La biblioteca, aún. Vigencia política. Por Sonia Beldarrain

Por Sonia Beldarrain

Buenas noches a todos los presentes en esta sala y a quienes nos siguen desde sus casas por zoom. Agradezco a la Secretaría de Biblioteca y a través de ellos al Directorio por invitarme esta noche. Me hicieron pensar mucho con la propuesta de trabajar los principios políticos que fundan una Biblioteca del Campo Freudiano haciendo foco en la nuestra en particular.

No voy a hacer la historia de esta biblioteca, que es breve pero muy rica en su recorrido. Simplemente señalar que se fundó con donaciones de la EOL y con las donaciones de dos de las instituciones que se disolvieron para dar paso a la fundación de la Sección. Paulatinamente se fue enriqueciendo el reservorio con  la compra de libros que cada gestión consideró necesario tener en nuestro haber.

En las charlas previas con la Secretaría, nos acercaron un texto sobre archivos donde hay un relato muy interesante sobre Masotta que fundó la primera Biblioteca de Psicoanálisis de España para la formación de analistas, con la particularidad de que esa biblioteca se inaugura sin ningún libro. ¿Una biblioteca es sólo un reservorio de libros o puede ser otra cosa?. ¿La sola presencia de libros determina la existencia de una biblioteca?. ¿Acaso, no contamos cada uno de nosotros en nuestras casas con cantidades de libros de psicoanálisis?. ¿Qué las diferenciaría con una biblioteca del Campo Freudiano si su contenido puede ser casi el mismo?.

No es sencillo definir qué representa para cada cual una biblioteca especializada en psicoanálisis. En un imaginario colectivo se podría decir que ahí está el saber de nuestra disciplina. Judith Miller dio las siguientes coordenadas: “La elucidación de la práctica analítica(…) pasa por una elaboración informada, no sólo de sus propios avatares, sino también de los de la época en que es requerido. Las bibliotecas son un instrumento indispensable para realizar este trabajo”(1). Con esta orientación cada responsable de biblioteca ha intentado articular con los temas que propone el directorio y con temas de interés de la Secretaría, con el fin de desarrollar una política de intensión y una política de extensión  siempre ligadas a los avatares de la época. Recuerdo que en una Noche de Directorio del año 2020 sobre transformación del analista vimos un texto en el que Miller señalaba que la formación del analista depende de la época en que se lleva a cabo. Me pareció interesante articularlo con lo que decía Judith sobre las bibliotecas del campo freudiano. Esto es determinante para entender los alcances de las actividades que Biblioteca ha venido desarrollando en cada gestión.

En cuanto a la intensión, esta Secretaría nos ha llevado por el camino de cómo leer en psicoanálisis, cómo leernos. Me pareció muy atinado en un momento de deslocalización de las referencias, en tanto estábamos tomados por un sinfín de actividades que se desarrollaban en todo el mundo de la Orientación Lacaniana  y tendían a borrar las diferencias locales hasta reducirlas a una mínima expresión. Si hay algo que aún necesita de un espacio real eso es una biblioteca. Aunque se digitalice todo, el libro objeto seguirá teniendo su máximo valor para nosotros. Retomo, la decisión de trabajar en qué consiste leer en psicoanálisis anudado a la pregunta de si nos leemos entre nosotros, fue un hallazgo que funcionó contra la corriente que tendía a disolver las particularidades de cada lugar y la singularidad de cada lector.  

En cuanto al trabajo de extensión, creo que es el más problemático porque si bien en estos años hubo un impasse por la pandemia que interrumpió los contactos con gente de la cultura en general, creo que debemos aprovecharlo para interrogarnos sobre si lo que hicimos hasta ahora tuvo alguna incidencia en la ciudad y  si hubiera sido así, ¿como la podemos verificar?. Más allá del lógico interés que puede generar el contacto con escritores, filósofos, artistas en general, ¿cuál es el saldo de estos encuentros más allá de un goce de escuchar discursos distintos al nuestro que frecuentemente nos hacen pensar que estamos de acuerdo o que hasta podemos pensar parecido?. A mi entender esos encuentros dejan poco para nuestro lado ya que a pesar de haberlos propiciado varias veces, por ejemplo, no he visto una reciprocidad en las invitaciones. No somos convocados a debates por fuera de ámbitos donde reina lo psi, como la facultad, o instituciones de salud mental en sus distintas formas. La cuestión sería cómo incidir de manera concreta con nuestro discurso, cosa nada fácil.

Esto me trae un recuerdo de una actividad en la EOL hace unos años en la que se habló sobre estos temas que estamos conversando hoy.  Estaban sentados juntos Germán García y Juan Carlos Indart, compartían silencio y miradas hasta que uno de ellos preguntó: ¿hemos incidido en otros discursos? Creo que aún no lo sabemos hacer. Esa escena imborrable para mí me llevó a una pregunta y una afirmación. No dudo de que hacemos!, pero ¿para qué hacemos lo que hacemos?.  ¿Cuál sería la novedad que podemos llevar a estos encuentros con otros para que realmente quede nuestra posición desmarcada de los otros discursos. Del inconciente ya habla todo el mundo, la psicopatología de la vida cotidiana es comidilla de charlas de café. Entonces, esta extensión de los conceptos psicoanalíticos banalizados por el uso común nos exige ser muy precisos si queremos dejar una huella.  ¿Cuál es la potencia del psicoanálisis en nuestra época?, ¿por qué es verdaderamente subversivo frente al discurso capitalista neoliberal imperante?. Creo que frente a las categorías avasallantes del todo y la excepción, nuestra más eficaz respuesta es desde el  no-todo. Pero ¿cómo hablar desde ahí? En eso estamos, pero sin eso seguiremos siendo una curiosidad entre otras.

Nota: (1)Judith Miller, Revista Colofón Nro. 1, 1991.