Hacia lo no ficcional

IV JORNADAS ANUALES DE LA EOL SECCIÓN LA PLATA, EL CUERPO: GOCES Y FICCIONES –La Plata, 28 de octubre de 2017

 

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Camilo Cazalla

 

 

Abordar la cuestión ficcional y su relación a los goces del cuerpo nos obliga a cuestionar el nexo que la vertiente “verdad de la experiencia analítica” comporta con el campo de la satisfacción pulsional. En ese sentido, el pase que Lacan presenta en la “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela” (1) configura una respuesta. Con el pase, Lacan inaugura una experiencia singular a la vez que interpreta al psicoanálisis mismo, y lo hace en términos de verdad y de goce. Allí nos indica que un psicoanálisis se lleva a cabo bajo la coordenada del Sujeto Supuesto Saber y expone la lógica de la operación analítica valiéndose del algoritmo de la transferencia en el que un significante –el de la transferencia– se enlaza a un significante cualquiera, encarnado por el analista, dando origen a la significación de saber inconsciente. Se trata de la misma estructura del par mínimo S1-S2 que, por efecto de retroacción, da lugar a la significación. Ésta sería entonces la vertiente verdad de la experiencia, de la que puede obtenerse un saldo de saber pero que permite, además, aislar la fijación de goce que en el matema del fantasma está ilustrado como a minúscula.

En este sentido, ya desde El seminario, Libro 11, Lacan sostiene que “la transferencia es el engaño por el que la demanda del sujeto, articulada a la significación del amor, aparta la demanda de la pulsión, mientras que el deseo del analista es aquello que la vuelve a llevar a la pulsión y por esta vía aísla el objeto a”(2). El analista como soporte de ese vacío, se servirá de la interpretación para aislar, como lo indica Lacan, el objeto a como plus de goce.

Ahora bien, debemos subrayar que, si hacemos referencia al objeto a como plus de goce, es lo mismo que señalar que lo que está en juego es una satisfacción sujeta a la lógica de pérdida y recupero, subsidiaria de la estructura del lenguaje que, a partir del año 1972, Lacan sitúa como defensa, o elucubración de saber sobre lalangue. En El Seminario, Libro 20, Aún (3) nos encontramos con el lenguaje como aparato de goce, y es por ello que sostiene que “todas las necesidades del ser que habla están contaminadas por el hecho de estar implicadas en otra satisfacción”. La ficción, entonces, estaría en función de ésta otra satisfacción. Esta satisfacción, que está a nivel del inconsciente, tiene como soporte el lenguaje y el goce fálico. Pero lo que nos aporta Lacan en este seminario, es que hay un goce Otro, que no es el del plus de gozar, sino que se encuentra fuera de todo lazo social, y que a esta altura de su enseñanza llama goce femenino, y que quedará articulado a la relación con lalangue, inalcanzable por la negativización del lenguaje.

Me interesa remarcar que a esta altura de El Seminario20, Aún, mientras Lacan hace el esfuerzo por señalar un goce que se localiza en el cuerpo y que diferencia del goce del lenguaje, se produce cierta equiparación entre síntoma, como formación del inconsciente, y fantasma; quedando ambos del lado masculino de las fórmulas de la sexuación. Esto es lo que Miller deduce en Sutilezas Analíticas cuando nos dice que en la última enseñanza de Lacan se “extiende al síntoma ese privilegio del fantasma” y destaca que “la conexión del significante con el goce no sólo es verdadera para el fantasma” sino “que el menor síntoma, en el sentido freudiano, es también un lugar donde el significante y el goce están adheridos, conectados”. (4)

Entonces, si el giro de la enseñanza de Lacan a la altura de los años ‘70 implica el reconocimiento de un goce sintomático ex-sistente al sentido, nos debemos preguntar por qué la construcción y posterior fractura del fantasma, que la “Proposición del 9 de octubre…”, tiene como horizonte supondría el acceso a este goce opaco a lo simbólico. En otros términos, se trata de elucidar de qué manera la vertiente ficcional nos conduciría al goce opaco del síntoma.

Podemos recortar al respecto, sin la pretensión de agotar estos cuestionamientos, una indicación de Miller en Sutilezas Analíticas cuando luego de definir el fantasma como “la experiencia de sentido mediante la cual el neurótico juega su partida con un Otro que demandaría su castración”,  nos hace ver que su franqueamiento, al develar la verdad mentirosa y en consecuencia, al deshacerse de los partenaires que acompañaron este partida, logra “liberar el acceso al goce imposible de negativizar” (5).  Entonces, la reducción del goce sentido y el goce fálico adheridos al fantasma (recordemos que en “Pegan a un niño” se encuentra tanto la vertiente de sentido como el acto masturbatorio) permitirían liberar el acceso a un goce Otro, que en algunos pasajes como en “La Tercera” Lacan denomina goce de la vida. Liberar el acceso a un goce imposible de negativizar es el franqueamiento hacia un espacio de una pura positividad de goce, no sometido al régimen de la repetición. Es aquí que Lacan se adentra en la perspectiva de la interpretación vía el equívoco, en tanto ha cambiado el estatuto del significante y, en consecuencia, el de la interpretación, su tratamiento.

Es a partir del giro que se produce en la enseñanza de Lacan a la altura de El Seminario, Libro 20, Aún, que es posible repensar entonces la interpretación orientada por lo real, en tanto la misma, tal como lo aclara Miller “no se solicita por sus efectos de sentido, sino de goce”. Se trataría de una interpretación que tiene como horizonte “la rectificación del goce” es decir que “el goce imposible de negativizar pueda ser concebido como satisfactorio”. (6)

Ahora bien, hay en principio dos maneras de pensar la interpretación por el equívoco. Graciela Brodsky nos recuerda que si en Freud “lo que el equívoco disfraza –y lo que descubre– es siempre un sentido producido por la significación fálica”, éste se resumiría entonces en “la marca del falso enlace que disimula el sentido sexual”. Mientras que para el último Lacan el equívoco “es el sedimento (en el lenguaje) de lo real, de que no hay relación sexual. Entonces, mientras “uno supone el enlace correcto, el otro, el enlace imposible. Uno corrige el sentido; el otro lo impide” (7). Esta última perspectiva comporta la concepción de la materialidad significante y los efectos de goce sobre un cuerpo, operando entonces en el espacio de toda dimisión paterna. Podemos pensar que se trataría del estatuto de la palabra impuesta que, en El Seminario, Libro 23, luego de reconocerla en la experiencia de Joyce, Lacan la extiende a todo parlêtre.

Para finalizar, y retomando la experiencia del pase antes planteada, recordamos que en Sutilezas Analíticas, Miller hace la distinción, en la enseñanza de Lacan, entre el pase que daría cuenta de la destitución del Sujeto Supuesto Saber y la verdad mentirosa, por un lado, y, por el otro, lo que llama el pase del parlêtre, y plantea  que en este “pase dos”, ya no se trata de detenerse en la fractura del fantasma, en el atravesamiento del mismo, sino también de dar testimonio de “una nueva alianza” con aquello que no accede al sentido, para que el sujeto no se vea, como en la ficción, “obligado a robar el goce a escondidas”.

 

 

 

 

Notas:

(1) Lacan, J.: “Proposición del 9 de octubre al psicoanalista de la Escuela”, en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 261.

(2) Lacan, J.: El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 2008, pág. 281.

(3) Lacan, J.: El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, pág. 166.

(4) Miller, J-A.: Sutilezas Analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 267.

(5) Ibíd., pág. 268.

(6) Óp. Cit. n° 4, pág. 269.

(7) Brodsky, G.: “Juego de Palabras”, La interpretación en los casos del psicoanálisis, EOL, Buenos Aires, 1995http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=publicaciones&SubSec=impresas&File=impresas/col/tematicos/interpretacion/brodsky.html.