Silvia S. Avila
La locura de creerse libre. Primera Noche de Biblioteca. EOL Sección La Plata, 12 de abril 2023
“Ante el loco, ante el delirante, no olvides que eres, o que fuiste, analizante, y que también tú hablabas de lo que no existe»(1)
A partir del gusto que me causa participar de esta noche de biblioteca, en una época en que no es lo más habitual reunirse a conversar en torno a un texto y sus resonancias, me pregunto si intentar dar sentido, algún sentido a la cita propuesta al trabajo no nos pone un poco a delirar, entonces; ¿Qué tipo de delirio sería este?, ¿delirio de interpretación, pasional, de grandeza?, ¿que nos orienta en nuestro delirio?
El texto de Lacan “Acerca de la causalidad psíquica” de 1946 se encuentra en los Escritos 1, donde su Obertura nos ilumina el recorrido, “Del itinerario del que estos escritos son jalones y del estilo determinado por aquellos a los que se dirigieron, quisiéramos llevar al lector a una consecuencia en la que le sea preciso poner de su parte”(2). Poner de mi parte será avanzar en las interrogaciones que me permitan sugerir una línea de lectura que bordea la creencia delirante y las relaciones entre creencia y saber.
Cuando recibí la invitación recordé la primera vez que leí este escrito hace muchos años y el hallazgo de poder diferenciar psicosis de locura, y por lo tanto pensar la locura en las neurosis.
Hoy me interesa situar algo en relación a la creencia delirante y las consecuencias que se podrían establecer entre creencia y saber. Tema que me acerca a pensar las implicancias entre locura y normalidad.
En el curso de Miller Todo el mundo es loco, leo: «Lacan acentúa en 1946 en “Acerca de la causalidad psíquica”, en un momento en el que aun está muy cerca de la psiquiatría, lo que asemeja al loco y a la persona normal, aunque eso suponga diferenciar cuidadosamente las demencias y las locuras. Las demencias son déficits, Lacan dice que el demente está desagregado, debilitado, desintegrado y que en tanto tal no es el objeto del psiquiatra, mientras que la locura, en1946 en todo caso se expresa así tiene que ver con una creencia delirante, muy distinta del error”. (3)
La creencia es una invariante antropológica, es decir que nosotros también somos creyentes, de hecho, Lacan se burlaba del lógico, lo cuestionaba por lo menos, cuando éste creía poder separar el saber y la creencia. Era el título de una obra del lógico Hintikka, Saber y creer, Lacan contestaba: «No nació quien logrará distinguir el saber y la creencia”(4). Por otro lado no puedo dejar de pensar en la frase de Lacan: «No creer en el Nombre del Padre a condición de servirse de él». Tenemos esa creencia en común, que inhabilita para el lacanismo la posibilidad de creer ciegamente en las virtudes de la metáfora paterna, o al menos hace resaltar que esta metáfora paterna está arraigada en un hecho de creencia.
Vamos al texto, “Acerca de la causalidad psíquica”, el mismo está organizado en 3 partes:
1. Crítica a una teoría organicista de la locura: el órganodinamismo de Henri Ey.
2. La causalidad esencial de la locura.
3. Los efectos psíquicos del modo imaginario.
H. Ey plantea un organodinamismo que Lacan reduce a su fórmula base, a un organicismo. La tesis de Ey, como de la psiquiatría, es que todo lo que sea del orden de la causa, incluido lo mental, debe ubicarse en el campo de la física y de las interacciones moleculares. Lo que Lacan le opone a Ey es el registro del sentido, y el planteo de que este último no es reducible a las relaciones de causa efecto propias de la realidad física. Al orden de la realidad física opone el orden de una realidad psíquica totalmente semántica.
Si bien es válida la cuestión de que cierto déficit o daño fisiológico produzca incapacidades mentales, no es eso lo que tipifica al «loco», pues la «locura» es totalmente compatible con una absoluta integridad neurológica. Lo que tipifica la locura es el sentido que el sujeto otorga a los fenómenos que lo asaltan. No se trata de que se equivoque, o no, sobre la «objetividad» de lo que pasa a su alrededor, o lo que le pasa a él mismo, sino que los signifique de cierto modo, que «crea» en ese significado de cierto modo. (5)
Esto tiene una enorme importancia ya que instala en el centro de la locura un «sujeto responsable». Lacan subraya la función de «desconocimiento». El sujeto desconoce lo que censura en el desorden del mundo exterior el cual no es más que la manifestación invertida de su propio ser. Esta es la famosa «ley del corazón» Hegeliana.
El sujeto no puede alcanzar el desorden del mundo exterior más que alcanzándose a sí mismo por la vía del contragolpe social. (Alcestes de Moliere, los haters actuales).
Dice Lacan que Alcestes está loco no por una percepción errónea del mundo ni por falta de control sino “por haber caído prisionero, bajo el pabellón del amor, del mismo sentimiento que mueve el baile del arte de los espejismos (…) ese narcisismo de los ociosos que provee la estructura psicológica del “mundo”, en todas las épocas en este caso duplicado con el otro narcisismo, ese que se manifiesta en ciertas personas por la idealización colectiva del sentimiento amoroso”. (6)
La locura como el doble efecto de un narcisismo que provee la estructura psicológica del, entre comillas, mundo y el narcisismo de la idealización amorosa (delirio pasional para Clérambault). Entonces vemos la creencia como una invariante antropológica, es decir que nosotros también somos creyentes, todos delirantes y, por otro lado, Alcestes y su narcisismo “más exigente”, que tiene la pasión de mostrar a todos su unicidad, donde encuentra su satisfacción “amargamente jubilosa”, ¿su goce?
Asistimos a un deslizamiento impresionante de esta creencia que tiende a desplazarse hacia el escepticismo o incluso el cinismo, sin perder su estatuto de hecho de creencia, ya que después de todo el cinismo no es más que una creencia en el goce, o por 1o menos en el plus de goce.
Actualmente el consumo de la imaginería de las redes sociales, la opinión generalizada, el poder decir cualquier cosa, la inmediatez del sentido común como verdad será ¿una de las formas renovadas del arte del espejismo del narcisismo ocioso? Se volvió un modo de reconocimiento con el que prejuzgamos del otro, que amamos y odiamos y desplegamos en el drama de los lazos sociales. Hay ahí otro hecho de creencia delirante en el plus de goce.
El triunfo de los Egos podría ser el nombre del malestar de la cultura y nos permite considerar que todo el mundo está en su mundo, todo el mundo delira.
Lacan opone a la neuropsiquiatría la vivencia de la psicosis, que es cuestión de significación y de lenguaje. Amplifica su consideración hasta decir que cuando hay lenguaje siempre se plantea el problema de la verdad con lo que su crítica de la neuropsiquiatría se basa en la diferencia entre el déficit y la falla.
El déficit se puede localizar en la realidad física, para ocuparse de un cierto número de disfuncionamientos se intenta localizar en la imaginería una actividad insuficiente de tal o cual por lo que son déficits esencialmente físicos. La falla, en cambio, es significante, Lacan la trata aquí como la falla entre el yo y el ser del sujeto, aunque construirá después oposiciones mucho más refinadas hasta escribir un sujeto que en sí mismo es falla. El sujeto tachado es el sujeto falla. Cuando el sujeto es falla, todo se juega a nivel de las identificaciones que llenan esa falla y Lacan ubica ahí el dinamismo de la locura, el cual consiste en la atracción de cierta cantidad de identificaciones en las que el sujeto involucra su verdad y su ser, que solo lo conocemos bajo la forma del tropiezo, bajo la forma de lo fallido.
El delirio en la experiencia del análisis:
El delirio del comienzo/ el delirio de la transferencia
Mientras más hablan los Egos y jamás han hablado tanto, es decir gozado, más potente hacen el tropiezo, lo fallido.
Hay delirio analítico proveniente de esa maravilla por la cual, de un significante puesto en relación con otro significante, siempre surge un sentido, y hay siempre significación de significación. Es la misma estructura que la de la paranoia, donde el sujeto está seguro de un «me quiere decir algo», «me quieren hacer algo». Por eso Lacan, al inicio de su acercamiento a la experiencia analítica, daba esa definición del análisis como paranoia dirigida, bajo control. A veces se observa en los dichos del paciente neurótico, tomado en una «paranoia analítica», descubriendo sentido a todo y, en particular, a todo lo que se presenta en relación con el analista.
Es posible hablar de una paranoia inicial de todo sujeto o entender que, por ejemplo, al comienzo de un análisis, algo semejante se produce para que pueda empezar la interpretación. Es lo que Lacan denomina significante de la transferencia, que precipita la emergencia del sujeto supuesto saber, sostén de la interpretación, tanto que dicho significante es equivalente al inicio de un delirio. Cuando Lacan estudia la estructura de las formaciones del inconsciente establece este primer momento señalando que «ello habla de él». El comienzo para todo sujeto es que los demás hablan de él, lo importante es que los otros y el Otro hablan.
El delirio es una interpretación
En el fenómeno elemental del psicótico aparece de manera pura un significante a la espera de una interpretación, donde la traducción parece imposible por falta del otro significante que le daría un sentido y finalmente lo logra, logra producir este significante que da un sentido, logra un saber, logra un S2, que es un delirio, en particular el delirio de interpretación. La interpretación, si se pone en continuidad con el inconsciente, no es más que delirar con el paciente; y efectivamente mejor es callarse. Y por esa razón callarse parece ser la prudencia que conviene.
La otra vía de la interpretación es no agregar el S2, sino aislar el S1, precisamente como sin sentido. Es decir, reconducir al sujeto a los significantes sobre los cuales ha delirado en su neurosis. Considerar entonces la neurosis como un delirio sobre el S1 y eso es tomar el S1 casi como un fenómeno elemental, es decir, antes que se articule en la formación del inconsciente que le da sentido.
Las psicosis precisamente desnuda la estructura, como el automatismo mental pone el al otro en evidencia en la patología del sujeto; y podemos decir que el fenómeno elemental indica ese estado de perplejidad para significar frente a un significante desarticulado.
El significante uno, el significante solo, es siempre elemental, es decir, no se sabe lo que significa, solamente cuando aparece el significante dos puede surgir la significación de S1.
Como aproximación, lo que llamamos fenómeno elemental nos pone en presencia de un S1 y, por eso, la significación no se despliega; en cambio el delirio es equivalente a S2. Es decir que se da sentido a partir del delirio, Con estas precisiones observamos un cortocircuito ya que, al poner el delirio en el lugar del S2, del saber, nos muestra que todo saber es delirio y el delirio es un saber. Escuchando repetir lo que afirma Lacan sobre lo interesante de la invención de saber, el psicótico se presentaría como el delirante que no retrocede ante la elaboración de saber (también se dice que el analista no debe retroceder ante al psicótico) con el elemento de delirio que hay siempre en esta invención de saber.
Volviendo entonces a la coherencia entre saber y delirio, ¿qué implica? Hablar de delirio no es solamente hablar de interpretación, sino que el delirio es una interpretación.
De aquí que el neurótico lleve en sí el S2, que necesita; es decir que en determinada circunstancia sabe qué debe decir. Ésta es nuestra comprensión precipitada. Lacan nos invita a ser un poco más psicóticos, un poco más perplejos. Nos invita a leer las cosas sin entenderlas y nos ayuda con su estilo, que produce la perplejidad. Nos enseña a no borrar el momento de la perplejidad, a no salir corriendo con nuestro saber, apoyado por nuestro fantasma, para descifrar y afirmar que no tenemos ninguna dificultad y que entendemos lo que pasa.
Concluyo compartiendo una ocurrencia de Miller cuando dice “Deliryo”: “El binomio fenómeno elemental-delirio responde al intento de diferenciar elementos que a su vez forman parte del discurso común; son elementos comunes a todo ser hablante… Dado que el yo de cada uno es delirante, un delirio puede ser considerado una acentuación de lo que cada cual lleva en sí, y que es posible escribir como deliryo”. (7)
La creencia delirante de Alcestes realiza el principio mismo de la locura narcisista, cuando en su pretensión de unicidad, cree en la identidad «yo = yo».
Lo que esta detención de la dialéctica, esta inmediatez, plantea es una relación diferente entre el «yo ideal» y el «Ideal del yo», pues este último es, en esta época de la enseñanza de Lacan, la «libertad» del sujeto. Lo que la locura representaría es una captura pura en lo imaginario del «yo ideal». El «Ideal del yo» es el que viene a dar una mediación, a abrir la dialéctica del ser, a abrir la dimensión temporal, es decir la relación entre anticipación y retroacción. La constitución del sujeto está marcada por esa discordancia fundamental entre el yo y el ser. Esta discordancia es parte de la estructura misma de la subjetividad. La locura es un riesgo, válido para todos los seres humanos, que resulta de la atracción que pueden ejercer las identificaciones en las que se compromete tanto la verdad como el ser del sujeto. La locura «es la virtualidad permanente de una falla abierta en su esencia». (8)
Notas bibliograficas
(1) Miller, J.-A.: «Allocution», De près montré, en Revista de clínica psicoanalítica, Ed. Borromée, París, junio de 1988. «El servicio», Jacques Lacan, Malentendido nº 23, Buenos Aires, junio de 1988.
(2) Lacan J.: “Obertura de esta recopilación”, en Escritos 1, siglo XXI editores, Buenos Aires, 2002, pág. 3.
(3) Miller, J.-A.: Todo el mundo es loco, Paidós, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2015, pág.312.
(4) Ibíd.
(5) Lacan J.: “Acerca de la causalidad psíquica”, en Escritos 1, siglo XXI editores, Buenos Aires, 2002, pág. 156.
(6) Ibíd., pág. 164
(7) Miller, J.-A. y otros: “La invención del delirio”, en El saber delirante, Paidós/ICBA, Buenos Aires, 2005, p. 81.
(8) Óp. Cit (5), pág. 161.