SEGUNDA ACTIVIDAD PREPARATORIA HACIA EL XI CONGRESO DE LA AMP: PSICOSIS ORDINARIAS Y LAS OTRAS, BAJO TRANSFERENCIA –EOL Sección La Plata, 28 de febrero de 2018
Gabriel Racki
1. Las psicosis ordinarias orientan
“Psicosis Ordinaria” se ha tornado un sintagma que enfatiza una orientación clínica. Podríamos decir una clínica orientada por los signos mínimos del parlêtre en transferencia. Definirlo así es una manera de exaltar que no se trata de una nueva clasificación, no es una nueva forma de categoría nosológica.
Las coordenadas conceptuales de la última enseñanza confluyen en poner en cuestión la clínica binaria: “neurosis” como normalidad y “psicosis” como déficit, según haya o no Nombre del Padre.
Se trata más bien de una orientación clínica centrada en el tratamiento singular de los goces que habitan al hablante, incluyendo el goce opaco (imposible de simbolizar). Perspectiva suplementaria de si hay o no Nombre del Padre; es decir, de cómo cada ser hablante se la arregla con el agujero forclusivo.
Si designamos la época como pérdida del prestigio del Nombre del Padre, así como de la hegemonía de la norma fálica en tanto norte del goce, su consecuencia puede leerse en las variaciones del discurso imperante que ya no es el “victoriano”, ya sea el “objeto a en el cenit”, con padecimientos ligados al mandato a suturar la falta; o la prevalencia del discurso universitario y los padecimientos ligados a la evaluación. Eso nos permite situar funcionamientos de los tipos clínicos no en el revés sino empalmados con la época: ya sea la histeria empalmada a Facebook, y no al enigma de la Otra; o el obsesivo empalmado en el mundo virtual y no solo aislado con su autoconciencia; y para la psicosis, “psicosis ordinaria” vendría a aludir a una psicosis que transita empalmada a los discursos que imperan y no cortándose de ellos para armarse “otro mundo”.
Si no se trata entonces de una clínica del déficit simbólico, “psicosis ordinaria” es un nombre de una clínica del funcionamiento: es decir, de cómo el ser hablante junta trauma-cuerpo y sentido. Dicho de otra forma: el funcionamiento psíquico es el síntoma, que es por donde al sujeto le pulsa o vive su vida, por donde goza (padece y satisface) de su existencia subjetiva, lo cual incluye ese goce de la vida imposible de captar por el significante o el sentido que en “La Tercera” (1) se localiza entre lo imaginario y lo real.
La brújula para tomar al síntoma como “nudo–corazón” de la vida subjetiva es “Inhibición, síntoma y angustia” (2), donde el síntoma es trabajado como desvío estructural de la meta pulsional que transforma el cuerpo. Se trata de un concepto de “vida-goce” del hablante tal vez más amplio que el aportado por el falo como dador de sentimiento de vida, como marca en el sujeto del deseo del Otro.
Los ejemplos canónicos de nuestra jerga a los que podemos aplicar la pregunta ¿por dónde “le pulsa la vida”? Podríamos responderlos: al Hombre de las Ratas en el complejo “rat-ratten”, a Dora en los síntomas orales, a Schreber en “ser la mujer de Dios”, y finalmente al Hombre de los Lobos, tan cercano a nuestra interrogación por la psicosis ordinaria, en percibirse “separado del mundo por un velo”.
2. Desorden en la juntura íntima y externalidades
En la psicosis extraordinaria el agujero forclusivo irrumpe con índices aparatosos; se trata del significante desencadenado en lo real, con efectos de desconexión permanente.
La psicosis ordinaria podríamos definirla como un curso de la psicosis, que empalma con los discursos de la época, y transita sin una discontinuidad contundente, ni estallidos manifiestos, sino con índices mínimos del agujero forclusivo, con vocación de auto-reparación. Esos índices mínimos son las tres externalidades propuestas por J.-A. Miller como expresión del desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de vida.
Ya Emile Kraepelin, gran exponente de la psiquiatría clásica, había descripto este dato fundamental de la clínica de la psicosis en su “Lección 3” sobre demencia precoz: “esa falta peculiar y fundamental de sentimiento intenso de la vida como signo diagnóstico capital”. (3)
Ya hay un rasgo de intensidad en esa definición del maestro alemán, para quien dicho signo era el síntoma primario, en tanto los signos ruidosos de delirio y alucinación eran síntomas secundarios que coloreaban el cuadro.
La juntura íntima, tomada como inscripción del falo y la significación fálica, y como alojamiento del goce de la vida en el síntoma, se traduce en una base de continuidad simbólica-libidinal en la existencia subjetiva. Así lo describía Lacan en El Seminario, libro 3, en el capítulo “El falo y el meteoro”: “la carretera principal como un lugar de residencia” (4) y no de paso. Los traumas de la vida irrumpen, angustian, pero el marco simbólico-libidinal se sostiene. Si dicha continuidad no está inscripta, ante el trauma tenemos el paradigma Schreber como una catástrofe en la relación con el mundo de las significaciones y el mundo libidinal: un antes y un después. En cambio para las psicosis ordinarias tenemos los sutiles signos de ruptura que tienen el correlato de las externalidades.
Entonces, o pulsa la vida desde el síntoma inscripto como continuidad en un orden simbólico-libidinal fálico o pulsa en otro orden de significante en lo real (delirante-alucinatorio), o pulsa en las externalidades que corresponden a la psicosis ordinaria.
Las externalidades definidas desde el funcionamiento subjetivo y no como déficit, son un trabajo perpetuo de auto-reparación en torno al agujero, ya sea en torno al cuerpo, a lo social, y/o al sujeto. Son gravitaciones subjetivas en torno a engancharse a alguna fibra de continuidad libidinal o juntura íntima de sentimiento de vida, que se diferencian del curso extraordinario de las psicosis: como trabajo de extracción de la invasión de goce del Otro en el cuerpo (esquizofrenia), en la interpretación persecutoria (paranoia) o en la sombra del objeto que cae sobre el yo (melancolía).
El término “externalidad” es una buena herencia de aquella psiquiatría clásica, en la que Sèglas definía la relación xenopática –extranjera– con el lenguaje, o en la que Clérambault enseñaba sobre los fenómenos de automatismo como parásitos, intrusivos. Distintos nombres de una topología del sujeto en relación con algo que está afuera de su órbita, o no está inscripto como auto-reproche, para decirlo con términos de la primera psicopatología freudiana.
Podríamos decir que el funcionamiento subjetivo de las externalidades es una perpetua tarea, con vocación de inscripción y no de ruptura con la realidad compartida.
3. La externalidad como sujeto
Siguiendo el énfasis puesto por Jaques Lacan en El Seminario 3, con el modelo de la alucinación verbal de Sèglas, de seguir el fenómeno psicótico al ras de la relación del sujeto con la palabra, podríamos declinar: para la neurosis hay implicación subjetiva con el significante, con efectos correlativos de división y significación en falta sobre el deseo y el goce.
En la psicosis extraordinaria el sujeto está concernido, coagulado, insultado, cristalizado por el significante neológico indialectizable.
En la psicosis ordinaria el sujeto está externalizado. Miller propone distribuirlo en tres líneas de análisis (5):
a. Fijación al vacío:
No se trata del fenómeno de vacío previo a la certeza, sino de un trabajo permanente del sujeto de encontrar una significación que lo localice, lo signifique, incluso que lo metaforice. No se trata de una dimensión metonímica de falta en ser del sujeto en su relación con el significante, ni de quedar coagulado por él, sino del contorneo de un vacío, también llamado “clínica del desierto” o “fijación al vacío”. Se trata de un trabajo incesante de intencionalidad de significación, pero el curso del análisis no permite situar una determinación significante que localice al sujeto en una identificación o fantasma.
El caso presentado por H. Castanet en Arcachon (6), quedó resaltado como paradigma de “nebulosa” subjetiva, explicado por su fijeza a la vacuidad, en la cual la intencionalidad significativa se constata persistente pero el vector retrógrado que llega del Otro (no como léxico-gramatical sino como lugar de retroacción de la cadena) no produce un efecto metafórico de significación del sujeto.
En la conversación clínica en Los Desarraigados (7), esta falla forclusiva de la retroacción de la cadena está tratada como falta forclusiva del esquema temporal, se trata de un funcionamiento subjetivo de “presente continuo” donde la escena infantil funciona como inercia imaginaria y no como resignificación del padecimiento actual, o también por las dificultades tan típicas de la época para poder construirse un proyecto a futuro para la vida.
Justamente en algunos casos esta gravitación sobre el vacío subjetivo toma la forma de un trabajo de construcción, de un proyecto en transferencia como labor analítica de suplencia ante la vacuidad.
b. Identificación con el objeto de deshecho:
En este sesgo la externalidad subjetiva se aproxima a la identificación melancólica, identificación que sobrepasa lo simbólico y le da al sujeto un ser de deshecho. Es la clásica definición freudiana: “La sombra del objeto ha caído sobre el yo” (8). Sin embargo, en “Efecto retorno…”, J.-A. Miller nos propone un curso ordinario para este vector: “la dirección hacia el deshecho” (9). En términos de funcionamiento, podemos decir: trabajo perpetuo de dirigirse al desecho, pero sin realizarlo, lo limita por manierismos del cuerpo, creaciones artísticas o inventos sintomáticos.
En Variaciones del humor (10), dos casos ilustran este trabajo de externalidad subjetiva: el síntoma de vértigo en una sujeto con tendencia a tirarse al vacío en alguna práctica como parapente o paracaidismo, o creaciones artísticas y tatuajes como formas de limitar la tendencia a identificarse a un objeto de deshecho maloliente en otro caso.
Entonces si en la melancolía extraordinaria la vida pulsa desde la sombra del objeto que ha caído sobre el yo y arma su vida en torno a la certeza de ir hacia la muerte, en este modo de cursar la psicosis ordinaria, la externalidad subjetiva transita como una gravitación en torno a agarrarse de fibras, o fragmentos de vida.
El analista, que en la melancolía opera, por ejemplo, como partenaire de un trabajo de paranoizar, como modo de extracción del objeto que ha caído sobre el yo; se torna en esta modalidad ordinaria más bien “partenaire agarradera”.
c. Identificaciones “popurrí”:
En esta vertiente J.-A. Miller nos propone captar la externalidad sujeto como trabajo de gravitación sobre distintas identificaciones, como modo de aferrarse a fibras de juntura íntima del sentimiento de sí.
Nos propone dicho sesgo identificatorio como un laberinto de frases y múltiples identificaciones imaginarias sin centro. Se trata de esos casos en los que se perpetúan variaciones de posiciones subjetivas e identificaciones, que no se “plantan” simbólico/libidinalmente desde algún lugar, incluso eso se expresa en ocasiones desde el punto de vista de la sexuación.
El ejemplo paradigmático es el historial del Hombre de los Lobos, muy bien trabajado en las 13 clases… sobre dicho historial. (11)
Allí sigue la puntuación freudiana que reparte la posición del joven ruso como objeto del padre, entre homosexual en el inconsciente, devorado en su neurosis, y masoquista en su actitud. Asimismo, identificado al padre en la escena con Grusha y a la madre en la frase sintomática-intestinal: “Es imposible vivir así”. En el “Informe de Roma” (12), Jacques Lacan resumió dicha multiplicidad como mujer en lo imaginario y hombre como sujeto en la trama simbólica.
Sin dudas el campo empírico de la labilidad de identificaciones sexuadas es de lo más fructífero que nos ofrece la investigación sobre las psicosis ordinarias, como modo de interrogar una época de rechazo no solo al semblante paterno sino al semblante fálico como significante de la diferencia sexual. Esa posición de rechazo a dichos semblantes del orden discursivo abre una zona de indagación clínica en la que no es evidente si la relación a las identificaciones sexuadas, a veces en popurrí, están o no soportadas por la inscripción simbólica falo-castración. Rechazo discursivo no equivale a no inscripción. Allí convergen de un modo evidente la psicosis ordinaria con la época.
Las identificaciones implican un funcionamiento de articulación discursiva, que como mínimo supone una representación del sujeto y cierta regulación del goce en torno a un centro o marca de identidad perdida.
Podríamos decir que la gravitación de este sesgo de la externalidad sujeto es en torno a una aspiración permanente de identificación, pero sin centro.
Podríamos terminar con una frase del “Homenaje a Marguerite Duras…”, para designar el trabajo perpetuo de las externalidades: “Bodas taciturnas entre vida vacía con el objeto de goce indescriptible”. (13)
Notas:
(1) Lacan, J. “La Tercera”, en Revista Lacaniana N° 18, Grama, Buenos Aires, 2015
(2) Freud, S.: “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas, Tomo XX, Amorrortu Editores, Buenos Aires,1990.
(3) Kraepelin, E.: “Lección 3: Demencia precoz”, en Introducción a la clínica psiquiátrica, Nieva, Madrid, 1988. págs. 37-44.
(4) Lacan, J.: “El falo y el meteoro” en El Seminario, Libro 3, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1984, pág.415.
(5) Miller, J.-A., “Efecto retorno sobre las Psicosis Ordinarias”, en El caldero N° 14, Grama, Buenos Aires, 2010.
(6) Castanet, H., “Un sujeto en la nebulosa”, en Miller, J.-A. y otros: Los Inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1999, págs. 209-212.
(7) Miller, J.-A. y otros, “Clínica del Desierto”, en Los Desarraigados, Paidós, Buenos Aires, 2016, págs. 168-169.
(8) Freud, S.: “Duelo y Melancolía” en Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu, Buenos Aires,1993, pág. 246.
(9) Óp. Cit. n° 5, pág. 22.
(10) Miller, J.-A. y otros, Variaciones del humor, Paidós, Buenos Aires, 2015.
(11) Miller, J.-A., 13 Clases sobre el Hombre de los Lobos, Editorial Unsam, Buenos Aires, 2010.
(12) Lacan, L.: “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”, en Escritos 1, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1985, págs. 227-310.
(13) Lacan, J., “Homenaje a Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein”, en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, pág. 216.