ordenaba el campo simbólico. Eso es el Nombre del Padre como nombre propio.

Bien, no hay más eso. Mutación. Hoy hay “Nombres” del Padre que no son un nombre propio, sino que son predicados. De varias maneras Lacan ya lo venía adelantando tempranamente, antes de su seminario sobre “Los nombres del Padre”. Es decir, distintos elementos pueden venir a cumplir con su función; estos elementos pueden ser de orden simbólico, imaginario o real.

Esa es la verdadera mutación: la revelación de que se trata de la construcción y articulación de semblantes.

Que en la respuesta de cada uno al real que le toca vivir, se trata siempre de una construcción…delirante. “Del-ir-ante” lo real. Es en ese sentido que “todo el mundo es loco, es decir, delirante” (4).  Lo delirante es el sentido producido por el agregado de un S2 a un S1 cuyo estado “natural”, en lalengua, es estar suelto. En este sentido el “delirio” sería lo ordinario y entonces se impone estudiar en detalle el funcionamiento de tal o cual elemento que hace las veces de Nombre del Padre en cada analizante.

Del lado de lo extraordinario quedan las psicosis desencadenadas y las neurosis. En ambas es exigible que se cumplan criterios bien definidos, como plantea J.-A. Miller en “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”. Pongamos como ejemplo, las marcas en el cuerpo que pululan, a falta del marcador de la ruta principal que era el nombre del padre. Los tatuajes, los piercings. Hasta hace no mucho, el tatuarse o agujerearse el cuerpo –salvo los aros en las mujeres–  era sospecha de psicosis. Una alteración en la relación con el cuerpo.

Entonces, lo que es evidente es que el par neurosis/psicosis desencadenada, no alcanza a recubrir el campo de la clínica.

Hace unos años, J.-A. Miller inventó el concepto “Psicosis ordinaria”, justamente, para abordar esta cuestión.

Los clásicos ya lo sabían. Por eso contaban con la categoría de borderline. Esto supone un límite neto entre neurosis y psicosis…y los que andan paseándose por los bordes en una confusa nebulosa entre las dos categorías. O lo podemos pensar como una tercera categoría que produce automáticamente bordes con las otras dos y entonces habrá habitantes del borde entre neurosis y borderline o entre psicosis y borderline y habría que diferenciarlos entre sí. Esto abre a un infinito, o al DSM.

Con la psicosis ordinaria se trata de lo contrario. No estamos en el binario “Complejo de Edipo sí – Complejo de Edipo no”. Es una verdadera clínica más allá del Edipo, que exige un gran esfuerzo por precisar lo que J.-A. Miller llama “los pequeños índices”, “las tonalidades”, para extraer el truco con el que cada uno resuelve “la juntura más íntima del sentimiento de la vida”. (5)

Retomo aquí esta expresión de “De una cuestión preliminar...” (1958), porque implica un antecedente del concepto de Psicosis ordinaria y de la manera en que Lacan aborda en su última enseñanza las estructuras clínicas, como defensa ante lo real.

La juntura más íntima indica que el ser hablante se hace a partir de piezas sueltas y que todo el trabajo de una vida –y de un análisis– es unir, articular, anudar esas piezas, de manera que la vida marche lo mejor posible. Muchas veces se trata de operar en la juntura misma.

La juntura también da cuenta de que no todo es semblante, aunque lo parezca. Hay un real que se ubica en la falla misma de la juntura, una hiancia entre los elementos a juntar.

Nuestra orientación no apunta a negar esa hiancia.  El semblante vela, pero también es lo que permite armar un sentido –siempre delirante– que se descifra en el análisis y que permite “ser cauto de un real”, que es lo más lúcido para un cuerpo hablante.

 

 

Notas:

(1) Lacan. J.: “Construcción del grafo” (Clase del 12 de noviembre de 1958), El Seminario, libro 6, El deseo y su interpretación, Paidós, Buenos Aires, 2014.

(2) Ibíd. pág. 331.

(3) Lacan, J.: El Seminario, libro 10, La angustia, Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 127-128.

(4) Lacan, J.: “Intervención de Lacan en Vincennes”, Ornicar? 17/18, Lysé, París, 1979.

(5) Lacan, J.: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos II, Siglo XXI, Buenos Aires, 1987, pág. 540.