«LO TRÁGICO BAJO SOSPECHA». XI Jornadas EOL SLP. 26 de octubre. PALABRAS DE APERTURA
Claudio Godoy
Buenos días, lamento mucho no poder estar hoy con ustedes. Especialmente por el trabajo que realizamos en la Comisión Científica y el gran gusto de compartirlo con Adriana Fanjul y Sebastián Llaneza, tanto en la elaboración del argumento como en la lectura anticipada de los trabajos presentados para esta Jornada. Creo que la producción generada por las duplas muestra un auténtico trabajo de Escuela, lleno de puntos de interés para una fructífera conversación, al igual que los casos de las mesas simultáneas. En función de esa lectura previa voy a tratar de comentar algunas cuestiones que me hubiera gustado poder compartir con ustedes.
Por un lado, tenemos un claro eje de la tragedia tal como ha sido elaborada por Freud e interpretada también por Lacan desde los comienzos mismos de su enseñanza. Por ejemplo, cuando Lacan señalaba que la nota necrológica agregada por Freud al historial del Hombre de las ratas (1) verificaba con su muerte el rigor del destino, elevando así el caso a la belleza de la tragedia. Efectivamente, creo que la clínica de la neurosis nos presenta esa veta trágica y, en general, todo lo que ha elaborado Lacan sobre ella gira en torno a la dimensión trágica del deseo, al atravesamiento de un umbral en donde busca interrogar el borde entre lo simbólico y lo real, pero siempre dentro de una lógica que podríamos decir nos remite a la clínica edípica, del Nombre del Padre. Tragedia, Edipo, neurosis, deseo, acto se inscriben en esa clínica. Por eso podemos preguntarnos cuando hablamos de una “clínica actual” a qué nos referimos, ya que en ella convergen dos fenómenos que es importante tener en cuenta. Por un lado, la expansión progresiva de la práctica analítica a campos que van mucho más allá de la neurosis y por otro, la creciente evaporación paterna que nos presenta una clínica muy distinta. Ambos nos impulsan a ir más allá del Edipo, quizás también más allá de la tragedia, entendida dentro de esta lógica que comentamos. Hoy hablamos de psicoanálisis en los hospitales, en las psicosis, en las toxicomanías, en las anorexias y bulimias, en el autismo e incluso en los teléfonos, como lo puso de relieve la pandemia. J.-A. Miller definía al analista como un objeto multiuso, uno que puede cumplir distintas funciones sin que haya, por lo tanto, contraindicaciones válidas para el encuentro con un analista. De allí la importancia y la urgencia de interrogar cómo opera ese objeto analista y su deseo cuando se constata el desvanecimiento del sentimiento trágico de la vida.
A Lacan le resultaba curioso que Freud no hubiese encontrado nada mejor que una tragedia para anudar real, simbólico e imaginario. Podríamos preguntarnos entonces ¿qué otros anudamientos surgen hoy ante la declinación de las nominaciones simbólicas? Creo que una respuesta posible son las nominaciones imaginarias en las que el sujeto contemporáneo cree autopercibirse, cree ser lo que dice ser, burbujas identitarias y narcisistas que brindan una particular consistencia en la época pospaterna pero al costo de la coagulación e inhibición del deseo que introduce.
Otro punto que me parece interesante ubicar es el modo en que Lacan, en los últimos años de su enseñanza, se aleja de la dimensión trágica, cuestionándola de diversas maneras. Por ejemplo, cuando contundentemente afirma: “La vida no es trágica, es cómica” (2), Me parece que esto se entronca con una cuestión que es abordada de un modo muy interesante en uno de los trabajos de las duplas. Ya muy inicialmente Lacan sostenía que en las consideraciones en torno al lenguaje había que ubicar en la cima suprema de su estética a la poética, “…que incluiría la técnica, dejada en la sombra, del chiste” (3). Incluso en esa misma época introducía el concepto de “resonancia”, tomado de la estética hindú en su correspondencia con la poética de la obra freudiana. Dicha poética nos remite a la lógica del Witz en donde, más allá del efecto de risa o belleza, lo importante es orientarse por la dimensión de lo sonoro. Es allí donde Lacan destaca que el sonido y el sentido se unen estrechamente (4), tal como ocurre en la rima poética cuando una figura fónica se repite tejiendo equivalencias en la secuencia de palabras por sus nexos sonoros. Es en esa poética que prescinde de la belleza y se rige por la economía del chiste en donde busca la eficacia misma de la práctica analítica, pues nos demuestra que las palabras tienen rigor y no son sin consecuencias. Las tienen porque el tejido de sus equívocos se orienta rápidamente hacia el sexo. Y el sexo -señala- “…se los he dicho, es un decir. Un decir cuya referencia es un conjunto vacío” (5). Ese vacío revela que el sexo para los hablantes está habitado por un malentendido fundamental, quizás ahí radique la razón última de su comicidad.
Notas
(1) Freud, S.: “A propósito de un caso de neurosis obsesiva”, Obras completas Tomo X, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2017, pág. 194. Cf. “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos I, Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires, 1985, p. 291
(2) Lacan, J.: El Seminario 25: El momento de concluir, 1977, inédito, clase del 15-11-77
(3) Lacan, J.: “Función y campo de la palabra…”, op. cit., p. 277
(4) Lacan, J.: El Seminario. Libro 24: “L´insu que sait de l unebevue s´aile a mourre, inédito, clase del 19-4-77
(5) Lacan, J.: El Seminario 25, Ibíd