LA LOCA DE DURAS. Tercera noche de biblioteca. 11 de octubre
Por Laura Arroyo
Una adolescente de 17 años baila sola en medio de una pista de baile oscura y vacía, baila en los brazos de un desaparecido, su novio la ha abandonado, es una loca que sobrevive solo en apariencias, una durmiente viva. Marguerite Duras le dará lugar en su casa “la he conocido durante por un día entero” (1) dirá, eso bastará para la inspiración de la escritora, quien le dará su entrada a la literatura con el nombre de Lol V. Stein.
La novela publicada por primera vez en 1964, se transformará rápidamente en uno de los libros más vendidos del momento, la inasible Lol ejercerá su poder turbador en los lectores, transformándose en poco tiempo en uno de los personajes favoritos de Duras. Dará que hablar, le consagrarán artículos, escritos y tesis. Duras sorprendida, no podrá entender la atracción que provoca esta joven loca suspendida en una ausencia fría, en el público.
La novela llegará a manos de Lacan a través de Michael Montrelay, Lacan quedará encantado al punto de citar a Duras en un bar a medianoche para que le hable de su personaje. De ese encuentro Duras dirá: “Nos vimos, una noche, lo recuerdo, en un café del centro de Paris. Durante dos horas me acosó a preguntas, yo respondía apenas, no siempre lo seguía. Lol, decía era el ejemplo clásico de un delirio clínico perfecto […], porque estaba convencido de que la clave de todo debía encontrarse en ese nombre que, sabiamente yo habría encontrado para la pequeña loca: Lol V. Stein; es decir decodificó “alas de papel”, más esa V., que quería decir “tijeras” […], y ese Stein, que significaba “piedra”. La asociación, concluía, era inmediata: el juego de la morra o de “piedra, papel y tijera” [la mourre], es decir el juego del amor. Usted es, agregaba, ravisseuse, “arrebatadora”. Nosotros, los lectores, los ravis, los encantados”. (2)
Contrariamente Duras quedará un poco apabullada por el encuentro y no se advendrá a las interpretaciones sobre Lol a quien adora. Preferirá preservar cierta ignorancia sobre su personaje lejos de cualquier posible verdad.
La loca de Duras, nos mete nuevamente en el baile, un baile al que hoy la comisión de biblioteca nos vuelve a traer. Volvemos al Casino de T. Beach con la arrebatadora Marguerite Duras y su arte alrededor de lo indecible “nosotros los arrebatados, pero si apresurando nuestros pasos tras los pasos de Lol, que resuenan en su novela, los oímos detrás de nosotros sin haber encontrado a nadie, ¿es pues que su criatura se desplaza en su espacio desdoblado? ¿O bien que uno de nosotros ha pasado a través del otro y quien, ella o nosotros, se ha dejado entonces atravesar?” (3)
En su homenaje Lacan dirá que arrebatada se evoca el alma y es la belleza la que opera y que de este arrebato uno se liberará como pueda, con el símbolo, agrega. Inferimos entonces que la salida posible del arrebato sería vía el significante. Arrebatadora también será esa imagen que nos impondrá, esa figura herida, exiliada de todas las cosas, que uno no se atreve a tocar pero que nos captura. La arrebatada en su captura, también nos captura a nosotros, en esto consiste la novela. Se trata de dos movimientos, señala Lacan, que se cifran en el nombre Lol V Stein en el (jeu de la mourre) en el juego del amor, te pierdes y fuera del juego del amor, ¿dónde me zambullo, donde me meto? Para poder entender esta cifra, el nudo debe hacerse de otro modo y para ello hay que contar tres.
Tenías un vestido y un amor, yo simplemente te vi
En la novela nos encontramos una y otra vez con la rememoración de una misma escena la del momento en que se da el arrebato en el baile. De Lol sabemos que siempre le faltó algo para estar del todo, siempre estuvo un poco ida. Nunca se la vio sufrir ni derramar una lágrima de muchacha, como si su corazón estuviera inacabado. Hace unos meses está de novia con un millonario, Michael Richardson, a Tatiana su amiga de la infancia le ha llamado la atención la loca pasión que Lol despertó en él. En la famosa noche del baile del Casino de T. Beach. Dos mujeres entran a la fiesta, son madre e hija. El novio al verlas, se queda inmóvil, la lleva a Lol detrás de unas plantas. Lol queda sumida en la inmovilidad, también, al igual que él, había visto entrar a esta mujer fatal con su escotado vestido negro, se trata de Anne-Marie Stretter. Richardson sorprendido y pálido ante esta aparición la invita a Lol a bailar por última vez. Lol percibe el cambio en su novio, quien luego sacará a bailar a esta mujer para no volver separarse de ella en toda la noche. Lol los mira y no sufre, el sufrimiento no habría encontrado donde deslizarse, había olvidado el viejo álgebra de las penas de amor. Permaneció allí donde el acontecimiento la había sorprendido al entrar la mujer, mientras Tatiana en un gesto de amistad acariciaba su mano. Amanece, el baile llegará a su fin. La madre de Lol entrará al casino y la sacará de ahí, Lol no dejará de decir, que no era tarde, que la hora del verano engañaba, en un intento por perpetuar ese momento. La flamante pareja se retira Lol los sigue con la mirada hasta que desaparecen y ahí se desvanece.
Tenemos aquí el acontecimiento, el arrebato, algo se desprende allí, lo podemos leer en el valor de la mirada, como se juega en esta escena. Lacan en su homenaje da una indicación precisa, la de seguir el tema del vestido, el cual soportará el fantasma al que Lol se fijará más tarde, a partir de ese abismo que se abre en ese mas allá en el que no ha podido encontrar la palabra que falta.
Retomando el momento donde Lol es ocultada tras las plantas por su novio, Lacan (4) utilizará el verbo en francés derober (ocultar) homófono de rober (desvestir). Si pensamos el amor como ese vestido con el que el otro nos viste y nos reviste otorgándonos una imagen, ¿qué sucede cuando este llega a su fin en la decepción amorosa y somos despojados de esa imagen? Cuando ese otro nos desviste, cuando perdemos ese amor lo que suele quedar por debajo del vestido es el objeto a, resto.
Cuando Michael Richardson deja de mirar a Lol y queda captado por la mujer fatal, ¿qué sucede? A Lol le ocurrirá otra cosa, es ella quien experimentará una ausencia de amor hasta lo indecible cuando él se va con la otra. Al mismo tiempo no puede dejar de estar ahí, el baile es el arrebato del vestido de Lol dirá Lacan “Tu puesta de largo y con tu desnudez encima, para darle su esplendor” (5) el vestido es el cuerpo de Lol en su desnudez, ella no tiene cuerpo, no tiene otro cuerpo que en la mirada del Otro, en el deseo del Otro. Cuando esta imagen de sí misma le es retirada, “esa loca pasión de su novio”, lo que aparece es el vacío del sujeto, la vacuidad, vacuidad que no es atribuible a un sujeto barrado, más bien no hay nada allí. En otra palabras su novio no solo se lleva su imagen, con la cual la vestía, se lleva su ser mismo, depositándolo en otra, su cuerpo desaparecerá y resultará reemplazada. En esto podríamos decir consiste el arrebato.
Durmiente viva, suspendida en el tiempo
Lol no sufre el sufrimiento no encuentra cuerpo donde deslizarse. Nos encontramos con un imaginario que se manifiesta con un valor de real. De haber tenido un valor imaginario, nos hubiéramos encontrado con manifestaciones de celos, rivalidad, etc. Lol no siente dolor por su pérdida, se presenta fuera de sufrimiento, fuera del cuerpo lo que se puede calificar como una despersonalización. Todo se detiene, el arrebato la dejará así suspendida en el tiempo. Su dificultad ante la búsqueda de una sola palabra parecía insuperable. “Se había convertido en un desierto al que un poder nómade la había arrojado en la persecución interminable de ¿qué? no se sabía no contestaba”. (6) Permaneció encerrada en su habitación por algunas semanas intentará tramar una huida del tiempo, del aburrimiento, para reencontrar ese momento de eternidad de-a-tres, pronunciando una frase, siempre la misma: “No era tarde, la hora de verano era equívoca”. Salida brutalmente del tiempo en suspenso, dirá que aun que es largo ser Lol V. Stein. La primera noche que sale de su casa, conocerá a Jean Bedford, mientras deambulaba sola por la calle, este la pedirá en matrimonio. “Se casará sin haberlo deseado sin tener que pasar por el horror de una elección” (7). Así se mudará de ciudad y vivirá fuera de tiempo por diez años tendrá tres hijos y una casa sin identidad propia en la que reinaba un orden riguroso y frío. Se había vuelto una durmiente viva.
Volver a empezar
Lol vuelve al acecho. Después de diez años volverá a vivir a S. Thala, es el momento donde desde el jardín de su casa en la que había vivido desde niña, escondida detrás de las plantas como en la escena del baile, observará como Jacques Hold besa a una mujer. Allí comienza la reconstrucción del fantasma. El beso trae un recuerdo confuso para Lol, cree reconocer a la mujer pero se dedicará a seguir al hombre. La mujer como sabemos es Tatiana, su amiga de la infancia, pareciera que lo hubiera olvidado. Esto la llevará deambular fuera de su casa a diario, mientras pasea pensará en el baile de manera recurrente, volverá a la escena final de la noche del baile una y otra vez sobre todo a ese instante preciso del final cuando el amanecer la separará para siempre de la pareja de Michael Richardson y Anne-Marie Stretter. Progresará día a día en esta reconstrucción. Lacan señalará que esta rememoración no se trata de una repetición del acontecimiento sino más bien de otra cosa, se trata de un nudo que se rehace. Pondrá así el acento en lo que se estructura. Una estructura que califica como un ser-de-a-tres, no dice que Lol sea uno de esos tres sino que queda suspendida del ser-de-a-tres.
El fantasma: ser-de-a-tres
En su rememoración Lol dice hubiera sido necesario amurallar el baile, hacer de él ese navío de luz con esos tres pasajeros, es así como empieza el enunciado del fantasma del vestido; “El habría despojado de su traje negro, lentamente y durante el transcurso del tiempo empleado en hacerlo se hubiera salvado una larga etapa del viaje. No resulta pensable para Lol que ella esté ausente del sitio donde ese gesto se produjo. Ese gesto no tendría lugar sin ella […] El cuerpo largo y delgado de la otra mujer habría aparecido poco a poco. En una progresión rigurosamente paralela e inversa, Lol sería sustituida por ella cerca del hombre”. (8)
Tenemos un segundo momento, la escena en la cual Lol va a observar a otros dos: Jacques Hold y Tatiana Karl. Los elementos para la realización del fantasma están ahí, hay cierta exigencia por parte de Lol, un forzamiento en el cual existe una verdadera instrumentación del Otro. Se ve muy bien en la novela como todo está arreglado por Lol, como ella había ubicado esta pareja de amantes para poder ir luego a reencontrarla, ella reconoce a Tatiana, su amiga de la infancia y va a buscarla a su casa, se mete en medio de la pareja de los amantes, de manera de poder ser reconocida. Lol se hace mirada, y todos quedan capturados en relación a ella. Esto habla de la posición de mancha que ocupará el sujeto.
Esta construcción fantasmática ser-de-a-tres le dará a Lol un ser y le permitirá habitar el vacío, Lol inventa, se trata de una solución como señala Lacan. Pero vemos como esa solución se quiebra, cuando Hold en su intento por salvarla la acompaña a la playa, al Casino de T. Beach, lugar del acontecimiento del baile, allí se producirá el episodio alucinatorio y ella se vuelve loca. Hold en su intento de comprenderla la lleva a un encuentro que no debía producirse.
Es en la escena final cuando Lol ya no está loca, que podemos entender lo que es Hold en ese ser-de-a-tres, cuando él, ahora sí, y sin intentar comprenderla se contentará con darle un ser de pura mirada a Lol que se sostiene fuera de ella en Tatiana: ahí esa última escena, Lol dormida recostada en el de campo centeno frente a la ventana de los amantes.
Notas
(1) Lebelley, F.: Marguerite Duras o el peso de una pluma, Ediciones Martínez Roca S.A., Barcelona, 1994. pág. 193.
(2) Pallota della Torre, L.: Marguerite Duras, la Pasión suspendida, Paidós, Buenos Aires, 2014, pág. 92
(3) Lacan, J.: “Homenaje a Marguerite Duras, por el arrobamiento de Lol V. Stein” en Otros escritos,, Paidós Buenos Aires, 2012, pág. 209.
(4) Ibíd., pág. 216.
(5) Ibíd., pág. 212.
(6) Duras, M.: El arrebato de Lol V. Stein, Ediciones Tusquets, Buenos Aires, 2010, pág. 20.
(7) Ibíd., pág. 26.
(8) Ibíd. pág. 41.