LO TRÁGICO BAJO SOSPECHA. Presentación del Argumento. Primera Noche Preparatoria hacia las XI Jornadas Anuales de la EOL Sección La Plata.10 de julio
Sebastián Llaneza
Buenas noches. Es un gusto en lo personal participar de la presente actividad.
Les agradezco al Directorio, a la Instancia diagonal, y a la Dirección de Jornadas, el haberme convocado a integrar la comisión científica de las XI Jornadas Anuales de la EOL Sección La Plata, brindándome, además, la oportunidad de trabajar con tres queridos colegas como lo son Adriana Fanjul, Mariella Lorenzi y Claudio Godoy. Me siento un afortunado por contar con esta posibilidad.
En esta ocasión titulé a mi ponencia “La declinación del Edipo y la pérdida del sentido trágico”, una pequeña contribución que intenta echar un poco de luz al binomio tragedia-actualidad y a poder ampliar, en lo posible, algunos fragmentos de nuestro Argumento con el fin de generar una conversación. ¡Veremos…si lo logramos!
Como ustedes saben, en el año 1960, en la conocida abadía de Royaumont, Lacan participó de un congreso internacional de Filosofía dedicado a la dialéctica. En su intervención, que se dio a conocer bajo el título “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, afirmó lo siguiente:
“El Edipo sin embargo no podría conservar indefinidamente el estrellato en unas formas de sociedad donde se pierde cada vez más el sentido de la tragedia”. (1)
Como podrán apreciarlo, la frase condensa varios asuntos. Para poder entenderla conviene desmenuzarla en cada uno de sus términos. Empecemos por el principio.
Lacan dice que el Edipo, también conocido como el complejo nuclear de las neurosis, (2) construido por Freud bajo la forma de un mito (3) con elementos provenientes de la tragedia de Sófocles, y que, a su vez, fue su respuesta, su propio sueño, (4) un producto de su propia imaginación, ante la declinación de la autoridad paterna en la época en la que inventó el psicoanálisis, no podrá conservar su “estrellato” en los tiempos modernos.
El Edipo efectivamente no es eterno. Se trata de un diagnóstico de época en el que se señala la discordancia entre la función simbólica del Nombre del Padre y aquel que tiene que encarnarla. Una diferencia que ubica al padre, respecto de su función, en una posición carente para llevar a cabo un proceso de simbolización consistente en una normativizacion del goce. Pues el padre, en lugar de ejercer una pacificación sobre el goce, genera en nuestra época una discordia. Así lo dice Lacan tempranamente en “El mito individual del neurótico”: “[…] un padre discordante en relación a su función, un padre carente, un padre humillado como diría Claudel”. (5)
Por otro lado, cuando se hace referencia a las “formas de sociedad” en donde esto ocurriría, Lacan alude a una estructura social -como la nuestra- en la que el avance del discurso de la ciencia incide -de un modo radical- sobre el discurso de la tradición (es decir, sobre el discurso del amo antiguo con el que Lacan conceptualizó tanto el Edipo como el inconsciente freudiano) generando una serie de mutaciones y variaciones que dan por resultado la emergencia del discurso capitalista. Un discurso o un seudodiscurso que, más que prohibir el goce, se distingue por producir un empuje a gozar arrastrando al sujeto contemporáneo al “desvarío de nuestros goces”. (6)
Desde esta perspectiva, el discurso capitalista estrecha sus manos con la democracia liberal. Pues eliminada la regulación paterna, y la barrera que en su nombre introduce un tope al goce, ya no hay ley que pueda impedir que el sujeto goce a su manera. No se le exige ninguna renuncia, todos los goces están permitidos.
Por lo tanto, a raíz de estas transformaciones, algo cambia en el cielo estrellado. La intervención de la ciencia atiborra el cielo social con ondas, satélites, y demás objetos tecno-científicos, silenciando el Nombre del Padre, y generando en su lugar la aparición de un nuevo astro, lo que Lacan anunció bajo los términos de un “[…] acenso al cenit del objeto a”. (7)
Se trata, entonces, de la tiranía del “objeto a” concebido como plus de gozar, de una dictadura tecno-cientificista que, si bien otorga numerosas certezas sobre la naturaleza, enmudece respecto a como comportarse en la relación sexual.
En este sentido, la voz interna del sujeto se hace cada vez más presente en sus imperativos de goce: cómo hacer para gozar más, para ser más dichoso, para tener más satisfacciones.
Como diría Miguel de Unamuno (8) se ha perdido el “sentimiento trágico de la vida”.
Por el hecho de vivir en un estado de permanente snobismo en el que ya no se tiene presente en el horizonte del existir ni la muerte ni la finitud, y donde la única preocupación pasa por la obtención de objetos materiales, se ha perdido el sentido trágico de la vida.
Al respecto, y en la misma dirección, Eric Laurent señala que vivimos en una época donde se puede pasar por la experiencia de distintas tragedias sin el sentimiento trágico de la vida. Afirma: “[…] se puede pasar por las tragedias sin el sentimiento trágico de la vida, especialmente cuando se tiene el sentimiento delirante de la vida. Es decir, las tragedias del Nombre del Padre son de otra época. Nuestras tragedias modernas […] suponen la pérdida previa del sentimiento trágico de la vida”. (9)
Ahora bien, ¿cómo entender esto último?
Como es sabido, al igual que en la antigüedad, las tragedias continuan existiendo y el sufrimiento continúa siendo un principio de la vida humana. Cuando el cielo estaba poblado de dioses, el sentido de la vida dependía de fuerzas superiores. Se trataba de un mensaje proveniente del más allá, de un destino impuesto, que cada hablante debía descifrar leyendo en su dolor los signos de verdad. (10) Los antiguos, como es sabido, estaban obligados a interrogarse por la verdad y lo hacían hasta el final de sus días.
Haciendo un paralelismo con nuestra práctica podemos entender por qué los analistas llegamos a decir que Dios es inconsciente. Pues en un análisis tratamos el goce del “habla ser” haciéndolo pasar por el discurso del Otro para leer los signos de verdad.
Pero cuando, progresivamente, el cielo dejó de estar ocupado por los dioses, y la obligación recayó sobre el goce, las preguntas se fueron apagando, el Edipo fue perdiendo su estrellato, y el inconsciente… les pregunto: ¿se fue cerrando?
Tal como fue vaticinado por Lacan, en la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”: “Retiren el Edipo, y el psicoanálisis en extensión, diré, se vuelve enteramente jurisdicción del delirio del presidente Schreber”. (11)
Así entiendo lo que Eric Laurent denomina el “sentimiento delirante de la vida” como un estado que caracteriza el momento actual de nuestra civilización. Retirado el Edipo ya no tenemos el sentimiento trágico sino el sentimiento delirante. Una época en la que los sujetos, incluidos los neuróticos mismos, no apelan al Nombre del Padre para orientarse en materia de goce -y arreglárselas con lo sintomático de la relación sexual- sino a invenciones particulares o soluciones no estándar.
Por esta razón podemos conjeturar que el estado actual del discurso en el que vivimos se encuentra más en simpatía con el modelo de la psicosis y nos recuerda, a los psicoanalistas, la importancia de apuntar, en cada caso, a la obtención de anudamientos particulares.
Notas
(1) Lacan. J.: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, en Escritos II, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, pág.792.
(2) Freud, S.: “Cinco conferencias sobre psicoanálisis”, en Obras Completas, Tomo X, Amorrortu, Buenos Aires, 1996, pág. 43.
(3) Lacan, J.: “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”, en Escritos II, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, pág. 800.
(4) Lacan, J.: El seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1992, pág. 124.
(5) Lacan, J.: “El mito individual del neurótico”, en Intervenciones y textos 1, Manantial, Buenos Aires, 1999, pág. 56.
(6) Lacan, J.: Psicoanálisis, Radiofonia y Televisión, Barcelona, Anagrama, 1977, pág. 119.
(7) Lacan, J.: “Radiofonia”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 436.
(8) de Unamuno, M.: De la pérdida del sentimiento trágico de la vida, Renacimiento, Madrid, 1913.
(9) Laurent, E.: El sentimiento delirante de la vida, Colección diva, Buenos Aires, 2011, pág. 13.
(10) Dessal G.: El hombre moderno ha perdido el sentido de la tragedia (2018). Publicado en: https://redpsicoanalitica.org/2018/09/16/el-hombre-moderno-ha-perdido-el-sentido-de-la-tragedia/
(11) Lacan, J.: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, en Momentos cruciales de la experiencia analítica, Manantial, Buenos Aires, 1987, pág. 21.