Silvia Salman
Un análisis es una invitación a decirse.
Una experiencia analítica transcurre sobre una dimensión del relato de sí. El analizante cuenta su vida de un modo que no está programado, sólo regido por la asociación libre que el dispositivo analítico ofrece. Entonces, puede distinguir algunos acontecimientos que son puntos de inflexión en su historia, que implican giros que dieron vuelcos en su vida. Mientras que otros permanecen opacos a la espera de alguna significación que tal vez nunca llegue.
En esa escena lo inequívoco es la presencia del analista. Y aunque sabemos que uno siempre habla para sí mismo, es a él, al analista, a quien se dirige esa historia de la que formará parte cuando el programa de goce que le subyace pueda leerse.
Hystorizar el cuerpo, podría ser un modo de nombrar la operación analítica que tiene en su centro el cuerpo a cuerpo de la experiencia. Y esta dimensión de experiencia se distingue de cualquier otro fenómeno en las redes o fuera de ellas.
Hiystorizarse: Dos perspectivas
Lacan supo emparejar la historia con la dimensión de lo real.
Esta pareja “historia-real” ocupó un tramo de su enseñanza, tanto al comienzo (“Función y Campo…”) como al final (L’esp d’un laps). En ambos, una misma perspectiva, la de tener una dirección al Otro, se mantuvo como referencia, aún cuando propuso cambiar la “i” latina por la “y” griega.
El método freudiano bautizado como talking cure, consistía en las stories o puesta en palabras de las histéricas del acontecimiento patógeno llamado traumático (1). Este acontecimiento fue reconocido como causa del síntoma y la expresión del relato, es decir su verbalización, determinaba su levantamiento.
No se trata de memoria biológica sino de rememoración, no se trata de realidad sino de verdad. En ese preciso lugar Lacan ubica la historia o si quieren la historización, incluso primaria.
En esta perspectiva, la operación analítica consiste en enseñarle al sujeto a reconocer en su inconsciente su historia, a ubicar los hechos que determinaron ciertos “vuelcos” (2) en su existencia. Y el trabajo analítico permite restablecer una verdad olvidada o más aun censurada, lo que desemboca en una historia posible de ser contada –lo voy a decir de este modo– enteramente. Sin resto, como si lo real fuese capaz, a través de lo verdadero, de desaparecer por completo. Historia y real, una pareja perfecta…
¿Qué agrega la “y”?
Pienso que agrega algo a la pareja historia y real en lo tocante al cuerpo.
Lacan aísla hacia el final de su enseñanza un elemento in-historizable. Ese elemento tiene a mi entender su sede en el cuerpo. Se trata de un elemento imposible de hystorizar.
Lo diría así: Una historia más un resto. Un resto equivalente a un real que no entra en esa historia que uno se cuenta. Un resto equivalente a una satisfacción que es pero que no se demuestra. Un resto que solo se constata en el ser que habla su goce (3) (parlêtre) y no de su goce.
Destaco la fórmula “más un resto”, porque pienso que lo que da su estatuto a la hystorización con “y” es que ella cuenta con ese resto y cuenta ese resto también, lo hace existir, lo contiene.
Y la experiencia del Pase lo recoge.
Lo que Lacan captó en el ‘76 (a diferencia del ‘67) es que el Pase es un-empuje-a-la-novela (4) pero que es también en ella donde debe captarse lo que de esa novela desfallece.
En la experiencia del pase, el pasante le hablará a los pasadores de esa hystoria que construyó en el análisis. De sus embrollos en el amor, del peso de su fantasma, del padecimiento de sus síntomas, y también, en tanto considera que ha llevado su experiencia de análisis hasta el final, se espera que pueda hablar de cómo se ha desembrollado de eso y de cómo ha podido arreglárselas con eso, con ese resto imposible de hystorizar.
Podemos distinguir tres dimensiones de la hystorización.
La hystoria que uno se cuenta de su propio análisis en el interior mismo del dispositivo analítico.
La hystoria que uno le cuenta a los pasadores, a veces hasta distinta o con variaciones entre un pasador y otro. Allí hay un plus respecto de la primera ya que el encuentro con los pasadores se agrega a esa hystoria inicial. En mi propia experiencia, un sueño luego de las entrevistas con el segundo pasador, se agregó y tuvo un lugar importante del que pude testimoniar.
Finalmente, si hay nominación de AE, está la hystoria que uno cuenta a través de los testimonios a la comunidad analítica en su conjunto.
Causas mínimas
¿De qué está hecha la hystoria? ¿A partir de qué elementos se construye?
El cuerpo y el lenguaje juegan su papel principal en el teatro de la vida. El cuerpo encuentra contingentemente a lalengua, de la que se nutre para producir efectos que son afectos, es decir goce. Allí se concentra el germen de la singularidad de cada quien, allí se enraíza el síntoma único que Lacan calificó como acontecimiento de cuerpo. Lacan las denomina “causas mínimas”.
La neurosis infantil y la novela familiar harán lo suyo para velarlas y la hystoria pondrá de su parte para enmarcarlas en una conjunción propia e inédita entre la ficción y lo real.
Un psicoanálisis debe circunscribir esas causas mínimas, expresión que traduce la desproporción enorme que hay entre la causa y el efecto que ella produce. El inconsciente reside allí, en esta discordancia.
Esta fórmula lacaniana es una invitación a que el analista se ocupe de las causas mínimas y no de las grandes cosas, es una invitación a que sepa “que en las cosas mínimas yace el resorte de su acción”. (5)
Efectivamente, cada uno de nosotros está atado a un trozo de discurso, tanto más vivo que la propia vida. Y la experiencia analítica consiste en desatar y consentir a ese pequeño trozo de discurso que marcó por entero nuestra existencia.
Hystorizar el cuerpo a partir de una escritura mínima, puede ser un modo de concebir una experiencia de análisis. Aislar esa escritura mínima al final del trayecto, puede ser un modo de nombrar aquello de lo cual los AE testimonian como producto de la operación analítica: esos trozos de real a los que sólo accedemos por un análisis.
Empalmar un real
Si en “Función y campo…” la operación analítica consiste en enseñarle al sujeto a reconocer en su inconsciente su historia, en El Seminario, Libro 23, El sinthome, la operación analítica consiste en enseñarle al analizante a hacer un empalme entre su sinthome y lo real parásito del goce. (6)
No nos pasa desapercibido que en ambas formulaciones Lacan se refiera a lo que un analista le enseña al analizante…Una enseñanza que no tiene nada de pedagogía, y que más bien transmite una posición respecto de lo real que él mismo está dispuesto a encarnar.
Entonces, ¿cómo caracterizar la operación de empalme que Lacan califica como la operación propiamente lacaniana?
Aproximar los extremos de dos elementos, es la representación mínima que me hago de tal operación. Dos elementos que por enlazarse no pierden su naturaleza, pero que sin embargo en esa zona donde el empalme se realiza, se origina un nuevo lazo que en la experiencia analítica también podemos nombrar como un nuevo afecto o una nueva satisfacción.
Empalmar la historia con un real, (hace eco con “por donde la neurosis empalma con un real” del Seminario 11) o también empalmar ficción y real puede ser un modo de caracterizar la operación analítica.
Un empalme permite obtener una nueva relación del sujeto con el síntoma. “Hacer del síntoma un sinthome” es un modo posible de nombrar ese trayecto que desemboca en un final. Alguna vez, en relación a mi propio caso, me referí a ello como una ganancia de cuerpo. (7)
Hystorizarme
Una experiencia de análisis es entre otras cosas una experiencia de cuerpo. En mi caso, el cuerpo ha sido el partenaire privilegiado del análisis.
La construcción del caso en el pase fue el momento de ensayar diferentes maneras de hystorización. Una de ellas es la que me permitió testimoniar de cómo el trabajo analítico hizo posible el pasaje de la niña a la histeria y un poco más allá, de la histeria a “una” mujer. Esta transformación alcanzó al cuerpo en cada uno de esos estados, como así también al goce de desaparecer en el que cada uno de ellos hundía sus raíces.
La anorexia, el dibujo animado y el significante “encarnada” que se produjo al final del análisis, trazan el arco de cómo la operación analítica trató el cuerpo.
Este nombre con el que acepté concluir el análisis, escribía una presencia del cuerpo que ya no necesitaba desaparecer para ser tal como se presentaba en la anorexia temprana. Un cuerpo erótico, que más allá de la imagen fálica del dibujo animado pudo obtener una satisfacción anudando de otro modo el semblante y el cuerpo.
Nos queda a nosotros trazar una vía que tenga en cuenta el poder del lenguaje y la contingencia de lo real del cuerpo (8). Una vía que anude de la buena manera la ficción y el goce, así como el testimonio de hystoria y el de satisfacción.
Estas Jornadas ya forman parte de esos trazos.
(*) Texto inédito presentado en las XII Jornadas Regionales de los CIDS del NOA: “El lenguaje de los cuerpos”, Santiago del Estero, 30 de septiembre y 1 de octubre de 2016.
Notas:
(1) Lacan, J.: “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, Escritos 1, Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, pág. 247.
(2 Ibid., pág. 253.
(3) Miller, J.-A.: Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2011, pág. 146.
(4) Miller, J.-A.: El lugar y el lazo, Paidós, Buenos Aires, 2013, pág. 379.
(5) Miller, J.-A.: La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2003, pág. 175.
(6) Lacan, J.: El Seminario 23, El sinthome, Paidós, Buenos Aires, 2006, pág. 70.
(7) Laurent, E.: “Poética pulsional”, en Enigmas del cuerpo. Revista de Psicoanálisis, Año 2, N°2, abril 2011, Córdoba, Argentina, pág. 9.
(8) Óp. cit. n° (4)