Fidelidad, a la envoltura formal del síntoma

por Alberto Justo

primer_coloquio_justoUna joven se encuentra, en una cita amorosa, con la frase menos esperada, que le desarma la construcción fantasmática que hasta ese momento le permitía orientarse en los laberintos del deseo.

Un niño, en cuyo cuerpo algo comienza a moverse de manera inapropiada, sorpresiva y angustiosa, encuentra en un miedo infantil los límites que su padre se empecina en no introducir.

Un hombre adulto escucha algo subido de tono, en un contexto en el cual los ideales de la época formaban instituciones de honor y prestigio, y el horror lo conduce a recorridos inexplicables, salvo por una clave de lectura siempre presente en la lógica de lo absurdo.

Otro sufre un desmoronamiento subjetivo provocado por los avatares políticos que imponen un nuevo orden social y conmueven el orden simbólico tradicional en el cual fue criado.

Estas son algunas de las coyunturas con las que Freud inaugura una nueva práctica que desde sus inicios toma la singularidad de la huella clínica –el síntoma–, para adentrarse en el análisis de la función de algunos fenómenos, que hasta ese momento eran desechados o reducidos con los paradigmas científicos de la época. Freud por el contrario, les otorga un valor fundamental y les atribuye funciones específicas en una nueva economía libidinal.

Todo esto sirve para interrogar la secuencia que lleva de los avatares de la vida, al encuentro con un analista, la brecha que abren estas coyunturas, ese tiempo que inaugura el encuentro con un deseo no anónimo, y que puede derivar en una experiencia –la analítica– que tiene sus entradas y sus salidas.

En consonancia con el tema de este Coloquio-Seminario, tomare el concepto de “envoltura formal del síntoma” (1) que Lacan destaca en su escrito “De nuestros antecedentes”. Allí encontramos una orientación clara, “la fidelidad” a dicha envoltura, que permite seguir las distintas maneras en que Lacan retoma el concepto de síntoma a lo largo de toda su enseñanza.

 

Resumiré en tres puntos el contenido que le da volumen a este concepto:

1- Destaco el acento puesto por Lacan en el término “fidelidad” a la envoltura formal, pues es un término que hace referencia a la exactitud, la puntualidad en la ejecución de una acción, es una noción que en su nivel más abstracto implica una conexión verdadera con una fuente. Lacan no solo hace referencia a los antecedentes que lo unieron a la tradición clásica de la clínica, sino que además muestra la necesidad de dirigirse a Freud para tomar el síntoma en un sentido positivo, es decir como un resultado que contiene las marcas de los mecanismos que determinan su forma de presentación. Esta inspiración, esta precisión describe una perspectiva que permite proyectar en el horizonte algunas ideas, que enmarcan la posible entrada en un análisis.

En sentido amplio puedo decir, con Miller, que el relato que el paciente nos dirige en sus primeras entrevistas gira en torno a lo que no funciona. La prudencia con que se reciben estas primeras elaboraciones de la demanda, marca el tiempo de los encuentros iniciales. La textura del relato toma relevancia a la luz de una primera paradoja que se encarna en el síntoma, ya que, si bien uno de sus costados se presenta ligado a las limitaciones, discordancias y sufrimientos –es decir en su pendiente psicopatológica–, su otra cara nos recuerda uno de los fundamentos freudianos, esto es, que hay allí una solución, un arreglo, y que “el síntoma satisface ahí donde se presenta como doloroso”.

Este primer movimiento fija cierta especificidad en el pasaje de un encuentro a una posible entrada al dispositivo analítico, ya que el síntoma, articulado por la palabra, permite abrir una puerta de acceso al analista: “se dirige a nosotros”, cambia de status, deviene “síntoma analítico”, no tanto por el sufrimiento que le compete, sino por ser formalizado como cadena significante en el campo del Otro. Esto lo hace interpretable, en cuanto mensaje.

 

2- El segundo aspecto que subrayo en el párrafo citado es “la verdadera huella clínica a la que tomamos gusto” y que aun hoy nos orienta “a ese límite en que [el síntoma] se invierte en efectos de creación”.

Esta idea de “creación” inicialmente se plantea como una articulación paradójica, entre el síntoma (que da la idea de algo sufrido) y la creación (algo sublime). Para poder desentrañar su enigma podemos pensar, con Miller, que el sentido de la frase se inscribe en un contexto de movimiento, que contiene un punto límite desde el cual “uno da media vuelta, en sentido opuesto, por el mismo camino”. Esta frase da la idea de una dinámica que tiene su fuente en la “polaridad” entre el síntoma en su vertiente significante, como mensaje dirigido al Otro, y el síntoma en la pendiente pulsional, como montaje no reducible a la palabra.

En este punto es pertinente preguntarnos: ¿En qué momento de la entrada en el análisis podemos situar lo pulsional?

La soltura freudiana nos da una pista y nos permite rastrear la trayectoria de su camino, que parte del síntoma histérico como interpretable y llega al giro de los años 20 en el cual aporta conceptos como: la reacción terapéutica negativa, la compulsión a la repetición y la pulsión de muerte misma.

Reconocemos entonces lo pulsional en estas marcas que el goce impone al síntoma, en la queja, en lo compulsivo, aquello a lo cual el sujeto no deja de someterse, pero que en la entrada al análisis precisamente se presenta, por su propia naturaleza acéfala, sin atribución subjetiva.

Entonces podemos decir con Lacan, que el concepto de envoltura formal, condensa dos modos de creación: uno que toma la formalidad del significante al cual el goce se fija, introduciendo una operación de vaciamiento de aquello que envuelve, sustancia de goce que aspira ser reabsorbida por la repetición significante del síntoma; y otro que consiste en el trabajo que se inicia, una vez franqueado el umbral de la transferencia.

Si se lo acepta, si las consecuencias del decir empiezan a tejer su trama, entonces es posible el recorrido que consiste “en llevar el síntoma al límite donde se vuelve agudeza, que es cálculo”(2). Este ejercicio de rigor supone que el sujeto deje de creer que el Otro goza de su síntoma. Solo al final del análisis, en su salida, debe implicar otro modo de relacionarse con la pulsión.

 

3-Para concluir, la perspectiva del concepto de envoltura formal del síntoma mantiene vigente la interrogación por las entradas en el dispositivo analítico. Podríamos además extenderlo y preguntarnos si el dispositivo del Pase no nos reenvía acaso a ese concepto, en el intento de precisar los efectos, ya no de creación, sino de invención en el final de un análisis.

 

(Texto publicado en La experiencia analítica: entradas y salidas -Libro del Primer Coloquio-Seminario de la Orientación Lacaniana en la ciudad de La Plata-, La Plata, 2012, pags. 59-62).

 

Notas

(1) Cita de Referencia: «Singularmente, pero necesariamente nos parece, nos vimos conducidos a Freud…  Pues la fidelidad a la envoltura formal del síntoma, que es la verdadera huella clínica a la que tomábamos gusto, nos llevo a ese límite en que se invierten en efectos de creación. En el caso de nuestra tesis (…), efectos literarios…” Lacan J.:“De nuestros antecedentes”, Escritos I, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1988, pág. 60.

(2) Miller J.-A: “Reflexiones sobre la envoltura formal del síntoma”, La envoltura formal del síntoma, Manantial, Buenos Aires, 1989, pág. 15

 

Bibliografía:

Lacan J.: “De nuestros antecedentes”,  Escritos I, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1988, pág. 59.

Lacan J.: “De una cuestión preliminar…”,  Escritos II, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1987, pág. 553.

Lacan J.: “Presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schereber”, Intervenciones y Textos 2, Manantial,  Buenos Aires, 1991, pág. 27.

Miller J.-A: “Reflexiones sobre la envoltura formal del síntoma”, La envoltura formal del síntoma, Manantial, Buenos Aires, 1989, pág. 9.

Miller J.-A: Donc. La lógica de la cura,  Paidós, Buenos Aires, 2011, pág. 25.

Brousse Marie-H.: “El Síntoma y la Pulsión”, La envoltura formal del síntoma, Manantial, 1989, Buenos Aires, pág. 17.