La inmersión en la Escuela y la formación del Psicoanalista

INMERSIÓN: ESCUELA Y FORMACIÓN ANALÍTICA. Primera Noche de Carteles. 5 de junio

Sebastián Llaneza

Introducción 
Buenas noches. Quisiera comenzar mi exposición agradeciendo la invitación a los integrantes de la Secretaría de carteles, especialmente a su responsable -a María Adela Pérez Duhalde-, quien a comienzos del mes de marzo se contactó con cada uno de nosotros no solo para convocarnos a participar de lo que efectivamente es la “Primera noche de Carteles del año” sino, también, para explicarnos -con mucha paciencia- los detalles y propósitos de la presente actividad. A mi entender, su propuesta fue clara, consistente, y un tanto ambiciosa. ¿Por qué no? Nos propuso generar una conversación -tanto con mis compañeras de mesa como con los asistentes- en torno a la “inmersión en la Escuela”. Una expresión que ya tiene sus años, que en el último tiempo se ha enfatizado, y que debemos adjudicarle a Jacques-Alain Miller quien, durante los años 80´y comienzos de la década del 90´, ha puesto todos sus esfuerzos en elucidar la noción Lacaniana de Escuela hasta hacer de ella un concepto (1) fundamental para la formación analítica. Tal es así que, gracias a ello, hoy podemos diferenciar a los “Lacanianos en los hechos”, a quienes hacen un uso del concepto de Escuela como un medio para su formación, sirviéndose de los dispositivos del Cartel y del Pase (como sabemos… no hay Escuela sin ellos, son sus fundamentos), de los “Lacanianos en los dichos”, es decir, de aquellos que desconsideran el concepto por pensar que la Escuela fue una mera respuesta contingente ante los acontecimientos políticos que dejaron a Lacan por fuera de la lista de analistas didactas de la I.P.A. Veremos…, entonces, si podemos estar a la altura de semejante planteo. Por mi parte, voy a escandir mi intervención en dos puntos. Decido hacerlo así porque considero que para hablar de la “inmersión en la Escuela” es necesario dar un paso previo consistente en el esclarecimiento de la “inmersión de la Escuela” en la formación de los psicoanalistas. Empiezo, entonces, por allí. 

Inmersión de la Escuela
Como es sabido, Sigmund Freud pensó la formación analítica a través de una estructura triádica. Me refiero al conocido trípode compuesto por los siguientes vectores: el análisis del analista, el estudio de los textos doctrinales, y el análisis de control (2) -lo que en lengua castellana solemos traducir bajo el término supervisión y al que Lacan, en su última enseñanza, pretendía sustituir por la palabra “superaudición”-. (3) 
Ahora bien, es importante señalar que, para Freud, dicho trípode garantizaba la formación analítica siempre y cuando se lo ejerciera en el marco de una sociedad perteneciente a la I.P.A. Una institución que, creada con el objetivo de expandir el psicoanálisis por el mundo, se procuró -bajo una lógica totalitaria- ser la única capaz de designar quién es, y quién no es, psicoanalista. (4) Como seguramente lo recordarán, a partir de 1913, a raíz de las disputas de Freud con sus primeros discípulos, fundamentalmente con C. G. Jung y A. Adler -quienes por no aceptar la teoría de la sexualidad infantil debieron renunciar a la calificación de psicoanalista-, se originó una política de arrogancia y de exclusión que devino, a partir de la creación del Comité de los siete anillos, (5) en una tradición continua. (6) Me refiero al círculo gestado por Freud y sus alumnos más confiables (7) para custodiar secretamente -al modo de un gremio que protege sus intereses- quién podía ser calificado y quién no.
De esta manera, creyendo en la identidad del analista, (8) es decir, en una especie de molde uniforme que indicaría anticipadamente lo que un analista es, y al que el candidato en formación debiera encajar para poder estar en condiciones de ejercer su rol profesional, nuestro caballete formativo quedó asociado a una serie de criterios estandarizados (9) en los que se dejó de lado lo que la experiencia del inconsciente tiene de inquietante, y de imprevisible, en el alistamiento de los analistas. 
Ahora bien, como podrán apreciarlo, es esta misma política -la que prioriza la reglamentación en el lugar de la transferencia- la que en 1963 recayó sobre Jacques Lacan produciendo, por un lado, su excomunión (10) -basta leer el “Informe Turquet” (11) para constatarlo-, y por el otro, la decisión de iniciar  -en coherencia con su crítica a la cooptación de sabios de la I.P.A- una experiencia inaugural, (12) la de la “inmersión de la Escuela” como un concepto original que transformó para siempre tanto la definición del analista como el modo de pensar su reclutamiento. Pues sosteniendo firmemente que el psicoanalista no es una identidad sino el producto de su propio análisis, es decir, de la relación que cada analizante tiene con su propio goce y con su inconsciente, ya no será concebido únicamente como una profesión sino, más precisamente, como un modo singular de vivir la pulsión. Lo que implica pensar a la formación como una verdadera transformación subjetiva. Por lo tanto, preservando en su centro la pregunta por lo que es un analista, la Escuela habilita una investigación para obtener, en la dimensión del uno por uno, en las enunciaciones encarnadas, los argumentos que nos permitan identificar qué podría ser un analista en cada caso. Por esta razón, el dispositivo del pase, (13) inventado por Lacan para cernir -hasta donde lo real lo permita- (14) la mutación que implica el pasaje de la posición de psicoanalizante a psicoanalista, no solo es el corazón de la Escuela sino, también, su garantía lógica.

Inmersión en la Escuela 
Ahora bien, para formar parte de la experiencia de Escuela Lacan propuso una vía de acceso. Así como el sueño es la vía regia para acceder al inconsciente, el dispositivo del cartel -nuestro órgano de base- será la vía regia para zambullirnos en dicha experiencia.
Como seguramente lo recordarán, en el “Acto de Fundación” de la Escuela Freudiana de París, Lacan invita a todo aquel que se interese en su enseñanza a integrar pequeños grupos de trabajo con el fin de hacer avanzar el psicoanálisis. Su deseo consiste en que se produzca un saber a nombre propio, que se encuentren nuevas formas de decir, y que se las exponga ante la comunidad analítica. De esta manera, estableciendo una nueva relación al saber, el cartel se vuelve el instrumento de guerra contra el didacta. A mí me gusta decir que, cuando las personas se reúnen en torno a un interés compartido, es la disciplina de la interrogación -vale decir, las preguntas que allí se practican- la que descompleta el conjunto del grupo desgarrando los saberes establecidos. Cuando esto se produce, se inicia la experiencia del cartel. Miller lo dice de una manera muy precisa: “cuando dos o tres personas hablan juntas, vayan a saber quién hizo emerger la cosa. Está el que la dijo, pero también el que se lo hizo decir y el que se dio cuenta de que era importante”. (15)
De esta manera, un cartelizante, comprometido con la pregunta que lo atraviesa, y en transferencia con su propio trabajo para poder responderla, se separa del saber instituido (el famoso “Freud lo dijo” “Lacan lo dijo”) para dar lugar a una genuina producción individual en el marco de una elaboración colectiva. 
Por lo tanto, podemos decir que la inmersión en la Escuela se lleva a cabo a través de un trabajo en el que se hace escuchar la enunciación propia. Esa es la vía de acceso, su puerta de entrada. De hecho, como es sabido, es lo que Lacan pretendía para su Escuela, verdaderos “trabajadores decididos”. (16)
Ahora bien, por último, me gustaría subrayar que, cuando la causa particular de nuestro deseo se articula a la experiencia de Escuela -como sucede en muchos casos- podemos vernos motivados a pedir su admisión. En ese momento decimos que “golpeamos la puerta desde adentro” porque, topológicamente hablando, y en tanto cartelizante, ya formamos parte de esa experiencia, no estamos por fuera de ella. 
Pero me pregunto…, y les pregunto: ¿para formar parte de la Escuela, alcanza con ser un trabajador decidido? Me lo interrogo porque, además de la Escuela como concepto, en su teoría de Turín, en el año 2000, Miller propone abordar a la Escuela como un Sujeto, (17) lo que implica pensar que la vida de la Escuela puede ser interpretable remitiendo a cada uno de sus miembros a la soledad de su relación al Ideal. Lo que exige, a mi entender, que haya posición analizante (18) para su reclutamiento.
Desde esta perspectiva, pienso, pero me gustaría conversarlo con ustedes, que la Escuela-Sujeto no solo está conformada por trabajadores decididos sino, fundamentalmente, por analizantes, condición sine qua non para volverse interpretable. 

Notas 
(1) Miller, J-A., El banquete de los analistas, Paidós, Buenos Aires, 2005, p. 213.
(2) Freud, S., “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?”, Obras completas, Tomo XVII, Amorrortu, Buenos Aires, 1999, p.169.
(3) Lacan, J., “Le Symptôme”, (Conferencia en la Universidad de Columbia el 1 de diciembre de 1975), Scilicet, número 6/7, 1975, p. 42-45. 
(4) “Si se es psicoanalista, se pertenece a la IPA; y si se pertenece a la IPA, se es psicoanalista”, en Jacques-Alain Miller: Política Lacaniana, Colección Diva, Buenos Aires, 1999, p. 15. 
(5) “Diálogos Horacio Etchegoyen-Jacques-Alain Miller”, Conferencias Porteñas, Tomo 3, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 218-219.
(6) Lacan, J., “Reglamento y doctrina de la comisión de enseñanzas”, en Jacques-Alain Miller “Escisión, excomunión, disolución. Tres momentos en la vida de Jacques Lacan”, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1987, p. 16. 
(7) Ernest Jones, Sándor Ferenczi, Karl Abraham, Otto Rank, Hanns Sachs, Max Eitingon.
(8) Miller, J-A., “El concepto de Escuela”, El nacimiento del Campo Freudiano, Paidós, Buenos Aires, 2023, p. 224.
(9) Estos criterios, ejecutados como ritos, enmarcados en una formación protocolizada, son: Tantos años de análisis -de sesiones de 45 minutos con un mínimo de 4 encuentros por semana- con un analista didacta designado por la propia institución, cantidad de seminarios cursados -y aprobados- con diferentes maestros que no deben coincidir con el analista didacta del candidato en formación, y cantidad de controles realizados con los expertos autorizados. 
(10) Lacan, J., El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2001, p. 12.
(11) Miller, J.-A., “El Informe Turquet”, Escisión, excomunión, disolución. Tres momentos en la vida de Jacques Lacan, Editorial Manantial, Buenos Aires, 1997, p. 142. 
(12) Lacan, J., “Acto de Fundación”, Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 254. 
(13) Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012. 
(14) “[…] Lo real no puede inscribirse sino con un impasse de la formalización”, Jacques Lacan: El seminario, Libro 20, Aun, Paidós, Buenos Aires, 2010, p. 112.
(15) Miller, J-A., “Cinco variaciones sobre el tema de la elaboración provocada”, Intervención en la ECF el 11/12/1986, publicado en español en El cartel del Campo Freudiano. 
(16) Op. Cit. (12) p. 251.
(17) Miller, J-A, “Teoría de Turín sobre el Sujeto de la Escuela (21 de mayo 2000)”, ¿Qué política para el psicoanálisis?, Colección Orientación Lacaniana, Buenos Aires, 2003, p. 11.
(18) En la noche del Consejo Estatutario dedicado a la “Nueva Política Juventud”, realizada el 6 de junio del 2023, Fabián Schejtman subrayaba que para entrar a la Escuela debe constatarse el perfume de posición analizante.