Mesa de Poesía: “Prescindir de la metáfora”
Participantes: Tamara Kamenszain, Marina Mariasch, Lucas Soares
Coordinación: Marisa Chamizo
Marisa Chamizo, una vez concluidas las lecturas de poesías de los tres participantes, dirige una pregunta, en principio a Tamara Kamenszain, quien habría planteado la ausencia de metáfora en la poesía de los jóvenes. Asimismo interroga a Marina Mariasch y a Lucas Soares sobre este punto, qué piensan ellos, poetas jóvenes, sobre esta aseveración.
Tamara Kamenszain se muestra sorprendida por la relevancia dada a su observación respecto de la falta de metáfora en la poesía actual en tanto no es una aseveración. Interpreta dicho interés como que a los analistas esto nos dice algo, algo vinculado a nuestra práctica, esto de una poesía que iría de modo más directo al objeto. Aún sin comprender la razón de dicho interés, se presta a responder. Entiende esta posición de los poetas mas jóvenes, respecto de sus mayores, como de rebelión, tal como su generación se rebeló –por así decir– contra la precedente: contra el contenidismo. La generación de Tamara, entonces, dio mayor valor al lenguaje, al sujeto de la enunciación. Fueron conducidos, en oposición a la tendencia –entonces actual, del poema con mensaje–, a oscurecer la lengua. A Lacan también le ocurrió, observa Tamara. Era algo de la época: una tendencia al hermetismo, a la densidad de la lengua. Algo que importaba a su generación en tanto la diferenciaba de la anterior, más ingenua.
Ahora, continúa Tamara, ya todos saben que existe la enunciación, que no todo es enunciado. Ya no se sufre por eso. Pizarnick, en cambio, fue muy sufriente de la brecha entre enunciado y enunciación. Pone de ejemplo, los versos de Alejandra: “Si digo agua, ¿beberé?/ si digo pan, ¿comeré?”.
Hoy –observa Tamara– ustedes se rieron, en ocasiones, al escuchar los poemas: la cosa pasa, no hay sufrimiento. De eso se trata. Escribir es escribir con metáfora, pero ya no la poética, lírica, el encadenamiento de metáforas. Hay un salirse del género, de la literatura misma. Como ejemplo de ello, Tamara resalta que Lucas Soares comienza con un epígrafe de Alberto Migré. Eso marca la desliteraturización.
Marina Mariasch toma la palabra para indicar que coincide con su colega, que la poesía ya no trata de un lenguaje elevado, de la “torre de marfil”, señalando que la metáfora implicaría un alejamiento de la cosa: una segunda elección de la palabra (la cosa, la palabra que la nombra, la palabra que sustituye a esa palabra). Pero, para Marina, la palabra es finalmente la cosa.
Señala, a su vez, que en este oponerse a la generación anterior, se esconde la utopía del grado cero del lenguaje, eso sería estar fuera del lenguaje. En ese sentido, concluye diciendo que prescindir de la metáfora es imposible.
Lucas Soares se pregunta –primero– ¿qué es la metáfora? Para responder, desde Aristóteles, que la metáfora es un desplazamiento de sentido, llevar un término de un plano a otro. Y desde Heidegger, más sencillo aún: decir las cosas de otro modo. Lo que hace la poesía es eso, precisa Lucas.
Agrega que, cada época, se nutre de un imaginario, produce un universo metafórico, tratándose entonces de diferentes universos metafóricos. La poesía 2.0 es diferente a la poesía de los ‘90 y, ésta, diferente a la de Pizarnick. La poesía actual se nutre de un imaginario en el que es fundamental el campo visual. Se trata de una poesía de la experiencia, personalizada o despersonalizada; con su desparpajo y su originalidad. También muy vinculada al dispositivo de la Web.
Concluye diciendo que no se puede prescindir de la metáfora, sino que nos encontramos en un paradigma metafórico diferente. Esa es su opinión pero siempre que entiende la metáfora, sencillamente, como decir las cosas de otro modo.
Marisa toma estas palabras como conclusión. Y ya sin tiempo para dar lugar a preguntas del público, deja la suya flotando: ¿cómo hacer con lo intransmisible? El público cierra el encuentro con sus aplausos.